
Memorial del 68 en el Centro Cultural Universitario Tlaltelolco, ciudad de México.
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Memorial del 68:
un espacio para el diálogo y el debate
En 2008 se conmemoraron los cuarenta años del movimiento estudiantil de 1968 y un año de existencia del Memorial del 68, que forma parte del Centro Cultural Universitario Tlaltelolco de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se trata de un momento importante para hacer una reflexión sobre lo que ha significado este nuevo espacio y lo que podrá o no significar en un futuro próximo. ¿El objetivo? Hacer un balance de su desarrollo, desde que se inauguró, tomando en cuenta la relación entre el público y sus principios constitutivos que se resumen en el objetivo de hacerlo fungir como un lugar de diálogo para recuperar, debatir y ver desde nuevas interpretaciones lo acaecido en 1968.
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CINTIA VELÁZQUEZ MARRONI •
HISTORIADORA
Servicios Educativos del Centro Cultural Universitario Tlaltelolco, México
civema@gmail.com
En el edificio que hasta hace poco albergó a
la Secretaría de Relaciones Exteriores de México,
ubicado en la Unidad Habitacional Tlaltelolco y a un costado de
la Plaza de las Tres Culturas, en la capital del país, espacio
donde tuvieron lugar los trágicos acontecimientos del 2
de octubre de 1968, se instaló el Centro Cultural Universitario
Tlaltelolco (CCUT),(1) inaugurado
el 22 de octubre de 2007 como producto de un acuerdo entre el gobierno
federal y el gobierno de la ciudad de México, por el cual
se otorgaría a la Universidad Nacional Autónoma de
México, máxima casa de estudios e institución
con una fuerte infraestructura operativa, la misión de establecer
un centro que atendiera las necesidades culturales y artísticas
de la zona norte de la capital.
Entre sus elementos constitutivos originarios, junto con una galería de arte (que a la sazón ocupa la Colección Blaisten), un centro de enseñanza de lenguas extranjeras, uno de cómputo y la Unidad de Seminarios —esta última destinada a administrar los espacios del inmueble para eventos de diversa índole—, se planteó la creación de un espacio que hiciera referencia a los sucesos del 2 de octubre, para así resignificar y redignificar un edificio que tenía una carga simbólica negativa por su asociación con un gobierno represor. Sin embargo, la idea original de un museo del 2 de octubre se fue modificando hasta adquirir la forma y contenido que hoy en día está en exhibición.(2)
El Memorial del 68 fue pensado como
un espacio que retomara, más allá del movimiento
estudiantil, el conjunto de sucesos que hicieron de ese año,
incluso de la década de 1960, un parteaguas en la historia
contemporánea del país, como lo fue en algunas
otras naciones, por ejemplo, Francia, la entonces Checoslovaquia
y Estados Unidos. En el proyecto original(3) se
partió de la premisa que el planteamiento de un contexto
mundial y nacional (que se expone en la sala 1 del Memorial, llamada “Preámbulo”)
conllevaría a una mejor comprensión del movimiento,
puesto que permitiría presentarlo en función de
una causalidad y no como un evento único en el mundo, surgido
por generación espontánea.
Este panorama contextual se conformó mediante
los iconos visuales y auditivos que, en conjunto, permiten componer
una idea general de la década de 1960, con sus contraluces
correspondientes: la guerra de Vietnam, la explosión de
la psicodelia, las independencias en África, la llegada
de la televisión a los hogares, la carrera espacial, la
invasión de Checoslovaquia, el rock, la Guerra Fría,
el arte Pop, la Revolución cubana. Algunos de estos acontecimientos
y sus protagonistas trascendieron el olvido a través de
su comercialización o idealización y aún
son reconocidos por los estudiantes de ahora, por ejemplo el Che Guevara
o los Beatles. No obstante, muchos jóvenes de hoy desconocen
gran parte de los sucesos y personajes que aparecen en las proyecciones
y fotografías del “Preámbulo”; no en
vano han pasado cuarenta años, casi dos generaciones. La
pregunta que queda en el aire es ¿qué y a quién
del mundo de los sesenta desea el Memorial que los estudiantes
recuerden y por qué? Una sucesión de nombres o hechos
resultaría fútil frente a la serie de contribuciones
a la sociedad en su conjunto que se dieron en esa década,
dos de las cuales serían, por ejemplo, la globalización
de los procesos sociales y la irrupción de la juventud
como fuerza activa en la vida pública.
El Memorial del 68 busca también generar el diálogo al abrir la perspectiva en la que se ve al propio movimiento estudiantil, puesto que se le suele circunscribir a los desafortunados sucesos del 2 de octubre y pasar por alto toda la gestación y propuesta política y social que se llevó a cabo. Entre gran parte de los visitantes, así como en los medios de comunicación, existe una atención desmedida hacia lo que sucedió aquella tarde durante el mitin en la Plaza de las Tres Culturas, pero existe un franco desconocimiento sobre las raíces, causas y desarrollo del movimiento más allá de ese día. De hecho, quienes asisten a este espacio cultural, en su mayoría estudiantes, suelen referirse al movimiento como “Tlaltelolco”, con lo que demuestran estar subsumiendo aquél a los eventos de un solo día (el 2 de octubre). Si partimos del hecho que los visitantes no suelen asimilar toda la información que ven en una exposición, lo fundamental sobre el movimiento que el Memorial debería transmitir es precisamente la perspectiva de que el interés no está en el morbo de un suceso sangriento —repudiable sin duda— sino en sus demandas y en su impacto social posterior.
Otro eje constitutivo del Memorial del 68 fue presentar la diversidad ideológica que caracterizó al movimiento en lugar de homologar un gran discurso único sobre lo que sucedió. En este sentido, el criterio de exhibición de los 57 testimonios que se recopilaron para ser exhibidos fue hacerlos convivir, contraponerlos y así lograr plasmar un ejercicio de discrepancia, noción fundamental abanderada en ese entonces por el propio rector Javier Barros Sierra y a la vez básica para cualquier estudio que pretenda una comprensión histórica de los fenómenos.
Al respecto, uno de los retos del Memorial tiene que ser evidenciar esas sutilezas o profundidades del acontecer histórico. No se trata que los asistentes sólo logren una comprensión general de los contenidos del tema “movimiento estudiantil” (qué sucedió, cuándo y por qué) ni mucho menos que se queden en una interpretación ideológica meramente maniquea, sino que identifiquen la complejidad política que caracteriza a los movimientos sociales; que identifiquen las muchas izquierdas y derechas que hay hacia dentro de éstos y las diferentes posturas que se plantean frente a un conflicto. Este aprendizaje podría resultarles de amplia utilidad para ubicar el propio acontecer cotidiano de su actualidad y tener noción de las sutilezas que definen y marcan los diferentes actores políticos del país.
Si bien es cierto que la mayor parte de los estudiantes jóvenes no percibe las diferencias o sutilezas entre los entrevistados (y los grupos que cada uno representa), los visitantes contemporáneos al movimiento sí lo hacen porque estuvieron inmersos en los debates y/o se adscribieron a alguna afiliación durante su participación en el mismo. Trotskistas, maoístas o comunistas son sólo algunas de las filiaciones que encarnan la diversidad política que caracterizó al movimiento y que se hacía presente en el Consejo Nacional de Huelga. Hoy en día, los contemporáneos que visitan el Memorial suelen, en general, expresar acuerdo o desacuerdo con los personajes que comparten muro con ellos o con alguno de sus compañeros. Suelen expresar que tal o cual personaje no debería estar, no tendría derecho, no participó, en fin, una serie de argumentos que manifiestan que la divergencia política original entre ellos no se ha borrado a pesar del paso de los años.
Para ellos, el reto del Memorial es doble: por un lado, hacerles ver la necesidad que las nuevas generaciones se informen de la diversidad de posturas que hubo hacia adentro del movimiento y, por otro, que sepan que el Memorial está abierto, sujeto a constante actualización y complementación. Los 57 entrevistados que están en la pared no son los únicos, ni los peores ni los mejores; sólo son unos cuantos de los muchos que participaron y cuya voz, si ellos lo desean y logran acercarse al Memorial, podrán legar a las nuevas generaciones. Por ello, continuar con el proceso de recopilación de testimonios (y, por lo tanto, de acercamiento a aquellos visitantes que manifiesten haber participado) debe ser uno de los ejes centrales de investigación por seguir.
Además de los contenidos, a un año de apertura es posible hacer un balance sobre los visitantes.(4) Hasta el momento, el público se puede dividir fundamentalmente en dos grupos: estudiantes de educación básica y media superior (secundaria y preparatoria) y contemporáneos al movimiento estudiantil. El primero corresponde con las tendencias de público que tienen la mayor parte de los otros museos del país. Este sector es rápidamente identificable; en general, en grupos de amigos (a veces, toda la clase entera), traen libretas en mano, hacen una visita rápida y al final solicitan el famoso sello para demostrar en la escuela su asistencia. La mayor parte de los alumnos que lo visitan fue informada acerca de él por sus profesores y no por la escuela o por alguna instancia de la Secretaría de Educación Pública. Esto podría deberse a que apenas este año se realizaron los trámites de inscripción ante esa dependencia, por lo que habrá que esperar para ver si, mediante su programa de catálogo de museos para visitas escolares, el máximo órgano educativo del país fomenta la visita a este espacio.
No obstante, más allá del papeleo inevitable, el movimiento estudiantil de la época es prácticamente inexistente en los libros de texto y planes de estudio oficiales; a lo sumo, es un suceso oscuro mencionado en un par de líneas que relatan un proceso autoadulatorio por el cual México se ha convertido, después de la Revolución, en un país moderno y plural. ¡Como si esto fuera todo lo que se puede decir sobre la historia reciente del país! Frente a la carencia de información, y más aún de exposiciones, que refuercen ciertos aspectos del temario en lo relativo a la historia contemporánea del país, el Memorial ha resultado ser el espacio natural para complementar dicha parte del programa.
Aunado a lo espinoso que resulta el tema, la carencia de información sobre 1968 puede deberse también a un problema que está presente incluso en el medio académico: tratar los sucesos que acaecieron hace pocos años y que continúan teniendo un impacto o influencia cotidiana significativa, plantea una dificultad analítica particular. Estos acontecimientos suelen ser evitados por la historia y heredados a disciplinas como la sociología, la antropología o, incluso, la economía, por aquello de la supuesta distancia necesaria para hacer un análisis histórico “objetivo”. Como resultado de esta situación, se está perdiendo la posibilidad de llamar la atención de los jóvenes visitantes a la reflexión sobre el acontecer pasado, porque es precisamente mediante las temáticas de los sucesos recientes o actuales en donde los museos de historia tienen mayor potencial para incidir sobre los alumnos y generar algún interés.
Esta cercanía o vivencia sucede en el caso del segundo grupo principal de visitantes, que son los contemporáneos al movimiento. A diferencia de los estudiantes, vienen solos o, a lo más, acompañados por el hijo o la pareja. Suelen hacer un recorrido lento y minucioso; incluso, dividen en dos la visita, con una duración de tres o cuatro horas. Al terminar, algunos suelen ir a las oficinas a dar sus datos de contacto y a preguntar por alguien que, en resumidas cuentas, quiera escuchar su historia. En ellos, podemos afirmar que el recorrido desencadena emociones encontradas. No han sido pocos los casos de personas que lloran y externan nostalgia, rabia o tristeza. Es una historia que para ellos sigue viva de manera que verla en un museo puede resultar tan gratificante como inoportuno: ser reconocidos y recordados, sí; pasar a ser objeto de museo (pasar, justamente, a la historia), no.
En el Memorial del 68 se trató de
crear un espacio que no fomentara la necrofilia y que, por el contrario,
se erigiera sobre la base del testimonio oral; de ahí su
nombre. No se quería un museo del 2 de octubre sino un memorial
(una suma de memorias vivas, actuales) sobre el movimiento estudiantil
y la compleja década de 1960. Pero hace falta un estudio
detallado de recepción para saber cómo se experimentan
a sí mismos los visitantes contemporáneos al 68 al
verse en un espacio expositivo, es decir, al verse convertidos
en objetos. ¿Podría ser que, más allá de
la emoción primera de reconocerse en una foto o en un video,
pasen a sentirse objetos de vitrina?
El Memorial tiene como tema central un conflicto social, pero sin un final cerrado, porque no lo hay. No es una historia de alabanza, de historia patria; es una historia del descontento, de la violencia y de la oposición. Es un debate abierto puesto que los resultados del movimiento no se resumen en un pacto firmado o en un producto tangible, por ejemplo, una constitución. A cuarenta años del 68 y uno del Memorial, el tema museológico de este artículo es cómo puede un recinto de este tipo convertirse, plena y verdaderamente, en un espacio de debate y diálogo que forme e informe a las nuevas generaciones en el contexto del país que les ha sido heredado.
Notas
1. Para conocer más sobre el CCUT se puede consultar la página electrónica www.tlatelolco.unam.mx
2. El proyecto del Memorial del 68 se inició en 2005 pero fue hasta el verano de 2006 cuando se iniciaron las labores de investigación y recopilación de información. Los responsables de la conceptualización del proyecto fueron Sergio R. Arroyo García, dirección ejecutiva; Álvaro Vázquez Mantecón, curaduría, y Alejandro García Aguinaco, museografía.
3. Una descripción detallada de los principios rectores
del Memorial puede encontrarse en Sergio Arroyo y Alejandro Aguinaco, “La
memoria y la ceniza”, en Álvaro
Vázquez (comp.), Memorial del 68,
México, Universidad Nacional Autónoma de México
/ Secretaría de Cultura de la Ciudad de México /
Turner, 2007.
4. Según el boletaje y los registros de control que se llevan en el Memorial del 68.
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