Urs Jaeggi, Arte por todos lados, ensayos y proyectos, México, Universidad Autónoma del Estado de México, 2013, p.
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Arte por todos lados, ensayos y proyectos
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LORETO ALONSO •
ARTISTA E INVESTIGADORA
I+D "Imágenes del arte y reescritura de las narrativas en la cultura visual global”, Universidad Complutense de Madrid
alonso.loreto@gmail.com
¿Por qué? es la pregunta central de Jaeggi ante lo que él hace y frente a lo que se hace y deja de hacer. En los ensayos intenta explicarse a sí mismo por qué hace lo que hace, en cada exposición, en cada trabajo. Quizás por eso, el encadenamiento de ideas o hipótesis no es una argumentación para convencer sino para comprender(se): explora, avanza, retrocede, lee, tantea, piensa, reitera, crea. Así lo escuché caracterizar apasionadamente la manera de hacer jazz de Thelonius Monk y pensé y pienso que es su propio modo.
Graciela Schmilchuk(1)
Este libro es fruto del trabajo de varias personas cercanas al autor Urs Jaeggi,(2) que consideraron importante hacer público en español los escritos, originalmente en alemán o en francés, de este creador, conocido en México fundamentalmente por sus proyectos artísticos, pero cuya abundante producción literaria sigue siendo un tanto inaccesible al lector mexicano.
Gracias a esta edición coproducida por Eduardo Bernal y Graciela Schmilchuk, podemos acercarnos a una faceta más analítica del autor, así como a algunos de los proyectos artísticos realizados y no realizados documentados con abundantes fotografías. Cabe destacar también la tarea de las traductoras, Maj Britt Jensen, Mónica Castillo y Graciela Schmilchuk, que se enfrentaron a singularísimos textos, difícilmente traducibles.
La originalidad de estos ensayos radica, en parte, en que la escritura de Jaeggi combina lo conceptual con lo casual, la poesía y el verso con el ensayo y el análisis filosófico con la práctica artística para configurar, en este constante salto de fronteras, un espacio de pensamiento abierto a lecturas e intereses muy diversos. El autor de este libro propone una forma de conocimiento que considero que podría entenderse como una especie de doble nacionalidad epistemológica, dualismo que se da no solo en la figura de Jaeggi artista y escritor sino también en las referencias y perspectivas que propone sobre otros creadores como Henri Michaux, Kasimir Malevich, John Cage, Ben Vautier, Peter Weibel, Samuel Beckett, Mónica Castillo, Alberto Gutiérrez Chong, todos ellos hacedores y pensadores con imágenes.
Como Henri Michaux, Urs Jaeggi se encuentra no solo en esa doble cara de escritor y artista, de curador de museos imaginarios, sino en su devenir entre Europa-América y en la forma de representar lo irrepresentable a partir de la creación de caligrafías indescifrables, a veces silencios, a veces vacíos, ordenamientos de signos que se crean como si de una historia natural se tratara.
La experimentación con los textos, con la poesía y el discurso, al igual que con las imágenes que encontramos en el libro se combina con una estructura ordenada de los capítulos, que comienza con los muy reveladores textos introductorios de Graciela Schmilchuk "Ahí donde no se puede estar" y de Francisco Reyes Palma "Urs Jaeggi. Escrituras y silencios", en los que se presentan análisis de los modos de hacer y del pensamiento del creador. Estas dos presentaciones no solo resultan interesantes para enmarcar los escritos que encontraremos a continuación sino que también configuran un panorama muy completo de las preocupaciones actuales en el marco del arte y la cultura contemporánea.
Los ensayos de Jaeggi se distribuyen en 23 capítulos repartidos en cinco bloques, el primero de los cuales, "Las botellas de Morandi, las Fresh Windows de Duchamp y la Torre de Babel", actúa a modo de prefacio en el que se anticipan muchas de las cuestiones que se abordarán a lo largo del libro.
Este ensayo es seguido por una serie de textos cuyo punto en común es que fueron realizados para las propias exposiciones del autor: “Entre ahora y ahora”, “Mirada viajera”, “La Gran Sociedad”, “El silencio en el desierto”, “Nomadizar”, “Lugares de combate”, “La hospitalidad. La casa. La obra”, “La locura sueña con Minerva en su jardín: SATOE NIDRAI RABURA”, “El loco sueña consigo mismo y forma palabras sin precedentes”; el último capítulo de este bloque es el que da nombre al libro: “Arte por todos los lados”, que constituye uno de los puntos de partida del autor sobre el hecho artístico.
Encontramos a continuación textos para proyectos no realizados: "Cierra los ojos y mira", "Siqueiros hoy" y "Monumento a los judíos asesinados", cuyo interés radica no solo en hacer públicas las ideas sino también la decisión muy patente en todos ellos de empoderar el propio proceso creativo frente a sus productos, cuestión que se continúa en el siguiente bloque de textos, entre los que encontramos "La herida. El silencio" dedicado a Mónica Castillo, ensayo en el cual no solo se plantean aspectos de su obra sino reflexiones sobre el sentido y la concepción de la artista. Esta misma ampliación sobre el trabajo de los artistas se encuentra en "El soñador conceptual", capítulo dedicado a una exposición de Alberto Gutiérrez Chong. Otros como "La verdad en las imágenes" y "La experiencia y lo craneado de un futuro estudiado de escuela de arte" hacen referencia a distintas inquietudes en torno a la realidad, la representación y el arte.
Finalmente está un conjunto de cinco textos que funcionan a modo de núcleo y que plantean una visión muy personal del escenario artístico actual, partiendo de experiencias como la Documenta 13 o la Bienal de Berlín de 2012. "El arte desbordado. Un collage", "La creatividad", "Vengan a ver ("Komee=et, o see=eht"AWölfli)", "Texto o huella", escritos en los que Jaeggi desarrolla un pensamiento libre y crítico que reformula los términos y conceptos que habitualmente son asumidos sin demasiada reflexión; en cualquier caso el autor nunca abandona un lenguaje poético y personal para asumir un rol de crítico especializado, sino más bien plantea posibles modos de interpretaciones y posicionamientos. "Futurear" es el último y más extenso de los capítulos, dedicado a John Cage, en el que se propone al lector reinventar los espacios, tanto del arte como de la vida cotidiana y las formas populares, de las imágenes e instalaciones que nos muestra la naturaleza y que la mirada descubre como un acontecimiento único.
A lo largo de los capítulos se advierte una profundización en el acto creativo, sobre el que Jaeggi no deja de hacerse preguntas; se trata de un cuestionamiento de orden filosófico en razón de su objeto y el lenguaje que se emplea, pero que escapa a la habitual práctica intelectual que, según el propio autor, corre el peligro de volverse "¿Demasiado tranquila, demasiado auto-referencial, demasiado convencida que sólo necesita acompañar esta evolución con comentarios?"(3)
Estos escritos están llenos de preguntas en relación con la función humana, social y privada del acto creativo, preguntas sobre el sentido de la experiencia y preguntas sobre la materialidad y la espacialidad de los objetos implicados en el proceso artístico. En mi opinión, es esta posición del autor la que nos ofrece un mayor acercamiento a su pensamiento, pues comparte interrogantes que son a la vez posiciones de salida y de llegada.
El autocuestionamiento del artista es constante en relación no solo con su lugar en la obra sino que se amplía y se profundiza en la búsqueda de sentido del acto creativo:
¿Por qué hace uno algo así como lo hace? ¿Por qué la obra ha sido hecha? ¿Por qué debería hacerse? ¿Qué puede causar? ¿Como recordar la capacidad de crear de todos los otros?
¿Por qué hacer obras en un mundo sin paz?, o volviendo a Theodor Adorno, ¿cómo escribir poesía después de Auschwitz? ¿Cómo hacer de la práctica de uno un espacio de resistencia y resistente?
¿Es posible atenuar los efectos del espectáculo? ¿Qué espera el público de un museo? ¿Y qué si el espectador de arte abandona su rol para observar el arte en libertad y hacer arte?
¿Hay límites en las competencias del campo artístico? ¿Cómo podríamos habitarlos?
En todas estas interrogantes se percibe la inquietud hacia la función social y política de los creadores y también la necesidad (y la dificultad) de hacer visible una realidad en el arte, una posición que recuerda la definición del concepto "artista" que propone Félix de Azúa en su Diccionario de las artes (1996) cuando cuenta, basándose en los testimonios reales de supervivientes del holocausto nazi, la tarea de los oteadores que se elegían en los trenes que conducían a los campos de concentración, quienes relataban lo que veían por una pequeña mirilla que se encontraba en el techo del vagón y que era la única posibilidad de saber dónde estaban, predecir adonde los conducían, o qué tierras cruzaba el tren y qué gente la habitaba. Era una misión complicada pues por un lado era necesario que conservaran fuerzas para hablar, que mantuvieran el control sobre sí mismos, que no se vinieran abajo, tampoco podían excederse en la exactitud o el relato científico porque la información del exterior así tampoco valía de nada, ni basarlo en apreciaciones personales o disertaciones dispersas que los prisioneros, desesperados, no compartían. Escribe Félix de Azúa que
los oteadores más apreciados eran aquellos que referían con acierto la existencia de un mundo verdadero, libre de la tortura y del horror, un mundo luminoso pero atado al mundo de los condenados por signos indescifrables. Se mantenía de ese modo la esperanza de que el horror tuviera un final. Mientras el oteador era capaz de mantener la variedad del relato, mientras lograba convencer a sus oyentes acerca de la realidad del mundo luminoso, entonces el mundo del horror permanecía como la otra ficción. La realidad del mundo luminoso y la realidad del mundo de la muerte se sostenían la una a la otra como ficciones mutuas.(4)
Y es que la inquietud no es solo respecto al acto creativo sino al total de la experiencia, sobre la que Jaeggi también nos propone algunas interrogantes:
¿Por dónde ir y hacia dónde pensar? ¿Emoción, crítica, reflexión como motor?
¿Cómo pensar pasado, presente y futuro? ¿Cómo comprometerse con lo efímero?
¿Existe otro ver? ¿Cómo podemos superar la vida y la cultura alienada a través del arte si la cultura existente es básicamente una cultura de medios y se define a través de la economía?
Patrones, ¿para qué? ¿Para quién? ¿Qué clase de mundo sería ese en el cual sólo podemos observar lo que las máquinas producen entre sí?
¿Cómo distinguir entre simulación y realidad? ¿Cómo evitar renunciar a lo real disfrutando también lo ideal? ¿En qué consiste el distanciamiento correcto?
¿Cómo podemos usar las instituciones artísticas? ¿Por qué no ampliar el diálogo con los lugares de todo tipo (el arte está en todas partes)?
Ante la pérdida de referencias espaciales y temporales que estamos experimentando, tanto desde las articulaciones tecnológicas como en las propias concepciones del conocimiento, Jaeggi vuelve a recordarnos la pregunta de cómo asumir el riesgo del acercamiento a lo real, del encuentro con realidades muchas veces insoportables. Y no hay una respuesta, hay una infinidad de proposiciones posibles, hay un trabajo que el autor asume desde la creación artística que implica una preocupación tanto sobre la materialidad de la obra de arte como su relación con los espacios específicos:
¿Cómo no olvidar la intensidad de los bodegones de Morandi?
¿Qué sucede cuando la cámara capta algo, cuando produce algo y qué sucede cuando miramos lo producido?
¿Cómo poner en el espacio las imágenes? ¿Cómo entender la tensión entre el objeto creado y su espacio?
¿Qué sucede si hacemos desaparecer lo visible? ¿Cómo entender las herramientas como huellas del trabajo?
La poesía en palabras, pero también en imágenes y sonidos, parece ser para el autor el territorio donde entran en juego estas preocupaciones, pero no como medio de representación o ilustración del discurso sino en la propia capacidad de las imágenes de también generar conocimiento. Este punto de partida ejemplifica lo que Nicholas Mirzoeff señala como "la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia",(5) una tendencia a imaginar que no implica simplemente hacer imágenes sino, como Jaeggi escribe, "crear imágenes que corresponden a las que están prisioneras en mí".(6)
Porque las imágenes no son grafismos, ni son ópticas necesariamente; las imágenes, como el resto de nuestras percepciones, se viven de modo sinestésico, son virtuales y se encarnan, se están siempre encarnando. A este respecto Jaeggi recuerda: "En el presente, la noción de mirar entraña cada vez más a su opuesto, por ejemplo, ver implica cada vez más su opuesto: omitir, desviar la mirada, reducir, inclusive si las imágenes de la desaparición de las imágenes siguen siendo imágenes".(7)
A pesar de la virtualidad de las imágenes, o justamente debido a ella, Jaeggi parece proponer con este libro una decisión, una actitud: "Yo quise confiar en los ojos y usar mi cuerpo."(8) Y lo que resulta de ello no es un afán de descripción del mundo, ni una confianza inocente en la labor del signo, sino más bien un intento de salida de los lenguajes convencionalizados, de lo evidente, una expansión que incluye el silencio y el vacío; pese a todo se captan las redes creadas, hay materialidad y hay realismo en los escritos de Jaeggi, y también, como en su práctica artística, hay abstracción. Esta última entendida desde el gesto caligráfico, que pudiera ser una manera de andar o, en referencia al título de uno los capítulos, un lugar de combate, un combate con el signo sin querer explicarlo.
Lo visual de Urs Jaeggi no es un producto de lo social, no responde tanto a una descripción del mundo como a su construcción. Una construcción fruto de un compromiso personal e íntimo pero justamente por ello arraigada a los demás. En este sentido el libro es capaz de mostrarnos una toma de posición por el proceso y por el diálogo que implica no solo obras de arte sino también más imágenes, más palabras. "El arte moderno requiere de comentarios"(9) y fundamentalmente una toma de posición por involucrarse, como escribe el propio autor: "Involucrado, sin una posibilidad de escaparse, tal como la ofrece la representación usual. Dar un paso hacia atrás. Un atraco de la reflexión en contra de nuestros sentidos. Un atraco de las cosas sobre nuestra reflexión".(10)
Este libro nos abre muchos caminos de pensar con imágenes, nos comparte numerosas experiencias de quien en algún momento se presenta como "bárbaro cautivo expuesto" y que en ningún caso ofrece "ninguna fantasía de redención" sino una profundización en el acto creativo a partir de pensamientos, acciones e imágenes. Se trata de una obra que nos invita a preguntarnos juntos sobre la capacidad y la necesidad del arte hoy, desde un análisis involucrado, valiente ante las preguntas más fundamentales del sentido de la experiencia en el mundo real y las implicaciones de la materialización de nuestras imágenes; un ejemplo vivo de cómo aceptar los riesgos de la imaginación.
Notas
1. En Urs Jaeggi, Arte por todos lados, ensayos y proyectos, México, Universidad Autónoma del Estado de México, 2013, p. 12. Este libro puede consultarse digitalmente en: http://editorialuaemex.org/libros.ph.
2. Urs Jaeggi (Soleure, Soletta, 1931) es un artista y pensador de origen suizo que desarrolló una brillante carrera académica como doctor en Ciencias Sociales y en Economía. Ha ejercido como profesor-investigador en Berna (Suiza), Dortmud, Bochum y Berlin (Alemania) y en Nueva York. Desde 1985 ha presentado su trabajo artístico internacionalmente en múltiples exposiciones personales y colectivas; en México ha realizado muestras individuales en el Museo de Tlalpan (México, D. F.), Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos (Puebla), así como con intervenciones de arte-educación en proyectos como Jardín Academus organizado por José Miguel González Casanova en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (UNAM) o la exposición colectiva Dos de Octubre no se olvida. Homenaje a Marcel Duchamp (Casa Frissac, México D. F.). Su último proyecto, De paraísos perdidos y de infiernos, ha podido verse en la Casa de la Primera Imprenta de América-UAM (México D. F) en febrero y marzo de 2013.
3. Urs Jaeggi, op. cit., p. 26.
4. Félix de Azúa, Diccionario de las artes, Madrid, Anagrama, 1996, p. 67.
5. Nicholas Mirzoeff, Una introducción a la cultura visual, Barcelona, Paidós, 2003, p. 23.
6. Urs Jaeggi, op. cit., p. 60.
7. Ibidem, p. 24.
8. Ibid., p. 184.
9. Ibid., p. 31.
10. Ibid., p. 177.
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