NÚMERO
33



ENERO
JUNIO
2014

RESEÑAS

Erotismo y pornografía,
dos estrategias literarias en Martré

EZEQUIEL MALDONADO / PROFESOR - INVESTIGADOR
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco,
Departamento de Humanidades
mle@correo.azc.uam.mx


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En una época de marcados contrastes, con los medios masivos de comunicación repletos de representaciones frívolas: besos y manoseos, escenas sicalípticas y morbosas alejadas del auténtico erotismo y un discurso de la clase en el poder puritano y francamente reaccionario con invocaciones, rezos y liturgias en espacios públicos, emitido por el actual Presidente, gobernadores y alcaldes, el escritor Gonzalo Martré ha incursionado en narraciones, cuentos y recientemente en una narración subtitulada “pasiones seniles”. En la novela corta Coprofernalia describe las pesadas “bromas” que el personaje principal hace a su amante al embarrar materia fecal en apagadores, camas y puertas, relato escatológico que pocos o ninguno de los escritores consagrados se atrevería a tratar. En la novela Jet Set narra las peripecias de una ladilla, parásito minúsculo que se aloja en vellosidades humanas y en el pubis: desde ahí describe, el insecto, las aventuras sexuales de mujeres de la pequeña y alta burguesía. Son temas tabú que es preferible obviar para no escandalizar a las buenas y malas conciencias de la República de las Letras, y que Martré aborda con enormes dosis de ironía y sátira. Pues bien, como Gonzalo Martré no se debe a un medio en el que se escribe para agradar a los pares y en un tono gris, ni tiene intereses creados, incursiona en temas escabrosos que lindan con la escatología.

En la novela Breton, la Walkyria y el último libelungo se narran las variadas aventuras sexuales de un anciano de 75 años, G. Martré, con una joven de 21, Claudia, apodada Walkyria y Electra. Lo que inicia como una relación laboral rápidamente desemboca en furtivos encuentros sexuales y luego en un acuerdo: el casorio de Claudia con Sarti, otro anciano al borde del colapso, para asegurar el futuro económico de la joven. Martré no sólo será un amante sino un riguroso maestro, una especie de Pigmalión, de la joven Claudia: “le mejoré su vocabulario a base de corrección en su habla cotidiana, le inculqué el concepto de auto-estima, casi apagado en ella, le revelé sus auténticos valores y en suma, le descubrí mundos nuevos. Le enseñé a beber sin emborracharse y a comer con elegancia”.(1) En la historia, Martré invoca a Breton y los surrealistas, testigos de sus andanzas con Claudia-Electra-Walkyria, registradas puntualmente en una bitácora.

En la novela el cuerpo humano, en particular el de la joven Walkyria, desempeña un rol fundamental; es un cuerpo que no está alineado a los esquemas o prototipos de la actual belleza convencional o de una estética predominante que dictamina medidas específicas en pechos, caderas, cintura; es un cuerpo que no atiende al canon prevaleciente y que a su poseedora, la Walkyria, no le ha preocupado adecuar su volumen corporal, gordo o embarnecido, a las exigencias estéticas de la época; su condición humilde no le permite gastar en dietas adecuadas o acudir a gimnasios reductivos. La Walkyria tampoco sabe, o su mentor no se le ha impartido, la lección capitalismo y estética: “El desarrollo capitalista desarrolló también el sentido de la propiedad privada, y el cuerpo humano no pudo eludir esta privatización que lo sustrae de la esfera social, y quedó convertido en un objeto de consumo. La belleza y la juventud son mercancías caras, y sólo pueden pagarlas los que tienen mucho dinero”.(2) El autor de la cita, Colombres, menciona una competencia económica que se traslada al cuerpo y que entabla una rivalidad en torno al patrón debelleza establecido, al nivel de las bolsas de valores, que cotiza dicha belleza en la mujer y la de varones atractivos y atléticos. Nos referimos al mantenimiento de un status que exige ejercicios físicos intensos, masajes, dietas rigurosas, todo ello acorde con la tiranía de la moda.(3) La Walkyria no ha entrado al culto corporal excesivo, al fetichismo de artistas, modelos y de cualquier estrellita televisiva.

Es el amante, Martré, quien en su radical papel de mentor reprueba cotidianamente la gordurau obesidad walkyriana a la que impondrá múltiples motes: ballena blanca, tonina, “su gran cuerpo blanco parecido a un cetáceo pequeño, linaje de cachalote […] su vientre gotea vitalicia esperma de ballena”.(4) Aquí se establece una contradicción, pues el exigente maestro desea una Walkyria esbelta, que pierda unos kilitos, hasta diez mediante una apuesta, pero a la hora de la relación sexual el amante se embelesa, goza hasta el delirio de un cuerpo excedido en sus dimensiones “naturales”; es una anatomía voluptuosa que él saborea chupando, ensalivando, mordiendo cada una de las franjas corporales en los escarceos amorosos, juegos eróticos de un intensoplacer mediante labios, lengua, manos, falo, que el amante prodiga en el cuerpo walkyriano, preparación sensual al acto final de penetración y eyaculación fugaz:

mordisqueo su mentón, recorro su cuello y me detengo en sus pezones, húmedos manantiales de placer […] mi lengua titila, vibra al hundirse en su ombligo, encuentro la cañada de la perdición y aspiro elaroma de la suave vegetación del monte […] deslizo mi boca a lo largo de sus piernas robustas […] Cuando la oigo gemir, cuando la veo estremecerse recorro a la inversa su cuerpo cetácico besando y sorbiendo centímetro a centímetro su piel […] Le advierto que le daré por chicuelinas […] Como no hay aceite ni glicerina a mano, le aplico un beso negro muy ensalivado y cuando observo medianamente lubricado su ano, la penetro con lentitud pero con fuerza.(5)

Hoy a la belleza, sobre todo femenina, en los medios masivos se le asocia con el erotismo, la búsqueda de la excitación y el placer sexual, pero más con una pornografía light que pretende enmascarar poses, actitudes de supuestos artistas que rayan enlo obsceno o lo grosero y cuyo fin primordial es la excitación sexual. O, dicho de otra manera: existe un clandestinaje televisivo, pornográfico, hecho de forma velada para burlar ¿una ley de medios?, y que ya produce efectos perniciosos en hombres y mujeres, como bien lo señaló en su tiempo D. H. Lawrence: “La pornografía de hoy, sea de los comercios de artículos de goma, sea de las novelas, films u obras de teatro populares, es un permanente estimulante del vicio solitario, onanismo, masturbación o cómo quiera llamársele […] el gran volumen de nuestras diversiones populares, existen precisamente para inducir la masturbación”.(6) El escritor inglés se sonrojaría de ver la chabacanería de maricas, varones y actrices, con sucios chascarrillos, groseros relatos, chistoretes y bromas de doble sentido en horarios estelares del “Canal de las Estrellas”, donde la hipocresía campea en todo su esplendor. Es decir, la estética, la belleza en sentido amplio, se le ha rebajado a un puro instinto primario y funcional:

[…] regida por un culto al placer, un hedonismo que se traducea la postre en un mito, pues se proyecta más en el imaginarioque en la realidad. El erotismo puede entenderse como la sublimación hecha desde una determinada cultura del instinto sexual. Lo cultural tiene aquí un papel fundamental, pues lo que resulta erótico en una cultura no lo es en otra, y en una misma cultura, lo erótico va cambiando con el tiempo. El erotismo de principios del siglo XX hoy no excita a nadie y hasta suscita risa […] El erotismo no pertenece en absoluto al reino de la naturaleza, sino al de la cultura, y si se vacía de cultura no es más que un despliegue banal y falso, un simulacro que empobrece los sentidos del cuerpo y lo degrada a los extremos de una sexualidad cruda y grotesca, sin huellas de los relumbres espirituales que dan al cuerpo ese misterio que invita a descubrirlo, a conocerlo. Cuando no hay nada que conocer, que explorar, el sexo se bestializa por completo. El exacerbamiento del erotismo de la sociedad posmoderna parece estar enmascarando su impotencia para sublimar el sexo, pues para sublimar cualquier cosa hay que apelar a la tercera dimensión de la cultura, esa profundidad abolida. A falta de verdaderos símbolos, se recurre a estereotipos y esquemas que funcionan como paradigmas de la nada, de la ausencia de sentido.(7)

En la novela Breton, la Walkyria… resulta unilateral la exploración, el conocimiento del cuerpo, pues la mayoría de las descripciones se refieren a la corporalidad de la Walkyria: nos hablan del relieve y geografía, de alturas y depresiones que asemejan un microcosmos:

su gran panocha hace del lecho el cielo y las montañas supremas con sus valles y sus sombras […] Cuando después de recorrer las geografías adiposas voy a la herida luminosa ornada de pedrerías desechas en hilos de obsidiana, me voy hacia su vientre y le lamo su grande y profundo ombligo, tan grande como el cráter Copérnico selenita… escalo la roca Tarpeya llena de ruidos… le provoco un orgasmo violento, a cien metros bajo tierra, los monstruos se inmovilizan, las bóvedas de la lascivia se hinchan, el placer en la médula y los electrones en el encéfalobailan una danza sicalíptica…(8)

Sin embargo, el amado nunca es objeto de este tipo de exploraciones: en la novela de 225 páginas y múltiples escenarios sexuales no se registra el cuerpo del mentor Gonzalo Martré, como si al autor únicamente le interesase el cuerpo femenino; solamente se describe el pene del personaje y siempre ante la acción de la Walkyria:

Se prendió a mi falo con su boca sobando y presionándolo simultáneamente con sus dedos. Pronto sentí enloquecer, el placer era brutal, pero también sentí desfallecer, temí que quizás no podría aguantar ese cortocircuito eléctrico de alto voltaje, traté de zafarme, grité que me dejara, pero ella siguió prendida hasta que succionó la última gota de semen […] El placer fue intensísimo, pero el pánico de sufrir ahí mismo un segundo infarto dominó al placer… Cuando me vio desmadejadodijo, orgullosa: ¡Esto es algo que sé hacer muy bien! No olvidé esa confesión.(9)

Y tan no la olvidó que reiteradamente se refiere a su joven amante como chupavergas: “El amor se acaba. Por supuesto, la segunda Ley de la Termodinámica es universal. Muy pronto la Walkyria-Chupavergas pasará al arcón de los recuerdos gratos”.(10) Una hipótesis: ¿tal ausencia estaría vinculada aldeterioro senil de su cuerpo, “pobre ruquito decrépito”, anciano achacoso de 75 años, viejo “pisaverde irredento” que huye como de la peste ante hoteles con espejos?

Otra contradicción que está presente en la obra: ¿estamos frente de un erotismo que linda con la pornografía, o al revés: o es un erotismo combinado con pornografía de la gruesa donde lo obsceno y lo grosero se salvan ante la maestría literaria? La realidad, es el oficio de quien se ubica al filo de la navaja y que ante el refinamiento erótico y la obscenidad se obliga a la tarea de superarlas con el recurso de la ironía, de la sátira autoimpuesta. Por ejemplo, el anciano personaje dialoga con una ¿buena omala conciencia?, no con Pepe Grillo como Pinocho, sino su propio falo será su ángel guardián, escudero y consejero íntimo al que nombra Rabelais y que ante una salud quebrantada a causa de un infarto provocado por la “Desidia, abulia, irresponsabilidad […] tres contingencias, acechándome instaladas como buitres conjurados para coser mis párpados por siempre con alfileres enloquecidos”.(11) Dicho miembro viril recorrerá un progresivo alivio: impotente, “desvalido como un infante recién parido”, “Rabelais entró en funciones pero no con los mismos ímpetus de antaño, sino esporádicamente”, “Rabelais ya se sentía en forma, el ánimo pirotécnico que hacía chisporrotear estrellas fugaces en la polvareda cósmica lo tenía en sus marcas”.(12) La resurrección del personaje se empata conla resurrección de Rabelais.

El título del libro, Breton, la Walkyria y el último Libelungo, es un claro homenaje al fundador y teórico principal del surrealismo André Breton y a varios de sus fieles seguidores: Dalí y Duchamp, Picasso y Gaudí, entre otros, que cumplen el papel de testigos o testimoniantes en la erótica travesía Martré-Walkyria, dan fe de su veracidad ante la maledicencia de quienes califiquen dichos escarceos amorosos como fantasías o desmesuras. Dichos testigos se harán presentes, cual camareros, choferes o recepcionistas en los escenarios clave de estos encuentros: hoteles de medio pelo, rascuaches y otros con jacuzzi. La veracidad del relato es anotada en una bitácora: “En ella anotaré mis impresiones cotidianas, no tamizadas en aras de la línea narrativa o del canon académico, por ello abundarán las contradicciones argumentales […] está bitácora será impresionista, en el sentido de captar impresiones reales, de personas con sus nombres efectivos, no ficción novelesca”.(13) Es toda una humorada martreana, un chacoteo, que los surrealistas seas sus valedores, dignos de fe, quienes se opusieron a toda forma de orden y de convención lógica, moral y social y que confrontaron a la realidad chata y gris la posibilidad de universos de ensueños, deseos, instintos y rebeliones.

Por último, la veracidad del relato se funda, al través de la bitácora, en acontecimientos, en fechas, en geografías que dan fe de edades, enfermedades, operaciones, celebraciones que acontecieron y fueron registradas. El autor lleva hasta las últimas consecuencias dicha veracidad en aras de conseguir ficcionalizar una realidad mediante diversas estrategias narrativasen un juego que pone en tensión una antiguainterrogante: ¿hasta dónde la vida, hasta dónde la literatura? ¿Verosimilitud/veracidad?

 

Bibliografía

Colombres, Adolfo, Teoría transcultural del arte. Hacia un pensamiento visual independiente, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2005.

Lawrence, D. H. y Henry Miller, Pornografía y obscenidad (trad. Aldo Pellegrini), Buenos Aires, Nueve Visión, 1967.

Loth, David,Pornografía, erotismo y literatura(trad. Fernando Lida García), Buenos Aires, Paidós, 1969.

Martré, Gonzalo,Breton, la Walkyria y el último libelungo. Novela de pasiones seniles, México, Cofradía de Coyotes, 2012.

--------- Coprofernalia y Jet Set., México, Los libros de la Tinta indeleble, 2001.

 

Gonzalo Martré, Breton, la Walkyria y el último libelungo. Novela de pasiones seniles, México, Cofradía de Coyotes, 2012.

 

[1] Gonzalo Martré, Breton, la Walkyria y el último libelungo. Novela de pasiones seniles, México, Cofradía de Coyotes, 2012, p. 19.

[2] Adolfo Colombres, Teoría transcultural del arte. Hacia un pensamiento visual independiente, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2005, p. 151.

[3] Ibidem, p. 152.

[4] Ibid., pp. 31 y 82.

[5] Ibid., p. 43.

[6] D. H. Lawrence y Henry Miller, Pornografía y obscenidad, Buenos Aires, Nueve Visión, 1967, p. 54.

[7] Adolfo Colombres, op. cit., p. 152.

[8] Gonzalo Martré, op. cit., pp. 83 y 84.

[9] Ibidem, p. 25.

[10] Ibid., p. 216.

[11] Ibid., p. 10.

[12] Ibid., pp. 14-16.

[13] Ibid ., p. 41.