NÚMERO
33



ENERO
JUNIO
2014

RESEÑAS

Descolonizar la mirada

CONCEPCIÓN ÁLVAREZ CASAS / DOCTORA EN CIENCIAS SOCIALES
Y ESPECIALISTA EN ESTUDIOS DE GÉNERO
alvarez_cz@yahoo.com.mx


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La búsqueda de la utopía es un anhelo humano permanente. No obstante que en etapas históricas profundamente obscuras se niegue la posibilidad de imaginar un futuro diferente, todo ser humano busca la trascendencia, de acuerdo con su visión de mundo, en este universo considerado la única realidad, o intentará encontrarla más allá de su existencia material y concreta.

Preguntas acerca del destino y las consecuencias al final de la vida están siempre presentes, de alguna manera subyacen ante la inminencia de la muerte. Adolfo Colombres, reconocido por su obra antropológica, es también escritor de novelas y narraciones, como en Imaginario del paraíso. Ensayos de interpretación, donde destaca la idea de la supervivencia y su expresión múltiple en diversas culturas: “la idea de la inmortalidad, ya sea del alma o del cuerpo y alma, es tan recurrente en las culturas que cabe afirmar su carácter universal”.(1) Es esta una dimensión filosófica, la interrogante permanente sobre el sentido de la vida, hacia dónde transitamos, dónde es el fin de la existencia. Así, la valoración de la utopía será una cuestión polémica, sin acuerdo posible entre las diversas visiones tanto de las mitologías y religiones como de corrientes filosóficas.

Bloch vio en la utopía la categoría filosófica por excelencia. Enlazando dos vocablos que fueron considerados antitéticos, habló de una utopía concreta capaz de derrotar los proyectos abstractos y tener base en la realidad concreta. Para diversos autores, la utopía representa la expresión más alta del principio de esperanza, es decir, del movimiento humano y cósmico hacia un mundo mejor. El vínculo entre filosofía y utopía, entendiendo esta última como la crítica de aquello que es y la representación de lo que debería ser, fue subrayada por la Escuela de Frankfurt cuando señala: el ausente debe estar presente, ya que la mayor parte de la verdad reside en el ausente. Lo que no conocemos encierra sin duda no sólo sorpresas, sino verdades.

Las interrogantes acerca de qué es la muerte, qué hay después de la vida, el anhelo de trascendencia de los seres humanos pertenecen a la filosofía; sin embargo, Adolfo Colombres ubica las posibles respuestas en el terreno de la antropología. En Imaginario del paraíso analiza las diversas visiones que múltiples culturas han ofrecido acerca de estas cuestiones. Se concibe una vida después, la cual se da en un mundo semejante al anterior, o en un lugar imaginario que responde a las pulsiones de los sueños colectivos. Recordando a Jung, vemos concretados los imaginarios sociales como un motor universal a pesar de poseer expresiones diversas.

Para Colombres, el eje fundamental del imaginario es el mito, entendido en una acepción amplia. El mito configura el cuerpo del universo simbólico, es un relato sobre el origen del mundo y los seres que lo pueblan. La trascendencia del mito es también reconocida por Lotman: “Los textos mitológicos poseen un alto grado de ritualidad, narraban el orden original del mundo, las leyes de su surgimiento y existencia [...] su carácter estético lo convierte en base de obras artísticas”.(2)

Considera Colombres que lo imaginario se halla más ligado a las percepciones que nos afectan de un modo especial que a las concepciones abstractas que inhiben la esfera afectiva. Sólo hay imaginario si un conjunto de imágenes y relatos forma una totalidad más o menos coherente. Lo imaginario puede ser descrito literalmente, pero también dar lugar a interpretaciones, puesto que las imágenes y los relatos son portadores, en general, de más de un sentido posible en su carácter polisémico.

La obra mencionada realiza un recorrido detallado por la historia de la humanidad, rompiendo con la tradicional visión eurocéntrica y abriendo el horizonte hacia culturas de los diversos continentes geográficos y simbólicos. Así nos asomamos al mundo desde los sumerios y asirios, el mito fundante de Gilgamesh y su dilema sobre la inmortalidad del cuerpo; los babilonios y sus míticos jardines vinculados con una dimensión más allá de la vida en este mundo, los persas, la India antigua, el papel del budismo y su lección de permanencia de las almas, el jainismo, Egipto antiguo, el Tibet, China, el Islam, Japón. El autor analiza los imaginarios de estas culturas, sus analogías fundamentando sus teorías en los libros sagrados, en los textos de dioses y héroes encarnados en humanos. Un ejemplo, de entre muchos, de la descripción del paraíso en la civilización del Islam: “El paraíso es la negación del hambre y de la sed, de la soledad y el miedo, de las amenazas del territorio inmenso y hostil que lo rodea. Es la celebración del agua, de las plantas y las flores, de los pájaros y los seres humanos de mayor belleza y espiritualidad, los que convergen en él para construir otra realidad y llevar la cultura a su máximo esplendor”.(3)

Dos nociones opuestas sobre la posibilidad de alcanzar el paraíso están presentes en el pensamiento oriental: una negativa que considera la vida humana y el universo entero carentes de sentido, llenos de dolor por lo que el individuo se dirige a la aniquilación de lavoluntad de vivir. La abolición del deseo es necesaria ya que el espíritu es prisionero de la materia y debe liberarse y dominar el cuerpo, la conciencia debe comandar los sentidos. La otra posición conlleva una actitud afirmativa de la vida:el ser humano tiene el deber de servir al prójimo, a la sociedad a la que pertenece y a la humanidad entera, esto motiva interés por la vida, se reivindica una postura ética.

En Europa, Colombres ubica una dimensión simbólica específica cifrada sobre todo en la noción de paraíso perdido, visión que determina una concepción del mundo y de la vida, así como de una vida más allá de éstos. Dios puso a Adán y Eva en el Edén para que lo cultivaran y guardaran, y les permitió comer de todos los árboles del paraíso a excepción del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, porque de hacerlo morirían: “El pecado por el cual Adán y Eva perdieron el Paraíso Terrenal fue la insubordinación y el orgullo. La serpiente les propuso prevaricar, comiendo el fruto del árbol prohibido, para alcanzar la sabiduría y situarse por encima del bien y del mal”.(4) Dios desata su ira, primero contra Eva a quien dice multiplicará los trabajos, parirá con dolor sus hijos y también buscará con ardor a su marido y éste la dominará; con estas sentencias Dios consolida el patriarcado, eje de esta religión. El desprecio del cuerpo y la noción de pecado marcarán esta visión occidental de la vida posterior y las nociones de premio y castigo presentan las más diversas fantasías, sobre todo los castigos del purgatorio y el infierno.

En la obra están presentes los imaginarios de los pueblos del África negra, de América, de México antiguo: los mayas, los huicholes y coras, el mundo andino y los letuamas y tobas, entre otros. Con estas representaciones el autor propone un contraste cultural e ideológico a partir de sus diversas visiones de otros mundos.Asimismo, nos ofrece la visión de pueblos muy desconocidos para el mundo occidental: habitantes de los Mares del Sur, Oceanía, la cultura maorí, Nueva Zelanda. En estas perspectivas novedosas percibimos la complejidad y la erudición de Colombres.

Por si fuera poco, toda esta amplitud y complejidad de universos que se centran a partir de los interrogantes filosóficos en la antropología, la historia, priorizando la dimensión simbólica de los mitos y las religiones, Adolfo Colombres nos la ofrece de manera brillante, excepcional en su dimensión estética. Subraya la importancia de la creación artística y un especial interés en la dimensión plástica, en el mundo visual; esto lo lleva a mostrar las imágenes de paisajes, ambientes con detalle y precisión. La descripción de los mitos y las versiones de los diversos paraísos se nos muestran con lujo de detalles y colores.

El irrealismo de los paisajes persas es acotado [...] un recurso para deslizar un paisaje fuera de lo real de un modo poco perceptible es ignorar las alteraciones que sufre el color por acción de la luz y la sombra. Los colores se presentan en su estado máximo de pureza, y nunca los objetos son opacados por las sombras, ni velados por un exceso de luz [...] buscan una sobrenaturaleza, una naturaleza ideal depurada de toda contingencia [...] La palabra persa “rang” significa a la vez color, destello, brillo y luz.(5)

El interés de Adolfo Colombres por el mundo visual lo constatamos cuando nos invitó a una sesión del seminario que dirige en Buenos Aires que tituló La descolonización de la mirada y al que asisten sobre todo jóvenes cineastas y artistas plásticos. Su propuesta parte de una revisión crítica de los “ojos”, las categorías con las que miramos el arte no europeo. Contrapone a la visión hegemónica con la que se miran las imágenes, la búsqueda de otra mirada capaz de dar cuenta de imágenes diversas, novedosas. Así, por ejemplo,pudimos ver escenas de cine, catalogado como testimonial, con bailarinas árabes en el desierto, imágenes de ceremonias de pueblos africanos cazadores de leones, entre otras, para las que Colombres propuso buscar “otra mirada”, romper con formas de percepción carentes de sentido, dotar de nuevos significados y contenidos las imágenes cuya percepción determina una cultura. En síntesis, buscar una racionalidad propia y una nueva manera de sentir.

Fiel a estas propuestas, en su Imaginario del paraíso da un lugar especial a la imagen: el libro contiene ochenta obras plásticas alusivas a la vida después de la vida, la reconstrucción visual del paraíso a la que vincula la descripción de una prosa clara y poética. En la tradición pictórica tradicional de la India, China y Egipto están presentes los ambientes, paisajes de jardines, cielos y moradas del paraíso.

Dedica un capítulo al Paraíso Terrenal en la pintura, ya que “el tema no podía estar ausente entre las innumerables pinturas que ilustran la historia sagrada del cristianismo”. A su vez recorre la historia de occidente desde la Edad Media; especial relevancia tiene el Renacimiento cuando se recuperó el cuerpo humano.Se menciona a Masaccio, quien pintó la expulsión del Edén, la escena de vergüenza y escarnio; Hieronymus Bosch y su célebre tríptico El jardín de las delicias, Alberto Durero, Lucas Cranach, Miguel Ángel, Rafael, Tiziano, Van Der Goes, William Blake, en una lista enorme condescripciones ubicadas en los diversos contextos históricos y que muestra la importancia del tema para los pintores; de igual manera se menciona el impacto del mismo para diversos escritores de diversas épocas.

Imaginario del paraíso ofrece una visión multidisciplinaria en la que están presentes la filosofía, la historia y la antropología, así como una perspectiva estética novedosa que propone ampliar nuestro universo, tanto de la concepción de la obra de arte como de la diversidad de producciones simbólicas que rebasan en mucho la perspectiva hegemónica. Nos invita a renovar nociones y alcanzar la descolonización de nuestra mirada. Utopía, paraíso y trascendencia son constructos culturales significados por lo tremendo, el más allá del mundo y, por lo tanto, el imaginario social concretado como desmesura y extravagancia grotesca infiltrada por parodias involuntarias de la industria del espectáculo. En la diversidad de paraísos registrados por Adolfo Colombres está la aspiración común de plenitud por vía imaginaria que tanto cuenta para aliviar las penurias cotidianas. Cada cultura transita esta vía con sus propias modalidades de vida, de muerte, de trascendencia, de estructuras de poder para nombrar reyes y emperatrices celestiales, de sexo significante del placer y la gloria.

Adolfo Colombres, Imaginario del paraíso. Ensayos de interpretación, Buenos Aires, Colihue, 2012.

 

[1] Adolfo Colombres, Imaginario del paraíso. Ensayos de interpretación, Buenos Aires, Colihue, 2012, p. 7.

[2] Iuri Lotman y Zara Mints, “Literatura y mitología”, Criterios, núm. 30, julio-diciembre de 1998, p. 45.

[3] Adolfo Colombres, op. cit., p. 84.

[4] Ibidem , p. 121.

[5] Ibid., p. 36.