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Transculturación. Referente de sentido
frente a la aculturación


En este artículo se analiza, desde América Latina y de acuerdo con la propuesta de transculturación(1) del cubano Fernando Ortiz, la complejidad de la cultura y la representación de los medios de comunicación en el marco de la globalización, así como el fenómeno de la aculturación(2) como rasgo de una “hegemonía cultural”(3) impuesta por el sistema neoliberal. El planteamiento es un intento de especialidad panorámica y no tautológica o purista, es decir, explicar la cultura desde diferentes perspectivas, más allá de fronteras disciplinares, y no la cultura definida desde la cultura.

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YANIN GUISANDE DORADO HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
yaninguisande@yahoo.com


En América Latina se han desarrollado teorías y estrategias adecuadas a su historia y la diversidad de identidades que la conforman; se ha forjado un pensamiento genuino del que los términos transculturación (Fernando Ortiz, 1940) y heterogeneidad (Cornejo Polar, 1994)(4) son referentes. Con lo transcultural se reconoce una compleja red que se sustenta en el cruce de procesos que confluyen entre sí, integrando un conjunto pero manteniendo resistencias y posiciones diversas. Se apunta así la importancia de lo heterogéneo y cambiante sobre lo homogéneo y estático. Ver la cultura por el sesgo de lo trans implica contextualizar los fenómenos culturales en sus muchos cortes transversales, implica también la obligatoriedad de observarse en los ojos del otro. De esta manera, con lo transcultural se fortalece un mecanismo de suspicacia hacia la cultura hegemónica dominante de pretensión monocultural, al mismo tiempo que se otorga un aspecto autocreativo para hacer frente a las diferentes problemáticas propias de la región.

 

Transculturación en Fernando Ortiz

Con la venia del lector, especialmente si es dado a los estudios sociológicos, nos permitiremos usar por primera vez el vocablo transculturación, a sabiendas de que es un neologismo. Y nos atrevemos a proponerlo para que en la terminología sociológica pueda sustituir, en gran parte al menos, al vocablo aculturación, cuyo uso se está extendiendo actualmente

Fernando Ortiz ,1940(5)


Parte de la importancia del concepto de transculturación radica en que al acuñarlo en 1940 el pensador cubano Fernando Ortiz (1881-1969) lo hizo trascendiendo la noción de aculturación (acculturation), concepto entonces en boga dentro de la antropología positivista europea para definir los efectos culturales en sus colonias. La aculturación era la idea de que la imposición cultural lograba desplazar gran parte de los imaginarios culturales originales, hasta el punto de neutralizarlos y sustituir su cultura por la del colonizador. En cambio, para explicar la identidad cubana y latinoamericana en el marco del colonialismo europeo, Ortiz propone la transculturación que nombra el proceso de resistencias y permeabilidades de una cultura, en sus prácticas y comportamientos, a la que se le había impuesto otra cultura. Para Ortiz la transculturación es un proceso complejo de transformaciones en el que suceden momentos de aculturación, deculturación y neoculturación; de pérdidas, reencuentros, selecciones e incorporaciones.(6) La transculturación son las “complejísimas transformaciones de culturas en lo económico, institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual, [y en la] vida”.(7) Implícitamente Ortiz nos está diciendo que a pesar de que la cultura pueda ser desconcertante en su complejidad, ésta aparece a partir del proceso de tres principios equivalentes al nacimiento, la muerte y la supervivencia, y que él observaba como aculturación, deculturación y neoculturación. En este sentido, la propuesta orticiana nos recuerda a Heráclito en tanto que lo único que permanece es el cambio: en el espacio de la cultura ese cambio es transformación con decisión, es decir, con autoconciencia.

Así, el gran mérito de Fernando Ortiz es establecer una reconstrucción general e incluso transtemporal del sistema de la cultura, al tiempo que evidencia lo falaz de una monocultura y su demanda homogénea. No menos importante es que al hacerlo dignifica o da sentido a la heterogeneidad y alteridades de una identidad emergente latinoamericana; levanta cabeza frente a imposiciones provenientes de la hegemonía colonial, trascendiendo el vicio dicotómico opresor-oprimido. "[...] en Cuba [...], como en pueblo alguno de América, su historia es una intensísima, complejísima e incesante transculturación de varias masas humanas, todas ellas en pasos de transición. El concepto de transculturación es cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y, por análogas razones, la de toda la América en general".(8)

 

Heterogeneidad en Antonio Cornejo Polar

El crítico literario Antonio Cornejo Polar (Perú, 1936) introduce otro importante concepto para definir la identidad latinoamericana: la heterogeneidad. Lo hace en contraposición crítica a otros intentos en los que incluye la transculturación y, aunque no demerita su propuesta, se equivoca al equiparar híbrido y mestizo con transculturación.(9) Híbrido y mestizo son adjetivos, accidentes, calificativos; el segundo es sustantivo pues nombra el proceso de la cultura en su sentido complejo y panorámico. La condición de heterogéneo precede a lo transcultural, pues para que haya un proceso de transculturación debe haber heterogeneidad, es decir, una situación de por lo menos dos agentes diferentes. A su vez, la transculturación puede devenir en la afirmación de la heterogeneidad.

 

Medios masivos de comunicación, hegemonía neoliberal y aculturación

En 1936, el filósofo alemán Walter Benjamin dejó contundentes observaciones(10) sobre cómo el nazismo utilizaba los medios de comunicación para adoctrinar persuadiendo con violencia y que en la industria cultural y en la estetización de la política de la propaganda había un interés por atacar dispersando.

En la década de 1970, mediante el terror de los golpes de Estado en América Latina, instrumentados por el gobierno usamericano, se comenzó a imponer formalmente el neoliberalismo;(11) con ello comenzó la globalización que con la caída del muro de Berlín obtendrá mayor alcance. En cierto sentido, en el año 2009 y desde México, hablar de “globalización” resulta un eufemismo; dialogando con el texto de Walter Benjamin, cuyas lecciones parecen hoy sentencias, bien podríamos adelantar que esa globalización es en realidad una hegemonía con tintes de ser una dictadura mundial del sistema capitalista en su versión purista, el neoliberalismo.(12) Es una dictadura porque históricamente y hasta nuestros días ese sistema se ha impuesto al margen o aniquilando la democracia y lo ha hecho con mayor violencia sobre aquella creciente mayoría, cada vez más pobre, que por la propia naturaleza del sistema no está destinada a sacar ventaja del procedimiento neoliberal. No es casual que actualmente en algunos países de la región se sigan masacrando comunidades de indígenas, como en el reciente caso de Perú, para despojarles sus tierras e imponer en ellas transnacionales petroleras, europeas y norteamericanas. Se asigna así el sistema neoliberal que se basa en la explotación indiscriminada de los recursos naturales aunado a la exacerbación del consumismo en los individuos.

La imposición del proyecto occidental capitalista mantiene una evidente continuidad con la Colonia, basta con notar que los recursos naturales contenidos en el territorio al que pertenecemos siguen siendo imprescindibles para que se mantenga ese sistema. Actualmente, y a diferencia de México, los países de UNASUR han comenzado a poner fin a esa relación colonial. Nuestro rezago hace que hablar de neocolonialismo en México resulte mayormente vigente pues es un país donde claramente se siguen imponiendo las normas del neoliberalismo.

Los medios de comunicación masiva son una herramienta de ideologización por excelencia. Cual propaganda, el sistema neoliberal los utiliza para adoctrinar y atraer adeptos, es decir, consumidores. Lo hace homogeneizando y hegemonizando la cultura. La hace homogénea porque se gestiona una cultura de un solo color, con pocos matices. Hegemónica porque ese color, presentado como el mejor y superior, coincide con el de quienes ostentan el poder. El centro de poder de las industrias culturales, que es el mismo de las finanzas y de la economía, tiene como sede original a Europa y Estados Unidos. De esta manera la hegemonía cultural tiene “rasgos” principalmente de estas zonas y triunfa cuando sus productos culturales convertidos en mercancía son consumidos.

El neoliberalismo se presenta como compatible con la democracia. Uno de los argumentos es que como consumidores “votamos” al comprar, que ahí tenemos una importante participación democrática y de libertad: en el mercado. Si por un lado el neoliberalismo prohíbe toda regulación o intervención en el mercado y con ello toda discusión en torno a cómo y qué se produce y vende, es evidente que lo que nos ofrece el mercado no es fruto de la pluralidad o de la inteligencia colectiva sino de las estrategias de maximización de ganancias de los productores. Además, ¿qué tanta diversidad puede ofrecer un monopolio? Si pensamos a la cultura convertida en una mercancía podemos deducir que el concepto de monopolio y monocultura tienen una raíz común. De ahí que suframos la invasión visual con paradigmas europeos o estadunidenses de los grandes espectaculares en las ciudades latinoamericanas y que la oferta cinematográfica sea en su mayoría procedente de Hollywood. El arte contemporáneo en la hegemonía cultural del capital es tan homogéneo ideológicamente como formalmente.

Como a principios del siglo XX con Fernando Ortiz, en estos albores del siglo XXI el proceso de aculturación vuelve a tener relevancia, ahora con la hegemonía cultural neoliberal. La aculturación es el fenómeno de recepción y asimilación pasiva, de una cultura a la que se le es impuesta otra; la aculturación sería la aceptación de la imposición sin resistencia, neutral o apáticamente. Centrada en la homogeneización, la aculturación propicia una identidad casi esquizofrénica, una pérdida de identidad nacional, de etnia, de clase y de realidad política. Los medios masivos, grandes promotores de aculturación, tienen un potente mecanismo persuasivo y violento dispuesto a retar e incluso a declinar a la mentalidad más crítica e inteligente, pues manipulan con principios esenciales como el deseo y la aceptación social. Así, controlan la capacidad del individuo de explicarse y entender el mundo que le rodea, logrando que asuma como “natural” o conveniente el sometimiento. Subliminalmente o no, la absorción de sus mensajes es fuerte y al alejarse de nuestra realidad contextual y de deseos genuinos generan procesos de ansiedad, autoenajenantes y de miseria emocional que mucho trastoca la construcción de identidad. Queda una sociedad desanimada, desorientada y fácilmente manipulable; se consigue, finalmente, individuos convertidos en dóciles consumidores. La aculturación es, plenamente, la neutralidad del elemento conflictivo; los medios masivos de comunicación educan cual ministerio de educación pública e imponen una determinada “estética cultural”. Con la compulsiva repetición de imágenes hegemonizantes borran el elemento de heterogeneidad, de alteridad y sus conflictos propios de raza, género, etnia y edad. Como ejemplos podemos mencionar los “rapers”, las mujeres estilizadas casi anoréxicas o los veloces automóviles detenidos en el tránsito que se observan en toda ciudad “modernizada”.

 

La crisis de la razón ajena y coyuntura para la racionalidad propia

En estos momentos existe el consenso de que atravesamos una crisis económica. Pero en los medios masivos de comunicación de la hegemonía pocas veces se enuncia la idea de que la crisis tiene su origen en los principios fallidos del capitalismo. No se dice, por lo menos de manera reiterativa como en el caso de otro tipo de mensajes, que una de las raíces del problema es la violencia generada gracias a años de no consensuar, no regular y no dialogar sobre nuestras formas de producción, apreciación y consumo. La catástrofe ecológica, aunada al agotamiento de los recursos naturales y el aumento de mayores riquezas en menos manos son sus síntomas.(13)

Gran cantidad de autores latinoamericanos y algunos asiáticos han exhortado con la teoría de la poscolonialidad a la importancia de una creación propia de civilización. El filósofo y poeta cubano Roberto Fernández Retamar propuso en la década de 1960 el posoccidentalismo, agregando que es en sociedades como las latinoamericanas donde existen coyunturas de cambio de valiosa transformación. El filósofo argentino Adolfo Colombres escribía hace poco sobre la Crisis de la razón ajena y la racionalidad propia. Y sí, parece ser el momento de replantearse y reincorporarse; vimos con Fernando Ortiz que la perenne transculturación es un proceso que trasciende la aculturación, hechos claros de esa transformación los vemos en el proyecto de integración regional latinoamericana. No en vano dice el pensador estadunidense Noam Chomsky que la integración es un prerrequisito para la independencia.

Por otro lado, en el marco de esta crisis, la tecnología de la información como Internet presenta también un elemento coyuntural, que es el cambio del monopolio de la industria cultural a la posibilidad de varios pequeños propietarios, de pequeñas industrias culturales. Este hecho ha comenzado a regresar a escena la heterogeneidad y la posibilidad de una hegemonía surgida de la emergencia. Utilizar las bondades potenciales del resto de los medios masivos de comunicación no sería menos fructífero para tal cometido, tal es el caso, por ejemplo, de Telesur (www.telesurtv.net), empleada para difundir y construir el proyecto de integración regional. 

 

La transdisciplina como encuentro obligatorio para una base epistemológica de la transculturación

La transculturación es un proceso que reconoce problemas y conflictos; para resolverlos de manera efectiva —a sabiendas que inevitablemente surgirán otros más— será necesario apelar a la transdisciplina.(14) Se trata de un concepto aún más joven que transculturación, se comenzó a trabajar a finales de los años setenta del siglo pasado. Autores representativos son Eric Jantsch, Luis Carrizo, Jean Piaget, Edgar Morin y Nicolescu Basarab.

A diferencia de la interdisciplina y la multidisciplina en la que se emiten diferentes opiniones respecto a un mismo objeto de estudio, en la transdisciplina las áreas de conocimiento comparten objeto de estudio y la metodología, pero esta última es trascendida para resolver y concluir conjuntamente. Al igual que la transculturación, propicia pensar y actuar en red pues reconoce que no hay parcelas aisladas sino que todo está relacionado y que en esa relación existen mecanismos. La transdisciplina propone que si en verdad queremos generar un debate fructífero sobre, por ejemplo, la cultura, debemos poner a dialogar coherentemente a los involucrados: un economista, un político, un abogado, un estudioso de la ética, un religioso, un artista, un lingüista, un psicológo, un sexólogo, un médico, un físico, un ingeniero, un albañil, etcétera, incluyendo, además, las diversidades sociales y las alteridades: sexo, edad, estrato social y origen étnico.

Según la Carta de la transdisciplinariedad (Portugal, 1994) firmada por diversos intelectuales, las tres características fundamentales en la actitud y visión transdisciplinaria son el rigor, la apertura y la tolerancia. Y agregan: “no hay un lugar cultural privilegiado desde donde se pueda juzgar a las otras culturas. El enfoque transdisciplinario es en sí mismo transcultural”.(15)

 

Conclusiones

Homogeneizar, imponer una cultura como única y mejor, no reconocer las diferencias, es una herramienta de las estructuras verticales de poder, de un control social que se fundamenta en la vieja y acartonada dicotomía opresor-oprimido; en cambio, reconocer las heterogeneidades, las diferencias y alteridades, y por ende que la constitución de la cultura es compleja, potencialmente transcultural y con ello cambiante y transformativa, permite abrir nuevas perspectivas que, asimismo, nos acercan a una ética realista y con ello a la construcción de un mundo más justo con vidas más interesantes y dignas de ser disfrutadas. Por ejemplo, en materia de Derecho existe cierta dificultad para ejercerlo al confundir diferencia con desigualdad; así, “para obtener ciudadanos iguales ante la ley, el Estado se obstina en abolir las diferencias, a pesar de que ello suponga violentar las alteridades”.(16)

Bien podríamos anunciar que se advierte tras estas propuestas la batalla del subjetivismo relativista versus realismo filosófico.(17) La hegemonía del capital es subjetivista en cuanto que desestima evidencias objetivas como la pobreza y la guerra, y resulta relativista ya que afirma un “todo se vale”. Pero claro, este “todo se vale, viva la multiculturalidad”, vale si y sólo si el poder del capital se ejerce. Está, por otro lado, la propuesta transcultural y la aceptación de las heterogenidades cuya postura se acerca más a un realismo filosófico, porque en ellas se reconoce que en la cultura hay mecanismos con agentes causales y objetivos que los disparan.

El filósofo peruano David Sobrevilla cita una crítica que Neil Larsen le hace a la transculturación, nombrándola como “una suerte de hegemonía putativa, una estrategia de contención de los sectores subalternos por un Estado que se escamotea detrás de un esteticismo populista”.(18) Esta observación, además de evidenciar el desconocimiento sobre el concepto de transculturación, nos debe importar porque deja ver y prever un posible problema de manipulación y tergiversación del concepto heredado por Fernando Ortiz. Respondiendo a Larsen, es importante aclarar que todo campo de acción o situación de heterogeneidad es potencialmente transcultural, y que hablar de imponer u homogeneizar lo transcultural como estereotipo es una contradicción, pues la transculturación es cambiante por principio y se caracteriza por desenmascarar todo mecanismo hegemónico.

No todos los procesos de transculturación se dan por la hegemonía cultural neoliberal vía los medios masivos de comunicación. Existen otros fenómenos como la migración o la experiencia de la muerte. Vemos que la transculturación siempre se dispara a partir de una imposición externa. El inicio del proceso está, entonces, marcado por esta imposición pero su resolución (la neoculturación) es reflexiva, decidida y autoconciente. Afirmar la cultura dentro de la transculturación es un referente de sentido.

 

Bibliografía

Cornejo Polar, Antonio, Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas, Lima, Horizonte, 1994.

____________, “Mestizaje, transculturación, heterogeneidad”, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, año XX, núm. 40, Lima-Berkeley, segundo semestre de 1994.

____________, Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas, Bolivia, Universidad Mayor de San Andrés, 1997.

Hopenhayn, Martín, Transculturalidad y diferencia (El lugar preciso es un lugar movedizo) http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/
TRANSCULTURALIDAD%20Y%20DIFERENCIA-HOPENHAYN.pdf

Ortiz, Fernando, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Cuba, Editorial La Habana, 1983.

Rama, Ángel, Transculturación narrativa en América Latina, México, Siglo XXI, 1982.

Song I., No, Cien años de contrahegemonía: transculturación y heterogeneidad, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008.

Zea, Leopoldo (comp.), América Latina en sus ideas, México, Siglo XXI, 1986.

 

Notas

1. Proceso que sucede a partir de una heterogeneidad cultural ya sea por imposición de una hacia otra o por algún otro tipo de pathos generado por dicho encuentro. Es el nombre dado a las “complejísimas transformaciones de culturas en lo económico, institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual, [y en la] vida”. Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Cuba, Editorial La Habana, 1983, p. 86.

2. Fernando Ortiz alterna este concepto —como sinónimo— con el de incultura. Fenómeno de recepción y asimilación de una cultura a la que se le es impuesta otra; la aculturación sería la aceptación de la imposición sin resistencia, de manera neutral o apática.

3. La hegemonía es una realidad que hace posible la unidad para garantizar su mantenimiento. Antonio Gramsci (1891-1937) habló de la “hegemonía cultural” del capital –un tipo de realidad– en tanto control de las clases dominantes sobre las clases dominadas; las primeras intervienen el sistema educativo y los medios de comunicación para anular la formación crítica y lograr la aceptación del sometimiento de las segundas. La colonia o el patriarcado pueden ser otros tipos de hegemonías políticas y/o culturales. No toda hegemonía lo es por imposición, pero la del capital sí.

4. Condición de heterogéneo, de pluralidad, diversidad, de alteridades, de la otredad. Antonio Cornejo Polar emplea heterogeneidad en contraposición crítica a los conceptos hibrido y mestizo, a los cuales acusa de ser ideología salvífica o apologética y de ser metáforas homogeneizadoras.

5. Fernando Ortiz, op. cit., p. 86.

6. Ángel Rama, Transculturación narrativa en América Latina, México, Siglo XXI, 1982, p. 39. Este autor define cuatro operaciones esenciales en la transculturación orticiana: pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones.

7. Fernando Ortiz, op. cit., p. 87.

8. Ibidem, p. 88.

9. Antonio Polar Cornejo, “Mestizaje, transculturación, heterogeneidad”, en “Documentos de trabajo: Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana (JALLA)-Tucumán, 1995”, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, año XX, núm. 40, Lima-Berkeley, segundo semestre de 1994.

10. Véase Walter Benjamin, L´obra d´art en l´época de la seva reproduibilitat técnica, Barcelona, Art i Literatura, Reduccions, 1984. (La edición española de Taurus tiene, a mi parecer, errores de traducción)

11. Bien documentado en Naomi Klein, La doctrina de shock. El auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2007.

12. El neoliberalismo es una propuesta del sistema económico capitalista, ideado y promovido, principalmente, por el estadunidense Milton Friedman (Escuela de Chicago). Consiste en alejar toda regulación o mediación al mercado, minimizando la intervención del Estado. Tiene tres premisas: privatizar, desrregular y eliminar el gasto social.

13. Para profundizar en dicha afirmación véase Franz Hinkelammert, La globalidad de la tierra y la estrategia de la globalización, en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/campus/
marxis/P3C3Hinkelammert.pdf

14. Conjugación de distintas áreas epistémicas o entendimientos (disciplinarios y extradisciplinarios), que propicia la articulación de diversos dispositivos para la solución de problemas y producción de conocimiento. La transdisciplina requiere y promueve una formación de rigor abierto a las conexiones y a lo desconocido.

15. Carta de la transdisciplinariedad, Convento de Arrábida, noviembre de 1994. http://www.filosofia.org/cod/c1994tra.htm

16. Miguel Alberto Bartolomé, “El derecho a la existencia cultural alterna”, en América Latina, el desafío del tercer milenio, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1993.

17. Véase Mario Bunge, A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo, Barcelona, Gedisa, 2006.

18. David Sobrevilla, “Transculturación y heterogeneidad: avatares de dos categorías literarias en América Latina”, Revista de Crítica Literaria, año XXVII, núm. 54, Lima-Hanover, segundo semestre de 2001, pp. 21-33.