NÚMERO
43



ENERO
JUNIO
2019

TEXTOS Y CONTEXTOS

Violencia, susto y cura

Violence, Fright and Healing

Resumen

La violencia propia del capitalismo por despojo acarrea precariedad y destrucción comunitaria. De tiempo atrás y en especial ante los problemas subjetivos y colectivos propios de acuerdos de paz y desarme guerrillero en Centroamérica, la terapia de grupo ha sido un recurso de sanación, compartido con tradiciones chamánicas. De aquí el Grupo Mamut y su acompañamiento con ejercicios de biodanza y simbolización del sufrimiento compartido pero personal. La organización para contribuir a la cura comunitaria encuentra orientación teórica en el libro de elocuente título de René Kaes: Un singular plural, el psicoanálisis ante las pruebas del grupo (2007). Se procura así asumir la tesis-consigna “Fue el Estado”, difundida en todas partes donde hay familiares de víctimas y desparecidos como en el caso de los +43 de Ayotzinapa. La vinculación con las comunidades organizadas perfecciona el accionar terapéutico al asumir las terapias colectivas de las asambleas, las marchas, los campamentos, la seguridad, las comisiones, la producción simbólica, para generar esperanza, consolidar afectos y capacidades autogestionarias como fundamento de las autonomías necesarias contra la violencia sistémica.


Abstract

The violence of plunder capitalism engenders insecurity and destroys communities. Dating back several years, most notably in the face of subjective and collective problems stemming from the peace agreements and the disarmament of guerrilla organizations in Central America, group therapy has been a healing resource, combined with shamanistic traditions. Grupo Mamut works along these lines, providing accompaniment through bio-dance exercises and the symbolization of a suffering which is shared but personal. This organization for community healing takes theoretical guidance from René Kaës’ book, A singular plural. Psychoanalysis under the trials of the group (2007). The aim is to take up the thesis-slogan “It was the State”, found in every place where there are relatives of the victims and the disappeared, such as the +43 of Ayotzinapa. Establishing links with the organized communities improves the healing process, articulating the collective therapies of assemblies, demonstrations, sit-ins, security tasks, committees and symbolic production, to generate hope, strengthen sympathies and self-management abilities, as the basis for the necessary autonomies against systemic violence.



Grupo Mamut
colectivo
rojillo74@hotmail.com


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1. La fase superior del capitalismo globalizado es tendencia social desde la acumulación originaria del capital con dos fundamentos civilizatorios y culturales: la fetichización de la mercancía y el coloniaje. Ambos concretan violencia social permanente por la propiedad como principio económico-político. Hay una dialéctica constante entre el coloniaje imperialista y el coloniaje interno propio del desarrollo desigual y combinado.


2. La propiedad, o mejor dicho, la apropiación y expropiación, es reconocida por Marx y Freud como fundamento de la violencia. Freud considera que lo desatado por la propiedad privada es, al fin de cuentas, la pulsión de muerte en acción.


3. El malestar en la cultura, propuesto por Freud, contradice la reducción de sus tesis al biologismo, para advertir en cambio la necesidad de ampliar sus recursos de cura más allá de los tratamientos personales en exclusiva para orientarlos a las pertenencias sociales, “más allá del principio del placer”.


4. El caso Ayotzinapa, exige, por tanto, averiguar las raíces históricas de la violencia concretada en usos y costumbres arraigados en la miseria; la expropiación de territorios comunitarios para cultivos y extracciones mineras con la violencia contra los usos y costumbres comunitarios y la destrucción del ambiente. La fase superior globalizada del capitalismo significa un ecocidio que tiene como resultado desastres naturales constantes. La violencia ejercida por los grupos de poder es histórica e irreductible al conformismo como lo prueban las insurgencias independentistas de Guerrero y los Galeana, de la construcción del liberalismo manifestada en Ayutla por Juan Álvarez, del bandidaje contra los ricos y con los pueblos con personajes legendarios como el Cirgüelo, Silvestre Castro, que asaltaba desnudo por “la calor” en 1924. La participación de los maestros rurales como Genaro Vázquez y Lucio Cabañas y con organizaciones sociales con claridad política como la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la Asociación Cívica Guerrerense y la Organización Campesina de la Sierra del Sur, da lugar a enfrentamientos y masacres con los grupos del crimen organizado y los gobiernos.


5. La definición-consigna “Fue el Estado” de los Padres y Madres de Ayotzinapa y los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos y sus prójimos solidarios es compartida por organizaciones en lucha contra la globalización capitalista en el norte de África, Europa, América y Australia. En este lugar fue reproducido en gran tamaño “Fue el Estado” para hacerlo visible desde el avión presidencial que transportaba al presidente de México y su comitiva. “Fue el Estado” remite a un poder dominado por la legalización de la violencia como militarización acompañada por el fuero que imposibilita el procesamiento penal de los soldados y policías. Se concreta así la determinación económico-política como acuerdo fuera de la ley para administrar la unidad conflictiva entre el Estado y las bandas criminales necesarias para procesos productivos de amapola y marihuana, su procesamiento y su trasiego hasta Estados Unidos, todo para dar lugar a un derecho consuetudinario de abuso constante bajo amenaza cumplida para cobrar el uso del suelo, el tránsito, la asistencia a la escuela, al hospital y la clínica, en fin, el Estado como garante de la violencia institucionalizada hasta el punto de obligar al desplazamiento forzado. La pulsión de muerte instituida como dominio de las relaciones sociales. La simbolización de los mesabancos escolares con los retratos de los desaparecidos, la reproducción pictórica de sus rostros en cuadros, carteles y murales, evidencian la identificación de la violencia de Estado en las ausencias de los estudiantes. La invitación al público para escribir mensajes es un recurso de compartir el duelo y orientarlo a la exigencia de la aparición. El ingrediente de fe religiosa en todo esto asume usos y costumbres prevalecientes no sólo en los medios rurales.

Los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos sintetizan en sus consignas rimadas con un canto peculiar la persistencia de la memoria del Che, Marx, Engels y Lenin, Lucio y Genaro, Morelos y Guerrero. En la conmemoración a este héroe popular en Tixtla, en agosto de 2018, frente a la plana mayor del Gobierno de Guerrero, los estudiantes rapados como señal de la novatada a la que son sometidos para probar su resistencia física y su disposición política, remataron las consignas dirigidas por un dirigente de la FECSM con mentadas de madre y padre al Señor Gobernador, declarante reciente de la identificación entre estudiantes y la delincuencia.


6. El capitalismo por despojo descrito por Harvey necesita guerras focalizadas en territorios estratégicos como Siria, Iraq, la Franja de Gaza, el norte y el lado oriental de África y el oriente en las cercanías de China. Cientos de bases militares estadunidenses están en todo el mundo acogidas por la OTAN, a la que recientemente se ha incorporado el gobierno de Colombia para ampliar la seguridad nacional de Estados Unidos en América Latina. Las migraciones forzadas, las masacres y hostigamientos paramilitares dan lugar a una indefensión extrema alimentada por los gobiernos afectados, las organizaciones criminales y los funcionarios de migración corruptos. En el caso de México, la implantación de Zonas Económicas Especiales corresponde a convenios como la Iniciativa Mérida para garantizar la coordinación económica, política y militar entre los gobiernos de México y Estados Unidos. El sacrificio de comunidades enteras con presas y termoeléctricas y el asesinato de dirigentes comunitarios, forma parte de los que Negri y Hardt describen como seres humanos desechables. La defensa de los migrantes forzados suele limitarse a su exigencia de reconocimiento como ciudadanos y trabajadores necesarios para la producción no industrializada y fuera del reconocimiento de los derechos laborales. Una cadena de daños profundos no puede ser resuelta por las organizaciones de defensa de los derechos humanos limitadas a la denuncia y las recomendaciones insuficientes. De aquí los remedios espontáneos tradicionales: la marcha, el campamento, la asamblea y el pliego petitorio, nada que el Estado no pueda controlar negociando las obligaciones de tratados y convenios con organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales como la ONU, Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La falta de conocimiento del idioma y de los usos y costumbres del país de arribo, obligan a la organización de refugios y guetos que suelen ser insuficientes para recuperar las redes de identidad extraviada en los daños psicológicos sin tratamiento alguno.


7. Todo esto se introyecta. De aquí la necesidad de explicar para transformar a partir de las memorias colectivas e individuales donde las determinaciones económico-políticas son subjetivadas y replicadas en el sentido de los estremecimientos que siguen a un terremoto y que pueden resultar tan devastadores como su origen. El tiempo del “shock” afecta todas las relaciones sociales reducidas a la acumulación capitalista a toda costa y con impunidad calculada por el Estado. Alcanza la dimensión terrorista con la represión exhibida de los descuartizamientos, las decapitaciones, los secuestros, las violaciones, el cobro por el derecho de piso, las cuotas de protección, los cadáveres encostalados o colgando de los puentes. La crueldad extrema como prueba de machismo criminal, da lugar a hechos como el desollamiento y la extirpación violenta de los ojos de Julio César Mondragón en la noche de Iguala del 26 al 27 de septiembre de 2014, iniciada con el ataque militar al transporte con el equipo de futbol los Avispones balaceado hasta alcanzar a una vecina. Daños colaterales llaman a esto los funcionarios del terror de Estado en cumplimiento de los usos y costumbres del lenguaje jurídico necesario para legitimar el ejercicio discursivo de la violencia. Julio César Mondragón sufrió vivo como lo prueba el charco de sangre. Los cadáveres no sangran. La deliberada orden militar organizó el tiempo represivo sintetizado en la instrucción de la 27 Zona Militar al 102 Batallón de Infantería: “operar en la noche en forma masiva y en el día reducir la actividad a fin de abatir delincuentes en las horas de oscuridad”. Terror y poder imponen tiempos y espacios protegidos por un aparato legal distinto y opuesto al ejercicio de la justicia.

La vida precarizada como estrategia de protección al crimen organizado, impone un tiempo de susto constante. La guerra psicológica incluye las series de televisión con tramas legitimadoras de la violencia policiaca y militar contra los criminales que suelen tener nacionalidades rusas, árabes, colombianas y mexicanas. Hay una dimensión profesional orientada por asesores propios de planes de intervencionismo yanqui como el Plan Mérida. En 1974 los tupamaros de Uruguay capturaron y ejecutaron a Dan Mitrione, año de escalada continental contra las organizaciones político-militares. Decía Mitrione esta frase-consigna: producir “el dolor preciso en el momento preciso en la cantidad precisa para el efecto deseado”. La memoria del cuerpo de los torturados, detectable con el Protocolo de Estambul, requiere de atención terapéutica generalmente ignorada por las víctimas y los familiares afectados.


8. De todo esto, la memoria resulta estratégica para procesar los duelos. Las comunidades se organizan, comparten el desplazamiento obligado y la desazón por los desaparecidos y asesinados inaceptables. Las reacciones concretan marchas con sus rituales de letanías de consignas exigentes: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “Ahora, ahora, se hace indispensable presentación con vida y castigo a los culpables”, como síntesis de intuición política frente al terrorismo de Estado. Desde las organizaciones ejemplares de Argentina cunde la consigna: “ni perdón ni olvido, castigo a los asesinos”. La globalización de la justicia, su socialización, afecta a los grupos contestatarios en el difícil encuentro con los académicos, los intelectuales orgánicos y los defensores de los derechos humanos. Esta dialéctica no alcanza a concretar el paso de los derechos humanos a deber político por ellos y para ellos, ni para procesar los dolores y las ausencias.


9. La imposibilidad de tratamiento terapéutico sistemático y prolongado impone una resistencia no implícita a la cura profunda a cambio de la aplicación de recursos como la sanación por chamanes, ejercicios corporales de relajamiento y activación de la memoria y de terapias de reconocimiento grupal. Un biopoder práctico prolifera los daños físicos del dolor lumbar, el insomnio, en fin, lo que los chamanes llaman el susto. La medicina tradicional aporta remedios y sanaciones, mitos y rituales que exigen el encuentro con los tratamientos psicoterapéuticos sistematizados. Es en el encuentro con el biopoder donde crece el recurso contestatario más allá del tratamiento individualizado y colectivo. El tratamiento del cuerpo transforma la identidad campesina e indígena en imitación de la facha narco: botas, ancha hebilla, camisa a cuadros y sombrero tejano, como adopción de los adolescentes y jóvenes de una identidad en busca de atención de los jefes narcos. La respuesta necesaria y urgente tiene que alternar la terapia corporal con el trabajo psicológico de la memoria colectiva a manera de enfrentar la pulsión de muerte, el duelo inconcluso y abierto, la conciencia del problema social y la necesidad de organización comunitaria y popular.


10. El acompañamiento de activistas estéticos alivia y repara con los cantos, como el tradicional de La Llorona intervenida con la letra: “no somos muchos, señores, nos faltan 43” cantada por un coro escocés en la gira de Huellas de la Memoria, proyecto consistente en la exhibición del calzado de los familiares en búsqueda, cuyas suelas se han grabado con los nombres de los desaparecidos y un mensaje. Las consignas, los performances, los llamados antimonumentos que fijan el acontecimiento, lo hacen público con la intervención del espacio urbano para congregar las movilizaciones en un procreado punto de reunión; son recursos memoriosos cuyo simbolismo marca un lugar de apropiación de la ciudad en tiempos de proliferación de contratos de los grandes consorcios y la corrupción de los responsables de las licencias que han transformado, en el curso del sexenio anterior, 20 millones y medio de metros cuadrados sólo en la Ciudad de México. La humanización del espacio contra su enajenación capitalista es un proceso estratégico activado por las marchas, plantones y campamentos.


11. La introyección es dialéctica porque concreta procesamientos de los duelos históricos y comunitarios con afanes de apropiarse de la violencia militar. Tal ocurre con el patrioterismo identificado con la defensa de las instituciones. La tendencia popular reprueba, de hecho, la exclusividad en el ejercicio de la violencia por parte del Estado con su correspondiente legalización opuesta al ejercicio de la justicia. La justicia social asumida por los movimientos contestatarios puede implicar la apropiación y expropiación de la violencia estatal. Su máxima expresión es la línea político-militar de las organizaciones armadas para la toma del poder. El territorio de Guerrero ha sido uno de los lugares de desarrollo de estas organizaciones con las consiguientes solidaridades de la sociedad civil en proceso constante de transformarse en sociedad política.


12. La paz aparente con la guerra constante como evidencia de la lucha de clases exige diálogos y negociaciones para el desarme de los grupos armados a cambio de nada más que apoyos mínimos a los alzados para su reintegración social. Hay un proceso semejante de cooptación de dirigentes de la lucha popular para orientar como trámites legales las demandas con posibilidades anticapitalistas. Tal ocurre con las autonomías, las autodefensas y las policías comunitarias. Esto suele ser respondido con radicalismos simbólicos de tomas de espacios, vandalización de centros administrativos y comerciales y su señalización en movilizaciones de apoyo con los gritos de consignas identitarias. La violencia suele estar incluida. La situación extrema reside en la expropiación de la brutalidad disciplinaria propia de las escuelas y los agrupamientos de ejércitos y policías donde los novatos y los reclutas son sometidos a violencia corporal “pa’ que aprendan”, según el léxico de las bandas criminales. La diferencia es que presidentes de la República recientes exaltan el patrioterismo en ceremonias militares masivas ampliamente propagandizadas y amparadas en el Plan DN-III para auxilio de víctimas de cataclismos. La Mara Salvatrucha, los cárteles del narcotráfico, exigen a sus reclutados autoflagelaciones, asesinatos y descuartizamientos como parte del adiestramiento para lo que sea necesario. Los tatuajes alcanzan el rostro donde cada lágrima es un asesinado, de manera que en el modo de representación reside la renuncia a la identidad socialmente aceptada para sustituirla por la apariencia del terror. Con el mismo propósito existe la sonora marcha que golpea el asfalto acompasada con los toques fuertes de los toletes sobre los escudos de los granaderos.


13. Las novatadas de las Escuelas Normales Rurales, filmadas y reproducidas por los noticieros de la televisión empresarial, se asemejan a la brutalidad propia del Colegio Militar, los batallones castrenses acuartelados y los grupos especiales donde la ausencia de mujeres exige poner en acción la pulsión de muerte con la sexualidad. Los internados normalistas no son ajenos a estos terribles procesos de construcción de identidades combativas exigidas por el duelo sin solución y con esperanza y deseo de venganza, todo lo cual concreta la pulsión de muerte. Para las fuerzas armadas, las policías, la Marina y los grupos especiales y paramilitares, la orientación es el patrioterismo identificado con la defensa de las instituciones y la represión de todo lo que se oponga al orden productivo y reproductivo capitalista. Las marchas de adiestramiento se hacen al ritmo de consignas coreadas para ratificar el “espíritu de cuerpo”. La misma necesidad da lugar a las novatadas de los normalistas rurales para fortalecer el cuerpo y la disposición personal al servicio de la revolución con una “mística” de servicio a los explotados para construir la conciencia proletaria.


14. La verdad es puesta en crisis en beneficio de negar la del Estado como verdad histórica a cambio de asumir la relatividad exigente de pruebas, averiguaciones y revisiones prohibidas por la seguridad del Estado. Los grupos internacionales como el Grupo Internacional de Expertos Independientes y el Comisionado de la ONU para Derechos Humanos, han recomendado la revisión de cuarteles y filmaciones del gobierno, sin lograr aprobación. Una tradición contrainsurgente prueba los usos y costumbres de la guerra psicológica con la tortura, la masacre y la desaparición forzada como tácticas tradicionales de la policía, los ejércitos y grupos especiales. Los “instructores” y “asesores” yanquis funcionan para todo esto gracias a los tratados de seguridad nacional impuestos por los gobiernos de Estados Unidos.


15. La dialéctica histórica en acción actual exige el tratamiento integral de esta compleja situación hasta lograr la humanización del mundo, desde las naciones hasta los individuos. Construir la soberanía nacional exige construir la conciencia de su sujeto histórico concretado en pueblos, comunidades y organizaciones contestatarias. Sólo así, el buen vivir, proclamado en un encuentro de los pueblos de América en Bolivia, puede ser proyecto incluyente de la salud mental plena.

La vida precarizada en tiempos de represión impone un tiempo de susto, miedo y angustia constante. La guerra psicológica cumple con la precisa recomendación del torturador Dan Mitrione. Grupos especiales encubiertos y protegidos por los Estados reprimen la disidencia política con plena impunidad y con la protección de las fuerzas armadas, desde las policías hasta el Ejército y la Marina como lo prueba el operativo contra los estudiantes de Ayotzinapa. En México hay figuras históricas al respecto como Fernando Gutiérrez Barrios, que escaló desde su puesto en la Dirección Federal de Seguridad hasta la Secretaría de Gobernación para coordinar la represión con comandantes como Miguel Nazar Haro, Arturo Acosta Chaparro, Luis de la Barreda y otros ejecutores del terrorismo de Estado adiestrados por “asesores” yanquis e israelíes, en coordinación con comandos especiales de Centro y Sudamérica. La guerra psicológica, el “estado de shock”, la inclusión en los medios y la industria del espectáculo de usos y costumbres violentos como identidad juvenil, reproducen una tendencia cultural necesaria para el capitalismo por despojo. No basta el “acompañamiento” solidario a las víctimas y dolientes, ciertamente necesario, sino que urge el crecimiento de las organizaciones con trabajo constante y sistemático de tratamiento de los duelos, las ansiedades y los sustos en seguimiento de las prácticas terapéuticas colectivas planteadas por Pichon Riviere en Argentina y por las prácticas orientadas por Marie Langer asumidas por las Madres de la Plaza de Mayo y sus descendencias organizativas para enfrentar el problema de la afectación hasta la tercera generación de las víctimas originarias. La autonomía relativa para este trabajo terapéutico exige limitar las orientaciones estatales paliativas o reducidas al insulto de reparación económica de los daños.

Es con estas reflexiones que el Colectivo Mamut trabaja con comunidades afectadas y dispuestas a procesar los efectos traumáticos del terrorismo de Estado asumido como poder represivo para sostener negocios trasnacionales como el narcotráfico y la minería extractiva protegidos por el Ejército, la Marina, las policías, los paramilitares y sicarios y el poder judicial, coludidos todos para acciones traumatogénicas constantes. Nuestra aproximación a esta tarea se funda en experiencias en México y otros países para trabajar con la población afectada en grupos donde el compartir los sueños y representarlos para descubrir afinidades identitarias es alternado con ejercicios del cuerpo culminados en la construcción de un mamut, animal extinto que hay que imaginar colectivamente para proponerse sus partes corporales en un juego festivo cargado de simbolismo terapéutico. Esta tarea es compleja y diversa, por lo que procuramos vincular y articular los trabajos psicoterapéuticos y estéticos de otras organizaciones para cumplir con la urgencia de terminar con el terrorismo de Estado singularmente brutal, criminal e inhumano. Se trata de emular la consigna de la Segunda Declaración de La Habana de 1962: “esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar”.



Referencias bibliográficas

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Grupo Mamut. Alberto Híjar, Jorge Margolis, Libia, Sonia Moret, Heriberto Paredes, Alberto Torres, Valentina Victoria.



Recibido: 5 de septiembre de 2018.
Aceptado: 22 de octubre de 2018.

Palabras clave
Ayotzinapa, capitalismo, violencia, resistencia, organización

Keywords
Ayotzinapa, capitalism, violence, resistance, organization