D I V E R S A L I B R A R I A • • • • • •
 


Horacio Sánchez Sánchez
• Arquitectura, la teoría y la práctica • México, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco,
2010, 607 pp.
 

 

Teoría y práctica de la
composición arquitectónica


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MARTA OLIVARES CORREA MAESTRA EN ARQUITECTURA
Investigadora del Cenidiap
cantalapiedra@prodigy.net.mx



 

La Universidad Autónoma Metropolitana editó en 1996 Temas de composición arquitectónica, en 2006 Vivienda y la ciudad de México y en 2010 Arquitectura, la teoría y la práctica de Horacio Sánchez Sánchez (ciudad de México, 1946). Los tres libros conforman un corpus analítico sobre la composición arquitectónica.

El tercero fue realizado tras años de investigación y compilación de material histórico, teórico y gráfico. Con dicha información Sánchez Sánchez, desde muy diversos enfoques, efectúa el análisis de obras paradigmáticas de la arquitectura. Uno de sus principales objetivos es que el lector no especializado conozca la complejidad que encierra la composición de los edificios y los procesos que realiza el arquitecto para poder diseñar. Asimismo, analiza aspectos como composición, ritmo, armonía, función, etcétera, que no deben olvidarse para crear una buena obra arquitectónica.

A Sánchez no le falta rigor en sus planteamientos centrales y la bibliografía es pertinente. Al proponer la necesidad de abordar el fenómeno compositivo con una aproximación al ámbito subjetivo, que es donde se genera el conocimiento y el modo en que se utiliza y difunde, nos invita a la reflexión con base en la teoría constructivista del ruso Lev Vygotsky, cuyos planteamientos teóricos son muy importantes para la psicología del aprendizaje y para la psicología histórico-cultural. Su propuesta se centra en la idea de que es posible explicar el desarrollo humano en términos de la interacción social, dependiente de los instrumentos culturales que pertenecen a la sociedad, los cuales se aprenden a través de la interacción social y el aprendizaje. Este último es gradual y se enriquece conforme pasan los años y el niño llega a ser adulto. Pero también plantea que la inteligencia se desarrolla gracias a herramientas psicológicas como memoria, asociación, intuición, comparación, deducción, etcétera, que permiten al pensamiento abstracto reforzarse con la práctica.

Sánchez Sánchez nos recuerda que el aprendizaje de la arquitectura, inevitablemente, requiere de la imitación, copia y reproducción de lo que otros creadores han hecho. Por eso en literatura se habla de genotextos y genotipos y, antes que transformar, primero es necesario conservar el conocimiento existente para luego intentar trascender, superar e innovar, estimulando en el aprendiz la capacidad para encontrar, identificar, confrontar, elegir y sintetizar. Aunado a lo anterior, el futuro arquitecto deberá aprender diferentes áreas de conocimiento para formular hipótesis, analizar y diagnosticar un problema y proponer una solución. Dentro de todo ese cúmulo de saberes y prácticas, para el autor sobresale, como algo imprescindible, el aprendizaje de la expresión gráfica porque, ciertamente, uno de los recursos del arte es reelaborar la realidad, pero a diferencia de otras artes, la arquitectura constituye y construye la realidad misma.

Así, el libro tiene entre sus objetivos la reflexión sobre el proceso de creación, sin olvidar que ésta no deja de estar inmersa en un conjunto de ideas y representaciones que se califican como ideología, la cual aparece en el momento en que se proyecta e influye en el resultado. Esta predeterminación de las ideas sin cuestionamiento crítico alguno, en ocasiones, sino es que casi siempre, ha llevado a que las sociedades hayan tenido que pagar un alto precio por ello. No fue gratuito que Marx insistiera mucho en que no era la conciencia la que determinaba el Ser social, sino más bien el Ser social es quien determinaba la conciencia. Asimismo, Sánchez indaga las circunstancias que forman las variables de los temas de composición y las diferentes teorías que lo originan y que configuran el pensamiento arquitectónico moderno y que inciden en nuestro actual mundo globalizado. Esto es, escudriña las transformaciones que hoy sufre el espacio rígido neoplatónico al flexible propiciado por lo que algunos califican como una “modernidad líquida” (una sociedad del deshecho en donde prácticamente todo fluye y se mueve en relación con la ganancia), en función de los avances tecnológicos y científicos, sin dejar de enfatizar en la determinación que en ellos ejerce el capital. Las demostraciones de sus hipótesis las realiza al analizar las obras mediante un proceso de desconstrucción, acercándose a lo conceptual y lo visible de los discursos, además de explorar la contribución de la historia en la formación teórica y práctica de la arquitectura.

Es cierto que el texto pareciera eludir la historia diacrónica por la sincrónica, pero su preocupación no es hacer una obra histórica, sino más bien extraer del estudio de casos urbanos, edificios o de paisaje ejemplos que permitan aclarar y comprender mejor el proceso proyectual. Sin dejar de insistir que él está vinculado a lo socio-político y económico, puesto que quien diseña está inmerso en su tiempo y, como consecuencia, su obra tiene siempre una fuerte determinación contextual. Por lo mismo, el creador tiene una enorme responsabilidad moral ante ella. Sin embargo, aunque pudiera parecer paradójico, este libro también es una historia; mejor, una parte de la historia arquitectónica perteneciente a la moderna sociedad capitalista  

Así, el autor busca dialogar con Filippo Brunelleschi, Leonardo da Vinci, Antonio da Sangallo el joven, Francesco Borromini, Francisco Antonio Guerrero y Torres, Louis Durand, Frank Lloyd Wright, Ludwing Mies Van der Rohe, Le Corbusier, Juan O´Gorman, Enrique del Moral, Luis Kahn, Alvar Aalto, James Stirling, Aldo Rossi, por mencionar algunos.
 
Este diálogo sirve de motivo para comentar los diversos aspectos que se deben considerar para poder lograr una obra de arte arquitectónica. Estos análisis se realizan contraponiendo dos paradigmas de la historia de la arquitectura, como es el caso de Frank Gehry en el Museo Guggenheim Bilbao (1997) y el de Alvaro Siza con el Centro Galego de Arte Contemporánea (1993), en el que demuestra cómo es que cada creador realiza la prefiguración del proyecto, las condicionantes socioeconómicas, técnicas y propiamente del programa, que fue necesario tomar en cuenta para realizar la obra. Es por ello que decimos que se entabla un diálogo sumamente fructífero y enriquecedor pues nos permite conocer la complejidad del desarrollo proyectual.

También es de resaltar el estudio de las manifestaciones artísticas neoplatónicas del Renacimiento, inspirado en las propuestas de la Escuela de Venecia en la que participaron autores de la talla de Leonardo Benevolo y Manfredo Tafuri, además de la invitación que nos incita al análisis arquitectónico de una manera objetiva y con argumentos lógicos.

Pensar y repensar cómo se constituye “la fábrica de la realidad arquitectónica” es urgente. El examen, análisis, revisión, parte de lo complejo a lo sencillo y viceversa, es decir, nos indica que debemos considerar la mínima expresión, como puede serlo una vivienda, pasando por obras clásicas o clave, hasta llegar a los concursos de hitos y fraudes expresivos demasiado comunes en el llamado posmodernismo donde lo importante es la forma, el aspecto que quiere ser espectacular y olvida siempre las necesidades del usuario. Así, el recorrido al que cordialmente nos convoca el autor resulta intenso y concreto, y la prolija variedad de ejemplos nos permite tomar el pulso de lo que ha ocurrido y ocurre hasta el presente.

Un punto álgido del texto que comentamos es el problema que implica la promesa de querer hablar acerca de un periodo histórico prolongado, como la modernidad y la posmodernidad, cuyo análisis implica no sólo fisuras sino también vacíos dados por la extensión que tales momentos comprenden. No obstante, nos encontramos con la evidencia que enseña que es inevitable dejar siempre “algo” sin incluir, y cuáles pueden ser los creadores más idóneos de analizar en tan titánica travesía pletórica de riquezas. Señalamos esto porque toda elección de ejemplos, sin excepción, genera desequilibrios y remarca la dificultad selectiva que se tiene en los recuentos críticos de la producción arquitectónica.

Sánchez Sánchez también acierta en el seguimiento del uso del espacio, de la geometría y del orden, que al examinarlos y contrastarlos desarrolla una pugna entre ellos y lo lleva a cuestionar los diversos discursos en consonancia con los distintos momentos de la historia, lo que inevitablemente genera estéticas insólitas y discursivas que provocan la deconstrucción del espacio, la fractura de la geometría y la ruptura del orden.

No es posible hablar de todos los tópicos incluidos en el libro; por ello que invitamos a su lectura, ciertamente difícil pues exige lectores atentos y activos, pero la riqueza de los temas y los diferentes análisis allí vertidos recompensan ampliamente y, lo mejor, conminan a seguir indagando y profundizando en las diversas materias tratados. Ciertamente es un texto ambicioso en objetivos y alcances, pues abarca desde el Renacimiento hasta nuestros días, pero en nuestro ámbito nacional hace décadas que no habíamos tenido la oportunidad de disfrutar de un estudio que intentara esclarecer el proceso del proyecto arquitectónico con una intención didáctica.

Mención aparte merece la calidad del cuidado editorial, pero no nos sorprende pues este libro forma parte de una colección que ha ido demostrando lo que es editar con seriedad. Y es que a su cargo encontramos un grupo de correctores, diseñadores y artistas entusiastas y comprometidos. Además, como indispensable complemento, nos encontramos ante una acertada selección de imágenes e ilustraciones interiores realizada por Alejandro Colín Arriaga y Esmeralda Ordaz Montalvo que, además de reforzar el discurso del autor, permiten una lectura más comprensiva.

Recordemos una reflexión del escritor Lev Vygotsk que sintetiza uno de los motivos de este libro: “Es precisamente la actividad creadora del hombre la que hace de él un ser proyectado hacia el futuro, un ser que contribuye a crear y que modifica su presente”.(1) Esperamos que sea siempre así tanto individual como colectivamente.

 

Nota

1. Lev Vygotsky, La imaginación y el arte en la infancia, Akal, Madrid, 2009, p. 9.