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Feria de Arte y Antigüedades: pulso mercantil


El colapso financiero de finales de la década de 2000 ha provocado una aguda crisis económica en el ámbito mundial, cuyas repercusiones han alcanzado, en diferentes grados, distintos mercados y esferas de la economía, como la compra-venta de arte y antigüedades. A continuación la reseña de un caso paradigmático en México
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ANA GARDUÑO HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
xihuitl2@yahoo.com.mx



Para Liliana Giorguli, buscadora de tesoros antiguos.


Cronología mínima

Por iniciativa de un grupo de anticuarios mexicanos, y con el apoyo de coleccionistas privados, en cuatro ocasiones se ha llevado a cabo la Feria de Artes y Antigüedades, exposición-venta iniciada en 2001 dentro del XVII Festival del Centro Histórico de la ciudad de México.

Debido a la participación de cinco galerías francesas, españolas y estadunidenses, la primera edición se anunció como internacional: Feria Internacional de Arte y Antigüedades. La segunda, también hospedada en el Museo Franz Mayer, se presentó dos años después, lo que parecía indicar una periodicidad bienal. No obstante, transcurridos tres años se trasladó al Museo Casa de la Bola para su tercera edición, en 2006; es probable que por las limitantes espaciales que caracterizan a la casa-museo de la avenida Parque Lira en la ciudad de México haya sido necesario reducir el número de stands con relación a los desplegados en el recinto inaugural, por eso sólo en esa ocasión fue la sede. Finalmente, la cuarta muestra ocurrió en un espacio extramuseal: el Casino del Campo Marte.

En la clausura de la última edición, en junio de 2007, los organizadores anunciaron que a pesar de la corta tradición del evento éste dejaría el buscado ritmo bienal para materializarse anualmente. A pesar de tan optimista proclama no se realizó al año siguiente, ni dos años después, lo que hace pensar si se efectuará en forma trienal, como ocurrió en la tercera edición, o si el proyecto no continuará.

¿Cuáles son las razones de tal demora o probable cancelación? La crisis económica que empezó a percibirse en 2008, que atravesó por una fase aguda en 2009 y que continúa presente en 2010, puede ser una de las causas principales. Lo cierto es que a través de los medios masivos de comunicación no se han dado a conocer explicaciones ni fechas probables de producción de la quinta edición de la feria.

La relevancia de la cuestión es que no se trata de cualquier encuentro comercial especializado en piezas antiguas y artes aplicadas, o de un programa gestionado desde la infraestructura de una sola galería o por empeño de algún empresario-promotor aislado, sino que nació con bases sólidas y apoyos prestigiados, dado que tenía el aval de uno de los museos más reconocidos de su tipo en el ámbito nacional, además de que en el equipo de asesores se contaban los nombres de destacados promotores y comerciantes (como Alida de Ribeyro, Rodrigo Rivero Lake, Daniel Liebsohn, Concepción Amerlinck, Álvaro Conde Díaz Rubín y Mario Uvence)(1) que fungían como comité de apoyo a los directamente responsables, Florencia Riestra y Alfonso Bullé Goyri.(2)

Cabe mencionar que una feria de esta naturaleza —una exhibición-venta consensuada entre instituciones y agentes culturales que actúan no sólo a título individual, que no se limitan a reunir a vendedores con clientes potenciales— enfatiza la participación de especialistas encargados de descifrar y glosar las virtudes de los objetos ofertados tanto como de las ventajas de adquirirlos; es una práctica poco acostumbrada en el ámbito de la cultura y las artes en México. Salvo la feria de Saltillo, Coahuila, que en 2009 concretó su XV edición —Muestra Nacional e Internacional de Antigüedades y Arte—, no tengo noticias de la celebración de proyectos similares; lo que prevalece es el consabido mecanismo tradicional: las subastas y la venta permanente en casas especializadas.(3)

Ante este raquítico panorama, resultaba atractiva la propuesta de exhibir piezas provenientes de un promedio de treinta casas de antigüedades, en el marco de ciclos de conferencias, mesas redondas y presentaciones de libros, con temas selectos de historia del arte e historiografía del coleccionismo como ejes discursivos centrales. Reunir los aspectos empresariales y mercantiles con el arte y las antigüedades —en un recinto inaugural como el Museo Franz Mayer, que justamente debe su origen a la suma de estos factores— parecía augurar resultados halagüeños, aunque no sin polémica.(4) No obstante, en esta serie de cuatro ediciones, todo indica que la feria no cumplió las expectativas ni siquiera de los esforzados organizadores, convertidos en asociación civil ex profeso.(5)

Como en todo fenómeno cultural, es posible que hayan sido varias las causas de la actual suspensión. Algunas son de orden técnico, como la escasa difusión en los diferentes medios de comunicación, lo que se constata con una revisión detallada de las páginas de cultura y sociales de los principales diarios y revistas de circulación nacional; esto tuvo como consecuencia, entre otras, la raquítica asistencia a los eventos culturales paralelos a la exhibición-comercialización. Por ejemplo, en la primera feria de 2001, el auditorio del museo Franz Mayer se mantuvo semivacío durante el ciclo de conferencias, salvo en el caso de un sacerdote-conferencista que llegó acompañado por un entusiasta grupo de seguidoras.(6) No obstante, justo la programación de estas presentaciones contribuía a otorgarle un acento cultural a la feria sin que por ello disminuyera su aspecto comercial, lo que las ubicó entre las ofertas más propositivas e interesantes, gracias a las cuales el público interactuaba con especialistas de reconocida trayectoria.(7)

También obró en contra el hecho de que, en términos generales, la calidad de la oferta en cuanto a las piezas a subastarse no fuera tan elevada como se anunció, según comentarios reiterados de algunos de los visitantes no novatos. En la edición más reseñada por la prensa, la de 2001, el lote seleccionado para subastar —con obras en todo tipo de materiales: porcelana, cerámica, marfil, madera, textiles y óleos— prácticamente no se vendió, con lo que los propósitos altruistas de los organizadores de destinar un porcentaje de las ganancias para la restauración de la iglesia de la Virgen de Loreto, en especial sus vitrales, seguramente no lograron materializarse del todo. Peor aún, a la selección deficiente de piezas se sumó que los precios de salida fueron demasiado altos, según los reportes de la prensa. Las consecuencias fueron previsibles. De nada sirvió el viaje especial, procedente de Monterrey, de un grupo selecto de compradores potenciales.(8)

Por cierto, uno de los rasgos principales de la feria es su centralismo infraestructural, ya que durante las cuatro ediciones ocurridas entre 2001-2006, un porcentaje abrumador de casas de antigüedades tenía su sede en la ciudad de México, y fue hasta la última de ellas, en 2007, que los promotores destacaron la suscripción de algunos galeristas del interior del país.(9) El centralismo político tiene su equivalente en el centralismo cultural, y el comercio-exhibición de antigüedades no se sustrae de ello.

La deficiencia en el monto de las ventas en relación con lo proyectado, al parecer, fue un proceso que se revirtió progresivamente, al grado que ya en el último informe la directiva expresó su satisfacción por la mejoría de treinta por ciento en el volumen negociado, lo que sin duda constituyó un alivio para la siempre presionada comisión organizadora y su comité de asesores. Igualmente, se reportó una mejoría en cuanto a la cantidad de visitantes recibida; en este rubro, aunque es usual la resistencia a proporcionar cifras, y mucho menos a precisar, sólo en 2007 se reconoció que los visitantes fueron de tres mil a cuatro mil, cantidad mucho menor a los ocho mil esperados.(10)

 

Los booms del pasado

Los conflictos armados y sus consecuentes crisis político-económicas tienen obvias repercusiones en las posesiones privadas, muebles e inmuebles, de tal manera que entran en la circulación mercantil cantidades inusuales de objetos suntuarios. Durante el siglo XX, un acontecimiento generado en el ámbito de lo nacional, la Revolución iniciada en 1910, y dos guerras internacionales, la primera y segunda guerras mundiales, generaron periodos de auge en el mercado interno de antigüedades.

Como es sabido, durante las primeras décadas del régimen posrevolucionario los sectores que se habían arruinado con la Revolución se vieron obligados a vender el patrimonio heredado, y quienes los adquirían eran miembros de una burguesía de nuevo cuño que necesitaba rodearse de aquellos bienes que proporcionan estatus y prestigio. De hecho, el incremento en el interés por el arte, los objetos antiguos y las artes aplicadas en general, favoreció que los precios se mantuvieran al alza, produciendo el primer boom de las antigüedades. Eran los años de prosperidad en México. Quiero destacar que no sólo una nueva élite empresarial y comercial se aficionaba en el consumo de antigüedades —además de privilegiar sus adquisiciones de piezas en caballete o escultura de autores adscritos a la corriente oficial del arte, la entonces llamada escuela mexicana de pintura—, sino también lo hacía una ya no tan nueva clase política nacional. Otros auges del mercado ocurrieron en las fases posteriores a las guerras mundiales, dado que por las consabidas crisis económicas que vivió el continente europeo se pusieron a la venta lotes importantes de obras antiguas, algunas de las cuales tenían mucho tiempo de no circular. Fue en esos contextos que la repatriación de innumerables objetos mexicanos, que hasta ese momento se habían resguardado en colecciones europeas, se convirtió en una actividad loable de las galerías locales.

Es necesario apuntar que los anticuarios mexicanos forman una comunidad de profesionales que, en su calidad de agentes culturales, han contribuido a la preservación, difusión, consumo y circulación de aquellos bienes culturales que clasificamos como patrimonio, nacional y universal. Es un gremio sin duda polémico y heterogéneo, ya que se trata de una mezcla de comerciantes y amantes de objetos selectos que sobrevivieron a través del tiempo; porque su campo de acción se ubica entre el mercado y el arte, se perciben con la misma sospecha con la que en nuestro país tradicionalmente se observa al mecenas, al patrocinador, al coleccionista y al promotor cultural. Peor aún, los escándalos en los que desde siempre se han visto envueltos algunos de sus miembros más prominentes —por negociar piezas sabidamente robadas, por sus atribuciones autorales poco justificadas estéticamente, por formar parte del circuito del tráfico clandestino de obras con protección jurídica local o internacional, por emitir tendenciosos certificados en su calidad de valuadores y autentificadores, entre otras acciones de dudosa ética, moralidad y legalidad— han fomentado una “leyenda negra” (a veces bien merecida) del anticuariado mexicano.

Quiero enfatizar que una casa de antigüedades es siempre un negocio y que, independientemente del compromiso afectivo que el vendedor establezca con la pieza, lo que privilegia por encima de cualquier otra consideración es su función de mercancía. No obstante, el galerista y anticuario también cumplen una función socio-cultural ya que contribuyen a la formación del gusto de tal vez no amplios pero sí variados grupos sociales, en los que predomina, sin duda, el sector que posee el deseo por las antigüedades y el capital para invertir en ellas. Gracias al anticuario-intermediario, el objeto encuentra a su degustador y poseedor. Además, es preciso destacar el importante papel que desde el siglo XX hasta la fecha han desempeñado en la repatriación de miles de obras que en diferentes periodos salieron del país, sin olvidar que su mayor propósito es satisfacer el deseo local por poseer prestigiados bienes del pasado nacional, sobre todo objetos elegantes manufacturados en los siglos virreinales (XVI-XVIII); en forma paralela, los anticuarios realizan una verdadera labor de rescate patrimonial.

Para ser anticuario exitoso, entre otras habilidades y conocimientos, se necesita ampliar permanentemente los saberes sobre arte y artes aplicadas así como desarrollar una vasta experiencia comercial; al mismo tiempo, debe mantenerse alerta para descubrir piezas importantes, auténticas y/o especiales, a pesar de las capas de repintes o polvo que las recubra, así como detectar las oportunidades de consumar un buen negocio. Por supuesto, en nuestro país coexisten numerosos establecimientos con diversos niveles de especialización y con disímiles requisitos en cuanto a la calidad requerida para seleccionar las piezas por ofertar.

Como sabemos, atesorar piezas de una cultura diferente o anterior a la nuestra es una práctica que los seres humanos hemos efectuado desde siempre. Se les reverencia y adquiere muchas veces no para usarlas, sino para admirarlas, exhibirlas y, más aún, presumirlas. Ya sea que se trate de obras de arte o bienes culturales, la elección obedece a consideraciones tales como su antigüedad, materiales, la calidad de su manufactura, cualidades formales, rareza o belleza, firma o procedencia. Si bien uno de los famosos lemas del asturiano–mexicano Paco de la Granja —dueño de uno de los comercios más exitosos del siglo XX, Galerías La Granja— era “las cosas no valen por viejas, valen por buenas”, en realidad en ellas se buscan siempre referentes temporales. Más aún, de entre los objetos antiguos que se comercializan incesantemente, los de mayor demanda son, sin duda, aquellos bienes culturales de reconocido prestigio. Se desean porque son garantía de continuidad entre tiempos pretéritos y el presente. Porque sobrevivieron y lograron trascender su tiempo equivalen al pasado. Las certidumbres están en lo añejo: “El pasado nos provee de un marco de referencias para que reconozcamos el entorno y nos reconozcamos a nosotros mismos”.(11) Es por ello que cada pieza, solamente vieja o en definitiva antigua, personifica el pasado. Rastrear el objeto antiguo equivale a escudriñar el origen, los ancestros, individuales o colectivos, reales o imaginarios.

Por su sistemático contacto con las piezas, el anticuario tiene amplia ventaja sobre muchos historiadores de arte tradicionales que hacen de su objeto de estudio la biografía de los artistas o el periodo de factura de la pieza pero no a la obra en sí. En la novela La novia de Matisse, este fenómeno fue descrito a través de la figura de un emblemático profesor universitario, Carlos de Alvarado, a quien se le conmina a dictaminar sobre la originalidad de una pintura puesta a la venta, en apariencia realizada en el estilo plástico en el que se especializaba y del cual había escrito ya varios libros; en realidad su conocimiento era libresco y se encontraba imposibilitado para una evaluación tan comprometida, de tal manera que sólo con la discreta ayuda de un galerista, Michel Vedrano, estará en posibilidad de emitir un juicio:

¿Es auténtico? —preguntó de forma incisiva una de las personas que lo rodeaban.
Don Carlos de Alvarado evadió como pudo una respuesta directa, mientras con la mirada de complicidad reclamaba la ayuda de Michel Vedrano. En el fondo el catedrático estaba reconociendo la vieja teoría de Miguel Ángel: para entender de arte hay que tocarlo con las manos, trastearlo, comprarlo y venderlo, convivir con los cuadros, embalarlos, subirlos y bajarlos de las paredes, hacer el amor a su sombra e incluso falsificarlo [...]
El crítico cruzó los ojos con los de Vedrano y éste le hizo un gesto negativo con la cabeza. Una vez posesionado del secreto que le había transmitido el comerciante como una seña en el juego de cartas, el crítico tosió con cierta profundidad, se pellizcó la barbilla y finalmente sentenció:
—Este Ribera no me gusta.
—¿Es falso? —preguntó con asombró la marquesa.
—Esa palabra no hay que pronunciarla nunca —terció en seguida Vedrano.
—No me gusta, no me gusta —repitió don Carlos después de mirar de nuevo al marchante para cerciorarse.(12)

El conocimiento profundo del objeto antiguo, como se ve, no necesariamente proviene de la educación universitaria. De hecho, por tradición un anticuario se forma de manera autodidacta —porque en México aún no existen escuelas profesionales que impartan tal disciplina— y sólo las generaciones más recientes buscan realizar cursos en el exterior.

 

La feria... ¿continuará?

La iniciativa de crear y sostener una Feria Internacional de Arte y Antigüedades es un excelente mecanismo para fortalecer mercados, aunque para lograr que sea exitosa es necesario cuidar mucho más las estrategias de difusión para incrementar el poder de convocatoria. Por supuesto, se debe poner especial cuidado en el lote que se subastará, además de efectuar una mejor selección en las piezas que se ofertan en los diferentes stands. En el caso mexicano no existe algo semejante al comité de expertos que revisa las piezas a ofertarse en cada stand de la Feria Internacional de Arte y Antigüedades de Madrid (Feriarte), y que cuenta con la atribución de eliminar piezas de la lista de exhibición.(13)

En caso de realizarse, en la próxima edición de la feria de México será fundamental el intercambio de estrategias entre los funcionarios de museos públicos y los representantes de fundaciones privadas, así como el dialogo entre académicos y protagonistas de las distintas fases del proceso artístico y las antigüedades, desde el artista vendedor y subastador hasta el consumidor final, pasando por los múltiples intermediarios que validan y distribuyen las obras. Asimismo, será necesario garantizar un intercambio académico internacional, que incluya la asistencia participativa de públicos diversos, educados o en formación, para que el aporte testimonial de coleccionistas, galeristas y anticuarios pueda ser aprovechado cabalmente; es deseable que los investigadores colaboren no sólo mediante estudios de casos concretos, sino aspectos más generales, entre los que se encuentran la caracterización del mercado del arte y las antigüedades mexicanas, nacional e internacional, y las políticas estatales para el acrecentamiento de sus acervos, por adquisición o donación, en diferentes periodos históricos, así como la circulación y el consumo de dichas piezas, entre muchos otros temas específicos.

Los indicadores reportan que en los años iniciales del siglo XXI el mercado gozaba de buena salud. En 2006, en España se reportó un aumento del volumen del comercio de arte y antigüedades de treinta por ciento,(14) cifra similar a la reportada en 2007 en la feria de antigüedades mexicana. Esa buena fase del mercado se resume en la satisfacción de Rodolfo de la Cruz, anticuario del mercado de La Lagunilla, ubicado en el centro de la ciudad de México, quien en 2005 declaraba “que a él la crisis no le afecta: gana 500 pesos diarios vendiendo lo que para muchos es basura”.(15) Interesante sería preguntarle si en 2010 conserva el mismo optimismo o si la debacle originada en Estados Unidos y que afectó gravemente la dependiente economía mexicana desde 2008 sólo perjudicó en gran medida las transacciones comerciales de antigüedades prestigiadas y no el intercambio de “chácharas”.

Sin duda 2009 ni 2010 han sido años propicios para el difícil mercado de arte y antigüedades ya que, como es natural, del éxito económico de este tipo de ferias depende, en mucho, su continuidad. Dado que la actual es una crisis global, en uno de los países con mayores problemas económicos dentro de la Comunidad Europea, España, por ejemplo, el Gremio de Anticuarios de la Comunidad Valenciana decidió postergar la tradicional Feria Arte y Antigüedades que debía celebrarse en junio de 2009.(16) Claro, la diferencia es que en México no se informa de decisiones semejantes a través de los medios masivos de comunicación.

De esta forma, si en 2010 o después se materializa la hasta ahora pendiente quinta edición de la Feria de Arte y Antigüedades de la ciudad de México, su sola realización será un indicador de la mejora de las condiciones económicas y el éxito —en cuanto a transacciones comerciales que registre— proporcionará los datos necesarios para ayudar a conocer el pulso real del mercado. Mientras tanto, pareciera que los museos se convierten en refugio de los consumidores (virtuales o reales) de arte, según la declaración de una alta funcionaria de un museo en Nueva York: "La crisis nos afecta a todos pero está creciendo el número de visitas […] En malos tiempos, la gente necesita el arte más que nunca. Para el corazón y para el espíritu".(17)

 

NOTAS

1. En 2007 se anunció que en el citado comité se encontraban Soumaya Slim, Leonor Ortiz Monasterio, Guillermo Tovar, Juan Manuel Corrales, Carlos Corral, Juan Urquiaga y varios más. “Buscan internacionalizar la Feria de Arte y Antigüedades”, El Financiero, 11 de junio de 2007.

2. Desde 2001, Riestra fungió como directora general y Bullé como director adjunto de la feria. Carmen García Bermejo, “Anticuarios y artesanos”, El Financiero, 26 de marzo de 2001; Tania Gómez, “Organizan feria de antigüedades”, Reforma, 24 de febrero de 2001; Julieta Riveroll, “Inicia en México feria de antigüedades”, Reforma, 24 de mayo de 2006; Citlali N. Ibarra, “El tiempo es oro”, Reforma, 1 de junio de 2007; “Buscan internacionalizar la Feria de Arte y Antigüedades”, op. cit.; Nicolás H. Sánchez-Osorio, “La Feria de Antigüedades concluye mañana”, http://www.casasgente.com/Snobissimo/22_noviembre_2003 Nota: todas las páginas electrónicas aquí citadas fueron consultadas entre diciembre de 2009 y febrero de 2010.

3. Las subastas que han cobrado mayor visibilidad son las de Galerías Louis C. Morton y Rafael Matos Casa de Subastas, aunque existen algunas otras, como la Galería 10/10 de Esther Misrachi y Norman Bardavid. Véase, por ejemplo, el catálogo de la Subasta de antigüedades, Morton, Casa de subastas, 21 de enero de 2010. La clasificación de antigüedades se da a objetos con un mínimo cien años de facturados, excepto los estilos Art Nouveau y Art Decó.

4. El cambio de la sede inicial “se debió a cierta incomodidad generada por el hecho de promover comercialmente la venta de antigüedades dentro de un recinto museístico”. Germaine Gómez Haro, La IV Feria de Arte y Antigüedades de México”, La Jornada Semanal, columna Artes visuales, 24 de junio de 2007.

5. Dudo que se haya alcanzado uno de los objetivos reiterados: "Lo más importante de la Feria es crear nuevos coleccionistas y gente que se interese por la formación de grandes colecciones y museos", según declaró Alfonso Bullé. Citlali N. Ibarra, op. cit.

6. La temática del coleccionismo sí llenó tanto el auditorio Simón Bolívar como la sala conocida como “El Generalito” en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el contexto de la exposición Sigmund Freud coleccionista, que se presentó en 2000.

7. Durante la IV Feria, en 2007, el historiador José Ignacio Conde Cervantes dictó la conferencia "La heráldica en el arte. Los Condes de Santiago como mecenas"; además, se presentaron "El mito de las subastas" de Carolina Morales, "El retrato en México" de Daniel Liebsohn, "La historia del libro contada desde la casa de un anticuario" de Ángel Muñoz y "La beca Getty" de Teresa Calero. Además, en 2006 se instituyó La hora del expertizaje, en la que los expertos valuaban de manera gratuita piezas que les mostraban mediante fotografías.

8. Véase Angélica Ruiz,“Finaliza subasta de arte sin cumplir expectativas”, La Jornada, 1 abril 2001, p. 22a. Otros textos al respecto son: Claudia Silva. “Falta profesionalizar el mercado de antigüedades”, Milenio Diario, 27 de marzo de 2001, p. 47; Merry Mac Masters, “Restaurarán la iglesia de la Virgen de Loreto, en especial sus vitrales”, La Jornada, 30 marzo 2001, p. 7a.

9. Se enlistaron galeristas provenientes de Monterrey, Guadalajara, Saltillo, Guanajuato y San Cristóbal de las Casas. Fabiola Palapa Quijas, “Muebles y objetos varios en el Campo Marte”, La Jornada, 17 de mayo de 2007.

10. Los organizadores atribuyeron que no se alcanzó la cifra deseada de visitantes a que tuvieron "algunas dificultades, como los conciertos de Timbiriche y la lluvia". “Buscan internacionalizar la Feria de Arte y Antigüedades”, op. cit.

11. Joseph Ballart, El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso, Barcelona, Ariel Patrimonio, 2002, p. 43.

12. Manuel Vicent, La novia de Matisse, México, Alfaguara, 2000, pp. 156-157.

13. “La anticuaria de Madrid Christine Reiff reconoce que llegó […] a su stand de Feriarte con miedo ante la posibilidad de que el comité de expertos le hubiera retirado alguna pieza el día anterior. Reiff ha pasado sin problema el control de los 50 especialistas en pintura, escultura, muebles, artes decorativas, entre otras disciplinas, que previamente a la apertura de la feria se encargan de revisar las piezas expuestas para comprobar que la antigüedad, calidad y grado de restauración son los admitidos por el certamen”. Marisol Paul, “Obras de museo para decorar la casa”, Madrid, 25 de noviembre de 2006.
http://www.cincodias.com/articulo/Sentidos/Obras-museo-decorar-casa/20061125cdscdicst_2/cds5se/

14. Idem.

15. Othón Lara Klahr, “Chacharear en los tianguis, práctica atávica del chilango”, La Jornada, 3 de julio de 2005.

16. http://fotospara.lacoctelera.net/post/2009/06/27/antiguedades-anticuarios-antig-edades

17. “Arte en peligro por las hipotecas basura en EEUU”, 11 de octubre de 2008. http://www.pintacom.com/news_view.php?ID=288