JULIO
DICIEMBRE
2021
You can’t be a teacher without having teachers
Andrés Mario Ramírez Cuevas
Diseñador gráfico y docente
andresmarioramirezcuevas@gmail.com
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Al término de ese año escolar tuve claro que esa clase no fue la más adecuada en mi incipiente carrera de docente. Por eso busqué a la secretaria académica de la Escuela y le solicité con tono firme:
—No quiero dar Compugrafía, no me gusta y si no me ponen en otra materia, pues mejor me voy—. La secretaria amablemente sonrío y me dijo: “Déjame ver…”.
Un par de semanas después me llamó para comunicarme:
—Vas a dar la clase de Taller de diseño en primer año, con la maestra Rebeca Hidalgo.
—Gracias —le dije. La noticia me puso alegre y así me fui a esperar el inicio del nuevo ciclo.
Inició el semestre. Lunes por la mañana
Llegué al cubículo de la maestra Rebeca y me presenté:
—Hola, buenos días, maestra Rebeca Hidalgo, soy Andrés Mario voy a dar clase con usted, —Hola —sonrió la maestra—, bienvenido, qué gusto, vamos a la reunión de maestros de la materia.
Al llegar al salón de reuniones ya estaba un grupo de profesoras y profesores esperando a la maestra Rebeca, ella se sentó en la cabecera de la mesa e inició la reunión. Quedé sorprendido por la manera de organizar colegiadamente las clases: se planeaban las sesiones por semana, módulo y semestre, así como las evaluaciones respectivas. Mi sorpresa fue mayor cuando descubrí que las parejas de docentes se iban rotando a lo largo del ciclo escolar en los diferentes grupos. Las reuniones de planificación se llevaron a cabo cada semana para dar seguimiento a las tareas acordadas.
En esas reuniones reinaba un ambiente de compañerismo, colaboración, intercambio de experiencias docentes; por ejemplo, si algún profesor tenía un libro cuya lectura era de nuestro interés, de inmediato nos proporcionaba un juego de fotocopias, el cual se multiplicaba y se volvía parte de nuestro acervo académico. Las largas sesiones colectivas para evaluación de todos los trabajos de los alumnos resultaban muy interesantes, pues se comentaban y valoraban los avances y retrocesos en cada aula, sin duda esa era la oportunidad de reconocer el buen desempeño docente, así como observar lo que había que corregir para mejorar nuestra práctica de enseñanza. Los diversos puntos de vista o las diferencias de perspectiva teórica enriquecían la visión sobre el aprendizaje y la enseñanza de los temas. Hoy me queda muy claro que las reuniones docentes eran un espacio excelente para disentir, pero sobre todo para aprender de los colegas.
Pararse en hombros de gigantes
Mi oficio docente comenzó con la observación diaria de la práctica de la maestra Rebeca Hidalgo, quien en un cuaderno tenía organizadas sus clases, en él anotaba el título de la sesión, los temas, los objetivos, los materiales, las lecturas y, por supuesto, los instrumentos de evaluación. Recuerdo con mucha nitidez uno que llamó mi atención, se trataba de una rúbrica con 19 indicadores, que de manera detallada evaluaba el desempeño de los alumnos en su proceso y productos. A cada alumno se le entregaba su rúbrica. Esto era algo inédito para mí no sólo de mi vida escolar sino en mi práctica docente.
Luego entonces, me hice de mi propio cuaderno, tomaba notas de la práctica de Rebeca, de los avances de los alumnos y de lo que entendía sobre su práctica, pues ella mencionaba con regularidad: “Hay que fomentar la autonomía y la investigación en los alumnos para que aprendan a proyectar, no podemos decirles sólo que está correcto o que está incorrecto, ellos tienen que ser críticos en el desarrollo de sus ideas, ellos son los protagonistas de su aprendizaje, tienen que encontrar su propia visión del mundo”.
Este fue el mayor aprendizaje.
Semblanza del autor
Andrés Mario Ramírez Cuevas (1970) Diseñador gráfico desde hace 27 años y Docente en diseño gráfico desde hace 24 años, con orgullo siempre digo que empecé mi carrera docente en la Escuela de Diseño del INBA (1997-2007), donde aprendí el amor y el compromiso por la docencia.
Recibido: 14 de mayo de 2021.