D I V E R S A E X P O S I C I O N E S • • • • • •
 

Iris México • de la serie Retratos estilo kitsch pin up para voyeuristas • 2005.
Toma fotográfica: Carlos-Blas Galindo, de la publicación tamaño bolsillo con 16 retratos estilo kitsch pin up para vouyeristas, Arte y más, Zona creativa, 2005.

 

 

 

Hipersexual: Iris México en
la Fiesta del sexo

Del 2 al 5 de junio de 2005 el segundo Festival de Cine Erótico en México, la Fiesta del sexo, tuvo lugar en la Sala de Armas de la Magdalena Mixhuca en la capital del país. En el marco de estas actividades, la artista visual Iris México presentó su ambientación Passion.

• • •

FABIÁN GIMÉNEZ DOCTOR EN FILOSOFÍA
Investigador del Cenidiap
fgimenezgatto@yahoo.com.mx

Es interesante adentrarse en el fascinante mundo del entretenimiento para adultos, una panoplia de signos sexuales se despliega ante nuestros ojos: videos hardcore, dildos, strap-ons, lencería de seda, prendas de cuero, látigos, cadenas, lubricantes de todo tipo, striptease, condones saborizados, estrellas porno, playmates, viagra, aceites exóticos, literatura erótica, vaginas eléctricas, lucha en aceite, manuales sexuales, espectáculos fetish, etc. El sexo, en su aspecto más carnavalesco, se convierte en el eje de este despliegue operático de signos, en esta semiurgia erótica, donde el encanto de los signos parece superar su aspecto referencial, es decir, los signos del sexo son más potentes y penetrantes (en el mejor sentido) que la propia sexualidad, el cuerpo o el deseo.

Obscenidad blanca, purificada, convertida en objeto de representación. Paradojicamente, no encontramos sexo en la Fiesta del sexo, sólo signos del sexo, el sexo en estado de desaparición. Una especie de desaparición por exceso, proliferación de lo sexual en una estrategia hiperbólica, la exageración hipersexual convertida en estrategia de las formas, un arte de la desaparición. Warhol comentó alguna vez que “el sexo es más excitante en la pantalla y entre las páginas de un libro que entre las sábanas”. Creo que el mérito de un festival de este tipo es demostrar, hasta el cansancio, la horripilante precisión de la afirmación warholiana. Foucault aseveró, a propósito de la publicación de su historia de la sexualidad, que el “sexo es aburrido”; pareciera que lo divertido del sexo no es tanto su cruda realidad, sino su conversión en objeto de simulación, su existencia secundaria en el espacio de la significación.

No debería extrañarnos, entonces, que Iris México fuera convocada a participar en este espacio hipersexual, donde el sexo es sustituido por sus signos excesivos. Su ambientación podría leerse como un metalenguaje, en clave artística, de los códigos del discurso pornográfico. Es decir, la propuesta conceptual de Iris México ha coqueteado con la imaginería hardcore al proponer una suerte de indistinción entre lo artístico y lo pornográfico, este gesto transestético se refleja en el Manifiesto conceptual a favor del arte pornográfico (Carlos-Blas Galindo, Claudia Reyes, Iris México y Janet Valverde), documento que la artista repartió al público de la Fiesta del sexo que se acercaba, un tanto desconcertado, a su ambientación. “Arte pornográfico”, un sugerente oxímoron que traza el espacio intersticial de una práctica ya no artística, ya no pornográfica. Como diría Deleuze, las cosas interesantes siempre pasan en el medio, en el “entre”, ni una cosa ni la otra, un devenir de lo uno en lo otro, metamorfosis. Lo transestético sería ese espacio intersticial, ese “flirteo” del arte con su exterioridad, ese “no (wo)man`s land” que nos sugiere Iris México en su instalación.

La ambientación de Iris, en su conjunto, podría leerse como un ejercicio paródico, una “transcontextualización irónica” (Hutcheon) de su obra, ubicada ahora –como lo fue el año pasado– al interior de un festival de cine erótico (mismo que puede parecer, para el común de los mortales, un espacio antagónico al marco institucional del arte, léase museos o galerías), en este sentido, esta nueva demarcación de su práctica artística, este corrimiento de límites, proporciona nuevas y sugerentes claves interpretativas de su quehacer artístico. Un arte que problematiza sus propios límites, trasgresión del marco institucional, desterritorializaciones que toman cuerpo en una instalación que, por su singularidad, se convierte en un plus al interior de la feria, plusvalía de los signos, estrategia hipersexual.

Al entrar a esta ambientación nos topamos con “una colcha patchwork, realizada con undies que cubre una camita rosa en la recreación de una recámara de artista” (Iris México). Esta pieza, un work in progress, se compone de una serie de calzones intervenidos y dedicados a la artista por una serie de personalidades vinculadas, de una u otra forma, con el mundo del arte. Un ready-made que sugiere, al menos en principio, la desnudez masculina, la seducción de una prenda íntima que pierde su mutismo y se transforma en lenguaje, para ser luego ofrecida, a modo de potlach o donación, a la artista. Lo masculino se inscribe, en la instalación de Iris, a modo de huella, calzones que nos remiten, espectralmente, a cuerpos masculinos convertidos en lenguaje, ropa interior entrañablemente dedicada, una especie de relación epistolar que toma como soporte una serie dispar de calzoncillos.

El Chocondón –una pequeña obra conceptual que contiene una carta erótica, un condón y un chocolate kiss– también, a mi parecer, giraría en torno a esta problematización del cuerpo, del deseo, de la escritura. A partir de un neologismo bastante afortunado, Iris México nos regala un pornograma, una “fusión de cuerpo y escritura” (Barthes) que conjuga un chocolate, un condón y una carta erótica –la que me tocó en suerte, la primera de una serie de más de sesenta, discurre obsesivamente en torno a unos besos, si bien la misma se intitula, parafraseando a Magritte, “Esto no es un beso”. Los besos brillan por su ausencia, en su lugar signos, sustitución del cuerpo por la escritura, en cierto sentido, toda forma de erotismo se vincula a esta sustitución, a este juego de lo real con su doble. Besos escritos, escritura besada. Así como sucede con los besos, uno también escribe con el cuerpo y, en ese sentido, la escritura puede ser la forma más sutil y apasionada de erotismo.

Iris México, como buena flaneur de los signos, se apropia de lo pornográfico en una verdadera estrategia de reciclaje, repetición con diferencia: imágenes que nos remiten al hentai adquieren un nuevo significado cuando se articulan con un texto de la artista, en este ejercicio intertextual, imágenes explícitas provenientes del cómic japonés para adultos adquieren una reverberación poética, este ejercicio de porno-apropiacionismo produce un efecto de sentido bastante particular, los significantes se conservan, las significaciones cambian. Pareciera que Iris traza sobre la superficie de la imagen pornográfica una inscripción que trasciende su finalidad inicial, este exceso de finalidad, esta “hipertelia” de la imagen, suplemento que la libera de su sentido originario, la convierte en un espacio abierto a la anamorfosis.

Esta apropiación –a veces sutil, a veces despiadada– de los estereotipos femeninos, presente en la serie Passion, despliega una estrategia deconstructiva, un cut-up burroughsiano que desdibuja los contornos estereotipados de la mujer; podríamos hablar de un devenir femenino de lo pornográfico, donde las líneas duras son sustituidas por líneas de fuga, lo femenino como espacio fractal, incierto, inestable y, por lo mismo, objeto de seducción. De lo discursivo a lo figural, en esta tensión entre imágenes apropiadas y textos de la artista, se reconfigura el espacio simbólico de lo femenino. Intertextualidad que delinea una subjetividad que espejea, distorsionándolo, el “afuera”, la dimensión de lo imaginario, de la imagen.

Los Retratos estilo kitsch pin up para voyeuristas nos proponen una lectura camp de la imaginación pornográfica, una parodia del fetichismo, donde se develan, a partir de una estrategia irónica, los lugares comunes de cierta mirada en torno a lo femenino. Es decir, la afectación camp de estas imágenes no hace sino mostrar de una forma bastante divertida (justamente por su literalidad) la fetichización del cuerpo femenino pero, a la vez, señalan el fracaso de esta estrategia. La mascarada de Iris México funciona como una suerte de resistencia ante la objetualización, el humor se convierte en un antídoto frente al temor a la castración que se esconde tras la puesta en escena de objetos parciales. El fetichismo se convierte en un erotismo pop, ya no perverso, más bien ingenuo y angelical, una erótica de la banalidad.

En fin, luego de horas y horas de curiosear en la Fiesta del sexo, una cosa era segura: el universo de signos de lo pornográfico resulta, a la larga, un poco aburrido y monótono, en cambio, la reescritura en el espacio del arte de ese universo –un tanto predecible y fuertemente codificado– puede depararnos, afortunadamente, placenteras sorpresas.

 

 

 

Iris México
Todos los días amanezco con tu nombre
/Everyday I wake up with your name

2002, pintura textil, transfer, tinta serigráfica, papel, aplicaciones de tela, alas, carta de lotería, campana, seguros sobre tela metálica.

 

Iris México • Passion • 2005, ambientación: recámara porno/kitsch. Festival de Cine Erótico en México, la Fiesta del sexo, 2005.

 

Iris México • de la serie Retratos estilo kitsch pin up para voyeuristas • 2005.
Toma fotográfica: Carlos-Blas Galindo, de la publicación tamaño bolsillo con 16 retratos estilo kitsch pin up para vouyeristas, Arte y más, Zona creativa, 2005.

 

Iris México • de la serie Retratos estilo kitsch pin up para voyeuristas • 2005.
Toma fotográfica: Carlos-Blas Galindo. Portada de la publicación tamaño bolsillo con 16 retratos estilo kitsch pin up para vouyeristas, Arte y más, Zona creativa, 2005.