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La conquista fílmica de los museos
Aunque algunos museos mexicanos son tildados de padecer “parsimonia institucional” y de trabajar con pasividad y letargo, hay recintos que intentan sacudirse el adormecimiento e incorporan actividades que les imprimen mayor dinamismo, para ofrecer propuestas atractivas al público que los visita.
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GABRIELA TORRES VIGIL
• LICENCIADA EN COMUNICACIÓN SOCIAL
gabyvigil@hotmail.com
Soy del tamaño de lo que veo
Fernando Pessoa
De acuerdo con Néstor García Canclini, México es el país latinoamericano que, dentro del ámbito de los museos, más ha avanzado en la conservación del patrimonio, la comunicación y la educación cultural.(1) Pero falta mucho por hacer. Hay museos que se mantienen en la dinámica del pasado, con guiones museográficos arcaicos, prácticamente nula adquisición de piezas(2) y
bodegas en condiciones deplorables; incluso algunos han sido
olvidados tanto por las instituciones como por los mismos visitantes.
La propia reflexión sobre el quehacer museístico se inserta, también, en este rosario de acciones pendientes.
Sin embargo, una luz se atisba al final de túnel, y
no se trata de un final sino de, a mi juicio, una sana renovación:
dos museos del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), con
acervos y perfiles opuestos entre sí, le están
apostando a la exhibición cinematográfica dentro
de sus recintos: el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) y el Museo
Nacional
de Arte (Munal). Se trata de un proyecto del que se desprenden
dos posibles lecturas: por un lado, estos museos orientan su
interés hacia la búsqueda de establecer nuevas
formas de alianza con el público, de ir a su encuentro
abriendo espacios alternos para construir diálogos; pero
también para dinamizarse, para dejar de ser asociados
con templos y panteones, como diría García Canclini.(3) Por
otro lado, se erigen como opciones de proyección cinematográfica
al conformar barras programáticas de gran calidad y ampliar
los circuitos de cine no comercial en el centro y sur de la ciudad
de México. Así, puede decirse que el Munal, ubicado
en el Centro Histórico, comparte público con la
Sociedad de Cine de Tlatelolco en el Centro Cultural Universitario
Tlatelolco;
mientras que en el sur, el MACG comparte audiencia con la Cineteca
Nacional.
Se hace camino al andar
En 1964 la ciudad de México ya contaba con un circuito
de aproximadamente cuarenta museos, algunos de reciente creación.(4) Sin
embargo, fue en la década de 1970 cuando en México
dio inicio la historia de la conquista fílmica
de los museos. El precedente lo marcó el Museo Nacional
de Antropología donde se proyectaron filmes del nuevo
cine alemán.(5)
Es interesante advertir que en México existen cineclubes
desde los años treinta del siglo XX. El primero data de
1931 y se formó como
filial de la Film Society de Londres y de la Ligue de Cineclubes
de París.(6) Al
parecer, en aquellos años México no estaba
tan alejado de las tendencias en boga en Europa, apenas llevaba
un rezago de diez años, pues en 1920 Louis Dullac había
fundando en París la primera asociación de amigos
del cine, a la que llamó Cineclub.(7) Sin
embargo, tendrían que pasar muchos años para que
en nuestro país el binomio cine-museo se afianzara.
En ese sentido, resulta perturbador, y a la vez aleccionador,
que por aquellos años la comunión entre el séptimo
arte y el museo ya se había cimentado en otros países.
Puede decirse que fue en Francia donde inició la historia
oficial de la introducción del cine en los museos, en
particular en 1925 cuando Henri Cluzot presentó películas
en el museo Galliera, mientras que Léon Moussinac preparó el
camino para la llegada del cine a la “Exposición
internacional de artes decorativas”.(8) Algunos
años después, en 1939, en el Museum of Modern
Art (MoMA) de Nueva York, se concibió la creación
de un departamento exclusivamente dedicado al cine.(9) En
el México del siglo XXI, en cambio, aún no se
ha abierto un área de este tipo en ningún museo,
y ni hablar del anunciado Museo del Cine Mexicano al que, por
lo menos en este sexenio, ya se le enterró sin siquiera
haber dado a luz. Hay que mencionar que un museo del cine no
es una
idea
nueva. De acuerdo con Manuel González Casanova, en 1955
se constituyó la Federación Mexicana de Cineclubes
que proponía, entre otras cosas, luchar por la fundación
de un Museo del Cine...(10) Cincuenta
y cinco años después, seguimos esperando dicho
espacio.
Museo de Arte Carrillo Gil, tradición fílmica
Poco más de tres décadas han pasado desde que
el Museo de Arte Carrillo Gil introdujo el cine dentro de su
recinto. Según se tiene registro en los documentos internos,
tres años después de su inauguración en
1974, es decir, en febrero de 1977, se proyectaba una película
los domingos a las 19 horas(11) como
parte del programa alterno a las actividades de esta institución.(12) En
julio de ese mismo año se organizaban ciclos como
el alusivo al cine alemán,(13) lo
cual es prueba del interés que rápidamente despertó en
el público. Como se advierte al revisar la información
disponible, al parecer los ciclos estaban conformados por documentales.
Es hasta julio de 1978 que se tienen registrados ciclos de cine
de ficción englobados bajo el título “La
Literatura en el cine”.(14)
Este cineclub, que saliera a la luz hace treintaitrés
años, sigue con vida y goza de buena salud. Si atendemos
los datos proporcionados por Carolina Alba, coordinadora de Estudio
Abierto del MACG, el Cineclub Revolución, llamado así desde
hace varios años, se ha posicionado en el gusto de la
gente, pues el promedio de asistentes por función es
de 20 a 25. Desde hace dos años la asociación civil
Circo 2.12,(15) fundada
por Paola Astorga, asumió la programación de este
circuito en respuesta a la invitación de Itala Schmelz,
actual directora del Carrillo Gil. De acuerdo con Alba, la decisión
de que la organización recayera en un grupo externo al
museo se debió a la falta de recursos internos, “sólo
generar el cineclub nos llevaría mucho tiempo”,
explica.
En Circo 2.12 están conscientes de que presentar la
imagen fílmica dentro de un museo posibilita la construcción
de espacios de discusión, como señala en entrevista
Arvin Avilés, director de Circo 2.12 desde julio de 2010
cuando Astorga asumió la dirección de la Cineteca
Nacional: “La base de este cineclub es buscar la reflexión
y el análisis sobre las cuestiones de actualidad y sobre
el mismo arte a través del cine. El hecho de que esté dentro
del museo permite esa apertura con el público”.
Por su ubicación y barra programática, es claro
que el MACG comparte público con la Cineteca Nacional.
Cabe señalar que incluso en el periodo de 2008 al 2010,
hubo ciclos que superaron a una desangelada Cineteca que bajo
la administración de Leonardo García Tsao, finales
de 2006-junio de 2010, tuvo algunos periodos de “oscurantismo”.(16)
El Cineclub Revolución está concebido como una
actividad complementaria a las desarrolladas dentro del museo,
por lo que se proyecta fuera de sus horarios normales. Aun así,
comenta Avilés que los temas y conceptos que se incluyen
en cada programación están íntimamente relacionados
con las exposiciones temporales. En cambio, para Alba, si bien
se procura que los ciclos se relacionen con las exposiciones,
el vínculo no siempre se da de manera directa. En este
caso, estarían más cerca del modelo del MoMA.
Definir el cineclub como un ente externo al museo conlleva
algunas reflexiones. Por un lado, el diálogo que se podría
establecer con la exposición en turno se diluye, pues
no hay un enlace físico con las muestras. La explicación
es sencilla: el horario. Las películas se proyectan los
martes a las 20 horas, a esa hora las puertas de las salas de
exhibición ya han sido cerradas. Para ligar las películas
con el guión curatorial de la exposición del momento
hay que ir otro día y en otro horario. Avilés
señala que de hecho el cineclub “no está diseñado
para recorrer el museo y ver la película, son actividades
independientes, están relacionadas en concepto pero no
tienen una secuencia entre uno y otro”. Por otro lado,
hay un gran acierto al diversificar los públicos. Hay
algunos que asisten sólo al cineclub, otros que visitan
tanto el museo como el cineclub, y hay quienes solo las exposiciones
despiertan su interés. “En los dos últimos
años ha crecido nuestro público y nuestra rejilla
de programación”, apunta Avilés, “y
todo tiene que ver con el público que asiste. El Carrillo
Gil es uno de nuestros espacios más fuertes, es un espacio
que la gente quiere mucho. Saben que hay calidad en la programación
y que habrá cafecito y debate”.
Munal, diálogo curatorial directo
Creado en 1982 bajo la batuta de Jorge Alberto Manrique, el
Museo Nacional de Arte ha tenido dos replanteamientos importantes
en su museografía y guión curatorial: en 1986 y
en 2000, este último cuando se concibió el proyecto
museológico
Munal 2000. El cuerpo de investigadores que conformaron el proyecto
(Fausto Ramírez, Jaime Cuadriello, Karen Cordero y Rita
Eder) estaba consciente de que éste no concluía
con la reinauguración
y el montaje de las propuestas, sino que obligaba a un ejercicio
continuo en el diseño de programas de exhibición,
publicaciones y de la evaluación y recepción del
público.(17) Dentro
de los propósitos estaba “dar cabida
al posible diálogo del arte contemporáneo vinculado
estética o temáticamente con su acervo”. En
ese sentido, la proyección cinematográfica dentro
del Munal deriva, a mi juicio, de esa apertura por ofrecer lecturas
paralelas y complementarias al guión histórico-artístico
que hubo desde el inicio.
De esta forma, en 2009, durante la gestión de Miguel Fernández Félix, surgió la idea de recuperar un espacio que estaba planeado como auditorio, pero que paulatinamente se fue utilizando como bodega, “con el objetivo de integrar el lenguaje de las imágenes en movimiento a la oferta del museo para mantener un diálogo franco entre la colección permanente y las exposiciones temporales con el cine”, comenta Juan Solís, responsable del proyecto de cine.(18) Así, se hicieron las adecuaciones al recinto con el objetivo de dedicarlo a la exhibición cinematográfica. Las aportaciones vinieron del Patronato y del INBA, y se creó un Consejo Académico integrado por Andrés de Luna, Rafael Aviña, Álvaro Vázquez Mantecón, Julia Tuñón, José Ramón Mikelajáuregui, Sergio Raúl Arroyo y Francisco Gaytán, que asesoró tanto la adecuación como la planeación de la programación. El auditorio, insonorizado y con capacidad para noventa personas, fue diseñado para albergar dos proyectores de 35 mm y video digital, y se inauguró en enero de 2010 bajo el nombre de Adolfo Best Maugard.
El Museo del Louvre y el Museo del Prado fueron los modelos
en los que se inspiró el proyecto. No obstante que el
Prado se asemeja más al del Munal porque no tienen colección
cinematográfica y porque su vocación es el arte
clásico, explica Solís, ambos museos tienen sitios
dedicados al cine que complementan sus exposiciones. La proyección
de cine dentro del Munal es un proyecto especial que no cuenta
con presupuesto, por lo que se han hecho alianzas con el Instituto
Mexicano de Cinematografía, la Filmoteca de la Universidad
Nacional Autónoma de México, Cinematográfica
Rodríguez, Cinemas Lumiere, Diana Films y Televisa. La
entrada es libre con el boleto de acceso al museo, de manera
que hasta el momento no es un proyecto autosustentable, pero
busca serlo a través de cursos como El cine y las
vanguardias organizado por Aurelio de los Reyes en 2010.
Sin duda, el horario y los días de proyección
alientan el interés por complementar la visita a la exposición
con la oportunidad de ver un filme: sábados y domingos
a las 12 y 16 horas, y en ocasiones extraordinarias a las 14
horas. Para completar la programación crearon ciclos
alternos relacionados con el Bicentenario de la Independencia
y el Centenario de la Revolución mexicana. Además,
fueron sede del Festival Short Shorts, que incluyó una
videoinstalación en la cafetería Trasbambalinas,
y le apuestan a la formación de públicos al incluir
programas infantiles de cortometraje y animación. Para
Solís, el objetivo de dialogar con las exposiciones se
ha cumplido cabalmente, como lo demuestran los ciclos El
cine que vio Fósforo, que complementó la exposición Alfonso
Reyes y los territorios del arte, o bien Ecos de las
vanguardias, que correspondió a la exposición Max
Ernst, entre otros. En algunas funciones se cuenta
con la presencia del director, de manera que se propicia el debate,
tal fue el caso de Juan Mora Catlett que acudió a platicar
sobre su filme Eréndira Ikikunari.
Es claro que el éxito de un proyecto no debe basarse sólo en criterios cuantitativos, hay otros de carácter cualitativo que permiten evaluarlo. Si bien Solís comenta que los resultados no han sido muy favorables en cuanto al número de asistentes, están conscientes de que su programación responde a las exposiciones, no a la búsqueda de una sala llena. “La mayoría de las personas que llegan al cine es porque van al museo, se enteran que hay función y tienen el tiempo. Aun así, hay un público ocasional que alentado por los conciertos que organiza el INBA los sábados y domingos, decide ir al cine.” Los resultados son prometedores, y para 2011 buscarán ampliar la oferta accediendo a una licencia que les permita proyectar cintas extranjeras de arte.
La simiente
A principios de la década de 1970, Duncan Cameron, director
del Museo de Brooklyn, señaló que los museos ocupan
dos extremos de un espectro: del “templo” al “foro”.
El dominio del coleccionismo en el siglo XIX, de los objetos
ubicados dentro del “templo”, ha sido desafiado
por aquellos que identifican a los museos como lugares
de debate público, compromiso y aprendizaje.
Hoy en día, el balance entre el museo como repositorio
de objetos y como espacio de aprendizaje está mirando
hacia atrás, hacia el antiguo foro, hacia lo que se conocía
en la antigua Grecia como “el lugar de las musas”,
donde la discusión y el debate eran la norma.(19)
Considero que el MACG y el Munal se encaminan hacia ese tipo
de museos, los que se orientan hacia la apertura de foros de
discusión
y reflexión. Cada uno se aproxima a la relación
cine-museo desde dos sentidos: con discursos fílmicos
complementarios, o bien paralelos a determinado guión
cuartorial. En el primer caso, permiten que los visitantes encuentren
puntos de
confluencia, de interconexión entre la imagen fílmica
y las exposiciones. En el segundo, hay más libertad en
la programación, lo que facilita la incorporación
no sólo de largometrajes, sino también de filmes experimentales
y videoclips, por lo que no se ciñen a festivales o a
los filmes de moda. Dentro del panorama cultural de la ciudad
de México concibo estas dos modalidades como necesarias
y no excluyentes. En ambos casos, los museos diversifican sus
servicios, propician nuevos encuentros y amplían el panorama
fílmico.
Considero que México se inserta en una
corriente mundial en la que los museos, por fin, asumen y reconocen
el papel que ocupa el cine dentro del ámbito artístico
tanto nacional como internacional. Se trata de una simiente que
esperamos algún día, de acuerdo con los tiempos
astronómicos de la maquinaria museística, dé frutos
bajo la creación de un área audiovisual dentro
de los museos y, además, en la forma de producción
de películas y proyectos relacionados con el cine, como
ya sucede en el Museo Reina Sofía, el Museo del Louvre,
el Museo d’Orsay y el Musée des Arts Premiers,
por ejemplo. Es verdad, aún falta un largo camino por
recorrer, pero queda claro que del dúo cine-museo todos
salen ganando, cinéfilos, público en general y
administradores de museos. El cine está conquistando a
los museos y los museos, en cierta forma, están reconquistando
a su público.
NOTAS
1. Néstor García Canclini. "Museos y público: Cómo democratizar
la cultura", en El
público como propuesta, México, INBA, Centro Nacional de Investigación,
Documentación e Información de Artes Plásticas, 1987, p. 53.
2. De acuerdo con la directora del Conaculta, Consuelo Sáizar,
de 1974 a 2008, es decir, en 34 años, se adquirieron catorce obras. En 2008
se compraron 54 obras y 49 fotografías, y fue hasta 2010 cuando la Cámara de
Diputados gestionó para
que se asignaran cien millones de pesos para la compra de aproximadamente mil
900 obras. Véase Fabiola Palapa Quijas. “Destinarán $100 millones para enriquecer
acervos del INBA”, La Jornada, 7 de septiembre de 2010. Disponible en http://www.jornada.unam.mx/2010/09/07/index.php?section=cultura&article=a04n1cul
3. Néstor García Canclini, op. cit., p. 53.
4. Francisco Reyes Palma, "Acción cultural y público de museos de arte en México (1910-1982)", en El
público como propuesta, op. cit., p. 33.
5. Programa Cine club Revolución, “El museo en las órbitas del cineclubismo”, marzo-abril, 2009, p. 1.
6. Manuel González Casanova, ¿Qué es un cine-club?, Dirección General de Difusión Cultural, Sección de Actividades Cinematográficas, México, UNAM, 1961, p. 11.
7. Ibidem, p. 10.
8. Programa Cine club Revolución, op. cit., p. 1.
9. Véase Historia del MoMA, http://www.moma.org/about/history
10. Manuel González Casanova, op. cit., p. 14.
11. Los horarios de las proyecciones fílmicas han variado mucho a lo largo de los años.
12. “El mundo cultural”, 4 de febrero de 1977. Esta es toda la información hemerográfica de la que actualmente se dispone en el MACG. Cabe señalar que en el archivo hemerográfico del museo, en la sección correspondiente a 1977, hay una nota de un periódico donde se menciona la proyección gratuita de filmes los domingos a las 16 horas, sin embargo no existen los datos hemerográficos de la fuente.
13. El Heraldo de México, 26 de julio de 1978.
14. Programa mensual del MACG, julio 1978.
15. Circo 2.12 está involucrado en otros proyectos como la Sociedad del Cine de Tlatelolco, el Cine club Condesa y el Cine club Sprockets, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).
16. Sobre todo en 2008, cuando replicó en su barra programática filmes proyectados en los complejos cinematográficos privados, además de la excesiva reiteración de determinados directores y películas que se exhibieron ad
nauseam. Un ejemplo es Déjame entrar (Thomas Alfredson, 2008), un filme de vampiros basado en la novela de John Ajvide Lindqvist, que en 2009 tuvo múltiples proyecciones: marzo, nueve días; septiembre, ocho días; diciembre, 24 días, y para rematar tres días en febrero y tres en marzo de 2010. Ver Programación de la Cineteca Nacional, números 290 al 30,1, 304, 310, 313, 315 y 316.
17. Claudia Barrón Aparicio, Rafael Sámano Roo, Proyecto
museológico Munal 2000, México, Munal, Memorias del Munal 2000, 2001, p. 70.
18. El 1 de marzo de 2011, Juan Solís dejó de laborar en
el Munal. Hasta la fecha no se ha designado un responsable del proyecto de
cine. Por el momento, la programación está a cargo del Departamento de Difusión.
19. Edward Porter Alexander, Mary Alexander, Museums in
motion: an introduction to the history and functions of museums, Estados Unidos, Rowman Altamira, 2008, p. 11.
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