D O C U M E N T O S • • • • • •
 

 

 


Exportación de bienes culturales (1916-1939)

 

El objetivo del presente artículo es dar a conocer la manera en la que durante este periodo se otorgaron los permisos de exportación de bienes culturales desde México hacia el extranjero. Adelanto de un trabajo de investigación documental de largo alcance que será de utilidad para estudios futuros referentes a la producción y circulación de las artes.

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MARÍA HERNÁNDEZ RAMÍREZHISTORIADORA
Profesora-investigadora, Museo Nacional de Historia, México
merami55@hotmail.com

 

En la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México se desarrolla el proyecto “INAH, tiempo y nación” (ITN), cuyo propósito es escribir la historia de la institución a través de investigaciones que analicen sus disciplinas, actores y acciones.(1)

En este contexto, en el acervo documental de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH)(2) y en el de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH)(3), se localizaron los ramos denominados “Exportaciones”, en el primero, y “Exportaciones-Importaciones”, en el segundo. La documentación corresponde, en ambos casos, a los trámites que se llevaban a cabo para la exportación de bienes, cuya autorización estuvo a cargo de la Inspección de Monumentos Artísticos e Históricos, que por cierto cambió de nombre en varias ocasiones.

De febrero de 1916 a diciembre de 1939 se produjeron alrededor de 1 399 expedientes, en los cuales se observa que de 1928 a 1931 se concentró el mayor número de solicitudes de permisos para exportar objetos, es decir, que 38.67% de los trámites registrados procede de esa época. En cuanto a la manera como se gestionaba el permiso, el interesado se dirigía por escrito al titular de la Inspección, solicitaba que acudieran al domicilio donde se encontraban las piezas a exportar, al tiempo que enviaba una lista descriptiva y fotografías por cuadruplicado de los objetos. A continuación la Inspección enviaba un perito para que, después de examinar cuidadosamente cada pieza, dictaminara si cumplía con los requisitos y si se podía proceder a su exportación. Diversos expedientes conservan la opinión escrita que el perito entregó.   

Desde luego que la determinación final era competencia del titular de esa dependencia. El criterio fundamental para autorizar o no la salida de los objetos consistía en cuidar que no procedieran de algún templo religioso(4) ni que poseyeran cualidades que los convirtieran en históricos. Si alguna pieza tenía características de “antigua” y era dictaminada como tal, entonces se procedía con cuidado, ya que se debía procurar que esos bienes permanecieran en el país como una muestra de la riqueza de la técnica o material con que hubieran sido manufacturados. Por tanto, se daba aviso a la instancia correspondiente a fin de que se tramitara su adquisición para enriquecer las colecciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.

Por otro lado, al hacer la solicitud se debía informar por cuál aduana se pretendía hacer el envío, de manera que la autorización, en su caso, era remitida a la plaza correspondiente. Es pertinente destacar la gran riqueza fotográfica de este archivo, ya que en la mayoría de los casos se conservan las imágenes que los solicitantes enviaron al iniciar el trámite, de modo que hoy podemos conocer no sólo la clase de objetos que se exportaron, sino incluso comparar sus detalles con las características aducidas en su dictamen.

Diversos casos son evidencia de que el interesado requería el permiso de la exportación porque cambiaba de residencia y obviamente deseaba llevar su menaje hogareño, aunque en éste fueran incluidos algunas pinturas, esculturas o mobiliario de gran valor material o de manufactura. Desde luego que en otras ocasiones se solicitaba la exportación de bienes como parte de una operación de compra-venta, y el permiso era concedido aún cuando fueran considerados “antiguos”, sólo que se aclaraba que en el mercado abundaban ese tipo de objetos, o que la pieza había sido reparada o modificada, o bien que el material base era antiguo, pero la técnica de manufactura moderna. El tiempo que implicaba realizar este trámite era muy breve, puesto que hay casos en que el mismo día se autorizaba o no el permiso; generalmente en una semana se tenía la resolución.

Entre las múltiples personas físicas y morales que solicitaron autorización para exportar piezas sobresalen Ottakar Roubicek, William (o Guillermo) Niven, Manuel Riveroll, Teófilo Gendrop, Concepción Gómez Farías viuda de Carrere, Ignacio Alcérreca, The Aztec Land, Sanborns Hermanos, S. A., Sonora News Company, De la Peña y Lascuráin, Galería de Arte Mexicano, George Flatau y Luisa Alcázar de Elola, individuos y empresas que se dedicaban al comercio de objetos antiguos o que eran coleccionistas.

Hay en este periodo varios expedientes en que los mismos autores de las obras hacían el trámite, por ejemplo Jean Charlot, Diego Rivera, Miguel Covarrubias, Manuel Rodríguez Lozano, Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros, Tamiji Kitagawa o Fernando Leal. Lamentablemente, en casos de objetos contemporáneos no siempre se exigió que adjuntaran fotografías de las obras a exportar con el argumento que como eran de manufactura moderna no era necesario cumplir con ese requisito; en cambio, los títulos siempre fueron registrados. Al poco tiempo de que Carolina Amor fundara en 1935 la Galería de Arte Mexicano, un trámite fue realizado por la señorita Inés Amor, su directora, según los expedientes que muestran solicitudes para exportar obra de Diego Rivera, Carlos Orozco Romero, Federico Cantú, Tamiji Kitagawa, Rufino Tamayo o Roberto Montenegro, por ejemplo. Llama la atención que en cuanto los artistas plásticos, sobre todo pintores, pero también escultores, empezaron a exportar su obra, el argumento para conceder el permiso era fundamentalmente que se trataba de piezas “modernas”, es decir, “de reciente ejecución”, que además ameritaban darse a conocer en otros países.

Quizá por desconocimiento del público sobre las atribuciones de las diversas dependencias, a esta oficina llegaron solicitudes para exportar piezas arqueológicas, como el caso de Gustavo Genin que en 1922 pretendía llevar a Francia objetos arqueológicos y etnográficos; esta petición fue remitida a la Dirección de Antropología del Ministerio de Agricultura y Fomento, donde según se le informó, le resolverían acerca de la exportación de objetos precortesianos.(5) También en este archivo quedaron consignados casos como el ocurrido en junio de 1931, cuando el inspector de Monumentos Históricos en la zona Occidente de la República Mexicana, Ixca Farías,  informó que “se están extrayendo del país vía Nogales y con destino a Estados Unidos, pinturas, muebles, cerámica, telas, etc., sin el debido permiso”. O bien, el que corresponde a la incautación de indumentaria y objetos religiosos, así como piezas arqueológicas que se pretendían exportar por la aduana de Nuevo Laredo.

Otro caso de autorización para la exportación de bienes culturales fue el de las exposiciones a realizarse en el extranjero, ya que contar con el permiso correspondiente fue un requisito aun para la Universidad Nacional, que tuvo que realizar este trámite cuando en 1928 envió obra pictórica y escultórica para ser exhibida en el Art Center de Nueva York; se trataba de trabajos realizados por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro y Germán Gedovius, por ejemplo. Tres años más tarde tramitó exportar, vía Veracruz, veinte esculturas en piedra, quince cuadros, dos rollos de fotografías y seis tomos de la obra Iglesias de México del Dr. Atl, destinadas a la exposición que se llevaría a cabo en Nueva York.

Asimismo, hubo solicitudes a las que la Inspección de Monumentos negó el permiso, sobre todo cuando al revisar las piezas se detectaba que por sus características de uso en el culto religioso podían provenir de algún templo. Las aduanas por las que con mayor frecuencia se llevaba a cabo la exportación eran las de Veracruz, Nuevo Laredo, Ciudad Juárez y Nogales; en la mayoría de los casos los bienes fueron llevados a Estados Unidos. Los distintos permisos permiten ver que los objetos que se exportaban eran, sobre todo, muebles y enseres domésticos: roperos, cómodas, cofres, arcones, cajas, mesas, sillas, sillones, espejos, camas, cortinas, vajillas (completas o en partes), instrumentos musicales, tapetes, libros, azulejos, armas y un largo etcétera. Es preciso señalar que las obras plásticas están presentes a lo largo del periodo señalado; especialmente durante los años 1926, 1927, 1936 y 1937 abundaron las solicitudes para exportar pintura, escultura, dibujo y grabado.

Lo hasta aquí expuesto fue tomado del análisis y sistematización de información que los integrantes del proyecto ITN han venido realizando en este ramo. Próximamente harán entrega a la CNMH y a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia el trabajo realizado en forma de base de datos, para que los investigadores interesados tengan acceso a la consulta de este valioso acervo documental, que ya desde hace tres décadas personas del ámbito de las artes plásticas, como la señora Inés Amor,(6) conocían su importancia. Al relatar sus Memorias, ella recuerda que el pintor Jorge Enciso estuvo a cargo de la oficina de Monumentos Coloniales, donde se expedían los permisos para la exportación de la pintura moderna. Escribe que había tratado de localizar este archivo, sin lograrlo, puesto que sabía que no estaba en el Museo de Antropología, y afirma que no debe perderse de vista “[…] porque en él se encuentran datos que no existen en ningún otro lado”.(7)


Notas

1. Ruth Elizabeth Arboleyda Castro e Ignacio Rodríguez García, “INAH, tiempo y nación. El Instituto Nacional de Antropología e Historia a través de sus disciplinas, actores y proyectos”, en Diario de Campo, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, suplemento número 30, septiembre de 2004, p. 2. Los integrantes del proyecto son Octavio Martínez Acuña, Thalía Montes Recinas, María Hernández Ramírez, Julieta Ávila Hernández e Ignacio Rodríguez García, coordinados por la antropóloga Ruth Arboleyda Castro.

2. Específicamente en su archivo histórico.

3. Denominado Archivo Histórico Institucional.

4. No obstante, registramos el caso de todo un altar que, por lo que se observa en la fotografía, pudo ser antiguo y fue exportado a Estados Unidos.

5. Este archivo será sin duda muy importante para conocer cierto aspecto del mercado de piezas arqueológicas.

6. Inés Amor (¿?-1976), hermana de Carolina Amor, quien en 1935 fundó la Galería de Arte Mexicano para apoyar a la pintura mexicana. A Inés se le reconoce como una de las figuras de mayor peso en el ámbito de las artes plásticas en México por su desempeño en la conducción de la Galería durante cuatro décadas.

7. Jorge Alberto Manrique y Teresa del Conde, Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés Amor, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 126.