NÚMERO
47



NÚMERO
ESPECIAL

TEXTOS Y CONTEXTOS

Degeneración[*] (naturalización)

Degenaration (naturalization)

Resumen

En este ensayo se aborda la presentación de las noticias a partir de dos transcripciones de pequeñas grabaciones de video en un día cualquiera (1 de septiembre de 2020) reflexionando sobre la mayor receptividad a la nota roja televisiva. Se ubica el insulto como una fuerza de represión y odio popular, una suerte de lenguaje profundo que se entreteje con el ocultamiento del rostro como forma de protección contra el covid-19. Un discurso médico y político de agresión e injuria, protección y encubrimiento que produce un trazo de significancia estético-identitario.[**] Este trazo, en su praxis, tiende a crear un proceso de naturalización.


Abstract

This essay lays out some details of a closed universe created by the media in the age of the quarantine in Mexico. The presentation of the news is addressed starting from two transcriptions of short video recordings of an average day (September 1st), that reflect on the greater receptivity of sensationalist journalism. The insult is located as a force of repression and popular hate, a sort of profound language which interweaves itself with the concealment of the face as a form of protection against COVID-19. A medical and political discourse of aggression and insult, protection and cover-up, which produces an aesthetic-identitary stroke, which in its praxis tends to create a naturalization process.



Humberto Chávez Mayol / artista visual
INVESTIGADOR DEL CENIDIAP
hchavezmayol@gmail.com


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con el impulso ancestral de coger una lanza y perseguir a

un búfalo para clavarla en su cuerpo, someterlo, cazarlo,

matarlo y festejar la victoria.[1]


Uno

En principio, se intentan definir desde una formulación privada los límites, las distinciones que pueden ubicarse como una experiencia estética; ese conjunto de formas o prácticas diferenciadas que no son sólo el producto de una transformación comunitaria o social, que me permitan decir que estoy frente a un estado de cosas, con cierta autonomía en su narratividad.

Digo una formulación privada, porque la des-territorialización y lades-temporalización de la virtualidad[2] se vuelven prioritarias en la cuarentena; nuestro contacto con el espacio y con el tiempo aparecen como una potencialidad que se actualiza en Internet, en las redes, en la televisión o por vía telefónica, pero que no se vuelve actual en la práctica cotidiana de eso que muchos llamamos realidad. No es necesario hablar del estado de confinamiento para entender el límite de la mirada. El mundo naturalizado en el campo de lo real ahora es más corto: el cuerpo, la pareja, la pequeña familia, los muros, el patio, el departamento, la casa. Los afectos se instauran en la cercanía como una insistencia que lentamente deprecia el asombro emocional y en la lejanía, como un refrendo que recuerda la memoria de lazos duros pero frágiles: el trabajo, el abastecimiento, la institución o, blandos pero persistentes en su compromiso: la familia lejana, el deseo transfigurado, la trampa sensual que engaña y nos vuelve propios.

La formulación privada, la mía, no descubre asombros sino más bien la monotonía, tengo más de 60 y estoy invitado a permanecer en eso que amablemente llamaremos confinamiento. Entre muchos encuentros que extienden mi imaginación (libros, redes, plataformas, canales, etcétera) los noticiarios televisivos han tomado un lugar especial, no por todas las noticias que me permiten construir un paisaje del mundo sino por algo que tal vez lleva mucho tiempo de ser así pero que no había notado. Parecería que en un nuevo propósito de transparencia, la justicia o la injusticia social documentadas en pequeñas narraciones icónicas ha tomado una especial relevancia.

Cada día tenemos en pantalla algo qué, ahora (de seguro antes era igual) se puede observar con aceptable objetividad. Es cierto que hay cámaras movidas y en ocasiones borrosas (esto aumenta el efecto de verosimilitud) pero con suficiente claridad para comprender y escuchar lo necesario, lo impropio y lo propio (casi siempre la pantalla se divide en franjas verticales, las laterales borrosas y la central definida) que provocan un sentimiento de espiar a través de una suerte de cerradura, sin poder alcanzarlo todo. Desear, siempre y lo mejor, desear.

En cada noche aparecen en diferentes noticiarios entre diez y quince minutos de estrafalarios sucesos de nota roja, en la mayoría de los casos tomados por celulares casuales que, de forma casi aleatoria, nos inundan del espíritu de una batalla campal entre grupos diversos que manejan las prácticas justicieras desde diferentes bandos: policías contra criminales, civiles contra policías, criminales contra policías, criminales contra criminales, civiles contra criminales, policías contra policías y civiles contra civiles; hombres contra mujeres, mujeres contra hombres, hombres contra hombres, mujeres contra mujeres, adultos contra niñas (os); desempleados contra la guardia, la guardia contra policías; civiles contra médicos, médicos contra civiles, policías contra médicos; sicarios contra policías, policías contra sicarios, civiles entre sicarios y policías entre sicarios. Los escenarios son variados: camiones, casas, calles, ranchos, plazas, avenidas, escuelas, hospitales, monumentos, bares, puertas de instituciones y vidrieras, salas legislativas. Los efectos múltiples: lesionada (o, as, os) en cuidados intensivos, asesinada (o, as, os) raptada (o, as, os) detenida (o, as, os), en fuga, puesto a disposición de la autoridad, etcétera.

Todos estos eventos tampoco provocan más allá de una postura de asombro, enojo, rabia. Tal vez pueda verse como un divertimento, como el delirante mundo de lo reiterado por vía del aislamiento. Todo toma su lugar como una nueva serie de acción pero ahora de carácter nacional.

Pero entre todo este encuentro escucho un trazo que aparenta constituir algo a mi parecer más íntimo, más propio y más inapropiado, algo que se inscribe como una letanía, un delirio, una ruta de voces que por nada detienen su insistencia, su odio, su indefinible coerción. Hablo de la banda sonora que acompaña los pequeños videos que configuran los 15 minutos del divertimento. Todas las palabras, los insultos dichos, son del todo conocidos en México, eso no es novedad; lo asombroso es la continuidad y la imposibilidad de separarlos, de segmentarlos como elementos de un discurso con valores independientes, como si la connotación fuera siempre diferente pero por otra parte siempre la misma, pinchebueyculerodemierdaveteamadrearatumadreojetecabron
picheraterocallatecabronhijodetuchingadamadreputodemierdajodeteojetependejohijode
lachingadachingatependejodemierdamiratusmamadasgueytevoyamatarpendejoalama
dremariconjodidopincheputajodetepaquesientasgueyaversimemirasjodidodemierdachin
galoyalaverga...

Eso aparece como un diálogo sin emisor ni receptor (o con los dos juntos), algo que no dice nada, pero que también todo dice a trastienda, que en su exacerbada connotación desarticula el lugar significante con una suerte designificancia.[3] Un tejido de lanzas para el búfalo hora visible-invisible de Oz, con una forma más antigua que nuestra memoria: “así se produce un acto contemporáneo primitivo que nos hace perder la ley pero que sin embargo nos pertenece como un estado de excepción, un estado en el que todas las condiciones de una comunidad quedan sin efecto. Este lo reduce al ser desnudo. Loexistencial ocupa el lugar de lo normativo”.[4]

Sí, me siento desnudo porque soy perfectamente capaz no sólo de escuchar sino de proferir, en algo más allá de mi vestimenta y mi boca, los asombrosos tonos que desnudan la voz. Que esa, la palabra, no cubra el desesperado encuentro con esta nuestra naturaleza que sólo aparece en el roce estético del animal, en algo parecido al amor, y en el odio.

Todo parece provenir de la boca, cubierta (otro rastro estético) pero no cubierta; boca, ese orificio desesperado, esa parte del cuerpo por la que salen las palabras, ese portal de encuentro con otros cuerpos, ese sucio ardor sexual, esa forma que besa, que demanda, que grita, que pide, que reza, que implora, que repite los nombres de todo lo que se mira: luz, mañana, calle, avenida; la ciudad que regresa y se invierte entrando por la boca como una serpiente que retoma su cesto. Ese lugar por donde el alimento del resentimiento y sus bondades entra y dibuja con un sesgo nutriente el espíritu, la naturaleza primitiva del odio. Enfrente de ese verso, esa luz del insulto, ese rito, ninguno de nosotros puede diferenciarse, naturaleza originaria, canto y voz.

Y hablando de estética, que si cubriré mi boca (esa que persigue al búfalo), muchos podrán decir “nunca mi boca dirá eso”, que las palabras obscenas son la bendición del pueblo, que escondan el rostro para cuidar al desprotegido, que por ese precipicio se trasmite el virus que amedrenta el ahora, que no cubrirán la boca hasta que termine la corrupción, que callarán o que no callaran. ¿Quién y cuándo? Digan quién distinguirá lo que entra y lo que sale, lo que encubre y lo que muestra; esa boca que sabe de la fuerza vital que no tiene palabras, que se escucha atrás de la garganta, del cuerpo dibujado con las miles de rutas venosas que destilan el miedo. Sí, el miedo atrás de los ojos que duermen, que miran y escuchan el golpe sinuoso de ese (algo nuestro) corazón.


Anexo integrado uno

México, 1 de septiembre, edición 22:00 hrs., Azucena.

La imagen está segmentada en tres bandas verticales, la central con definición y las laterales desenfocadas. Se observa la llegada de dos nuevos presos al Centro de Readaptación Social regional de Tehuacán, Puebla. Lo que vemos es una novatada organizada por un custodio y los reos ya estabilizados, ya dueños del lugar. Los novatos llevan camisetas oscuras, son jóvenes y delgados; los lugareños, custodio y presos las llevan claras, son maduros y fornidos. Hay tatuajes por doquier. Los jóvenes están enfrentados, detenidos de cuerpo y brazos por varios reos. Dos manos los detienen por la mata de pelo sobre la nuca y los obligan a acercar sus rostros. Bésalo puto, bésense, anden bésense cabrones, bésalo, dense un beso idiotas, y empujan toscamente para acercar, bésalo cabrón, sus rostros hasta que las bocas queden juntas. El más bajo a la izquierda hace un puchero de furia, de rebelión; aprieta los labios para resistir el acoso. El segundo tuerce suavemente la cara un poco resistiendo un poco resignado y deja que por un instante su boca se acomode a lo inaceptable pero aceptado. Ese instante podría durar pero se corta la toma y aparece alguien cacheteando al primero preguntando tú que hiciste cabrón, a qué te dedicabas, tú robas teléfonos a la gente, qué robas puto, teléfonos, sí, bésalo, bésense, corre el loop, otra vez los labios se acercan, vuelve a pujar y vuelve a aceptar, bésalo puto cabrón bésalo. Luego el Gobernador con los labios cubiertos, con el rostro cubierto dice que no es un suceso muy actual, sí actual, pero no de ayer o antier y que el cacheteador pues, el que cachetea, está actualmente enfermo en un hospital.


Anexo integrado dos

Misma edición.

La imagen también está segmentada en tres bandas verticales, la central con definición y las laterales desenfocadas. Un hombre joven, casi maduro, un poco robusto, camiseta roja, se desplaza por un área abierta del centro comercial Altabrisa en Tabasco. Al fondo vemos la entrada de algunos locales y una escalera mecánica. La altura de la cámara y un jadeo en el movimiento provocan cierta torpeza en el avance, mire hay una orden (ruido), sujeto y cámara registran el desvarío, el cuerpo se detiene, luego va hacia el frente, da pasos protegiendo el encuentro, voy a tomar un vaso de agua, cuál es el problema, voces recorren el espacio. Los otros, los guardias o los cuidadores de la conducta pública en pandemia se acercan desde diferentes flancos indicando la sugerencia, la norma. Vemos el vaho limpio y brillante del espacio comercial, lo cercan rogando, informando, demandando la necesidad o la obligación, poco importa. El joven lleva el rostro limpio, descubierto, con la expresión retadora pero displicente del que mira desde el lugar del reproche, del resentimiento. Se mueve en alerta, es mi cuerpo, enfadado, determina su capacidad a decidir sobre lo propio, es mi cuerpo, el Presidente no usa cubrebocas, Slim no lo usa, extiende los brazos para detener con gestos resolutivos el acoso. Primero, no sabemos de quién es la cámara; yo tengo el derecho a decidir, del guardia que documenta, yo mando en mi cuerpo, de un caminante que registra, el Presidente no lo usa, o propia en un video-selfi, Slim no lo usa (ruido), yo mando (más ruido) sobre mi cuerpo.


Dos

La voz se naturaliza retomando las instancias mediadoras sólo como una forma de recordar: ese conjunto de formas o prácticas diferenciadas (¿estética?) que son sólo el producto de una transformación comunitaria o social.

He hablado de una formulación privada, porque la territorialización y la temporalización de la virtualidad se vuelven prioritarias en la cuarentena. Nuestro contacto con el espacio y con el tiempo aparecen como una potencialidad que se actualiza, que se vuelve cotidiana en eso que muchos llamamos realidad. No es necesario hablar del estado de confinamiento para entender el límite de la mirada.

Este texto es producto del Seminario Problemáticas del arte actual, del Cenidiap, coordinado por el maestro Humberto Chávez Mayol.


Bibliografía

Acha, Juan, Crítica del arte: teoría y práctica, México, Trillas, 1992.

Barthes, Roland, Lo obvio y lo obtuso, España, Paidós, 1986.

Byung-Chul Han, Tipología de la violencia, España, Herder, 2016.

Levy, Pierre, ¿Qué es lo virtual?, España, Paidós, 1999.

Oz, Amos, Un descanso verdadero, España, Siruela, 2010.

Peirce, Charles S., “Degenerate Cases”, en Escritos filosóficos, México, El Colegio de Michoacán.

Sánchez Vázquez, Adolfo, Invitación a la estética, México, Grijalbo, 1992.



Semblanza del autor

Humberto Chávez Mayol . Licenciado en Artes Visuales, cuenta con estudios de especialización en fotografía en el Departamento de Fotografía del Colegio de Artes de la Universidad de Nihon, Tokio, y en el Departamento de Ingeniería y Ciencias de la Imagen en la Universidad de Chiba, Japón. Maestro en Estudios Visuales por la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México. Cuenta con diversas exposiciones individuales y colectivas tanto en México como en el extranjero. Entre sus principales publicaciones se encuentran Dispositivos imaginarios (1996), El tiro de gracia (coautor, 1998), Tiempo muerto (2005), Del tiempo muerto (2007), Marcos de organización. propuestas inter y transdisciplinarias en modelos artístico-educativos (2011), Testigo (2018), Ensayos metodológicos: experimentaciones sobre la educación artística en México (2018), HIS (2019) y Resurrection Dragon (2019). De 2009 a marzo de 2013 fue Director General Adjunto de lo Académico en el Centro Nacional de las Artes. Desde 1990 a la fecha es investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, INBA. Recibió el premio de Excelencia Académica 2018 del INBAL. Es profesor de la materia de Semiótica y del Seminario de Investigación de la Maestría en Dirección de Escena, en la ESAY Mérida, Yucatán.



Recibido: 21 de septiembre de 2020.
Aceptado: 25 de noviembre de 2020.

Palabras clave
boca, cubrebocas, palabra, injuria, trazo estético.

Keywords
mouth, facemask, word, insult, aesthetic stroke.

 

[*] Charles S. Peirce, “Degenerate Cases”, en Escritos filosóficos, México, El Colegio de Michoacán, pp. 293-302.

[**] Entiendo a la estética como una apropiación específica de la realidad a partir de los datos de la sensibilidad. En tal sentido, retomo propuestas que han redefinido a la estética, como la de Adolfo Sánchez Vázquez en Invitación a la estética (1992) y la de Juan Acha en Crítica del arte: Teoría y practica (1992), entre otros autores.

[1] Amos Oz, Un descanso verdadero, España, Siruela, 2010, p. 445.

[2] Pierre Levy, ¿Qué es lo virtual?, España, Paidós, 1999.

[3] Roland Barthes, Lo obvio y lo obtuso, España, Paidós, 1986.

[4] Byung-Chul Han, Tipología de la violencia, España, Herder, 2016, p. 67, citando a Carl Schmitt, Teo ría de la violencia.