JULIO
DICIEMBRE
2020
María Elena Durán Payán / historiadora
INVESTIGADORA DEL CENIDIAP
maeldu@yahoo.com
|
DESCARGAR
|
Armando Torres Michúa.
Catedrático, crítico de arte, curador, museógrafo, compañero y amigo, sobre todo amigo, Armando Torres Michúa fue un personaje determinante para la formación de muchos investigadores, entre los que me incluyo. A lo largo de su vida heredó al estudio de las artes una escuela de profesionistas que ha perdurado a través de su ausencia.
Participó en varias instituciones académicas entre las que destaca la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fundó el Taller de Crítica de Arte y la revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, que también dirigió. En la última tuve la fortuna de colaborar como su ayudante. En el mismo recinto impartió la asignatura de Teoría del arte. Además fue fundador en México de los seminarios de Investigación Artística y Apoyos Escritos en Planeación y Exposiciones.
El maestro Torres Michúa ingresó como investigador al tiempo que yo trabajaba en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, ubicado entonces en lo que hoy es el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo en la Ciudad de México. En breve su misión en el Cenidiap se extendió más allá, al instruir y apoyar a todos aquellos investigadores interesados en el tema de las artes. Formé parte de ese grupo de estudiantes, por ello nuestra relación de maestro y alumna propició una muy buena amistad que se fortaleció con el tiempo. Estoy segura que el origen de aquellos encuentros con ese grupo formado principalmente por sus compañeros de trabajo fue su compromiso y respeto con una de sus mayores convicciones durante toda su trayectoria magisterial: transmitir sus conocimientos para formar nuevas generaciones.
Es posible afirmar que Armando poseía una verdadera vocación por la docencia, actividad que siempre desempeñó con generosidad. Permitía la asistencia a sus cursos privados de manera gratuita a quienes no contaran con los recursos suficientes. Otro beneficio para sus alumnos fue ofrecerles varios de los espacios editoriales a su alcance, con el fin de facilitarles su inicio como articulistas, sobre todo a través de la publicación de pequeños textos o críticas de obra. Recursos que también brindó a varios de sus colegas en el nivel de especialistas.
Sus ideas y posturas frente al arte quedaron plasmadas en una rica variedad de textos, contenidos en libros y sobre todo en publicaciones periódicas tales como: Escritos de Carlos Mérida sobre el arte: el muralismo, Muestra de la Colección Pago en Especie de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el suplemento El Gallo Ilustrado del periódico El Día y en la Revista de la Universidad de México, entre muchos otros.
En coautoría con Carmen Galindo y Magdalena Galindo realizó el Manual de redacción e Investigación. Guía para el estudiante y el profesionista , que sería una contribución de enorme utilidad para el aprendizaje de la investigación. A pesar de que en muchos sentidos pareciera desplazado por los avances tecnológicos, este libro continúa siendo una herramienta importante en el conocimiento de las diversas facetas del trabajo académico. Está dividido en tres grandes apartados: redacción, vida académica e investigación. Un año después, y también al lado de Carmen Galindo y Magdalena Galindo, realizó el Manual de redacción para el ejecutivo y su secretaria.
Actualmente, y con la distancia de los años transcurridos de aquellas actividades, confirmo que no sólo mi carrera académica fue en gran medida definida por sus ideas y enseñanzas, sino que también permearon mi vida personal. Fue, creo, ante todo un profesor magistral y riguroso, además de un amigo querido.
Armando Torres Michúa.
Cada vez que dicto una conferencia, doy un curso, presento un libro o realizo un texto, recuerdo y pongo en práctica sus enseñanzas y consejos. Fue un pilar en mi desarrollo profesional y estoy segura que también lo fue para muchos otros. Por ello, mi más profundo agradecimiento.
Armando Torres Michúa falleció el 5 de septiembre de 1999. Con su partida dejó un doloroso vacío en muchos de los que fuimos favorecidos por tenerlo cerca.