D I V E R S A C R E A D O R E S • • • • • •
 

Teresa Puig
sin título
2005, papel transparente y flores. Foto: cortesía de la artista.

 

 

 

Teresa Puig o el más puro sentimiento trágico de la vida

Una mirada a la obra y a la personalidad de esta artista visual catalana. Sus instalaciones exploran el tema de la muerte, pero lejos de ser macabras comunican, principalmente debido a su orden y simetría, una sensación de tranquilidad, de paz.

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ELI BARTRA DOCTORA EN FILOSOFÍA
Profesora-investigadora, Departamento de Política y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México
elibartra@cablevision.net.mx

Cuando nos referimos al arte, la sensación es que estamos ante la manifestación de la excepcionalidad creativa del ser humano. Así, enfrentarse a un o una artista representa, con frecuencia, adoptar una actitud de humildad frente a una persona que aparece, a todas luces, diferente. A Teresa Puig(1) (Terrassa, España, 1971) toda la vida la han tachado de rara, aunque no es nada extraño ser rara en una sociedad como la catalana. Artista joven, dinámica, aventurera y con una obra brillante a cuestas, Teresa ha venido a nuestro país en busca de la simbología del mundo maya prehispánico; se encontró, evidentemente, con mucho más de lo que ella esperaba.

Terrassa es su lugar de nacimiento y es también donde están sus memorias y su familia; el catalán es su lengua materna y su principal medio de comunicación oral. Su padre fue encargado de una pequeña fábrica textil, hoy jubilado, al igual que su madre, quien fuera trabajadora de la misma empresa; se trata de una pareja de clase media alta que procreó cinco hijos e hijas. Teresa vive con su marido desde el año 2000 en Cheltenham, Reino Unido, en donde ha estudiado bellas artes. En su ciudad natal fue alumna desde muy pequeña del pintor Floreal Suriguera; también estudió pintura en la Escola Massana de Barcelona y es ahí donde realmente aprendió la técnica de la pintura, porque ella anteriormente utilizaba el acrílico. Descubrió entonces que podía usar el óleo para el arte contemporáneo que quería hacer; no le interesaba el paisaje ni el retrato: los temas no eran tales propiamente dichos, sólo eran símbolos, formas sin sentido y sin explicación, no había tampoco un método previo.

Teresa tiene alma de migrante. De hecho, vive una condición de trasterrada voluntaria, pero no le es suficiente, siempre tiene que estar yendo más lejos. Responde, tal vez, a una gran necesidad de cambio, de moverse en otros ambientes, en otras culturas. Quiso conocer el arte inglés y resultó ser bien diferente de lo que pensaba, le pareció muy “moderno”, bastante distinto al español. Durante su permanencia en el Reino Unido ha cobrado conciencia de las distancias: la separación de su familia, de su tierra, de la comida y los olores que le gustan le produce sentimientos tristes y melancólicos. En ese país fue donde entró en contacto con la instalación artística, medio de expresión que en un principio no le gustaba, no le encontraba el sentido, pero ahora se dedica básicamente a ello; está, como quien dice, “instalada en la instalación”.

Puig se considera una artista visual; cuando era pequeña pensaba que quería ser pintora. Quiso aprender a tocar el piano, pero no pudo ser, en cambio aprendió dibujo y pintura. También hizo escultura y la encontró fascinante, le gustó más que la pintura. Actualmente trabaja escultura en metal y un poco de todo: escultura, pintura, fotografía y grabado. En realidad le gustan varias técnicas y las emplea según las posibilidades que tenga en el momento. Lo que utiliza mucho es yeso de cerámica y lo mezcla con grabado (aguafuerte). En 2003, en la Fundación Joan Miró de Mallorca, tomó un curso de grabado calcográfico, de hecho es ahí donde lo descubrió.

Vino a México con una invitación por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México y ha vivido aquí algunos meses. Fue a la Academia de San Carlos (Escuela Nacional de Artes Plásticas) a tomar un curso de escultura en piedra y ha estado cocinando nuevos proyectos. Uno de ellos es, para realizarlo tal vez en el ex convento de Tepoztlán, Morelos, sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. El asunto tiene mucho que ver con su ethos . Siempre ha trabajado sobre la memoria de la gente, de los ausentes, de las personas que ya no están entre nosotros. Tiene en mente utilizar cruces de madera, cabellos y algún objeto que las diferencie una de otra. Está convencida de que los cabellos de las mujeres y los motivos decorativos son muy peculiares y llamativos en este país; los ha visto como una parte muy importante de la mexicanidad.

Es probable que la separación de su tierra natal contribuya a la melancolía recurrente en todos y cada uno de sus proyectos. Todos tienen que ver con los seres que ya no están, con la muerte, que se relaciona, en lo personal, con la percepción del envejecimiento de sus seres queridos y, socialmente, por supuesto, con lo que pasa en el mundo todos los días, con las tragedias que se suceden sin tregua. Ante la desmoralización que le producen los múltiples sucesos terribles piensa que su obra puede servir como una llamada de atención, puede hacer pensar a la gente que la ve. La única herramienta con que cuenta es hacer una obra. Le afectan mucho las tragedias del mundo y el poder recrearlas es una manera de expresar lo que siente ante ellas. Es innegable que su cosmovisión es trágica.

Siempre ha estado fascinada, tal vez incluso obsesionada, con la muerte; le ha interesado, le ha preocupado y le gusta trabajar sobre el tema. Es una manera de aprender más sobre ella, por temor, por pánico incluso. Piensa que en España tanto como en Inglaterra la muerte es un tema del que no se habla, es tabú, y por eso dicen que es una persona muy rara. De pequeña, cuando tras la muerte de su abuelo preguntaba que adónde se había ido y le respondían que “estaba en el cielo”, ella hubiera querido que le dijeran la verdad. En buena medida por eso vino a México, para descubrir la forma de ver la muerte en nuestro país. Otro tema que le atraía era la civilización maya, sobre la que se ha documentado mucho. Claro que aquí se acercó a otras culturas prehispánicas, sobre todo a su concepción de la muerte.

La obra de Teresa me parece particularmente interesante y cuando se cuenta con el contexto de sus ideas en torno a ella, aún más. El blanco es el color –o todo color– que más usa; para ella representa pureza, silencio, simplicidad y fragilidad. Es fascinante la manera de expresarse de la muerte en blanco, a modo de los difuntitos que se entierran en un ataúd blanco o de los muertos que son envueltos en sudarios blancos en muchas partes del mundo; su trabajo en ese sentido es básicamente inocente y luminoso. La utilización de tela con objetos añadidos transmite mensajes como memorias, recuerdos y experiencias humanas. Las telas poseen una expresión metafórica de la vida de la gente; pueden ser una evidencia física de experiencias pasadas o rituales. Afirma que a través de su uso es posible obtener un diálogo entre generaciones. Con un formato tridimensional de estructura frágil e intocable, la textura y el diseño de las piezas hacen referencia al cuerpo humano. 

Sus instalaciones están dominadas por lo enigmático, lo cual se acrecienta por el hecho de que nunca les pone un título. A pesar de que todas tienen que ver con la muerte, en general no son macabras, excepto una: una serie de huesos humanos hechos de cerámica y en la que utilizó la técnica del “ smoke ” para darles una apariencia vieja, quemada y como si hubieran sido desenterrados; llevan cabellos y fotografías de personas pegados en ellos. Son más bien oscuros y se encuentran alineados sobre una pared blanca. Sin embargo, incluso esta obra participa de otra característica que las atraviesa a todas: el orden y la simetría. En general son impecablemente ordenadas y comunican una sensación de tranquilidad, de paz.

Me atrevería a afirmar que en su trabajo está presente su ser en tanto mujer. Evidentemente con ello me estoy refiriendo al estereotipo de la feminidad, a eso que se supone que las mujeres son y que, de última, se termina por no saber si el estereotipo tiene algo que ver con las mujeres o bien éstas –a fuerza de convivir con él– acaban por parecerse al estereotipo. El caso es que, por lo que se siente al contemplarlas, se podría decir que las obras de Puig hablan en femenino, y es que no todas las voces de las mujeres lo hacen.

Teresa no para, no para un momento, es una viajera por vocación, detesta la rutina y va por el mundo con una libreta de esbozos en donde pone todo lo que le interesa. Con su voz pausada, su rostro dulce y sonriente afirma que tiene muchas ideas y las manos metidas en muchas cosas, pero le falta tiempo, le faltan horas.

Afirma que está muy orgullosa de ser mujer, pero que no se considera feminista. Tampoco le gusta el machismo, naturalmente. En realidad el feminismo no es un tema sobre el que haya pensado demasiado, aunque le han dicho que su obra es feminista. Ella piensa que es una persona muy autónoma y libre, no le gustan las mujeres sumisas, no está de acuerdo con los roles asignados a las mujeres. Ella siempre ha sido muy rebelde, comenta que vivimos, se quiera o no, en una sociedad machista y ella siempre se ha rebelado contra ello... ¡quizá, sí que en realidad es feminista después de todo!

Toda obra de arte es mejor apreciarla en su versión original, que duda cabe, estar ante una pintura no es nunca lo mismo que ver una reproducción fotográfica y en particular en el caso de las instalaciones es preciso vivirlas, no es posible apreciarlas en su justa dimensión por medio de la fotografía.

Teresa Puig es una de esas personas que tiene todos los “ases en la mano” para consolidar una obra: posee talento creativo, consigue con ello medios para sobrevivir; tiene, además, juventud, belleza y empuje para llevar a cabo los proyectos. Es, sin duda alguna, parte del presente de las artes visuales europeas, pero quizá aún más de las del futuro.

Nota
1. www.teresapuig.com

 

 

 


 

Teresa Puig
sin título
2004, cerámica, cabellos y fotografías. Foto: cortesía de la artista.

 

Teresa Puig
sin título
2004, grabado sobre yeso.
Foto: cortesía de la artista.

 

Teresa Puig
sin título
(detalle)
2004, grabado sobre yeso.
Foto: cortesía de la artista.

 

Teresa Puig
sin título
2004, yeso con textura, 7 x 5 m.
Foto: cortesía de la artista.

 

Teresa Puig
Recopilación de ánimas
2004, tela, cerámica, yeso, cabellos y objetos personales.
Foto: cortesía de la artista.