SEPARATA

Un intruso en Xocongo 138

An intruder in Xocongo 138

Jesús Nieto Rueda Sociólogo y Doctor en Literatura jnieto@escueladediseno.edu.mx

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La primera vez que ingresé al recinto que alberga la Escuela de Diseño no fue para trabajar en la institución como tal, sino que las autoridades habían sido solidarias y generosas de forma memorable con la Escuela de Escritores de la SOGEM para albergar las labores de esta última, toda vez que debido a trabajos de remodelación nos volvimos itinerantes. Pero fue precisamente gracias a dicha circunstancia que un día acabé siendo docente de Escritura y argumentación, luego de Divulgación y Difusión del Diseño en México, del Seminario de Estudios Culturales en el posgrado, y finalmente de Filosofía y Estructura de las Organizaciones en la licenciatura.

Mentiría si no confieso que en los seis años que llevo como parte de la academia de esta institución he sido yo quien más ha aprendido tanto de los docentes como del alumnado. He tenido la fortuna de ser sinodal en varios exámenes, he batallado con la edición de textos, he participado en arduas discusiones acerca del ser, el quehacer y el pensar del Diseño. También he asistido a congresos, exposiciones, y en algún momento he llegado a estar tan presente que en la cafetería sabían cómo pediría mi americano. No obstante, me entra a menudo el síndrome del impostor. ¿Quién soy yo para estar en esa escuela sin nunca haber estudiado formalmente la disciplina del Diseño? De ahí que me defino como un intruso. Me disimulo entonces entre los siempre necesarios contextos.

Como sociólogo, estoy convencido de que una escuela son las personas que la construyen y que continúan una tradición al tiempo que la reinventan. Me alegra ser parte de esta historia y contribuir desde mi parcela en la formación de jóvenes profesionales del Diseño y, principalmente, de críticos y pensadores de la disciplina.

No tengo sino gratitud por una comunidad en la que si algo me queda claro es que está latente el espíritu de libertad y compromiso social, esa extraña diada propia de la escuela pública. No hace falta alargarse en el merecido reconocimiento que tiene nuestra institución. Deseo una larga vida a la escuela y ojalá que muchas personas más puedan nutrirse de su legado.