NÚMERO
48



JULIO
DICIEMBRE
2021

SEPARATA

El bambú de La Ciudadela

The bamboo of La Ciudadela

Haydée Girón
Diseñadora Gráfica
hgiron@escueladediseno.edu.mx


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Al mover mi archivo personal en una reciente mudanza familiar, desempolvé una pequeña ilustración que realicé cuando estudiaba el segundo año de la Licenciatura en Diseño Gráfico. La conservo con cariño por el placer que me brindó elaborarla. Fue por ahí de 1986, bajo la dirección de nuestro querido profesor Alejandro Rodríguez González. Curiosamente Alejandro —egresado de la Escuela de Diseño y reconocido como un motivador profesor de Historia del Arte y luego de Contextualización del Diseño— en aquellos años impartió también clases de dibujo e ilustración por sus capacidades artísticas. Esta situación académica la compartían otros grandes docentes, cuya versatilidad de saberes y perfiles les permitían dictar clases de teoría o de la práctica para el diseño.

En aquel entonces, el ejercicio consistió en elegir un detalle, encuadrarlo en el formato y representar de manera realista con colores de acuarela, un bambú robusto ubicado al lado izquierdo del emblemático mural de piedras de colores atribuido a Juan O’Gorman elaborado en los talleres de artesanos “Carlos Lazo”. Bambú y mural ocupaban parte del patio central del área de La Ciudadela que albergaba a la Escuela de Diseño y Artesanías.




Patio de La Ciudadela. Foto: Rubén Cárdenas “Pax”.



Elaborar la ilustración fue relativamente sencillo, pero sobre todo placentero; nos obligaba a trabajar en el patio a la luz del día y a la vista de la comunidad, pero resguardados por la sombra de algunos árboles y del bambú. Habría que ejercitar la técnica previamente comprendida en otras tareas. El trabajo de acuarela debía aplicarse empleando la mayor gama de verdes y ocres propios de la planta, pero elaborados a partir de la adición paulatina de los colores primarios, reservando los tonos claros y brillos para un mejor efecto. Un ejercicio de rutina en el que se aplicaba la teoría del color como en la escuela academicista, pero de utilidad técnica para futuros trabajos de diseño, y que serían parte de un acervo de habilidades y capacidad de observación que en aquellos años los diseñadores debíamos desarrollar con la mano y el pincel.



Ejercicio de acuarela. El bambú de La Ciudadela.



Alejandro, fiel a su tarea docente, rondaba cada tanto por el espacio que ocupábamos sentados en el piso con nuestros materiales, para corregir, alabar o bromear, sobre el proceso que cada uno se esforzaba en realizar. Algunos conocimientos previos de pintura e ilustración me facilitaron el proceso, pero sobre todo el placer de trabajar “sin prisas”, al aire libre, entre la charla de los compañeros y en un entorno único propio de un inmueble de piedra, neoclásico, parecido a una fortaleza.

Durante mi estancia como estudiante en La Ciudadela, el bambú no solo era parte del ecosistema, también era un protagonista que nos acompañaba para múltiples ejercicios de fotografía, escenario de descanso y un tanto de resguardo. Era pues material de trabajo cotidiano junto con un contado número de reproducciones de objetos y ornamentos tallados en piedra; piezas que fueron capturadas por el lente o por el lápiz de la mayoría de los estudiantes, detalles de la fachada, así como las reproducciones de un atlante de Tula, la cabeza de guacamaya o el famoso Chac Mool ubicado al centro del estanque de agua verde que mantenía en su interior a varias carpas con vida.



Ejercicio de acuarela. Fachada de La Ciudadela.



Era un patio memorable para quienes estudiamos en la Escuela de Diseño —antes de la mudanza a la colonia Tránsito en 1988— fue símbolo de comunidad, festividad y complicidad. Una lección para el diseño de espacios educativos que, sin mayores pretensiones, lograba invitar orgánicamente a la convivencia y a la reunión, pero que resguardaba a su población de la dinámica social e histórica aledaña al metro Balderas, al Mercado de artesanías, del ritmo de la cercanía con avenida Juárez y a la Alameda Central —zona que además fue terriblemente impactada por los sismos en 1985—, pero que invitaba a la comunidad de las Escuelas a ser partícipes del movimiento urbano y del compromiso social.

El recuerdo del bambú que hoy reposa enmarcado en una pared es uno de tantos por compartir entre amigos y colegas que la EDINBA grabó en la memoria, y que me invita a pensar sobre la profunda transformación que la disciplina y su enseñanza han vivido a través de estos 35 años.

El tiempo me dio una fortuna de continuar mi crecimiento profesional y académico en la Escuela de Diseño en un entorno radicalmente diferente al de La Ciudadela, donde nacieron otras dinámicas de convivencia en aulas, pasillos y a la sombra de otros árboles, donde convergieron visiones críticas que impulsaron nuevos perfiles de diseñadores a través de dinámicas de aprendizaje transformadas por el contexto nacional y global, pero que hasta el día de hoy siguen permeadas por la herencia sabia y de conocimientos de una comunidad artística, comprometida, solidaria y diversa, todavía con mil y una historias que contar.




Semblanza de la autora

Haydée Girón. Diseñadora gráfica, egresada de la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes (EDINBA). Ha construido su trayectoria académica en la EDINBA, paralelamente a la actividad profesional de diseño y a la actividad artística en cerámica. Se ha actualizado profesionalmente en los campos del diseño editorial, diseño multimedia, ecodiseño, diseño sustentable, didáctica para el diseño, cerámica de alta temperatura, entre otros. Además de docente en la Licenciatura en Diseño, ha sido ponente en cursos y foros académicos, coordinadora de área y del programa, Secretaria Académica y de 2013 a 2018, Directora de la EDINBA. Ha desempeñado cargos honorarios fuera y dentro del INBAL como jurado en concursos, para obtener becas y apoyos culturales, consejera académica, integrante de comités dictaminadores y miembro de comisiones para el desarrollo curricular.



Recibido: 28 de mayo de 2021.