Portada del primer libro que Leopoldo Méndez editó en el Fondo
Editorial de la Plástica Mexicana, con motivo del cincuentenario de
la Revolución mexicana. Biblioteca de las Artes,
México. Foto: César G. Palomino.
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Leopoldo Méndez y el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana(1)
Aunque su trabajo como grabador es el más reconocido, tanto en México como en el ámbito internacional, la obra y la vida de este importante artista del siglo XX son multifacéticas: pintor, profesor de dibujo, miembro del movimiento estridentista, activista político, fundador de organizaciones artísticas, entre muchas otras actividades. En seguida, una aproximación a su labor como editor, vertiente poco conocida dentro de su producción.
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SELVA HERNÁNDEZ • COMUNICADORA GRÁFICA
Centro de Diseño, Cine y Televisión
http://selvahernandez.blogspot.com/
El trabajo que Leopoldo Méndez (1902-1969) realizó como editor fue la culminación de su carrera artística. Una vez que renunció a su militancia en el Taller de Gráfica Popular (TGP), lo que fuera acaso el proyecto más importante de su trayectoria, el grabador mexicano dedicó sus esfuerzos a la industria del libro. Él mismo le contaría a Elena Poniatowska(2) el nacimiento del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana:
Me propuse hacer un librito para conmemorar el cincuentenario de la Revolución mexicana y salió un librote como tú lo conoces. Don Manuel Álvarez Bravo lo bautizó el “mastodonte”, o La pintura mural de la Revolución mexicana. Me pareció que era necesario dar a conocer en el año de 1960 lo que la Revolución mexicana había hecho en favor de la cultura. El señor presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, llegó a saber de la idea, y para mi satisfacción la acogió con entusiasmo, y por esta razón nos reunimos para planear la obra, Manuel Álvarez Bravo, Carlos Pellicer, el licenciado Ricardo Zevada, Rafael Carrillo y yo.
Leopoldo Méndez tenía una concepción
utilitaria y a la vez didáctica del arte: debía
prestar un servicio a la sociedad; por ello su incursión
en el terreno editorial responde a su necesidad creadora. En la
rapidez y la
múltiple reproducción de las publicaciones y los
impresos, encontró una forma más adecuada para conseguir
sus fines que las opciones que le ofreció el muralismo o
la pintura. Su sueño siempre fue conseguir una imprenta
offset para el TGP, más adecuada para la reproducción
masiva que la litografía o el grabado.
Desde su participación como ilustrador en la revista Zig-Zag iniciaría una larga carrera en el terreno de las artes gráficas que no abandonó nunca. Las portadas para Horizonte, El Sembrador y Frente a Frente son una pequeña evidencia de que el trabajo encomendado al artista iba más allá del de un simple ilustrador: opinaba, proponía y participaba en las decisiones editoriales de cada publicación.
Leopoldo Méndez fue una persona de gran
modestia. Aunque hay evidencias de que no siempre participó en
los trabajos colectivos del TGP y que a veces prefería grabar
solo, no gustaba hacer alarde de sus logros personales ni de su
progreso individual. La colectividad y el trabajo conjunto fueron
parte de su carrera. El proyecto editorial La Estampa Mexicana
y el propio TGP son un ejemplo de que prefería que sus ideas
se diluyeran dentro de las de un grupo. Aunque la primera fue un
invento del
director
de la Bauhaus, Hannes Meyer, para rescatar económicamente
al segundo(3) y
a la vez reducir los problemas de competencia internos, la intervención
de Méndez en los proyectos fue evidente. La idea de una
editorial para el TGP se consolidó con la edición
de cien ejemplares de un portafolio que contenía treinta
impresiones de placas originales de José Guadalupe Posada.
La edición fue interrumpida por la escasez de papel de
China a causa de la segunda Guerra Mundial, sin embargo, la iniciativa
se mantuvo en pie. En 1941 Georg Stibi se integró al equipo
de La Estampa Mexicana. Su labor administrativa representó para
el TGP el periodo de mayor éxito económico y un impulso
indispensable para la editorial. Para 1944 ya contaba con un espacio
propio que funcionó a la vez como tienda, galería
y oficinas.
La partida de Stibi, hacia 1949, obligó a
Hannes Meyer a sumar a sus vastos compromisos laborales la dirección
de la editorial por un breve periodo, cargo que posteriormente
ocuparía el propio Méndez. La Estampa Mexicana apenas
sobrevivió a costa de la venta de ediciones anteriores.
Diez años después, Leopoldo aprovecharía su
experiencia y enseñanzas de Meyer y Stibi en el cuidado
de ediciones y administración de una empresa editora para
su propio proyecto: el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana.
Por orden del presidente Adolfo López Mateos se fundó un
fideicomiso en el Banco Nacional de Comercio Exterior, con la cooperación
del Banco de México, Nacional Financiera y el Banco Nacional
Hipotecario Urbano y de Obras Públicas. Se construyó una
casa en Coyoacán que, a la fecha, alberga a la editorial.
En el piso superior se instaló un estudio para Leopoldo
Méndez, lugar que ocupó hasta sus últimos
días.
En 1959, luego de separarse del TGP, concentró sus
esfuerzos en la edición de La pintura mural de la Revolución
mexicana, proyecto que presentó a López Mateos,
quien, dada la finalidad de la obra, rápidamente otorgó el
apoyo. La publicación se sumó a los festejos que
el gobierno preparaba para el cincuentenario de la gesta
revolucionaria y Méndez se dio a la tarea de reunir a la
gente necesaria para la edición del libro. A pesar de que
el artista fue quien dirigió el trabajo, la página
legal señala como directores a Manuel Álvarez Bravo,
Rafael Carrillo, Leopoldo Méndez, Carlos Pellicer y Ricardo
J. Zevada.
Se terminó de imprimir en 1960 en la ciudad de Harlem, Holanda. La edición fue celosamente cuidada por el grabador, Manuel Álvarez Bravo y José Sánchez, antiguo impresor del TGP y quien se encargó de cuidar las impresiones de los libros del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana hasta su muerte, ocurrida en 1994.
Con estupendas fotografías y un magnífico
prólogo de Carlos Pellicer —quien se encargaría
de escribir todas las introducciones de las publicaciones de la
editorial hasta su muerte en 1977—, La pintura mural
de la Revolución mexicana es uno de los mejores documentos
sobre el trabajo de Leopoldo Méndez como editor. El diseño
de la maqueta, realizado por él mismo y Rafael Carrillo,
es de suma elegancia, y el papel y las reproducciones son de la
mejor
calidad
para su época. Sobre esta experiencia, el artista le comentó a
Poniatowska:
Lo más importante en esta obra es la calidad de las reproducciones que depende de muchos factores. Son muchos, muchos los que intervienen. Quizá a pesar de la experiencia que yo he tenido con este libro yo no sea la persona que pueda decir cuáles son todos esos factores. De nada sirve y de nada hubiera servido hacer un libro con malas reproducciones porque no se hubiera hecho ninguna propaganda al arte mexicano, sino al contrario. ¿Imprimirlo en México? Desgraciadamente no podemos hacer aún buenas reproducciones como no podemos hacer locomotoras o automóviles Mercedez Benz o Rolls Royce; de esos para hombres con buena estrella. ¡Tenemos muchas limitaciones! ¡No seamos chauvinistas! ¡Mira, las grandes obras de arte impresas no se hacen para vender porque resultan incosteables por su alto precio, sino que organizaciones de cultura las distribuyen como un medio de propaganda!(4)
Con el fin de dar a conocer el acervo de San Carlos se publicó el segundo título de la editorial: Maestros europeos en la Galería de San Carlos (1960). La introducción termina con una frase que representa claramente el interés de Leopoldo Méndez por reproducir el arte de tal forma que fuera accesible a un mayor número de personas:
Este volumen reproduce una parte de la riqueza contenida en las galerías de San Carlos para que sea patrimonio de mayor número de personas. Es una invitación —repetimos— para que el curioso lector venga a las galerías y entre en contacto directo personal con la obra de arte y goce —a través de ella— el milagro antiguo y siempre el nuevo diálogo entre el espectador y el genio. Como dijo el impresor Laurens Coster, la estampa es la conservación de todas las artes.(5)
Sin duda el libro al que Méndez dedicó mayor
atención y cuidado fue al tercero, José Guadalupe
Posada, ilustrador de la vida mexicana (1963). Para él,
Posada siempre fue el mejor de sus maestros y ejemplo a seguir;
esta obra es la culminación de los múltiples homenajes
que le hizo. Cuenta su hijo, Pablo Méndez(6),
que su padre pasó meses enteros en la Hemeroteca Nacional
dedicado a la selección de imágenes, además
de revisar las mejores colecciones privadas. El resultado es fantástico:
cinco mil ejemplares impresos en Milán, Italia, con el
mejor papel e impresión de su tiempo, encuadernados en piel
y con una carpeta de cinco impresiones de las planchas originales.
En 1964 se publicó Flor y canto del
arte prehispánico de México, una bella edición
de fotografías de escultura y arquitectura prehispánicas
acompañadas de breves textos de tradición indígena
seleccionados por Miguel León Portilla. La reunión
de excelentes fotografías de diversas colecciones de
arte precolombino enmarcadas con poesías, crónicas,
historia y cantos prehispánicos, es el pretexto que usó Méndez
para mostrar una selección que, más allá del
carácter histórico o taxonómico, se distingue
por su calidad estética. Las reproducciones están
acompañadas de rigurosas fichas redactadas por el arqueólogo
Román Piña Chan, y cuenta con un apéndice
que esclarece dudas acerca de los periodos y las civilizaciones
prehispánicas; sin embargo, el resultado se separa de
intenciones académicas para mostrar la mirada de un esteta.
El 8 de febrero de 1969 Leopoldo Méndez murió a causa de una hepatitis severa. El proyecto que realizaba en ese momento era el número cinco del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana: Lo eterno y lo efímero en el arte popular mexicano. La ambiciosa edición quedó estancada durante un tiempo y se publicó hasta 1972. Aunque se conservó la maqueta y el estilo tipográfico, la impresión de estos dos grandes tomos a color se hizo en México; el papel fue de menor calidad y el resultado carece del cuidado y cariño que Méndez dedicaba a sus libros. Además dejó en proyecto la edición de tres libros dedicados a José María Velasco, Joaquín Clausell y Dr. Atl.
Los cinco libros que trabajó Leopoldo
Méndez en el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana
son un homenaje a sus mentores: los muralistas, con quienes compartió ideales
y preceptos; a San Carlos, sede de su formación académica;
al arte prehispánico y el arte popular; pero sobre todo a
José Guadalupe Posada, artista que más influyó en
el arte de la Revolución mexicana.
Notas
1. Texto publicado originalmente con el título "La reproducción
del arte. Los proyectos editoriales de Leopoldo Méndez", en Galera.
Revista de bibliofilia y arte mexicano, nueva época,
núm.
31, México, invierno de 2002. Se reproduce con autorización
de los editores.
2. Elena Poniatowska, “Los 60 años de Leopoldo Méndez”, Artes de México, número 45, año XI, México, 1960, pp. 3-20.
3. Helga Prignitz, El Taller de Gráfica Popular en México, 1937-1977, México, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1992, pp. 84-133.
4. Elena Poniatowska, op. cit.
5. Maestros europeos en la Galería de San Carlos, México, Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, 1960.
6. Pablo Méndez, “A la memoria de Leopoldo”, Leopoldo Méndez, 1902-2002, México,
RM, 2002, pp. 143-144.
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