NÚMERO
47



NÚMERO
ESPECIAL

PRESENTACIÓN •  ESTÉTICA EN CUARENTENA

 

Alfredo Gurza
EDITOR HUÉSPED
cenidiap.agurza@inba.edu.mx



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El remanente insubsumible

La pandemia ha revelado la irracionalidad catastró­fica de la acumulación capitalista mundializada, su aberrante costo humano, su naturalización obscena. La producción de la naturaleza sujeta a la ley del valor, la subsunción de todas las prácticas productivas de vida, de la entraña humana misma, a la lógica de la desigualdad creciente, exige una respuesta radical que reviente los estancos en los que el proceso social se ve reducido al juego de abalorios impermeables y ahistóricos que aísla la totalidad contradictoria y compleja en compartimentos pretendidamente autónomos: la economía, la sociedad, el Estado, la cultura, el arte.

Se abre un tiempo sin término preciso, de crítica y autocrítica feroces, de revisión de presupuestos y comodidades; un tiempo de prácticas imaginativas a la vez audaces y severas, frente a las supersticiones dominantes de la sentimentalidad distópica complaciente, contra el desánimo y la desazón, para enfrentar de manera radical la crisis generalizada, que no es sino el acrecentamiento de la concentración privada de la riqueza social y la deformación de las potencias humanas.

Habremos de padecer durante muchos años las consecuencias de esta tragedia planetaria, que delimitarán en gran medida nuestro futuro. Pérdidas irreparables de vidas humanas, que se cuentan por cientos de millares; devastación económica brutal; afectación radical de los modos de vida, de las formas más elementales del metabolismo social.

Sumemos a todo esto la crisis general de los modelos de gestión política de la acumulación del capital; el despojo y la migración forzada de comunidades; el ecocidio exponencial, provocado por la sujeción de la naturaleza a la ganancia corporativa; procesos en rigor no achacables al virus: lo que éste ha hecho es acelerar las dinámicas destructivas del sistema que nos rige, poniendo de manifiesto —con la terrible intensidad del peligro de contagio y muerte— la irracionalidad de subordinarlo todo a la ley del valor, las tendencias contradictorias de la mundialización capitalista y la insostenibilidad de este sistema cuando se lo mide con el rasero de la vida bella, justa y buena.

El imperativo ineludible en esta hora atroz es la práctica de la imaginación crítica. Reflexionar de raíz acerca de la cultura y las artes, precisamente porque la creación, la imaginación, la memoria, el placer y el dolor, la urdimbre de los cuerpos en sentires, saberes y vivires humanizantes, constituyen un baluarte decisivo en la lucha contra la pauperización de nuestras potencias, contra la virulenta homologación capitalista y sus catástrofes.

Irreconciliarse con la “nueva normalidad”, negarse a que tanta muerte, tanto dolor, tanta destrucción y tanta negligencia criminal, queden “superados” y que la vida vuelva a su cauce hasta el próximo desastre, supone —entre otras cosas— imaginar otras formas de producir saberes y circularlos; de movilizar los sentires reflexivos, la rabia, el duelo, el gozo; de cancelar la equivalencia de la distancia y la ausencia; de resignificarlo todo, todo el tiempo, en clave libertaria.

Esta praxis estética radical se enfrenta al agobiante confinamiento —que antecede con mucho a la pandemia y la detona y la agrava— impuesto por la ley del valor mundializada, que reduce a la comunidad humana a la conjunción jerarquizada de disyuntos factorizados para la realización del plusvalor, al apartheid totalizado, con su aberrante arquitectura del tiempo y el espacio.

Todo esto configura en la dimensión estética el libreto del melodrama distópico, que nos representa cómodamente pasmados, ateridos, aherrojados por el paradigma productivista hecho médula y linfa, con las taras de un individualismo grotesco y genocida, viviendo a la deriva, como mónadas hurañas, amedrentadas y violentas, volcados sobre nosotros mismos, en la iteración anestésica de un presente sin horizonte de esperanza.

Contra esto, hemos constatado la fuerza de la póiesis emancipatoria en todas las escalas, a través de un sinfín de mediaciones, para seguir significando, anticipando, acompañando en la tristeza y la alegría. El aliento de la dignidad y del amor esperanzado, desde la potencia del remanente insubsumible que nos permite humanizarnos.

Este número de Discurso Visual ha sido una invitación a tomar parte de esta tarea, para anticipar peligros e ir ideando soluciones, advertidos como estamos de que en la dimensión estética está en juego la formación social de las subjetividades y, por ende, en ella están cifradas las posibilidades de emergencia de lo radicalmente nuevo.

Los artículos que ponemos a su consideración contribuyen a ese proceso en el que estamos inmersos, desde la plenitud y la potencia, contra la tendencia dominante que favorece la impotencia, el miedo y la indiferencia. Ejercicios de imaginación crítica, elaborados en medio de la catástrofe, con los ojos bien abiertos, para ir reflexionando en polifonía y constatar que respiramos juntos.

Quiero agradecer de todo corazón al equipo editorial del Cenidiap; a quienes enviaron sus propuestas para este número y, de manera especial, a quienes las dictaminaron: su mirada fina y su generosa lectura son testimonio cabal de que el esfuerzo colaborativo y solidario rinde frutos sabrosos y de gran provecho en esta búsqueda de mejores modos de ser y estar en nuesto mundo.