R E M E M B R A N Z A • • • • • •
 


Autor desconocido, Antonio Castro Leal, s.f., plata sobre gelatina, Fondo Francisco Díaz de León.


 


Antonio Castro Leal:
75 años del Palacio de Bellas Artes


Antonio Castro Leal (San Luis Potosí 1896-ciudad de México 1981) fue el primer gran impulsor de las artes mexicanas tras la Revolución. Como director del Palacio de Bellas Artes le otorgó un espacio tanto a la plástica moderna como al arte prehispánico, la dramaturgia y la música; sin olvidar la edición de innumerables publicaciones sobre la cultura de México.

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LAURA GONZÁLEZ MATUTE HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
gomatla@yahoo.com.mx

 

 

El trabajo que Antonio Castro Leal realizó como jefe del Departamento Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública (hoy Dirección de Bellas Artes) desde septiembre de 1934 y las diversas actividades que promovió desde su nombramiento, constituyen un amplio abanico de propuestas culturales que el intelectual y funcionario impulsó a partir de la inauguración, en ese mismo año, del Palacio de Bellas Artes. Su actividad profesional enmarca, entre otros aspectos, haber contribuido a sentar las bases de la cultura moderna en México, ser integrante del grupo de los “siete sabios”, miembro del Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua, rector de la Universidad Nacional de México y embajador ante la UNESCO. Su amplio conocimiento y cercanía con la literatura dio como fruto que publicara, en 1914, la primera antología de poesía mexicana y se desempeñara como director de la Colección de escritores mexicanos de la editorial Porrúa.

A mediados de la década de 1930, el país atravesaba por una etapa de inestabilidad bajo el periodo del “maximato”, con la sucesión de varios Presidentes de la República. En 1934 Abelardo R. Rodríguez ocupaba el cargo y una de las prioridades en la política cultural de su gobierno fue terminar el Teatro Nacional, posteriormente llamado Palacio de Bellas Artes, cuya construcción había sido interrumpida en innumerables ocasiones. La tarea fue encomendada al ingeniero Alberto J. Pani en el año de 1932, quien, con el fin de culminar el proyecto arquitectónico, decidió apoyarse en el reconocido arquitecto Federico Mariscal.

 

Inauguración del recinto

El 29 de septiembre de 1934 abrió sus puertas el Teatro del Palacio de Bellas Artes y correspondió a Antonio Castro Leal pronunciar el discurso inaugural. Desde ese momento la imagen del recién nombrado director y su trascendente labor en el Instituto se hizo evidente. En su disertación de apertura, manifestó de manera clara y certera el pensamiento e ideología del momento, al exponer las reflexiones filosóficas en torno al arte, fundamentadas en el conocimiento estético que poseía: “[…] el arte es un medio educativo de enorme importancia, es tal vez la forma más alta y eficaz de educar porque llega al espíritu por los caminos que sólo el espíritu conoce”.(1) Se refirió, a su vez, a las diversas prácticas artísticas que se presentarían en el recinto; entre otras, el espectáculo teatral, subrayando su función social, al mismo tiempo que aludió a las colecciones pictóricas nacionales, sobre las que anotó que por primera vez se había impreso el catálogo de obra que albergaba la galería del Palacio.

Como parte medular en su discurso, hizo mención a tres acciones trascendentes que realizaría al inicio de su gestión: el montaje de la primera exposición de Escultura Mexicana Antigua, la apertura del Museo de Arte Popular y la inauguración de la muestra Las artes del libro. De esta manera, el director de Bellas Artes dio un giro inédito en la cultura mexicana, al ubicar en primer término las manifestaciones prehispánicas al lado de las obras maestras de la humanidad; en segundo lugar, en reconocer la imponderable importancia del arte popular y, finalmente, ofrecer un lugar de privilegio a las artes del libro. Para concluir, puntualizó que se había impuesto la tarea de “[…] organizar y abrir al público con su teatro, sus exposiciones, galerías y museos”.(2)

Con Antonio Castro Leal al frente del Palacio de Bellas Artes, se abrió por primera vez en México un espacio en el que se promovieron diversas manifestaciones artísticas: teatro, exposiciones, conferencias y conciertos, todas presentadas de manera reiterativa. El drama teatral, con la presentación de excelentes obras de la dramaturgia internacional, se puso en marcha desde la apertura del edificio. Las exposiciones, conferencias y conciertos de cámara se sucedieron de manera constante. Más adelante, las orquestas sinfónicas, bajo la batuta de directores nacionales y extranjeros, estuvieron presentes, así como las grandes compañías de ballet y los majestuosos montajes operísticos.  

El 1 de noviembre de 1934 la Compañía Dramática del Palacio presentó La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón. En la puesta en escena se contó con los máximos representantes del teatro en el país. Como director de escena y primer actor estuvo Alfredo Gómez de la Vega y como primera actriz María Teresa Montoya. La escenografía y vestuario recayeron en el escenógrafo Carlos González, de quien se comentó en el programa:

Entre los escenógrafos mexicanos más destacados: Montenegro, Fernández Ledesma, Castellanos, Lazo y otros, el nombre de Carlos González ocupa un lugar prominente, no sólo por la continuidad de su labor, sino por la posesión de una técnica que los demás casi desconocen. […] Carlos González la posee y puede, por ello, resolver los problemas que el escenario del Palacio de Bellas Artes —con sus enormes dimensiones— y la sala de espectadores —con sus atrevidas visuales— plantea.(3)

En el citado programa se aludía también a la parte musical que se desarrollaría en el recinto, al apuntar que contaría con la participación de “[…] la Orquesta Sinfónica, con dos directores mexicanos ya conocidos del público y con un distinguido director extranjero”.(4) Como antecedente a la presentación de la obra dramática se publicó, en el mes de septiembre, La verdad sospechosa dentro de la colección Biblioteca Dramática del Palacio de Bellas Artes.(5)

Un hecho altamente significativo para el engrandecimiento del Palacio fue la concreción de la invitación que recibieron los muralistas Diego Rivera y José Clemente Orozco para decorar los muros del segundo piso del edificio, conocido como “de galerías”. El primero plasmó el tema que había realizado en su mural recientemente destruido en el Rockefeller Center de Nueva York, El hombre controlador del universo o El hombre en la máquina del tiempo, mientras que el segundo llevó a cabo el monumental fresco La catarsis o La guerra, título sugerido, años más tarde, por Justino Fernández.

En cuanto a los espacios específicos destinados a teatro, a danza y música fueron ubicados en uno solo, los salones y las salas del edificio fueron utilizados para las artes plásticas, las conferencias y los conciertos de cámara. Bajo esta logística, Antonio Castro Leal supervisó los trabajos de instalación de las galerías, los museos, el programa de conferencias y los conciertos musicales. Así, el majestuoso edificio albergó al Museo de Artes Plásticas, Museo de Artes Populares e Industriales, salas de exposiciones temporales y una exposición del libro.(6)

 

Las galerías del museo

Sobre la obra pictórica, Castro Leal comentó en el discurso inaugural:

En el Palacio de Bellas Artes veréis que han quedado instaladas las colecciones pictóricas nacionales que formaban la galería de pintura de la Academia de San Carlos. En ambiente más apropiado podrá ver el público las obras con que cuenta nuestro Museo de Artes Plásticas. […] Hemos seleccionado de los cuadros de la Academia de San Carlos los más importantes […] En esta forma presentamos las galerías al público, ofreciéndole al mismo tiempo el primer catálogo que existe de las galerías, desde su fundación en el siglo XVIII.(7)

Poco después de inauguradas las salas de exposición, vieron la luz varios catálogos de pintura sobre las colecciones que albergaba el Museo: Catálogo de pinturas. Sección colonial, Pintura mexicana del siglo XIX, Pintura de las escuelas europeas, Ilustrado de pintura mexicana, Ilustrado de pintura europea y, finalmente, Ilustrado de arte popular. En una de las publicaciones se aclara que éstos “[…] habían sido encomendados a una comisión presidida por el señor don Manuel Toussaint, e integrada por los señores don Luis Cardoza y Aragón y don Xavier Villaurrutia”.(8) En cuanto al Catálogo de pinturas. Sección colonial se anotaba:

El grupo de pinturas coloniales que guarda nuestro Museo —sin duda el más importante en su género— no ha sido nunca sometido a un crítica severa, con mira a su clasificación y catalogación. Los ensayos hechos, como el de Mateo Herrera, se fundan en opiniones aceptadas sin discusión de los tratadistas, o, más precisamente, de don Bernardo Couto [...] Sería imperdonable que nuestra época no intentase renovar estos conocimientos, tanto en lo que se refiere a las informaciones históricas acerca de los artistas, como en la parte crítica de atribuciones de cuadros, […] se habían reconstruido las biografías de los artífices y se habían revisado las atribuciones dudosas. (9)

Se subrayaba, además, el hecho de que éste era el primer catálogo que se publicaba sobre la materia. Referente al Catálogo de pinturas. Sección europea, elaborado por Luis Cardoza y Aragón y Xavier Villaurrutia, fue organizado acorde con las escuelas europeas que mayormente habían influido en la pintura de la Nueva España. Por orden de importancia situaron en primer lugar a la escuela española y así, sucesivamente, a la italiana, la flamenca, la holandesa, la alemana, la francesa, la belga y, finalmente, la inglesa. En general, la mayoría de los cuadros provenían de la colección del ingeniero Alberto J. Pani, quien, en 1933, había vendido un lote de obra al gobierno mexicano. Así, la galería del Palacio se vio enriquecida con gran número de piezas que mostraban el desarrollo e influencias que la pintura mexicana había tenido.          

 

Arte prehispánico    

En relación con la valorización del arte prehispánico se preparó la exposición de Escultura Mexicana Antigua, primera en su género, y se mandó imprimir un catálogo con 139 imágenes, tanto de las obras expuestas como de aquellas que únicamente se había logrado adquirir la imagen fotográfica. Se incluía una breve introducción firmada por Castro Leal, en la que se aclaraba que la exposición se había montado con el fin de mostrar al público, fuera de un ambiente arqueológico, una selección de piezas escultóricas del México precortesiano. Al final de la presentación, además de agradecer al Museo Nacional de Arqueología, Etnografía e Historia (hoy Museo Nacional de Antropología e Historia), al estado de Puebla, a los coleccionistas y a Diego Rivera, Roberto Montenegro, Guillermo Toussaint y Manuel Álvarez Bravo el haber prestado obras de sus colecciones, también se hacía un reconocimiento al Museo Británico de Londres, al Museo del Indio Americano de Nueva York y al Museo de Filadelfia, por haber enviado fotografías de las piezas mexicanas que poseían.(10)

Se publicó un pequeño libro titulado Máscaras mayas. Veinte dibujos de piezas arcaicas, ilustrado por el artista Raúl Zapata Gómez, en el que se incluía un comentario de Antonio Mediz Bolio. En el ensayo se valoraba el origen maya del artista, al anotar que su dibujo mostraba “[…] la huella lejana pero indeleble del alma remota que se filtra en la suya por la luz del aire o por el sortilegio del ambiente”.(11) Sobre los dibujos se aclaraba que éstos provenían de “[…] los muros santos de Chichen Itzá, de Uxmal, de Labná […] documento de arte antiguo y a la vez la expresión plástica de una fantasía que es de hoy y que, a pesar de todo, vive en la potencia y en la gracia del ayer”.(12)

Todas estas ediciones fueron las primeras publicaciones que sobre arte prehispánico, colonial y europeo dio a conocer la editorial del Palacio de Bellas Artes, con el fin de revalorar la producción creativa de los antiguos mexicanos, los pintores de la Colonia y las obras europeas que influyeron a los artistas nacionales durante esa etapa.  

 

Conferencias

De la misma manera en que fue promovido el arte dramático y las colecciones pictóricas, también se sustentaron diversos ciclos de conferencias y se ejecutaron varios conciertos musicales. Entre las de mayor relevancia se puede mencionar la dictada por Julio Jiménez Rueda sobre Juan Ruiz de Alarcón, presentada el 9 de octubre de 1934 en la inauguración de la Sala de Conferencias y Conciertos del Palacio de Bellas Artes. El día 26 de octubre Genaro Fernández McGregor dio una plática sobre la obra de Salvador Díaz Mirón, y en noviembre, con motivo del XXIV aniversario de la Revolución , Xavier Icaza habló sobre la Revolución mexicana y la literatura. Estas conferencias fueron publicadas en varios cuadernillos.(13)

En un programa de mano, editado por el Palacio de Bellas Artes, se anunciaron, por otra parte, las conferencias del ingeniero Daniel Castañeda sobre La música y la Revolución mexicana, la de J. M. González de Mendoza sobre Las cuatro novelas de Sancho Polo, así como otra disertación sobre la Literatura y la Revolución mexicana, dictada por Rosendo Salazar. Se incluía la presentación del Cuarteo Clásico Nacional de Música de Cámara, con un repertorio de obras de Hyden, Ponce y Ravel.

El impulso que Antonio Castro Leal dio al arte prehispánico, a la plástica mexicana, a la dramaturgia, a la música, a las conferencias y a la edición de innumerables publicaciones sobre la cultura de México durante su gestión al frente del Palacio de Bellas Artes, redundó en el enriquecimiento de la vida artística y educativa de aquel momento, al imprimir un itinerario inédito en el discurrir artístico de la nación.  

 

Notas

1. “El Palacio de Bellas Artes y su trascendencia cultural”, El Universal, México, 29 de septiembre de 1934. Véase también Manuel Centeno, “Los museos de un palacio”, en Alejandrina Escudero (coord.), 70 Años de Artes Plásticas en el Palacio de Bellas Artes, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Instituto Nacional de Bellas Artes, 2004, pp. 114-120.

2. Ibidem, p. 119.

3. Julio Bracho, Carlos González y su escenografía para La verdad sospechosa, programa del Teatro del Palacio de Bellas Artes, jueves 1 de noviembre de 1934.

4. Idem.

5. Juan Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa, México, Biblioteca Dramática del Palacio de Bellas Artes/Imprenta Mundial, 1934.

6. Manuel Centeno, op. cit., p. 114.

7. Idem.
             
8. Museo Nacional de Artes Plásticas, Catálogo de pinturas. Sección europea, México, Ediciones del Palacio de Bellas Artes, 1934.

9. Catálogo de pinturas. Sección colonial, México, Ediciones del Palacio de Bellas Artes, 1934.

10. Exposición de escultura mexicana antigua, México, Ediciones del Palacio de Bellas Artes/Imprenta Mundial, 1934.

11. Raúl Zapata Gómez, Máscaras mayas. Veinte dibujos de piezas arcaicas, México, Ediciones del Palacio de Bellas Artes, 1934.

12. Idem.

13. Julio Jiménez Rueda, Juan Ruiz de Alarcón, México, Imprenta Mundial, 1934.
Genaro Fernández McGregor, Salvador Díaz Mirón, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1935. Xavier Icaza, La Revolución mexicana y la literatura, México, Imprenta Mundial, 1934.

 

 


Excélsior, 29 de septiembre de 1934.



Inauguración del Palacio de Bellas Artes, El Universal, 7 octubre de 1934.


La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón, escenificada en el Palacio de Bellas Artes, ciudad de México, en 1934.


Programa de mano de La verdad sospechosa, 1934.


Catálogo de pinturas. Sección colonial, México, Ediciones del Palacio de Bellas Artes, 1934.


Raúl Gomez Zapata, Máscaras mayas. Veinte dibujos de piezas arcaicas, México, Ediciones del Palacio de Bellas Artes, 1934.


Programa de mano, Cuarteto Clásico Nacional de Música de Cámara, 1934.


Palacio de Bellas Artes, ciudad de México, s/f.