Imágenes en guerra. El arte y los debates sociales.
Memoria del segundo Encuentro de Investigación y Documentación
de Artes Visuales, México, Centro Nacional de Investigación,
Documentación e Información de Artes Plásticas,
Instituto Nacional de Bellas Artes, 2007, 408 pp.
|
|
Memorias en guerra(*)
• • •
OMAR CHANONA BURGUETE • PEDAGOGO
Subdirector general de Educación e Investigación Artísticas, Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, México
ochanona@correo.inba.gob.mx
No hay devoción, ni fervor, ni pasión, ni ambición sin imagen.
No hay formación, ni aprendizaje, ni conocimiento, ni saber sin imagen.
Por supuesto no hay imagen sin imagen.
Aun respirar se corresponde con imágenes que nos envuelven y sostienen.
Omar Chanona Burguete
I
El segundo Encuentro de Investigación
y Documentación de Artes Visuales (Imágenes en guerra.
El arte y los debates sociales) que llevó a cabo el Centro
Nacional de Investigación, Documentación e Información
de Artes Plásticas (Cenidiap), del 3 al 6 de octubre de 2007, constituyó una
oportunidad más de acercamiento, intercambio y reflexión
en torno a una multiplicidad de temas que, si bien develados, aún
encierran incógnitas, misterios, historias todavía
por contar o descifrar y en los que con los límites de tiempo
y espacio convencionales y terrenales un ejército de pensadores,
indagadores, descifradores, arqueólogos del dato, la obra
o el documento trabaja de manera constante en un ejercicio intelectual
ciertamente de distinto calado pero de hallazgos y aportaciones
valiosas, emocionantes y, en suma, digno de agradecer.
El encuentro, que contó con la intervención
de invitados nacionales y del extranjero, predominantemente permitió poner
sobre la mesa la reflexión que desde el Instituto Nacional
de Bellas Artes y Literatura, específicamente desde el Cenidiap,
avanza y se construye para producir conocimiento, y para estimular
y garantizar la apropiación de estos saberes por quienes
son al final los destinatarios de este esfuerzo: las sociedades
mexicanas y planetarias en general.
De este encuentro, de esa fusión de posiciones y propuestas, de dudas, confusiones y clarificaciones, de certezas y miradas diversas y diferentes, individuales y colectivas deriva el libro/memoria, del mismo nombre, que ahora presentamos con mucho gusto y placer. De éste, es importante señalar su amplitud de asuntos que, a manera de prisma, permite ver, pese a la lamentable ausencia de ilustraciones, un desfile amplio de figuras y contornos, bocetos y cuerpos acabados, imágenes al fin que constituyen un intrincado pero al final feliz, denso, intenso itinerario que va de Ruelas y Grosz a Montenegro y Mérida, a Méndez, Orozco y Rojo, a Álvarez Bravo, Kati Horna, Joel Peter Witkin, Julio Castellanos, Marcos Ramírez Errey, Urs Jaeggi; con ellos nos trasladamos del arte emergente a los americanismos, a la república de Weimar, a la estética del zapatismo, al Che, a la Operación Dulcinea, al Silencio del desierto, a la estética del dolor, a la pintura abstracta, al patrimonio y a su fundamental documentación, y de ahí hasta nosotros.
Imágenes en guerra. El arte y los debates
sociales es una espléndida oportunidad para dialogar
y entrar en conocimiento del estado de la profundidad, diversidad,
interés, motivación, intensidad y compromiso del
cúmulo de misterios y secretos que caracterizan el universo
infinito de la creación y cultura visual de nuestro país
y del mundo. La diversidad de asuntos que compila el libro es
de una riqueza que se agradece, pues lo mismo hacen acto de presencia
—como ya vimos— momentos, movimientos, personajes, creadores,
obras, memoria, análisis, descripciones, decodificaciones,
encontrándose y reencontrándose en el lienzo,
en la fotografía, en la instalación, en el performance,
en el mural, en el grafiti, en el documento a manera de bosque,
en donde, las frondas constituyen un manto magnífico que
todo lo cubre y que aún se salva de la deforestación
de los entornos.
Aunado a lo anterior, es de destacar en el texto la originalidad y numerosidad de enfoques, los juegos de las miradas, la alegoría reflexiva, la diversidad de tiempos, de azoros y de asombros, una variedad de conceptos, nociones y percepciones novedosas e inquietantes que sirven de coordenadas de la imagen en los territorios, no ya de las apariencias, sino en la raíz oculta en la que, después de desgajada, deja al descubierto contextos y causas que no lo son necesariamente, motivaciones y la lógica, la urdimbre que sostiene a la imagen y la forma en que es creada, leída y confrontada.
I I
Para el pensamiento conservador el caos es un asunto de des-orden; para el pensamiento complejo el caos, en cambio, es una cuestión de orden, es decir, el caos en última instancia es un refrendo de la diversidad que somos y un reto inteligente en la búsqueda de los equilibrios armónicos, o no, y la reivindicación de los derechos y las identidades en su más amplia concepción, sin prejuicio, sin preconceptos, en libertad. El caos es un asunto de percepción y concepción, de cosmovisión o caosvisión y es un ejercicio humano, de humanidad; no es un hoyo negro o un grado de dificultad, es en realidad una condición, una temperatura, la densidad del éter que habitamos.
La paz no es la ausencia de conflictos sino la capacidad de poner en diálogo a los antagonismos mediante su reivindicación, aceptación y entendimiento. El conflicto es la condición natural de los seres humanos, nuestra carta de identidad. Es lo no resuelto, es la forma natural de nuestra relación con el mundo que por lo mismo nunca resolvemos, por eso la vieja idea de “imágenes en guerra” es el reflejo de nuestra condición natural y su abordaje es el paso obligado para que la diversidad, la libertad y la diferencia sean.
En efecto, nuestro transcurrir cotidiano es un enfrentamiento constante con el entorno, con la otredad que por su presencia o su ausencia siempre es una imagen, como han acreditado tantas corrientes de pensamiento y escuelas filosóficas y como lo constata la emoción individual personal, no elaborada y si se quiere no reflexiva, de cualquier persona al experimentar su encuentro con lo demás, o con los demás. Rodeados de mundo, de imágenes, somos testigos de las confrontaciones entre los otros y al final somos también nosotros imagen en confrontación con el mundo.
Estamos en guerra, una guerra sui generis y
no declarada por la integridad, por la identidad, por la posibilidad
de ser, por el derecho a ser: una guerra de emociones, gustos,
evocaciones, saturaciones, deseos, impulsos ocultos, intensiones
veladas, explícitas o implícitas de historias y
futuros que no conoce tregua y nos acompaña a lo largo de
lo vivido, una guerra que llevan a cabo constantemente las imágenes
que nos habitan y nos forman.
Sin embargo, habría que matizar, pues aun en la metáfora hay consideraciones que tomar en cuenta. Efectivamente crecemos y nos desarrollamos en medio de la confrontación y ésta tiende a ser violenta, tensa; pero está en la naturaleza humana la posibilidad de coexistir con ello, superarlo y convertirlo en fuente de fortaleza individual y colectiva; crecemos sobre los conflictos y ese es el secreto de nuestra esencia.
El primer frente de esta confrontación es la imagen, las imágenes que se constituyen así en la fuente primaria de la información que aprendemos, procesamos y convertimos en conciencia y conducta pública y privada.
I I I
Tal vez las transformaciones más importantes en los años venideros devengan de la asunción social e individual del aprendizaje como centro de las formaciones individuales y colectivas que, aunque como discusión ocupa muchos foros y textos, estamos aún lejos de una asunción consecuente con este hecho contundente.
Esta transformación de percepción que avanza, y crece, paulatinamente lo es de concepción también y finalmente lo será de la forma práctica en que asumiremos los procesos y los proyectos formativos individuales y colectivos, públicos y privados. Lo veremos en la transformación de la forma de entender y operar física y estructuralmente los denominados sistemas educativos.
De hecho, somos testigos hoy de cómo las tensiones de esta transformación se multiplican, emergen en espacios obvios o inverosímiles y se intensifican en sus terrenos naturales. Más allá de la apariencia y más allá de la evidente violencia que tales mutaciones provocan, vivimos hoy la transformación de la concepción tradicional de enseñanza o docencia, en la que anteriormente y aún hoy, en un afán más bien trasnochado, se centra el destino y se subordina al cien por ciento a la capacidad vital y natural del ser humano de aprender, es decir, de establecer relación con lo otro, de aprender de lo otro, de introyectarlo, y procesarlo y de construir conocimientos, circunstancia que las nuevas realidades se encargan de frustrar y poner en su lugar en medio de mucha violencia y confrontación.
En el mismo sentido, merced a esta evolución
nocional, reconocemos ahora con mayor contundencia, aunque con
enormes resistencias, el potencial formativo de la imagen y más
correctamente de las imágenes que pueblan nuestra vida,
pues aprendemos por las imágenes y por el conflicto que éstas
escenifican. El concepto contemporáneo y complejo del aprendizaje,
de acuerdo con André Giordan, dicta que “aprender
es una cuestión de aproximación, de interés,
de confrontación, de descontextualización, de interconexión,
de ruptura, de alternancia de emergencia, de pausa, de retroceso,
sobre todo de movilización”, casualmente por las
mismas vías por las que constituimos y significamos nuestra
relación con el arte, y con la imagen artística.
IV
Efectivamente es una guerra continuada la que
las imágenes, nuestras imágenes, han librado y libran
a lo largo de nuestra conformación como identidades, como
culturas, como personas. Como fundación y refundación,
miríadas de imágenes han marcado y determinado momentos
específicos de nuestras historias, nuestros presentes y
nuestros futuros; una imagen específica nos funda como nación
y otra nos refunda como soberanía, y tantos más nos
reconforman cada día.
Sin embargo, más
allá de la grandilocuencia, nuestras existencias libran
batallas indecibles e interminables a través de las imágenes
que somos y conjugamos y mediante las imágenes que más
allá de presentes, pasados o futuros constituyen el espacio,
la vía de nuestros transcursos, tal vez en los términos
en los que Zigmut Bauman resignifica el valor estético de
nuestras cotidianidades actuales.
Más allá de la reflexión, más allá de sus acentos o sus yerros, la imagen, las imágenes, en sus íntimos combates prevalecen y algo nos dejan, algo importante que Robert Graves ha condensado con belleza y acierto en su poema En imágenes rotas, traducido espléndidamente por Efraín Bartolomé:
En imágenes rotas
Él es listo, él piensa en imágenes claras;
yo soy lento, yo pienso en imágenes rotas.
Él se hace obtuso, confiando en sus imágenes
claras;
yo me agudizo, desconfiando de mis rotas imágenes.
Confiando en sus imágenes, él
afirma su pertinencia;
desconfiado de mis imágenes, yo cuestiono su pertinencia.
Afirmando su pertinencia, él da por
sentado el hecho;
cuestionando su pertinencia, yo dudo del hecho.
Cuando el hecho le falla, él duda
de sus sentidos;
cuando el hecho me falla, apruebo mis sentidos.
Él sigue siendo listo y obtuso con sus claras imágenes,
y yo lento y agudo con mis rotas imágenes.
Él se halla en una nueva confusión
de su entendimiento;
yo en un nuevo entendimiento de mi confusión. Robert
Graves
Versión de Efraín Bartolomé
Nota
* El presente texto fue leído el 16 de octubre de 2008 en el Aula Magna José
Vasconcelos del Centro Nacional de las Artes (México), durante la presentación
de Imágenes
en Guerra. El arte y los debates sociales. Memoria del segundo Encuentro de Investigación
y Documentación de Artes Visuales.
|
|