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Jorge González Camarena, ca. 1965.

 

 

Jorge González Camarena. Antología: recuento de una exposición


El 17 de abril de 1996 se inauguró Jorge González Camarena. Antología, exhibición que permaneció abierta al público durante tres meses en el Museo del Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México. A continuación la curadora de la muestra recuerda algo de lo sucedido en el proceso de su realización.

 

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MARÍA TERESA FAVELA FIERRO HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
terefavela1@hotmail.com



Como pintor mexicano creo que mi misión es clarificar
los valores éticos y poéticos de nuestro pueblo. Trato de ver
alrededor mío, para sentir del pueblo sus características
y valores, discernirlos y darles forma. Creo que esto es lo
importante y útil para ver con claridad lo que somos para mejorar.

Jorge González Camarena



Durante las gestiones directivas de Juan José Bremer al frente del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y de Óscar Urrutia en la Coordinación de Artes Plásticas se creó el Salón Nacional de Artes Plásticas, que comprendía siete secciones; entre estas se encontraba el Salón Anual de Invitados, el cual era una especie de homenaje colectivo a aquellos artistas pertenecientes a la segunda y tercera generaciones de muralistas. Precisamente, en el Segundo Salón, en 1979, conocí al maestro Jorge González Camarena (Guadalajara, Jalisco, 1908-ciudad de México, 1980).

Acudí a su estudio un par de ocasiones para identificar las fotografías de sus obras que serían reproducidas para el catálogo del Segundo Salón de Invitados. Me pareció que su valor como pintor era indiscutible, pero también como ser humano. Gentil y fino en su trato, apacible y enérgico cuando era menester, de una abrumadora presencia plástica y de fuerte personalidad. Esa impresión que provocó en mí perduró por mucho tiempo, hasta que en 1993 decidí realizar una investigación documental sobre su producción plástica con la firme intención de organizar una exposición homenaje. Siempre me había preguntado por qué  este artista nunca había expuesto individualmente en el Museo del Palacio de Bellas Artes, si en 1970 se le otorgó el Premio Nacional de Artes en la rama de pintura y fue  miembro numerario de la Academia de Artes, entre otros muchos reconocimientos; además, en aquel entonces, la vocación de ese museo era exhibir la producción plástica de los grandes pintores y muralistas de la llamada Escuela Mexicana de Pintura. Conforme fui avanzando esta investigación se despejaron muchas incógnitas con respecto al valor y trascendencia plásticos de González Camarena.

 

El artista

Durante la década de 1940, en México empezaron a cobrar importancia los pintores denominados segunda generación de muralistas ―a la cual pertenecía González Camarena―, nacidos entre 1904 y 1923. Algunos de ellos se dieron a la tarea de buscar y desarrollar estilos personales, la mayoría de acuerdo con los postulados fundamentales del muralismo; es decir, plasmando en sus obras el espíritu de la época revolucionaria, una reflexión sobre la historia de nuestro país, el pasado prehispánico, la realidad social del momento, entre otros; una expresión pública para que el pueblo de México tomara conciencia de su situación, elementos que conformarían la estructura del nacionalismo. Otros artistas practicaron una síntesis de diferentes discursos plásticos y otros más se propusieron trascender lo que se había hecho en el muralismo. Los artistas se alejaron de lo establecido y marcaron una ruptura con respecto a un arte de mensaje comprometido con una ideología determinada. Con respecto a esto último, González Camarena enriqueció la pintura mexicana, pues en su obra incluyó temas civiles, cotidianos, alegóricos y filosóficos, pero desprovistos de cualquier referencia obligada de índole política.

Autor de 26 murales, también fue escultor, ilustrador, dibujante, ensayista literario y creador de una vasta obra de caballete.  Puso en tela de juicio el uso y abuso del realismo social y desarrolló un discurso plástico personal. Estaba convencido de que los pintores mexicanos debían esforzarse en desarrollar un arte propio, fundamentándose en tres puntos esenciales: conocimiento de la historia de México, su representación en las obras y monumentalidad y multiplicidad en las técnicas, y uso de colores. Su propia obra está plena de simbolismos, aunada a una gran riqueza cromática. Sin pretenderlo, hemos estado en contacto cotidiano con la obra de este ilustre pintor, pues las reproducciones de dos de sus obras fueron hasta hace unos años símbolos de la enseñanza y la economía de México: La patria ilustró durante más de 30 años la cubierta de los libros de texto gratuito, y el mural La fusión de dos culturas fue reproducido en los billetes de 50 mil pesos.

A lo largo de su trayectoria artística obtuvo varios premios y reconocimientos: en 1964 el gobierno del estado de Jalisco le otorgó la presea José Clemente Orozco, y también un reconocimiento al ser declarado 1964 el Año de las Artes Plásticas; en 1967 recibió por parte de la República italiana la condecoración de alto grado denominada “Orden al mérito en grado de comendador”; en 1970 obtuvo el Premio Nacional de Artes en la rama de pintura. Asimismo, recibió varios galardones en el Salón Anual de Pintura del Salón de la Plástica Mexicana, al igual que en el Primer Salón Nacional de Pintura, ambos organizados por el INBA.

Interesado en la difusión y preservación de la cultura, el muralista formó parte de diversas asociaciones e instituciones: Sociedad para el Impulso de las Artes Plásticas, Comité Pro-defensa y Restauración del Castillo de San Juan de Ulúa en el Puerto de Veracruz, Creación de Arte, A. C. de Monterrey, Comisión Oficial de Pintura Mural (INBA), Seminario de Cultura Mexicana, Academia de Artes y Asociación Mexicana de Artes Plásticas, A. C.

 

La curaduría

En 1993 tuve una reunión con la entonces coordinadora nacional de Artes Plásticas del INBA, Miriam Molina, para proponerle la curaduría de la obra del muralista para el Museo del Palacio de Bellas Artes; coincidentemente, tiempo atrás, los hijos del muralista habían solicitado un espacio para mostrar la obra de su padre. Me puse en contacto con ellos: Marcel, Jorge, Alfredo y Gabriela González Camarena Saint-Leu, con quienes me reuní por más de dos años para revisar, recopilar y reproducir el material hemerográfico y fotográfico de sus archivos, además de sostener una serie de pláticas acerca de la vida, la obra y los coleccionistas del artista; aunado a lo anterior, y gracias al archivo ya existente en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), se estructuró un completo registro fotográfico de obra de caballete, mural y escultura, así como una iconografía personal del artista y una amplia selección catalográfica. Actualmente, este fondo de autor se encuentra resguardado en los Fondos Especiales de la Biblioteca de las Artes del Centro Nacional de las Artes.

Se logró contactar a una gran cantidad de coleccionistas de la obra de González Camarena, tanto particulares como institucionales, atendiendo a los temas que el muralista desarrolló durante su trayectoria plástica. Este fue el primer paso para estructurar un guión museográfico que permitiera al público un reencuentro con y una revaloración de la producción plástica del muralista.

Para dicho guión se realizó una subdivisión por bloques temáticos que trató el artista, como historia y nacionalidad mexicanas o la mitología prehispánica y la religión cristiana. En muchas de estas obras trabajó la imagen de la mujer a través de Victoria Dorantes, modelo que para él representaba fisonómicamente a la población femenina mexicana, como se puede advertir, por ejemplo, en La Patria. Otra constante en González Camarena fueron los paisajes: las piedras que incluyó en ellos son porosas, semejantes a la pómez, plasmadas tanto en su obra de caballete como en sus murales y constituyen un detalle distintivo en el artista. La figura del diablo fue habitante recurrente en los lienzos del pintor para transmitir los males en los cuales podría incurrir el ser humano; en algunas ocasiones lo utilizaba con cierto humorismo y en otras con mucha profundidad y observación. También realizó ilustraciones para diferentes revistas de empresas cementeras, así como retratos que realizó a personalidades del medio artístico-cultural y político, en los cuales captó perfectamente la psicología de cada personaje e hizo sobresalir sus rasgos característicos. Este enfoque temático se pudo establecer gracias a la información y documentación obtenida durante los dos años de colaboración con los hijos del muralista. El responsable de la museografía fue José Antonio González Cabiedes, coordinador de exposiciones del Museo del Palacio, quien logró un montaje didáctico y ágil para el espectador.

En el transcurso de la curaduría de la exposición me fue posible escribir un libro sobre la vida y obra del artista titulado Jorge González Camarena. Universo plástico,(1) gracias a la intervención del ingeniero Marcel González Camarena y al material fotográfico que facilitó para ilustrar la publicación, así como al archivo del Cenidiap. La introducción estuvo a cargo de quien fuera director general del INBA de 1954 a 1958, Miguel Álvarez Acosta, quien desafortunadamente falleció al poco tiempo, pero dejó constancia de su apreciación y valoración por la obra del muralista. De igual forma, coordiné el contenido del catálogo para la exposición homenaje, con un texto escrito por Elisa García Barragán, directora en ese entonces del Museo Nacional de San Carlos, y una semblanza elaborada por mí; además, incluí una cronología, una antología de textos sobre la obra del artista y una amplia bibliografía.

A unos días de la inauguración se llevó a cabo una rueda de prensa en el área de murales del Palacio de Bellas Artes. Asistimos la doctora García Barragán, Agustín Arteaga,(2) entonces director del Museo del Palacio de Bellas Artes, y yo. Arteaga declaró que “auguro que ver la obra de González Camarena significa no solo un gran placer, sino un reencuentro con nuestra historia y con nuestro ser mexicano”. A su vez, García Barragán afirmó que:

es uno de los grandes pintores y muralistas de este siglo; como muralista, siguió una ruta diferente para la elaboración de los mismos, un humanista, un profundo conocedor de la historia, profundamente nacionalista, y aun más, americanista. Dejó una iconografía nueva y una novedosa manera de pintar. Jorge González Camarena en su relato plástico de la historia, en su planteamiento de la misma, aprehendió el bagaje espiritual de nuestra raza consiguiendo con su estilo plasmar en los muros el espejo claro en el que México queda retratado.(3)

Por mi parte, expliqué a la prensa la importancia del muralista en la historia del arte mexicano, y que se trataba de la primera muestra homenaje de esa magnitud después del fallecimiento del maestro. El artista representó en mi trayectoria como investigadora del Cenidiap una parte muy importante, ya que logré un estudio exhaustivo (aunque todavía en torno a González Camarena falta mucho más por investigar) con resultados que permitieron la realización de la muestra y del guión museográfico, entre otras cosas.

 

La inauguración

Antes de la apertura de la exhibición se proyectó en la Sala Manuel M. Ponce un documental dedicado a la vida y obra del artista, realizado por su hijo mayor, Marcel, con una duración de cincuenta minutos. Se presentaron imágenes y las obras desde que el pintor era estudiante, así como ejemplos y significados de los murales más importantes. La parte emotiva del video fue una composición musical inédita, interpretada al organillo por el muralista. Resultaron muy interesantes los testimonios de Roberto Montenegro y Juan O'Gorman, entre otros, en un programa televisivo conducido por el locutor Paco Malgesto; la narración fue hecha por Pedro Ferriz Santacruz.

Como marco de la inauguración de la muestra se encontraba la escultura monumental Xóchitl de 1956; la apertura estuvo a cargo de Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, acompañado por el director del INBA, Gerardo Estrada, y el director del Museo, Agustín Arteaga. Tovar afirmó que “tal vez, la figura de González Camarena sea poco conocida, poco valorada. Pero en la presente muestra tiene un justo reconocimiento al talento, a la vocación, y sobre todo, a un momento de la plástica mexicana. Esta muestra representa un homenaje a un artista plástico que definiera el sentido último de su obra por el afán de contribuir a hacer del arte mexicano una aportación a la cultura universal”.(4)

La importancia del homenaje trascendió más allá del ámbito cultural del INBA, ya que en los tres meses que permaneció la exhibición, la Sala Nacional del museo recibió una copiosa cantidad de público en general ansioso por reconocer y reconocerse en las diferentes temáticas de la producción plástica del muralista, como por ejemplo la concepción del legado de la Revolución mexicana, la cual el artista la consideraba muerta desde su inicio, porque en realidad nunca hizo justicia a los más desposeídos. O bien, refrendar la nacionalidad mexicana plasmada por el autor en un enorme águila, o en el choque de dos culturas que a fin de cuentas se fusionaron entre ellas y con otras más. El pueblo prehispánico fue subyugado por extraños, pero su grandeza fue más allá de lo físico, porque perduró en lo espiritual y en la esencia misma del mexicano actual.

Tanto la Sala Manuel M. Ponce como la Sala Nacional estaban abarrotadas, al grado que había público haciendo fila desde el pórtico del Palacio de Bellas Artes, lo que demostró la importancia del artista. Esta afluencia de público se logró gracias al planteamiento del guión museográfico, cuya división temática permitió una mejor empatía entre el espectador y los temas relevantes en la producción plástica del muralista; un reencuentro emotivo como señalé.

En la Sala Nacional se exhibieron 82 obras, en su mayoría de caballete, algunas esculturas y una recreación del conjunto Niños sobre la barda de 1952, que González Camarena realizara para la guardería de la entonces Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y del cuale sólo se conservan copias en yeso y tres dibujos.

Considero que su valor como pintor no sólo es incuestionable, sino que su producción artística transmitió sensualidad y fuerza, trasladó su gran conocimiento plástico, técnico y cultural a las telas, al papel, a los muros y a la piedra, y comprometió su vida con el arte.(5) Ese legado plástico forma parte de los parámetros culturales de nuestro país: la exposición mostró la gran dimensión del muralista como creador plástico y como ser humano.

 

Notas

1. María Teresa Favela Fierro, Jorge González Camarena. Universo Plástico, México, Democracia Ediciones, 1995.

2. A pesar que el entonces coordinador de la Dirección de Artes Plásticas y director del Museo del Palacio de Bellas Artes, Agustín Arteaga, se había opuesto a la realización de esta exposición, finalmente aceptó el enorme valor del muralista.

3. Elisa García Barragán, “Un insólito estilo de congregaciones”, Catálogo de la exposición Jorge González Camarena. Antología, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, Museo del Palacio de Bellas Artes, Sala Nacional, abril-junio de 1996, p. 29.

4. Rafael Tovar y de Teresa, “Proemio”, ibidem, p. 7.

5. María Teresa Favela Fierro, “Semblanza”, ibidem, p. 75.

 

 

 

 

Jorge González Camarena. Antología, exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes, abril-junio de 1996.

Jorge González Camarena, La pareja, 1964.

Jorge González Camarena, Malinalli, 1979.

María Teresa Favela, inauguración de la muestra Jorge González Camarena. Antología, Museo del Palacio de Bellas Artes, 1996.