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Félix Bernardelli (al centro) con sus discípulos, ca. 1898. En el sentido de las manecillas del reloj: José María Lupercio, Rafael Ponce de León, un alumno no identificado, Jorge Enciso y Gerardo Murillo.

 

 

Félix Bernardelli (1862-1908).
Un artista moderno en el
Museo Nacional de San Carlos


En 2008 el Museo Nacional de San Carlos cumplió cuarenta años de existencia. El valor fundamental de este espacio museístico ha sido albergar un excelente acervo de obras europeas y nacionales que datan desde la época de la Colonia hasta ya entrado el  siglo XIX, con énfasis en la influencia que la pintura del Viejo Mundo tuvo en México a partir de la conquista española. En este sentido, el europeocentrismo se ve manifiesto en la mayoría de los géneros artísticos de las piezas que conserva el museo, así como en la línea curatorial que preside gran parte de las muestras que presenta, como fue el caso de la que aquí nos ocupa.

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LAURA GONZÁLEZ MATUTE HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
gomatla@yahoo.com.mx


 

De junio a agosto de 1996, el Museo de San Carlos presentó la muestra Félix Bernardelli y su taller. Incluyó varios núcleos temáticos, siendo dos los ejes principales: la obra de Bernardelli y el taller de sus alumnos. En el primer núcleo se ejemplificó, de manera cronológica, el desarrollo artístico del pintor con gran número de óleos, acuarelas, dibujos a lápiz, tinta y carbón, así como algunos ejemplos al temple y al pastel. A través de este recorrido, se pudo advertir tanto su formación académica europea, sobre todo en el manejo del desnudo y el retrato, como, de manera notable, su gran gusto por los temas orientalistas, tan en boga en aquel momento en Europa.

Lo más sobresaliente, sin embargo, fue dar cuenta de su aportación a la paleta modernista con varios cuadros de tendencia impresionista, en los que la pincelada corta y la atmósfera de los paisajes, incluyendo los alrededores de Guadalajara y Chapala, en México, aportaron a los visitantes una visión vanguardista del arte.

En cuanto a la obra de sus alumnos, se presentaron varios cuadros muy tempranos de Gerardo Murillo, sobre todo paisajes rurales, en donde ya se aprecia también su gusto por la tendencia impresionista. En este mismo sentido, fue también altamente revelador haber exhibido obras inéditas de pintores como Luis de la Torre, Jorge Enciso, Rafael Ponce de León y José María Lupercio, quien años más tarde se convertiría en un renombrado fotógrafo. Asimismo, se incluyeron varias obras pictóricas de los hermanos de Félix —también reconocidos artistas en Brasil— Henrique y Rodolpho Bernardelli

Por lo anterior, la muestra resultó una gran aportación a la historia del arte mexicano de finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo porque hasta ese momento el nombre de Bernardelli había sido aludido únicamente de manera pasajera, sin mencionar su taller y mucho menos el haber sido el maestro de varios de nuestros grandes artistas, como Roberto Montenegro y Gerardo Murillo, entre otros. De esta forma, el Museo Nacional de San Carlos llevó a cabo una extraordinaria labor al aportar el conocimiento de los inicios de la modernidad plástica en México y los antecedentes pedagógicos de algunos de los más destacados artistas del país.   
 
Asimismo, esta exposición cumplió de manera global con los intereses artísticos y los criterios de exhibición del Museo. Bernardelli, de origen brasileño, había realizado sus estudios en diversas instituciones de corte liberal (alejadas de las rígidas academias oficiales), tanto en Roma como en París. Al llegar a México y establecerse en la ciudad de Guadalajara, en 1892, instauró una academia de arte a la usanza de las academias libres europeas a las que había asistido, en la que predominó la tendencia impresionista, así como la concepción antiacadémica de producir obras alejadas del conservadurismo plástico que regía a las instituciones tradicionales. Podemos afirmar que esta escuela impuso la modernidad en el país, incluso antes que en 1903 lo hiciera Antonio Fabrés en la Academia de San Carlos en la capital mexicana.

Por otro lado, Bernardelli fue un gran promotor artístico, ya que motivó a sus alumnos para que viajaran a Europa y, al mismo tiempo, les impartió cátedras de pintura mural; de ahí que el Dr. Atl, Roberto Montenegro y Jorge Enciso estuvieran entre los iniciadores del movimiento muralista mexicano.

Durante todo el siglo XIX y de manera especial en los albores del siglo XX, la ciudad de Guadalajara fue descrita por diversos estudiosos como un lugar propicio para la creación literaria, musical y plástica. Por esta razón el historiador Edward Gibbon la bautizó como "la Florencia mexicana". El poeta jalisciense Enrique González Martínez se refería a ella con las siguientes palabras:

Guadalajara era en aquellos años una ciudad limpia, sencilla y clara, con un provincianismo del mejor tono y con un ambiente de cultura digno de su historia y abolengo […] muy segura en mantener el cetro de la cultura en el occidente de la República [...]. Pero había algo más que nadie podía disputarle: su ambiente artístico y literario.(1)

 

Bernardelli en Guadalajara
             
Félix Bernardelli llegó por vez primera a México procedente de Brasil en el año de 1886, con la intención de reunirse con su hermana Francisca (Fanny). Cuando ésta contaba apenas con escasos meses de edad, por azares del destino se había quedado en la ciudad de Guadalajara al cuidado de sus padrinos, los señores Escorza. Poco después del reencuentro familiar, Bernardelli partió hacia Europa con el fin de continuar sus estudios pictóricos y musicales (había comenzado a estudiar pintura a la edad de 15 años en Río de Janeiro y tocaba el violín con verdadera maestría). Seis años más tarde regresó de Europa para radicar definitivamente en Guadalajara.

Debido a su gran interés por fomentar las artes, en especial la pintura y la música, organizó en casa de su hermana Fanny reuniones a las que asistían diversas personalidades tanto del medio musical como de la plástica y la literatura. Por su virtuosismo como violinista —constantemente mencionado en las crónicas periodísticas de la época— probablemente en esas veladas se privilegiaba la convivencia musical; sin embargo, los pintores Dr. Atl, Roberto Montenegro, Jorge Enciso, Luis de la Torre, Rafael Ponce de León y José María Lupercio compartían estas tertulias en las que, como se señaló, había espacio para la pintura y la literatura.

Desde su llegada a Guadalajara, Bernardelli realizó una encomiable labor cultural. Una vez instalado en su taller de pintura, un periodista hizo una breve reseña de sus inquietudes musicales y pictóricas: "muchos lo [hemos] oído tocar al violín con maestría que pasma, [pero] lo que saben pocos es que ese mismo admirable músico sea un pintor de gran talento, enamorado de su arte y que guarda en su casa verdaderas preciosidades producto de su pincel".(2)

El periodista hizo una pormenorizada descripción de los cuadros que se encontraban en el taller. Se refirió a su excelente factura, así como al realismo en el tratamiento de la anatomía, los rostros y los atuendos: “[…] esas manos que parecen que se desprenden del lienzo, esos ojos que ven como si la pupila fuera de verdad, esa tez que tiene la frescura de la de un ser de carne y hueso, [...]  y vestidos en que parece que se siente crujir el raso [...]”(3) Hablaba de diversas acuarelas y anotaba que algunas de ellas habían sido ampliamente admiradas en la última exposición presentada por el artista. Entre otras obras, se elogiaba un retrato de la bailarina Celestina Thierry, madre de Bernardelli: “Delicioso como estudio de combinación de luz y colorido es el retrato de la señora Bernardelli... madre del pintor, ésta se halla representada al lado de una ventana, mirando al campo y, todo, desde la cortina de damasco naranjado que sirve de fondo al cuadro, hasta el ramo de violetas que en el pecho ostenta la figura, contribuye a producir un efecto tan natural, que no hay quien no admire la obra.”(4) Sobre algunos estudios académicos, el mismo periodista anotaba:

La parte para mí más interesante de la colección la constituyen en los estudios aislados los documentos humanos en que Bernardelli, hojeando el gran libro de la naturaleza, consiguió arrancarle secretos que avaro guardaba. Aquí un torso exquisito, más allá una cadera modelada en la forma de la ánfora en que Fidias bebió el vino eterno de la belleza, en otra parte una pierna, o un brazo, o una mano jugosos, llenos de relieve, obra de días y días, de sesiones enojosas y de amonestaciones al modelo, pasan unos tras otros.(5)

Probablemente algunas de estas obras desaparecieron en 1905, al incendiarse el taller del pintor, según consta en una nota periodística de la época.(6) Para entonces Félix Bernardelli promovía su obra no sólo en Guadalajara, sino también en la ciudad de México y en Estados Unidos. En un diario nacional se comentó que el pintor expondría varias de sus obras en la capital, entre ellas El jarabe tapatío. 

En 1898 participó en la exposición anual que celebraba la Academia de San Carlos. Su obra también estuvo presente en algunas ciudades de Estados Unidos; en una nota se dio a conocer que el artista pensaba vender seis lienzos: “[…] a los aficionados yankees [...] dos vistas de la laguna de Chapala, dos tomadas de Mezquitán, una de Zapopan y otra en la Alcaicería Ahumada [...]”(7) Por la descripción que se hace de los paisajes se advierte que Bernardelli manejaba ciertas tendencias impresionistas que habían estado en boga en Europa durante los años en que estudiaba en París. El artículo destacaba: “[…] llaman la atención, lo bien entendido de las luces, esas luces, escollo, al decir de un crítico de arte, de los pintores mexicanos; el cuidadoso tratamiento de los accesorios, y la hermosura y natural distribución de las figuras que animan el paisaje".(8)
           
No fue éste su único contacto con Estados Unidos. En el  archivo familiar del artista se encontró un catálogo de exposición sin fecha, en el que se invita a la inauguración de una muestra de Félix Bernardelli, realizada en Nueva York, con obras pintadas en Roma, París y México. Probablemente esto haya sido a principios de 1896, cuando viajó a Washington con el fin de ofrecer varios conciertos en compañía del pianista jalisciense Enrique Morelos.(9)

 

El taller de Bernardelli        

Durante los primeros años de su estancia en Guadalajara, Bernardelli participó en diversas audiciones musicales y presentó algunas exposiciones locales. Más tarde, surgió la inquietud de compartir sus conocimientos plásticos en un periodo de gran auge en el campo de las artes.  Existen numerosas notas periodísticas en las que se daba cuenta del nuevo despertar por la cultura plástica en la capital tapatía. 

Al tiempo que se vivía este resurgimiento de las artes y con el fin de crear un espacio pedagógico en la enseñanza de la pintura, Bernardelli abrió su taller —en la calle del Carmen número 54— dedicado a la enseñanza artística para "señoras y señoritas",(10) donde se impartían clases de dibujo y pintura "aplicando los últimos adelantos del arte". Los talleres, según se apuntaba, estaban instalados a la manera de las academias libres de Roma y París y se impartía dibujo artístico, tanto del yeso como del natural. También había clases de pintura al óleo, a la acuarela y técnicas de gouache y pastel, así como: “Pintura de flores y paisajes. Enseñanza de la pintura recreativa sobre seda, porcelana, marfil y terracota, con todos los procedimientos modernos [...]. Retratos del natural al óleo, acuarela, y lecciones a domicilio a precios convencionales.”(11)

A pesar que no había sido creado para que asistieran pintores especializados, sino para las damas jaliscienses, en una fotografía de época se muestra el taller instalado a la usanza de los talleres académicos, en el cual se impartían las prácticas de copia de yeso y modelos de desnudo. En la misma fotografía aparece, entre otros, el pintor Roberto Montenegro.(12) También concurrían otros jóvenes pintores como Jorge Enciso, Rafael Ponce de León y José María Lupercio, así como Gerardo Murillo “Dr.Atl”, este último un poco mayor que los demás.

La experiencia y conocimientos de modelos académicos, la acuarela, el gouache, el óleo y la pintura mural fueron asimilados por la mayoría de sus estudiantes. El maestro Bernardelli estimuló a sus discípulos para que asistieran a la Academia de San Carlos en la ciudad de México y, posteriormente, se trasladaran a Europa. Gerardo Murillo, por ejemplo, decidió viajar al Viejo Continente a instancias de Bernardelli, quien, según se advierte en una carta, mantuvo constante correspondencia con él mientras estuvo en Europa: “Mucho gusto me dará comprarle todas las cosas que me encarga, pero creo mi deber es advertirle que regresaré después de octubre, más bien, esto será en los últimos días de noviembre [...]. Usted me dice que tiene mucha necesidad de ‘desnudos’. Mañana mismo le prometo mandarle alguna fotografía [...].”(13)
             
Rafael Ponce de León, por su parte, viajó a México para ingresar al taller del maestro catalán Antonio Fabrés; también llevaba una misiva de Bernardelli. Comenta su primera impresión sobre Fabrés: “Ya comprenderá lo amable que es este señor y me recibió bastante bien; más, cuando supo que Ud. me mandaba, yo no sé qué le diría Ud. en la carta el caso es que hasta me abrazó [...]”(14)
           
El paso de estos artistas por el taller de Bernardelli no sólo les favoreció en su primera formación sino que fue definitivo para su posterior desarrollo y proyección. No es de extrañar entonces que estos jóvenes artistas colaboraran como ilustradores en algunas de las revistas mexicanas más importantes del momento, como Crónica y Revista de Guadalajara, en Jalisco, y Savia Moderna, en la ciudad de México.

Por otra parte, y como síntoma del auge artístico jalisciense, cabe mencionar las constantes visitas que realizaron a Guadalajara prominentes artistas tanto de la plástica como de la literatura. José Juan Tablada, Luis G. Urbina, Jesús Contreras y Daniel del Valle fueron algunos de los ilustres mexicanos que contribuyeron a fomentar la cultura en el estado. Durante su estancia, Tablada tuvo la oportunidad de conocer personalmente a Félix Bernardelli; elogió su trabajo y lo reconoció como un gran artista. En una carta le comentaba: “Remitiré a usted los periódicos en que mi humilde pluma se ocupe de la interesantísima personalidad artística de usted y en donde apunte las inolvidables impresiones que su taller y sus cuadros me produjeron.”(15)

Bernardelli también llevó a cabo la decoración mural de iglesias, casas particulares y establecimientos comerciales. Esta labor no era ajena a los jaliscienses, ya que, como es sabido, a finales del siglo XIX los más connotados artistas de la localidad realizaron este tipo de decoraciones en distintos templos y casas señoriales. Nuestro pintor se ocupó de la decoración de la cúpula de la Iglesia de la Soledad,(16) de la cual se conservan bocetos y un cuadro al óleo de un ángel que debía decorar una de las pechinas de la cúpula.(17) Por otra parte, existen también los bocetos a la acuarela de dos figuras femeninas al estilo art nouveau que decoraban las jamblas de la puerta de la papelería El Libro de Caja. Juan Kaiser. Existe una fotografía en la que aparece Bernardelli en una escalera, pintando los muros. Hay también otra fotografía del artista en la casa Larriátegui, tomada seguramente al terminar su trabajo pictórico sobre los plafones.       

Esta manifestación artística de Bernardelli fue muy significativa para el arte mexicano de principios de siglo. En 1910, una década antes de que surgiera el renacimiento muralista mexicano, Jorge Enciso decoró la Escuela para Niñas Gertrudis de Armendáriz y los murales de la Escuela Vasco de Quiroga, ambas en la ciudad de México.(18) Ese mismo año, Gerardo Murillo, tras participar en la Exposición de Artistas Mexicanos que organizara la Academia de San Carlos con motivo de las fiestas del Centenario, pidió al secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Justo Sierra, le concediera unos muros para pintar. El funcionario accedió inmediatamente y le ofreció los del edificio de San Ildefonso. Murillo instaló los andamios, pero al estallar el movimiento armado de 1910, el proyecto se suspendió. En 1919, Roberto Montenegro realizó la decoración mural del Casino en Palma de Mallorca.(19) Hacia 1921, son nuevamente los pintores tapatíos Roberto Montenegro y Gerardo Murillo, con la ayuda de Jorge Enciso y Xavier Guerrero, y apadrinados por José Vasconcelos, quienes inician la decoración mural del ex convento de San Pedro y San Pablo.

Por todo lo anterior, podemos afirmar que Félix Bernardelli fue una figura relevante en la esfera cultural tapatía, ya que sembró el germen de diversas manifestaciones plásticas, que encontraron cabal desarrollo en el curso de las tres primeras décadas del siglo XX. Por lo mismo, la exposición en el Museo Nacional de San Carlos fue no sólo una revelación sobre el artista sino el reconocimiento a la modernidad plástica y a los pioneros del movimiento muralista mexicano.

 

Notas

1. Enrique González Martínez, Obras completas. El Hombre del Búho. Misterio de una vocación, México, El Colegio Nacional, 1971, p. 654.
2. Amateur, "Una visita al taller de Bernardelli", Diario de Jalisco, Guadalajara, 28 de abril de 1895,  p. 2.
3. Idem.
4. Idem.
5. Idem.
6. "Incendio", Diario de Jalisco, Guadalajara, 24 de marzo de 1905, p. 3.
7. "Los cuadros de Félix Bernardelli", El Heraldo, Guadalajara, 23 de enero de 1896, p. 2.
 8. Idem.
 9. "Triunfo de un artista jalisciense", El Heraldo, Guadalajara, 19 de marzo de 1896, p. 6.
 10. El taller debía ocupar algunos de los cuartos de la Casa Remus, donde vivía Fanny Bernardelli de Remus. Esta casa estaba ubicada en la esquina de Juárez y Colón, antes Carmen y Aduana. Véase José Cornejo Franco, Guadalajara, Monografías de arte, núm. 7, agosto de 1946, ils. núm. 98.
11. "Academia de Pintura y Dibujo para Señoras y Señoritas. Calle del Carmen núm. 54", El Correo de Jalisco, Guadalajara, 21 de marzo de 1897, p. 1.
12. En la fotografía aparece en el primer plano uno de los alumnos cuyo parecido con Montenegro es evidente.
13. Carta de Gerardo Murillo “Dr. Atl” a Bernardelli, Roma, 19 de julio de 1902. Archivo de Jorge Corvera Bernardelli.
14. Carta de Rafael Ponce de León a Félix Bernardelli, México, D. F., 23 de septiembre de 1903. Archivo del doctor Jorge Corvera Bernardelli.
15. Carta de José Juan Tablada a Félix Bernardelli, México, D. F., febrero de 1895. Archivo de Jorge Corvera Bernardelli.
16. José Cornejo Franco, op. cit., p. XLI
17. El cuadro al óleo sobre el ángel se encuentra actualmente en el Museo Regional de Guadalajara. Desafortunadamente, la Iglesia de la Soledad fue demolida hace algunos años.
18. Orlando Suárez, Inventario del muralismo mexicano, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1972.
19. Véase el estudio de Julieta Ortiz Gaitán, “Mallorca”, en Entre dos mundos: los murales de Roberto Montenegro, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1994, pp. 85-89.

 

 


Félix Bernardelli en Guadalajara, México, ca. 1896.



Félix Bernardelli
Academia
ca. 1892, óleo sobre tela.



Félix Bernardelli
Chapala
ca. 1899, óleo sobre tela y masonite.



Félix Bernardelli
Figura en el jardín
ca. 1900, óleo sobre tela.