D I V E R S A C R E A D O R E S • • • • • •
 


Tiempos oscuros. Violencia, arte y cultura. Memoria del IV Encuentro de Investigación y Documentación de Artes Visuales, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Pláticas, 2012, 464 p.

 

 

Tiempos oscuros. Violencia, arte y cultura(1)


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CRISTINA HÍJAR GONZÁLEZ
LICENCIADA EN COMUNICACIÓN VISUAL
Investigadora del Cenidiap
cristina@artemusicavideo.com.mx


¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura y el genocidio y el matar de hambre?

No quiero nada para mí:
solo anhelo
lo posible imposible:
un mundo sin víctimas.

José Emilio Pacheco, Fin de siglo


Como anticipa este epígrafe, intenté escribir una presentación académica, objetiva, a la altura del libro que estamos felizmente presentando en este espacio… y no lo logré. Al revisar y leer desde el proyecto para este IV Encuentro, con el acertado epígrafe de Bertolt Brecht sobre los tiempos oscuros,(2) hasta la atinada organización de las mesas temáticas y las 38 ponencias que se presentaron, me conmoví, me horroricé, me cuestioné y me pregunté de qué tendría que hablar. Recordé el temprano consejo de mi papá cuando me dijo que cuando se presenta un libro hay que hablar del libro y no de divagaciones personales o de reflexiones íntimas fuera de lugar. Pero tratándose de este tema, la violencia, y en este contexto, nuestro México herido, sentí necesarias algunas reflexiones que quiero y necesito compartirles sin salirme del propósito que hoy nos convoca y que es la indispensable lectura de este volumen colectivo.

Hace dos días, una compañera investigadora nos compartió en seminario una caracterización que del siglo XX se ha hecho: siglo de totalitarismos (Arendt) y siglo de genocidios (Bruneteau), y parece que lo que llevamos del siglo XXI no será mejor, todo anticipa que será aún peor. Pero esta compañera también nos compartió que fue y es la era del testimonio (Wieviorka), concebido en su sentido amplio y en todas sus formas. Y resulta que de esto trató el IV Encuentro ahora compilado en este libro: Tiempos oscuros. Violencia, arte y cultura. No intentaré ahora una conceptualización de las violencias: variadas, múltiples, en diferentes niveles y de distintas intensidades, sino que me quedaré, simplemente, con el término violencia como concepto, práctica y vivencia de irrupción radical, incluso brutal, en un tiempo y espacio determinados. Espero estemos de acuerdo en que desde hace unos años, para nosotros los mexicanos, la relación con la violencia es diferente; ahora forma parte de nuestra vida cotidiana, ha tocado a nuestras puertas, se ha metido a nuestras casas y con nuestras familias y semejantes. Vivimos acosados por ella en muchos sentidos y en todos los frentes, simplemente hoy, hace unas horas, arrancó una marcha contra la reforma laboral que se suma a otras acciones de repudio que se vienen desarrollando desde hace días, una reforma que nos agrede y amenaza como trabajadores, que violará el Artículo 123 constitucional que nos da el derecho a un trabajo digno y que se implementará a menos que hagamos como en Portugal, en donde las movilizaciones populares han obligado al mal gobierno a dar marcha atrás. Este es solo un ejemplo, podríamos enumerar miles, empezando por los 80 o 90 mil muertos y desaparecidos que todos llevamos a cuestas desde el inicio de esta guerra absurda y criminal en 2006.

Podríamos habernos reducido a aportar a una historia cultural de la violencia desde una postura distante y fría, pero no fue el caso. Una constante en la mayoría de las ponencias presentadas en este Encuentro fue el involucramiento de los autores en los temas tratados, ya fueran sobre las representaciones o sobre las vivencias de la violencia. Esto me parece importante, que desde lo que somos y hacemos, participemos, tomemos partido, contribuyamos a la reflexión y a poner palabras sobre lo irrepresentable, sobre lo imposible de nombrar. Sobre este tema y en estos casos, cobra como nunca sentido la advertencia de Javier Marías cuando afirma que, de entrada, el lenguaje traiciona porque nunca podrá dar cuenta real de lo sentido y lo vivido. Sin embargo, lo intentamos, y más cuando se trata de hablar de violencia y su relación con el arte y las manifestaciones culturales, lo cual involucra la construcción de sentidos y las subjetividades. Y no se habló solo sobre los muertos por armas, concepción inmediata de guerra, sino sobre las diversas violencias ejercidas, vividas y representadas a partir de la subjetividad que implanta el miedo, la precariedad, la ruptura del tejido social, la devastación ecológica, el no reconocimiento del otro, quien quiera que éste sea. En la guerra no intervienen únicamente las armas, y estos fantasmas acaban por instalarse no solo en el ámbito y espacio público sino en nuestra vida cotidiana y en nuestros espacios privados afectando nuestras emociones y nuestros sentimientos. Sin embargo, resistimos y reconocemos, como bien advierte Raúl Linares, que en ese otro hay algo de mí que puede ser perdido, y de ahí las réplicas, las manifestaciones, la indignación, el dolor compartido, la empatía y el no rotundo a la indiferencia, a la extrañeza y a lo ajeno.

Es en este panorama en donde el arte se erige como espacio privilegiado de excepción. Con sus distintas formas, recursos y medios de expresión tiene la posibilidad no solo de nombrar, de representar, de traducir, de expresar sino también de inspirar, de proponer o anticipar otras realidades, de liberar espacios-tiempo para la experiencia estética y la urgente afectación subjetiva.

Esta Memoria está divididas en las diez mesas de trabajo que se desarrollaron durante el Encuentro, brevemente haré referencia a ellas:

Estética y poder: teniendo como referente la barbarie mundial y la violencia estructural propia del capitalismo salvaje que se vive en todo el orbe, aquí se hace referencia al entramado relacional de la violencia y los discursos construidos alrededor de ella, desde la política, la cultura y la estetización de la violencia. La posibilidad o no de la comunicabilidad del dolor y de lo irrepresentable y el reto que para el arte implica todo ello, tanto en la teoría como en la práctica, a partir de haberse modificado brutalmente nuestras formas de vivir y de morir.

El encanto de la crueldad: aborda los procesos de naturalización de la violencia, sus representaciones y sus consumos hasta, incluso, tornarla en espectáculo macabro como producto de estrategias perversas que tienen que ver con procesos de comunicación y con implementación de políticas y de estéticas concretas.

Rastros y transgresiones: a partir de ejemplos y casos concretos, se trata sobre los procesos de simbolización de la violencia, sobre las ideas construidas a partir de ella que acaban por configurar imaginarios de diversos alcances.

Trazos y resistencias: nos comparte las experiencias de colectivos artísticos y de una generación entera que abordan temáticas y problemáticas relacionadas con la violencia; sus soluciones plásticas e iconográficas, sus modos de resolver, denunciar y hacer evidente una realidad que inspira un arte con función social.

Alternancias del miedo: no podía faltar el abordaje de problemáticas derivadas del gran tema, como la cuestión de la memoria histórica y los problemas que enfrenta su construcción, como el silencio y el olvido, y las posibilidades y dificultades que enfrentan los diversos lenguajes artísticos que eligen estos retos.

Intimidades vulneradas: la multidimensionalidad de la violencia en las prácticas artísticas contemporáneas y el cuerpo como campo de batalla, como territorio político susceptible de ser soporte para la experimentación artística y estética, son algunos de los asuntos tratados en esta mesa.

Despliegues y acosos: los procesos de simbolización de la violencia efectivamente experimentada en carne propia; las raíces y las expresiones del miedo y la elección del lenguaje artístico como medio y recurso radical para contribuir a una contracultura de la violencia.

Políticas del terror: la producción del miedo como política de Estado que deriva en estrategias perversas y en represiones concretas que, a pesar de todo, encuentran réplicas contundentes en la significación y simbolización estética.

Atmósferas hostiles: miradas críticas y advertencias para atender asuntos importantes como los procesos educativos, la construcción de la memoria y la preservación del patrimonio cultural, las manifestaciones o gritos del arte joven urbano que afectan los ámbitos públicos y privados.

Palabras sombrías: las posturas críticas indispensables y la deseable eficacia simbólica y estética de expresiones visuales y verbales que buscan aportar nuevas visibilidades a problemáticas sociales tan sentidas.

Espero podamos apreciar con este breve, rápido e incompleto resumen los contenidos presentes en este Encuentro y ahora en su Memoria; precisaría los referentes directos a la pintura, la gráfica, el performance, las acciones, la historieta, la pintura mural, la música y las canciones, la fotografía, la literatura, el cine y el video, los medios multimedia, el teatro… abordados de manera reflexiva y crítica para resaltar que el arte contribuye, deseablemente, a la afectación concreta de la dimensión estética y a la construcción de comunidad, y con ello, a alimentar y fortalecer nuestra conciencia de humanidad, indispensable para fomentar el reconocimiento, la tolerancia, el respeto y la capacidad de conmovernos e indignarnos ante el dolor del otro porque, finalmente, lo asumimos como nuestro.

“Mar de sangre que es nuestro siglo”, dice José Emilio Pacheco, y es una terrible verdad, pero no podemos acostumbrarnos a esta realidad que nos proponen como única posible. Contra las políticas del olvido y la indiferencia con su carga de morbosidad, obscenidad y simulacro, contra los asesinos de la memoria, nos negamos a la complicidad y nos pronunciamos por la generación de testimonios, ideas, sentidos y acciones opuestas a la muerte. Quiero creer que a esto contribuimos como comunidad académica desde nuestro particular quehacer. Retomando a Siqueiros y a su concepto de artista ciudadano, propongo que apostemos a erigirnos en investigadores ciudadanos, es decir, que nos situemos de manera consciente culturalmente en la historia y nos inspiremos, en y para nuestra labor, en una humanidad y en una realidad concreta en el curso de lo social y de lo histórico para atender a los sujetos, a los hechos, a las prácticas y a los espacios sociales en cuestión.

Coincido con Brecht en que también se cantará en tiempos oscuros, lo estamos atestiguando, y el epílogo que propongo, apropiándome de la bella y significativa consigna enarbolada por el movimiento estudiantil 132 es el siguiente: si no ardemos juntos, quién iluminará esta oscuridad.

 

Notas

1. Texto leído en el Aula Maga José Vasconcelos del Centro Nacional de las Artes el 27 de septiembre 2012.

2. “En los tiempos oscuros ¿se cantará también? También se cantará sobre los tiempos oscuros.”