Graciela García Castillo
• Cuchillo de porcelana de circonio •
2001.
Primera Bienal de Cerámica Utilitaria, Museo Franz Mayer, México, 2003.
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Claroscuros en las Bienales de
Cerámica Utilitaria
Entre los meses de febrero y junio de los años 2003, 2005,
2007 y 2009 se han llevado a cabo estos encuentros que, con
acierto, buscan promover
e incentivar la creatividad de artistas mexicanos. Sin embargo,
con el transcurso del tiempo las Bienales han presentado variaciones
en los términos de las diferentes convocatorias, así como en
los criterios de selección y exhibición de piezas. Esto no
ha dado los resultados más
favorables, sobre todo en las últimas dos ediciones, lo cual
constituye un reto para la instancia organizadora: el Museo
Franz Mayer
• • •
LETICIA TORRES
• HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
letatc@prodigy.net.mx
Desde
hace ocho años el Museo Franz Mayer, ubicado en el Centro
Histórico de
la ciudad de México, ha organizado las Bienales de Cerámica
Utilitaria. Este generoso esfuerzo ha logrado reunir, durante
sus cuatro emisiones,
a buen número de ceramistas mexicanos,
a quienes se les abre un lugar de exhibición, de intercambio
visual y encuentro por demás enriquecedor. Otro acierto de
esta iniciativa es su carácter
itinerante, ya que las muestras resultantes son presentadas
en varios estados de la República Mexicana.
La
iniciativa del Museo fue convocar a los creadores de cerámica
utilitaria, lo cual implica un problema conceptual que los
organizadores han enfrentado de distintas maneras en cada
uno de los certámenes, no siempre con buenos resultados.
Cabe resaltar que desde la presentación de los catálogos,
en los que se aclara la vocación de cada Bienal, hasta en
la selección de obras y en la
asignación de las categorías por premiar, se notan las distintas
visiones que acotan el término "cerámica utilitaria".
En
la introducción del primer catálogo se enfatiza el interés
del Museo Franz Mayer por convertirse en impulsor de la creación
de piezas relevantes y de la consolidación de puntos de producción.
Se señala que su fin no es
dar cuenta de ejemplares excepcionales o de sitios
de manufactura con especial calidad, sino estimular el diseño
contemporáneo en los
objetos y fortalecer el desarrollo de una cultura relacionada
con la cerámica en el México actual. Para esta primera Bienal
se establecieron dos categorías: producción en serie y pieza única.
El jurado estuvo formado por una diseñadora y cuatro reconocidos
ceramistas. Participaron 517 piezas de doscientos creadores
de diecisiete estados.
Fueron preseleccionadas 112 obras y de éstas se escogieron
72 de 53 autores provenientes de ocho entidades de la República.
Recuerdo esa exhibición con profunda emoción: lo
utilitario compartió su espacio con el humor, la creatividad
y la buena factura.
En esa ocasión pudimos observar cuchillos
de porcelana, cinturones, botones, collares, bases para mesa
en forma de piernas,
una tetera con tapa en forma de diablito, la jarra gato,
la cajita cotorrito y una amplia variedad de floreros, cuencos,
platos
y cazuelas que producían en el espectador lo que podríamos
llamar un verdadero goce estético. En la muestra nos encontramos
con una selección
de obras que reflejaba la abierta visión del jurado, piezas
donde resaltaban la frescura y la originalidad, y no sólo
la preocupación por
la funcionalidad del objeto.
Para
la segunda Bienal se recibieron 564 piezas de 254 creadores —54
más que en la primera, es decir, se incrementó en 25 por
ciento la participación. Se preseleccionaron 250, de las
cuales se eligieron ochenta para su exhibición. El jurado
estuvo integrado por cuatro ceramistas y una diseñadora decoradora.
Esta vez sólo hubo una
categoría, quizás con el fin de borrar las fronteras entre
piezas
únicas y piezas para producción en serie. Se otorgaron cinco
primeros lugares y siete menciones honoríficas.
También
cambió la conceptualización de la Bienal, expresada en la
introducción
del segundo catálogo: se acentuaron la función estética y
la expresión
artística de las obras como virtudes extra utilitarias que
reflejaran la cultura y el estilo de vida de los lugares
donde estos artefactos fueron desarrollados. Se abandonó la
idea de estimular el diseño contemporáneo
de primer nivel (no así en la convocatoria) y se subrayó que
el encuentro obedecía también a la necesidad de hacer un
reconocimiento a los creadores y mostrar al público el trabajo
de los ceramistas, desde el punto de vista tanto artístico
como utilitario.
Así,
el Museo Franz Mayer se volvió a vestir de gala y recibió los
aplausos del público. La muestra fue abundante y rica en
variedad. La creatividad corrió como las aguas de un río
caudaloso: metates y molcajetes, urnas fúnebres, gárgolas,
juguetes, coladores de té,
floreros calados de pared, un jarro pulquero con forma de
toro, un tablero iraquí, placas de señalización, ceniceros
con forma de ciudad, diversos platos, jarras, cuencos con
decoraciones
zoomorfas y abstractas y con
nombres poéticamente alusivos. Pudimos observar maravillosos
trabajos de corte popular que convivían armónicamente con
propuestas experimentales estéticamente muy bien logradas.
Se notó que en México
hay un verdadero movimiento cerámico en sus diversas variantes
y técnicas. Esta muestra estuvo acompañada por una retrospectiva
de la obra de Gustavo Pérez, un ciclo de conferencias sobre
cerámica y la
exhibición y venta de objetos de algunos creadores.
De
esta manera, esperamos con entusiasmo la tercera Bienal,
pero nos encontramos con una pequeña muestra de 46 piezas y
sin la variedad, frescura, creatividad y sentido del humor
que apreciamos en los
certámenes anteriores; no obstante, hay que reconocer, hubo
objetos que llamaban la atención por sus cualidades estéticas,
factura y sus propuestas de diseño. El pasillo del museo,
que anteriormente había albergado
una rica variedad de propuestas, se hallaba casi desierto.
En
este tercer catálogo se señala que se recibieron 351 obras
de 164 artistas —aproximadamente cien ceramistas y
150 piezas menos que otros
años—, fueron preseleccionadas 81 de 65 autores, para
que finalmente se escogieran sólo 46. En esta ocasión hubo
tres primeros lugares y cinco menciones honoríficas. El jurado
estuvo formado por cuatro ceramistas y una curadora. ¿Qué pasó durante
esos dos años para que la convocatoria
no lograra reunir a los creadores que con anterioridad habían
participado con tanto entusiasmo? Sobre esta pregunta podemos
deducir que influyeron varios factores ajenos a la organización
de la Bienal, por ejemplo, la crisis económica que sufre
el país
desde hace varios años y que día a día se acentúa. Sin embargo,
la cantidad de piezas participantes era suficientemente vasta
para tener
una mejor y más rica muestra del quehacer cerámico. Entonces ¿cuál
fue el criterio del jurado para sólo preseleccionar 81 trabajos
de 351? El catálogo arroja algunos datos que pueden aclarar
lo sucedido. Llama la atención que en la introducción se
resalta la importancia de la técnica. Se menciona que “los
ceramistas han ido ampliando sus posibilidades de expresión
por medio de la adopción de técnicas y
procesos, que si para otras culturas son antiguos y de tradición,
para nuestro país son novedosos y a la vez representan un
reto en su experimentación y su dominio”. Sorprende
también que en el acta de
selección y premiación “el jurado considera pertinente
llamar la atención de los ceramistas del país en observar
mayor rigor en la calidad técnica, formal y funcional de
las piezas que presentan”.
Inclusive este interés no sólo se manifiesta en el catálogo,
sino también en el primer párrafo de la convocatoria dedicado
a presentar el objetivo del certamen: a diferencia de las anteriores,
se agrega la
frase “con mayor calidad técnica”.
Al
parecer es el jurado quien decide los lineamientos que demarcan
cada Bienal. Desafortunadamente, en esta última el criterio
que prevaleció
fue, como observamos, la factura y la técnica, y no el diseño
o la función estética y de expresión artística. La cuestión
está en que si
la preselección se realiza a través de una diapositiva de
la obra, ¿cómo
evaluar si la factura y la técnica son buenas? A mi juicio,
el órgano
dictaminador pecó de conservador y su selección fue demasiado
cautelosa y estricta. Esto dio como resultado una muestra
pobre del quehacer
cerámico de nuestro país. En su mayoría las piezas expuestas
fueron floreros, cuencos, platos y vasijas. A diferencia
de lo que se opina en
un breve texto incluido en el catálogo, en el que se señala
que “aún se
deja sentir la ausencia de una mayor participación de propuestas
que develen mucho más riesgos en los objetos de carácter
utilitario”,
considero que fueron los dictaminadores los que no se arriesgaron
a escoger más piezas lúdicas y propositivas, para mostrar
sólo un pequeño
fragmento, indiscutiblemente funcional, del conjunto de las
obras participantes.
La cuarta Bienal se
inauguró el 5 de marzo de 2009. De nuevo se presentó una
pequeña
muestra tanto o más desangelada que la anterior, aun cuando
hubo más
variedad de propuestas, como anillos, rompecabezas, silbatos,
cucharones y un ajedrez. Desde el catálogo, con menor número
de páginas, editado
en blanco y negro y con un desafortunado diseño en cuanto
al manejo de las imágenes —aparecen las obras incompletas por
cortes
ilógicos y sin ningún sentido estético— hasta en
la museografía se
dejó sentir la crisis, no sólo económica, en la que estamos
sumergidos. Hay que señalar que el catálogo se encuentra
en el sitio de Internet del Museo Franz Mayer, donde sí aparecen
las imágenes en color.
El
jurado en esta ocasión estuvo formado por cuatro destacados
ceramistas y un diseñador industrial. Aun cuando la participación
fue mucho mayor que en la edición anterior, 430 obras de
195 ceramistas, los dictaminadores volvieron a pecar de cautelosos
y fueron muy rígidos en
su selección; sólo preseleccionaron 79 piezas y de las cuales
eligieron 55. Se decidió nuevamente otorgar tres premios en
una sola categoría, sin embargo, a diferencia de la
edición anterior, ahora no hubo menciones honoríficas,
lo cual considero un grave error porque había piezas que
la merecían.
La
norma que prevaleció fue el diseño, y bajo esa óptica tuvimos
como resultado una muestra poco cálida y, para nuestra sorpresa,
limitada en cuanto a variedad de formas e innovación de diseños;
no obstante observamos piezas muy interesantes y bien logradas
que nos siguen
sorprendiendo.
En la introducción del catálogo se resaltan dos conceptos que
quizás
fueron los que rigieron las decisiones del jurado y matizaron
esta última Bienal. El primero es “el reto de innovar
y crear nuevas formas en un arte milenario, con el fin de
salir de las formas
tradicionales y llegar a las de vanguardia”. Creo entender
que al mencionar vanguardia se remiten al alto diseño de
los países
industrializados y consumidos por la élites globalizadas
y no al término que se aplica al arte y, si es así, ¿no es
la diversidad de formas tradicionales y renovadas la que
da riqueza a las culturas?
Entonces, ¿por qué querer salir de las formas tradicionales
y llegar a las de “vanguardia” cuando para la
introducción de la primera Bienal, y
para mi forma de ver, esta situación ya estaba superada y
tanto tradición
como “vanguardia” convivían y se enriquecían
una a otra? Nuestro país es
más complejo y propositivo para limitarlo a esas modas.
El
segundo concepto es la preocupación por la técnica, inquietud
que aparece desde la tercera Bienal. En esta ocasión se anota
que “los
caminos de la cerámica han sido siempre así, largos y producto
más que
de la reflexión, de la curiosidad y el experimento”.
No creo equivocarme al afirmar que es cierta la dificultad
que implica el
dominio de la técnica y que invita, por lo apasionante y
lo alquímico
de su proceso, a la continua experimentación, pero también
es verdad que la mayoría de los artífices que se dedican
a este arte manejan la técnica con gran habilidad y destreza
y por eso sus búsquedas se
encaminan más hacia lo estético. A través del contacto que
he tenido con varios ceramistas sé que es un gremio que reflexiona
profundamente sobre su trabajo. Insisto que esta preocupación
responde más a la
dificultad que tiene el jurado al seleccionar las piezas
a partir de diapositivas, realizada dentro de las posibilidades
y límites de cada
participante. Esperamos que estos lineamientos no sean los
que marquen la pauta para las futuras bienales y así podamos
volver a ver exposiciones tan creativas y luminosas como
las dos primeras.
El
reto más grande que tiene el Museo Franz Mayer es abrir,
a partir de intensas discusiones, el problema conceptual
que representa la
clasificación de cerámica utilitaria. Pensar la movilidad
de las fronteras entre diseño, cualidades estéticas y funcionalidad;
determinar el valor entre pieza única o en serie, hacer o
no la diferencia entre individuos, talleres e industrias,
así como deliberar
sobre el resultado técnico y funcional de la obra en su diálogo
con la factura, el diseño y el nivel artístico. Si bien lo
técnico puede
entenderse como una parte importante del objeto que ayuda
a la intención expresiva y al diseño, una pieza puede ser
bella per se, más
allá de la técnica, la funcionalidad o la factura mientras contenga
un sentido estético y, en este caso, una originalidad en
el diseño. Todas estas cuestiones están presentes tanto en
los participantes como en los jurados que han ejercido su
opinión en las
distintas bienales; cabe señalar que en la más reciente el órgano
dictaminador sugirió, en el acta de premiación, que la próxima
edición se rija por un eje temático. La propuesta
está en
la mesa en espera de ser discutida.
Es
innegable la importantísima labor que ha desarrollado el
Museo Franz Mayer en estos años. Los problemas que su personal
ha tenido que enfrentar, tanto de presupuesto como en la
titánica tarea de organizar
una Bienal tan compleja como lo es la de Cerámica Utilitaria
no han sido fáciles. En suma, sus aciertos y tropiezos han
resultado de enorme riqueza para el medio cultural al incentivar
la producción
y la creatividad entre los artífices del barro y generar
un campo fértil para la reflexión en
torno al significado de este fragmento artístico que se desarrolla
plenamente en nuestro país. Esperamos que sigan adelante.
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