
Imágenes en guerra. El arte y los debates sociales.
Memoria del segundo Encuentro de Investigación y Documentación
de Artes Visuales, México, Centro Nacional de Investigación,
Documentación e Información de Artes Plásticas,
Instituto Nacional de Bellas Artes, 2007, 408 pp.
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Imágenes en guerra: el valor de la diferencia en una aventura colectiva
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GEORGINA
ALCÁNTARA • PSICÓLOGA
Y ARTISTA
Coordinadora de Difusión del Cenidiap
georgialacantara@hotmail.com
Para comenzar esta presentación(1) plantearé algunas preguntas que pudieran concernir no sólo al proceso colectivo que dio origen al libro que hoy nos reúne, Imágenes en guerra. El arte y los debates sociales, sino también al que probablemente atraviesa la licenciatura en Artes visuales de la Escuela Superior de Artes de Yucatán en la organización de sus ya próximas, y sin duda pródigas, jornadas Peircianas.
¿Cómo motivar la participación de un amplio número de investigadores con miradas, discursos y, en ocasiones, ejes epistémicos radicalmente distintos en torno a un tema? ¿Cómo
generar un proceso de auto-organización y convivencia prospectiva entre ellos? ¿Cómo hacer que sus diferentes construcciones dialoguen, debatan y jueguen dando como resultado no una publicación
final, sino un dispositivo que permita sumar nuevas miradas, discursos
y enfoques, a los de la propuesta inicial?
La publicación que hoy presentamos es,
en buena parte, la respuesta a esta pregunta. Esta memoria del
segundo Encuentro de Investigación y Documentación
de Artes Visuales reúne las reflexiones en torno a la imagen
de más de cuarenta especialistas, en su mayoría
del Centro Nacional de Investigación Documentación
e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) del Instituto
Nacional de Bellas Artes (INBA), tratada en unos casos como texto,
en otros como subtexto y en algunos más, honestamente, como
pretexto para la disección de teorías, autores y
enfoques aplicados a objetos de estudio que van desde el muralismo
hasta la pintura abstracta, desde el diseño hasta la instalación,
desde el análisis escenográfico-visual de un filme
hasta la lectura poética de una obra fotográfica,
desde la deconstrucción de expresiones como el video, la
intervención y el performance, hasta la estética
del movimiento zapatista, sin dejar de lado anécdotas y
testimonios sobre el arte, su preservación y su recepción
en diferentes países, discusiones sobre la importancia y
formas de documentarlo, esto todo sustentado en una gramática
que permite que toda representación sea motivo de un transitar
común. La palabra “común” resulta, desde
luego, inquietante tratándose de una re-unión
tan disímil. ¿Cómo es que tuvo lugar este
proceso común?
Iniciamos con la generación de un campo
semántico de intencionada indeterminación: la
imagen. “La imagen no sólo como un medio
de transmisión de mensajes, sino como un espacio fundamental
en que los debates del arte y de la sociedad se desarrollan” nos
dice Carlos Guevara,(2) primero
en la convocatoria de este segundo Encuentro y después en
el texto de presentación de la memoria. Surgieron de esta
indeterminación propuestas en todas direcciones que impusieron
el reto de inventar nuevos elementos de cohesión. El resultado:
cuatro días de reunión y debate académico
nutridos por la participación constante de aproximadamente
170 personas provenientes de diez entidades de la República
Mexicana e incluso del extranjero.
Recibimos una cascada de múltiples propuestas
temáticas como afortunada respuesta al título del
encuentro: Imágenes en guerra. Establecimos, para dar sentido
a esta constelación de campos y visiones, tres grandes
subtemas: 1) Política de la imagen y la mirada, 2) Documentar
lo indecible y 3) Memoria, representación e imaginarios
sociales. En ellos alojamos diez mesas temáticas que me
permito mencionar más que a manera de obligada reseña
de contenido, para dar una idea de la diversidad a la que dio origen
nuestra provocación inicial: 1) Expresiones artísticas
contemporáneas, 2) Identidades políticas y sociales,
3) Exilio español y segunda Guerra Mundial, 4) Cine y fotografía,
5) El discurso del trauma en el arte contemporáneo, 6) Representación,
presencia e incorporeidad, 7) Historia y teoría del arte
latinoamericano contemporáneo, 8) Construcción de
la política cultural en el INBA, 9) Memorias y representaciones
y 10) El documento como patrimonio cultural. Bosquejar estas categorías
como un intento de mapa que diera al público ávido
de certidumbre en un territorio tan diverso fue, entre otros, motivo
de nuevos campos de batalla.
Me refiero a los espacios cotidianos de preparación,
a la dimensión de acuerdos y desacuerdos constantes, a la
accidentada responsabilidad de crear coincidencias temáticas
y lógicas organizativas, a la siempre escabrosa gestión
de los presupuestos, a la discusión de los porqués
y los cómos, que van desde disponer el orden de los ponentes
hasta los colores del logotipo. Todo esto podría haber sido
definido por la dirección y los mandos medios del Cenidiap,
sin embargo, tratándose de un proceso colectivo, la participación
de los miembros de la comunidad académica del Centro enriquecía
y motivaba encarnizados debates en los que no se dudaba en apelar
a Freud, a Bourdieu o a Peirce para decidir incluso si el nombre
del encuentro debería aludir a la guerra o a un patchwork,
si debería existir una subdivisión disciplinar en
el programa o si habrían de ser sólo mesas temáticas,
e incluso, si debería utilizarse una coma en lugar de un
punto antes del subtítulo; deliciosos debates multidireccionales.
En fin, sutilezas todas que conforman un proceso de carácter
colectivo.
Implícitamente hubo de asumir varias premisas de trabajo, una de ellas probablemente la más importante: “existir es salir de sí mismo, no olvidemos que la inteligencia es colectiva”, nos dice Antoine Conjard, y agrega, “en estos tiempos de repliegue sobre sí mismo, es indispensable interrogarnos mutuamente e interrogar nuevamente al arte y al conocimiento que han sido siempre los motores de la emancipación de individuos y sociedades, aún cuando de cada pregunta emerjan numerosas contradicciones”.(3)
Y efectivamente, numerosas contradicciones emergieron, pero estas “emergencias” nos llevaron a continuar el proceso de interrogación. ¿Tendríamos que aspirar a resolver estas contradicciones? O más aún, ¿se trata de verdaderas contradicciones? ¿No podríamos hablar más bien de representaciones que cohabitan y constituyen campos de diversidad que promueven una movilidad permanente? ¿Podríamos acaso decir que nuestra vida cotidiana y la configuración de nuestras creencias y saberes, incluso a nivel personal, se deslizan con linealidad y tersura?
Tal vez la construcción de un proceso
colectivo implica en principio asumir su complejidad. En un nivel
personal, nuestra complejidad interna se encuentra plagada de sensaciones,
percepciones, creencias y saberes mutuamente contradictorios: nuestros
conocimientos científicos conviven con nuestra mente mítica,
y en no pocas ocasiones de nuestra sólida integración
cognitiva emerge la mirada egocéntrica y animista
del niño.
Podríamos entonces pensar que mitos personales
o familiares, creencias religiosas, pragmáticas y rituales
de comprobada eficacia, conviven con las ideas claras y distintas
que nos heredó Descartes, todo en un mismo sistema. Probablemente
comprender que se trata de constructos, de representaciones, nos
dé un útil margen de distancia respecto a la accidentada
aventura colectiva, en la que las aparentes contradicciones del
convivir, vivir-con, constituyan un proceso naturalmente diverso
que no nos impida cultivar los motivos comunes.
La claridad y la estratégica apertura,
tanto por parte de la Dirección del Cenidiap (maestro Carlos-Blas
Galindo) como de la Subdirección de Investigación
(maestro Carlos Guevara Meza), el consistente apoyo de la Subdirección
General de Educación e Investigación Artísticas
del INBA (pedagogo Omar Chanona Burguete) así como la tenaz
participación de las Academias del Cenidiap (Políticas
Culturales, Teoría y Metodología de la Documentación,
Fronteras, Arte Emergente y Epistemología) a través
de sus representantes, comprobó que los sistemas,
nos diría Foerster, pueden reducir la envoltura adiabática
de sus superficies aparentemente cerradas, para generar una dinámica
auto-organizativa en la que los subsistemas —en este caso
mandos medios, investigadores, academias, equipos editorial y
de diseño gráfico, e incluso el imprescindible
personal administrativo—, configuran un sistema abierto
que recibe y aporta sustancialmente al meta-universo
o ambiente en que está inmerso. He aquí que las
contradicciones devienen, como diría Borremans citada
por Foerster, “instrumentos
de convivencia que ofrecen a las personas que los usan […]
una oportunidad de enriquecer su ambiente”.(4)
Imágenes en Guerra, el arte y los debates sociales, por su múltiple resolución sintáctica y su flexibilidad semántica, pretende ser, más que un libro, un instrumento, un dispositivo de con-vivencia, que invita a cada usuario, o lector, a debatir con las representaciones de los que en ella se inscriben. Entonces, la memoria de este segundo Encuentro es la proposición colectiva que hace el Cenidiap de dar continuidad a esta interrogación que menciona Conjard, de unos hacia otros, “hacia el conocimiento y hacia el arte como antídoto contra la uniformidad, como elogio a la diferencia y como medio compartido para explorar e imaginar el futuro común”.(5)
Notas
1. Texto leído durante la presentación del libro Imágenes en guerra. El arte y los debates sociales en la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Mérida, 12 de noviembre de 2008.
2. Carlos Guevara Meza, Imágenes en Guerra. El arte y los debates sociales, México, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, Instituto Nacional de Bellas Artes, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2007, p. 13.
3. Antoine Conjard, en Hexagone Scene Nationale de Maylan-Grenoble, saison
07-08, Grenoble, France, p. 1.
4. H. Foerster, Las semillas de la cibernética,
Barcelona, Gedisa, 1996, p. 134.
5. Antoine Conjard, op. cit.
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