NÚMERO
37



ENERO
JUNIO
2016

EDITORIAL
CARLOS GUEVARA MEZA • DIRECTOR

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La multiplicación de las imágenes

Ya es un lugar común decir que las imágenes están en todas partes, igual que las cámaras; que se fotografía todo y cualquier cosa, y que la imagen ha dejado de ser un objeto de posesión y se ha convertido en un acto de habla cuyo valor reside en ser multiplicada. Pero es importante subrayar que ese acto de reproducción no la vuelve irrelevante. Como se ha afirmado desde Walter Benjamin hasta José Luis Brea y Joan Fontcuberta, la masificación de los aparatos fotográficos y de los usos de las imágenes, implica, en primer lugar un cambio en el estatuto ontológico de la fotografía, y en segundo lugar una transformación igualmente fundamental en la imagen como tal. Más aún, implica según estos autores, un cambio del proyecto civilizatorio que no afecta ya sólo a Occidente sino, en la medida de la universalización de la cultura occidental, a todo el orbe.

Los argumentos son conocidos y no hace falta repetirlos. Es de subrayar, sin embargo, que la complejidad del proceso no admite (al menos no debería) respuestas fáciles, ni por el lado del utopismo de la democratización y la libertad totales, ni por el del catastrofismo del derrumbe cultural inminente. Y que los límites propuestos por las editoras de este número, lo solemne y lo banal, son ahora (quizá antes también, pero no con la contundente evidencia del presente) extremos que se tocan, y que lo hacen de maneras múltiples. Puede, por ejemplo, parecer muy claro que la fotografía documental de denuncia social o política, incluso si es una gran imagen en la lógica del “momento decisivo” y/o por sus cualidades técnicas y formales, cae en la insignificancia al verse rodeada y apabullada por los millones de otras fotos similares que el motor de búsqueda extraerá de la red en unas cuantas fracciones de segundo, perdiendo así su capacidad de movilización social para transformar la situación que justamente denuncia. Pero también pasa, y no es casual ni anecdótico, que la misma foto, incluso si no es la gran imagen, puede adquirir efectividad social y política, al obtener atención y eco en redes sociales, sea por la vía de llegar a grupos específicos con la voluntad e incluso la organización para movilizarse “físicamente” contra ese algo o alguien; o por el lado de convertirse en tendencia social, al ser “compartida” y “gustada” por miles o millones, adquiriendo una resonancia que emplace a las instituciones a definirse e incluso a actuar.

En ambos casos, parece que la fotografía misma e incluso el acontecimiento que refiere es, de cualquier forma, lo secundario respecto al fenómeno social que se desarrolla, o no, en torno a ella, en la medida en que podría darse, o no, en relación con cualquier otra imagen. Así, lo banal no es sólo las millones de fotos de platos de comidas o de mascotas graciosas que pueden aparecer a diario en las redes sociales, sino el hecho de que incluso las imágenes que refieren a los grandes temas (como los que tratan los artículos en esta ocasión: la guerra, la muerte, la enfermedad, el dolor, el arte, la violencia criminal) tampoco pueden apostar por sí mismas a garantizar su sentido y, por tanto, sus usos sociales y su relevancia.

Quedan muchos temas y muchas preguntas. La masificación de la fotografía implica la reformulación de las ritualidades sociales e incluso la formación de nuevas maneras de solemnizar o mitificar actos individuales o colectivos. La foto de la boda, del último cumpleaños del abuelo o el primero del niño, no son acontecimientos menos solemnes para sus participantes sólo porque puedan compartirse más y más fácilmente, y aunque puede decirse que sólo les importa a ellos, es cierto que moviliza la representación de una afectividad perfectamente comprensible para todos. ¿Qué significa esta necesidad compulsiva de documentar la propia vida más allá de la memoria privada y sus dispositivos? ¿Una renovada, quizá nunca vista, confianza en la individualidad y su trascendencia, o por el contrario, un temor insoportable a la insignificancia y la anomia? Sirva este número como una aportación a este debate.