NÚMERO
48



JULIO
DICIEMBRE
2021

SEPARATA

Tres dones

Three gifts

María Luisa Valdivia Dounce
Diseñadora editorial, y Lic. En letras Hispánicas.
Escritora de libro para niños
lvaldivia@escueladediseno.edu.mx


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El aniversario que celebramos ahora es el del nacimiento de una «pequeña», «inquieta» y «memorable» escuela. Llegó a esta vida en 1962 —descendiente de una familia apegada al arte: Taller de integración plástica (1949), Talleres de artesanos, maestro Carlos M. Lazo (1952), Centro superior de artes aplicadas (1958)— y fue nombrada Escuela de Diseño y Artesanías (EDA), gracias al INBA y al pintor José Chávez Morado, quien fue su primerdirector y orquestó para ella la primera carrera profesional deDiseño artesanal y, en 1966, la licenciatura de Diseño artístico industrial que años después (1972) devino en cuatro programas académicos o licenciaturas: Diseño gráfico, Diseño de muebles, Diseño textil y Diseño de objetos, con lo que se buscó integrar las áreas de diseño y de artesanías. La casa de la EDA era un relajante edificio construido entre 1792 y 1807, ubicado en la plaza de la Ciudadela del entonces Distrito Federal, y sin más lujos que sus áreas limpias y asoleadas, ambientadas con un mural titulado «Talleres de artesanos, maestro Carlos M. Lazo» (hecho con mosaicos de piedras), un chac mool, un guerrero tolteca o atlante de poco más de dos metros, la cabeza de una guacamaya y una fuente (también de piedra) en el centro del amplio patio.

Con el ímpetu pleno de la mayoría de edad, en 1980, nuestra EDA emprendió caminos nuevos y redefinió su identidad como dos entes educativos: Escuela de Artesanías y Escuela de Diseño (EDINBA), con planes académicos claramente diferenciados, pero que siguieron compartiendo su «casa materna» hasta que fue necesario mudarse en 1988 porque en la Ciudadela se construiría un centro cultural cuyo eje sería la Biblioteca de México. La mudanza fue a las actuales instalaciones de Xocongo 138, donde ambas escuelas ahora son vecinas, comparten la edificación, pero cada una cuenta con sus propios espacios. Y aquellas obras de piedra —herencia de quienes nos antecedieron— felizmente siguen con nosotros.

La EDA me cobijó en 1977 como estudiante de Diseño gráfico y la EDINBA, en 2003, como docente. Tuve la fortuna de ser alumna de grandes maestros —entre ellos, Pilar Maseda, Juan Manuel López, Jorge Best, Félix Beltrán, Carlos Palleiro, Arnulfo Aquino, Rebeca Hidalgo, Rubén Cárdenas Pax— y compañera de excelentes personas que, además de diseñadores, algunos se convirtieron en docentes, editores, miembros de asociaciones internacionales de diseño, o emprendedores de proyectos sociales y educativos. Lo cierto es que, para mí, entre la EDA y la EDINBA no hay grandes diferencias en cuanto a los «tres dones» que mencioné al inicio y cuya inevitable alusión a las hadas madrinas es mero juego discursivo, despojado del sentido religioso que puede tener la palabra «don». Aclarado esto, explico:

«Pequeña» no sólo porque la comunidad (estudiantes, trabajadores y docentes) es más bien reducida en comparación con otras instituciones universitarias y la cotidianidad se vuelve estrecha, sino también porque es corta la distancia entre docente y estudiante al interactuar durante el proceso de aprendizaje, construido con familiaridad y respeto. Hemos podido mantener una cercanía y acompañamiento con algunas estrategias implementadas desde hace años —como las Evaluaciones de nivel, del anterior plan de estudios, o las Evaluaciones RED del plan actual—, a fin de propiciar un espacio de retroalimentación que beneficia tanto a estudiantes como a docentes para mejorar nuestras respectivas tareas académicas. Otra medida de este tipo, también aplicada con la actualización del Plan de Estudios en 2017, es el Programa de tutorías personalizadas para guiar, asesorar, ayudar y facilitar la vida académica de las y los estudiantes durante su permanencia en la escuela.

«Inquieta» ha sido nuestra escuela porque es de naturaleza curiosa y nada pasiva; se ha distinguido por procurar el entendimiento de los contextos (sociales, políticos y culturales) para detectar necesidades reales y hacerlas «pretextos» académicos para sus estudiantes, infundiéndoles el gusto por el cuestionamiento sistemático con el que se valora la importancia del conocimiento, pero también el reconocimiento del otro con empatía y solidaridad, lo cual favorece la búsqueda de acciones que lleven a cambios necesarios en el suceder social. Por supuesto que en este sentido también ha sido fundamental el trabajo de observar periódicamente la vigencia o pertinencia de los planes de estudios frente a la realidad en curso. Hemos tenido cuatro planes de licenciatura: en 1966, 1972, 1975 y 1994; de este último se han hecho dos actualizaciones, las de 2006 y 2017. Además, hacia 1993 abrió su oferta educativa la Unidad de Posgrado y Educación Continua (UPEC) con varios cursos, talleres y diplomados, que unos tres años después propiciaron el inicio y actual consolidación de cuatro especialidades y dos maestrías. Tal panorama da cuenta de una constante inquietud por nuevos contenidos, técnicas, métodos y satisfacción de perfiles profesionales acordes al panorama social y cultural.

«Memorable» es la Escuela de Diseño (EDINBA) por su historia: por sus antecesores, por las iniciativas de sus maestros fundadores y de la comunidad que hemos creado; memorable es por tener pares de la talla de la UNAM, la IBERO, la UAM: por hacer muchísimo con poco; memorable es por impulsar proyectos como la Bienal Nacional de Diseño, así como numerosos encuentros, foros y conferencias: por ser gestora de diálogos entre profesionales e incentivar a los diseñadores de manera continua y desdeestrategias variadas; memorable es por estar entre los primeros lugares del top ten de las mejores escuelas de diseño: por esforzarse en la enseñanza-aprendizaje del diseño y tener ese reconocimiento.

Tres dones seguramente no bastan para describir lo que es la EDINBA. Pero sí son los rasgos que mi memoria estudiantil dibuja y que mi actividad docente, desde hace dieciocho años, traen a esta celebración como una visión peculiar desde la cual abrazo a nuestra escuela.




Semblanza de la autora

María Luisa Valdivia Dounce es editora y escritora de libros para niños. Estudió diseño gráfico en la Escuela de Diseño y Artesanías (INBA-SEP) y cursó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas (UNAM). Ha sido jefa del departamento editorial del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM; capacitadora, correctora de estilo y subdirectora de producción de la Unidad de Publicaciones Educativas de la SEP (del programa Rincones de Lectura-Libros del Rincón), así como tutora académica (generación del Distrito Federal) de la Maestría en Edición del Centro Internacional de Estudios Profesionales para Editores y Libreros de la Universidad de Guadalajara. A partir de 2003 se incorporó a la EDINBA como coordinadora del Área de Gestión y Vinculación; poco después empezó a impartir materias metodológicas, de apreciación estética e introductorias al mundo editorial.



Recibido: 11 de mayo de 2021.