D I V E R S A E N T R E V I S T A • • • • • •
 



Tivó, Chiapas, México.
Foto: Cristina Híjar.

 

 

 

 

 

 

 




Oventic, Chiapas, México.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 

 

 

 

 




Gustavo Chávez, Los Altos,
Chiapas, México.

 

 

 

 

 

 

 

 




Los Altos, Chiapas, México.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 

 

 

 

 

 

Iglesia de San Pedro Polhó,
Chiapas, México.
Foto: Cristina Híjar.

 

 

 

 

 

 

 

 




Caracol de Oventic, Chiapas, México. Foto: Cristina Híjar.

 

 

 

 

 

 

 




Clínica La Guadalupana, Caracol de Oventic, Chiapas, México.
Foto: Cristina Híjar.

 

 

 

 

 

 

 




Caracol de Oventic, Chiapas, México.
Foto: Cristina Híjar.

 

 

 

 

 

 

 

 




Caracas, Venezuela, 2007.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 

 

 

 

 

 




Caracas, Venezuela, 2007.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 

 

 

 

 

 




Caracas, Venezuela, 2007.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 

 

 

 

 

 




Gustavo Chávez, Palestina, 2004.

 

 

 

 

 

 

 

 




Gustavo Chávez, Palestina, 2004.

 

 

 

 

 

 

 




Palestina, 2004.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 

 

 

 

 




Palestina, 2004.
Foto: Gustavo Chávez.

 

 

 


 

 

Rastros coloridos de rebeldía, desde Chiapas hasta Palestina. Entrevista con
Gustavo Chávez Pavón(1)



"Aspirante a artista", como él mismo se define, este muralista de formación autodidacta nació en el Estado de México en 1962. Comprometido con diversas causas sociales, a partir de 1995 ha contribuido con su trabajo plástico a apoyar y difundir, desde Chiapas, la lucha por la reivindicación de los pueblos indígenas de México.
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CRISTINA HÍJAR GONZÁLEZ LICENCIADA EN DISEÑO DE LA COMUNICACIÓN GRÁFICA
Investigadora del Cenidiap
cristina_hijar@hotmail.com

 

Si en un momento de la historia la pintura mural fue resultado de la Revolución mexicana, ahora es promotora de otra que, sin prisas, entra por rendijas, agujeros,  por ventanas y puertas de acero, por vericuetos y poemas de amor.
Es acompañante y agitadora colorida, es militante internacionalista…


Gustavo Chávez Pavón(2)

 

Conocí a Gustavo Chávez Pavón, Guchepe, a través de sus murales. Era el primer viaje del equipo de filmación, del cual yo formaba parte, a territorio zapatista, al Caracol de Oventic en los Altos de Chiapas, México, justo cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) había implantado alerta roja en julio de 2005. Recuerdo la emoción al encontrar el letrero que anunciaba: “Está usted en territorio zapatista, donde el pueblo manda y el gobierno obedece”, a un lado de la carretera y a la altura de la comunidad de Tivó, un pequeño caserío. Más adelante, pintados en un muro, unos enormes ojos femeninos sobresalen de su pasamontañas; bella y contundente imagen cargada de significados profundos.

Al llegar al Caracol de Oventic pudimos apreciar la abundante decoración mural en todas sus instalaciones, enmarcadas por el imponente paisaje chiapaneco. No recuerdo si fue en esa ocasión que pude ver la firma de esas pinturas o si fue en visitas posteriores, pero ahí apareció el nombre de Gustavo, acompañado siempre por algún texto o consigna, los créditos de los compañeros colaboradores en la empresa artística concreta y la fecha. La sola imagen de lo descrito es avasallante: territorio indígena zapatista, corazón político-cultural de la región rebelde y todas las edificaciones decoradas de explosivo colorido. Con un poco más de calma apreciamos la figura de la mujer de cabellera azul que decora la escuelita autónoma, la soldadera, el caracol animado y enmascarado, a la compleja y puntillosa decoración de la tienda comunitaria, las mazorcas de diversos colores —de los diferentes tipos de maíz amenazados por los transgénicos globalizados— del local de promotores de agroecología. Adentro del Caracol, en visitas posteriores, la orgullosa Clínica La Guadalupana, con su imponente virgen con paliacate; las alusiones al internacionalismo y a la pluriculturalidad en los locales de los órganos y comisiones del buen gobierno; las cooperativas de mujeres y, al fondo, la gran —por su tamaño y significado— primera secundaria autónoma Primero de Enero, con sus instalaciones educativas y de habitación para la juventud zapatista.

Los signos visuales son diversos y refieren a la cosmogonía indígena zapatista: desde la anticipación y representación del mundo nuevo en construcción hasta el respeto y reconocimiento al pasado de los ancestros mayas. Los murales son de distintas fechas y realizados por diferentes colectivos, pero en muchos de ellos participa Gustavo, empeñoso promotor de este movimiento.  De ahí la curiosidad y el inicio de la búsqueda hasta encontrarlo: nuestra primera plática se dio en Oventic en el marco de la celebración del segundo aniversario del nacimiento de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno. De entonces a la fecha, además de la entrañable amistad generada, me he mantenido al tanto de la incansable y productiva labor que realiza no sólo en México sino también en el ámbito internacional.

A riesgo de parecer exagerada, me atrevo a decir que Gustavo Chávez Pavón es el muralista mexicano contemporáneo más productivo, y no me refiero sólo al criterio cuantitativo —que también contaría— sino a la coherencia e integralidad de su quehacer artístico. Un muralista al servicio de los procesos de lucha social y política que establece, como él mismo nos narra en la entrevista, relaciones respetuosas de vinculación y articulación entre un productor de imágenes y significación con procesos colectivos o entes sociales urgidos de ello. En su experiencia en Chiapas esto resulta, a mi parecer, lo más importante: el servicio del quehacer artístico elegido por un creador no indígena que produce símbolos e imágenes para y en un contexto determinado, siempre a solicitud o bajo la autorización de la Junta de Buen Gobierno de Los Altos para la que él es un “compañero luchador muralista” que contribuye con su labor, desde 1995, a la comunicación y a la expresión del pensamiento y la lucha zapatistas. De ahí que durante los largos periodos que pasa por allá se sienta en casa y lo mismo realice varios murales por acuerdo en una comunidad que los rótulos de los locales autónomos, como lo encontramos haciendo en San Andrés Sakamch’en de los Pobres, al tiempo que coordinaba la decoración mural de la Presidencia Autónoma de Magdalena de la Paz por un colectivo internacionalista, ante la mirada satisfecha de las autoridades autónomas que solicitaron que la figura central femenina con un niño cargado empuñara tanto un machete como un libro.

De manera modesta, él no se considera un pintor sino un “aspirante a artista” y, sobre todo, un militante. Esta autoconcepción pudiera parecer intrascendente pero no lo es cuando apreciamos el trabajo y la trayectoria de Gustavo con reconocimiento internacional. Ha coordinado y realizado más de cincuenta murales y pintas en los Altos de Chiapas y aproximadamente 350 a lo largo de su trayectoria iniciada en 1984; con otro pintor oaxaqueño, fueron los primeros en realizar murales (siete en distintos lugares) en el infame muro entre Israel y Palestina; también tiene obra en muros de Dinamarca (más de doce murales), Suecia, Escocia, Estado Español, recientemente en Venezuela y en varios estados de la República Mexicana, siempre invitado. La realización de murales la acompaña con charlas y talleres que proveen de dimensión pedagógica a toda esta experiencia. En este sentido, en Venezuela acudió a petición del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad y el Fondo Cultural de la Alternativa Bolivariana para América Latina y El Caribe, para realizar con los jóvenes muralistas del Frente Francisco Miranda y otros colectivos de base seis murales e impartir tres talleres y varias charlas sobre el arte en resistencia.

En palabras de Gustavo, el arte popular es “el arte del pueblo ligado a sus necesidades expresivas y a sus luchas”, para concluir que “adquiere dimensión histórica al vincular su producción a los procesos de liberación”.(3) Arte que ha desarrollado desde las condiciones más adversas, casi en la clandestinidad, como en su experiencia en Juchitán, Oaxaca, en donde pintaban de noche y la policía borraba los murales relámpago en el día, sólo para que en la noche siguiente volvieran a aparecer; también improvisando imaginativos recursos y medios, y enfrentando las más variadas y, en ocasiones, difíciles condiciones de producción. Retos y desafíos que enfrenta con optimismo y que nunca han impedido su labor artística; al contrario, lo han fogueado hasta el punto de romper la lógica asesina del ejército israelí al enfrentarlos bajo la apariencia del “mexican artist” mientras llenaba de símbolos de resistencia el muro.

Es necesario comentar que Gustavo Chávez labora en los Servicios Educativos Integrados al Estado de México de la Secretaría de Educación Pública, en donde realiza obras murales en instalaciones educativas e impulsa proyectos como el de “Los muros en la educación”, en el que integra a los alumnos de secundaria a la realización de murales en sus propias escuelas con la intención de reforzar las áreas artísticas y con ello la sensibilización, la imaginación y la creación en la educación pública.

También ha sido invitado a realizar varios murales en diversas instituciones de educación superior, entre ellas, y nada menos, la Universidad Autónoma Chapingo. Estas actividades le han servido, sobre todo, para experimentar con diversas técnicas: encausto, resinas sintéticas, técnicas mixtas y mosaico, así como variados soportes y espacios arquitectónicos para la integración plástica.

Es miembro fundador del Laboratorio de Integración Plástica La Gárgola, un no grupo, como él mismo explica, pero con el que sigue firmando muchas de sus obras murales cuando se genera un colectivo a partir de la iniciativa de Gustavo. Junto con Babylon Arts Collective, de Minnesota, convocó, en agosto de 2005, al primer Encuentro Internacional de Arte en Resistencia, en Chapingo, que reunió a grupos y artistas comprometidos con las luchas diarias de los pueblos, desde las profundas transformaciones sociales hasta la defensa del medio ambiente, que se resisten a quedarse en silencio e inmóviles frente al desastre mundial o sólo como “muestra museográfica para el estudio estético o sociológico”, como se manifiesta en boletín de prensa del encuentro.
 
Por criterios editoriales tuve que acortar la larga entrevista que le realicé a Gustavo, de ahí que el texto que se presenta a continuación sea una combinación entre la redacción de mucho de lo dicho y las palabras del entrevistado. Así, no fue posible incluir todas las acotaciones y decires propios de una plática informal entre amigos, entre compañeros, pero lo apunto porque él se expresa, verbal y por escrito, de una manera muy rica, llena de poesía y de humor que reflejan su personalidad romántica, con el uso constante de bellas metáforas, con alusiones amorosas (“la Innombrable” aparece siempre), un lenguaje que también está en su obra mural a través de los signos elegidos, de los colores, de las logradas composiciones, de los textos que en ocasiones se filtran, como no queriendo, en letra muy pequeña, y en los emocionados testimonios de sus procesos. Gustavo plantea que cada vez que va a realizar un mural comunitario es como si acudiera a una cita de amor.

Para quien considere que el muralismo mexicano es un movimiento muerto, para quien crea que “los grandes” se quedaron en los años veinte del siglo pasado, pero también para quien piense que el arte se desarrolla y vive, sobre todo esto último, fuera de las ciudades y sus espacios legalizados, dedicamos la siguiente entrevista, a la que agregué fragmentos de dos textos escritos por el entrevistado.

 

Entrevista a Gustavo Chávez Pavón

Gustavo Chávez se autocalifica como “aspirante a pintor”. De formación autodidacta, su primera influencia fueron los muralistas urbanos de San Diego, California, pero lo que marcaría de manera definitiva su trabajo artístico fue su labor en Juchitán, Oaxaca (1984-1986), en el contexto del movimiento de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI). Ahí aprendió de las pintas y murales relámpago, a las que fue incorporando figuras y símbolos además de textos y consignas. Este fue el principio de una trayectoria marcada por “el aprender haciendo”, siempre en el contexto de movimientos y luchas políticas y sociales en las que no siempre hay suficiente tiempo sino que están, más bien, marcadas por la urgencia, lo que impide los procesos largos, los bocetos, las pruebas, la elección de los materiales y soportes idóneos. Esta elección y este servicio lo llevarían a varios lugares del país, desde Ciudad Juárez hasta Chiapas.

Gustavo siempre habla en plural en reconocimiento a lo que considera un movimiento social de compañeros dedicados a trabajos artísticos diversos al servicio de o vinculados con las luchas populares que establecen relaciones de camaradería. Sin embargo, sí es miembro fundador de La Gárgola, un no grupo creado con Luis Urbina, Gildardo Noble, Rubén Caballero y Juvencio, una brigada que renace, cada vez que es necesario, en la realización colectiva de una obra mural. De hecho, muchos de los murales en Chiapas están firmados por este colectivo, que también participó como tal en las exposiciones anuales de Un Grito en la Calle, realizadas a inicios de los años noventa en el local de la organización de costureras en San Antonio Abad, en la ciudad de México, o en la constitución de la Convención Metropolitana de Artistas y Trabajadores de la Cultura, a raíz del alzamiento zapatista.
                  
Gustavo Chávez llegó a Chiapas por primera vez en 1995, en una caravana nacional e internacional de artistas independientes convocada por el Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (CLETA). Es entonces cuando establecerá la relación, que ha seguido hasta la fecha, con las comunidades indígenas de Los Altos y realizará sus primeros murales en condiciones climáticas muy adversas. Respecto a esta relación, comenta que, como en todas, procura siempre el respeto y la reciprocidad, incluso en la libertad para concebir ideas y desarrollarlas en los murales:

[…] es la influencia que ha sido de pintar al revés de las academias: en los movimientos sociales, en las pintas callejeras, en esto tenemos que improvisar, entonces ha sido una práctica que ha tenido continuidad […] no estoy muy de acuerdo con la idea de “pintar obedeciendo”, se me hace muy absurdo, está bien para un maestro o para un rotulista […] nunca llegamos como artistas a pedir el muro más idóneo o a buscar el espacio más adecuado arquitectónicamente para dejar nuestra obra, tenemos que hacerlo donde es necesario, donde se puede y donde los compañeros están trabajando. En Oventic ha sido así, hemos trabajado sobre muros de ladrillo, sobre láminas, incluso sobre árboles, donde se pueda, sobre piedras, con los niños también hemos pintado, entonces ha sido en las condiciones más adversas, pero así se inicia mi relación con los compañeros.

Hemos sido y somos parte de lo que se llama la sociedad civil, simpatizantes del movimiento zapatista pero no parte de este grupo, no, somos parte de la sociedad civil que acude y apoya. Cuando se nos solicita trabajamos alrededor de estas propuestas de los compañeros […] por eso es que cuando se nos invita es porque tenemos una trayectoria que marca también nuestro ritmo de trabajo y la dinámica, que es la del militante no la del artista precisamente, por eso es que coincidimos mucho con los compañeros y con muchos que quieren cambiar cosas en este país, prácticas también, entonces pensamos partir de que somos miembros de una sociedad que tiene necesidades y tiene formas también de expresarlo y como tal lo hacemos y asumimos nuestro trabajo como político; es artístico pero político, lo asumimos así y así lo ejercemos, de tal forma que el compromiso es político.

Hay muchos murales en Chiapas, pero no es exclusivo de ahí. En todos los lugares donde la gente trata de transformar al mundo para hacerlo mejor, el muralismo es muy importante porque modifica el entorno, pero también deja muestras de lo que queremos de ese tiempo lleno de esperanza y como en Chiapas, en muchas otras partes del país y del mundo. El poder quisiera vernos tristes, de colores grises y llenos de desesperanza, con los ojos caídos, pero no, también nos rebelamos en muchas partes y todos los muros los llenamos de colores, y ante la muerte y ante la tristeza, ante lo absurdo, nos gusta llenar de colores los muros porque nos gusta la vida. Las ideas están también llenas de colores, todo lo que hacemos es una muestra de alegría, de ganas de vivir, y los compañeros tienen muchas ganas de vivir y por eso es la lucha zapatista también, porque hay muchas ganas de vivir, pero con dignidad.

Entonces por eso es muy importante que sigamos pintando muchos muros en las comunidades y es por eso que ellos también lo quieren, pero siempre vinculados con ellos, trabajando con ellos; recibimos ideas y además esta motivación del amor por la vida, por una vida digna […] por eso es que todos estos murales que hacemos, de alguna manera, en las comunidades van marcando, van delineando un territorio, pero a la vez van creando esta identidad de lucha, de esta nueva revolución. Son símbolos de esta nueva revolución, estamos ahí porque los compañeros nos invitan, porque coincidimos, porque de alguna manera tenemos las mismas esperanzas, así ha sido.

Los colectivos murales se integran según el caso, en ocasiones se constituyen desde el inicio de la tarea y cada quien aporta de acuerdo con sus capacidades y posibilidades; otras, se forman en el proceso; las ideas y las colaboraciones son bienvenidas y discutidas entre todos.

Es bien bonito cuando los compañeros me mandan a las distintas comunidades dado que la gente ya está organizada, ya saben que voy, entonces ellos ya se organizaron para recibirme, ya en la Asamblea definieron quién va a hacerse cargo de la comida, en qué casa me voy a quedar a dormir y también en la Asamblea ya se definió quién va a ayudar […] tenemos que dar el taller a los compañeros, cada día a diferentes compañeros, y dejar estos rastros coloridos de la rebeldía.

En la obra mural se reconocen diversas facturas y propuestas a lo largo del territorio zapatista y son muchos los artistas visuales que han trabajado con este movimiento. Uno de ellos, el pintor Antonio Ramírez, critica, de algún modo, el reducirse a tocar los temas del zapatismo y plantea que la realidad es tan rica y tan contundente que no basta con representarla sino que tiene que haber una propuesta nueva. A la luz de su experiencia, Gustavo celebra la diversidad de propuestas y aportes sobre la base de que las formas de expresión son muchas y distintas.

Respecto al panfleto, yo sí trato de no ser tan “panfletote”, pero también creo que es necesario, sobre todo cuando los compañeros en las comunidades te piden que hagas uno y, bueno, con los compañeros lo haces, en las comunidades tienes que hacerlo, estoy involucrado en este movimiento, no soy rotulista pero soy parte del movimiento, entonces también tengo que responder a ciertas exigencias de los compañeros o a ciertas necesidades, pero involucrándolos también, de tal forma que esto es ya colectivo; mi obra particular o lo que yo estoy tratando de hacer en un rincón de mi casa pues ahí ya es una cuestión de mi historia, en esa búsqueda terca de lo que es mi lenguaje, pero yo no lo tengo, por eso no me siento artista, no siento que yo tenga una propuesta estética aún, estoy en esa búsqueda.

A mi parecer, Gustavo ya ha construido su propia poética visual en la que una de sus características principales es la representación de figuras muy importantes para el movimiento zapatista, como Emiliano Zapata o el rostro indígena con pasamontañas, símbolos infaltables. Todos sus signos se inscriben en una figuración realista que contribuye a acotar la polisemia, ya sea a través de un solo signo visual contundente o en la representación de alguna escena, si así puede denominarse a la acertada composición de signos de gran colorido siempre asentados o referidos a la realidad de las comunidades indígenas organizadas que, de este modo, reconocen y se reconocen en ellos para dar lugar a la apropiación simbólica y territorial.

Yo creo que si fuéramos a un plano internacional y habláramos del arte, de la estética, podríamos hablar también de lo que es arte, de lo que no es arte, depende de cualquier punto de vista, y de lo que es panfleto y de lo que no lo es, pero desde afuera, dentro de las comunidades es muy diferente la apreciación de todo esto.  Los murales que ha hecho el compañero Sergio Checo Valdez o la gráfica de la compañera Domi, que hace unas pinturas como si fueran las de papel amate, todo esto a la gente le gusta y nosotros podemos decir que no es arte o que sí es arte desde nuestras torres de investigaciones estéticas, pero en las comunidades es muy diferente, hay una apropiación muy fuerte también de los símbolos, de los colores, de la producción que ahí se hace de las imágenes, de lo que representa cada personaje también. Entonces esto funciona para ellos y es de ellos, independientemente de la crítica, independientemente de que sea arte o no sea arte es de las comunidades y es lo que quieren las comunidades también.

Gustavo Chávez Pavón escribe:

Porque en Chiapas, en las zonas rebeldes y autónomas, estamos necios en participar llenando los muros de rebeldía y esperanza policroma, pues la educación rebelde y autónoma es una dura batalla contra la ignorancia, el silencio y la muerte impuesta… porque los muros rebeldes se están vistiendo de colores y están creando una cultura dinámica y autora de sus propias formas de ver y hacer la vida, de dignidad y de lucha para la libertad.

Y no es que sea sólo mi trabajo, es que esto causa efecto y las mismas comunidades lo retoman al darse cuenta que sí pueden hacer su propio arte y que esta modalidad de arte: la pintura mural comunitaria en resistencia en las comunidades rebeldes, es una forma de lucha y resistencia cultural, y aquí radica la importancia de nuestro trabajo, el de todos, todos los que andamos provocando esto de colectivizar y desacralizar, compartir el arte como se comparte un buen y rico plato de frijolitos.(4)

Dentro de las comunidades indígenas no existe una concepción del arte occidental urbano como nos han educado, es decir, como una esfera aparte propia de gente destinada o educada para ello, al margen de la vida cotidiana del común de los mortales. Sobre todo a raíz de la organización indígena zapatista, la necesidad de expresión y creación tuvo un impulso destacable marcado por las propias exigencias del movimiento de mostrarse, difundirse, darse a conocer a través de canciones, textos y narraciones, dibujos, bordados, objetos y, por supuesto, la decoración mural de sus nuevos espacios e instalaciones como una forma más de comunicación e información tanto a lo interno como para los visitantes externos. Estas expresiones están íntimamente ligadas con la vida, con las actividades de todos los días y todo aquel que quiera participar de ellas.

En estos lugares así es efectivamente, se trata que la gente del lugar donde pintamos se involucre, así que en las tiendas, las cooperativas, las personas tienen que participar de alguna manera. Por ejemplo, adentro de la Clínica La Guadalupana en el Caracol de Oventic teníamos la idea de pintar de colores para que no fuera tan deprimentemente blanco. Como es sala de espera hay mucha gente, y también vinculándolo con información de la salud, de la limpieza que los compañeros, los promotores de la salud, nos pedían y que también se involucraron. En ese sentido es una forma de integrarse, que ellos también tomen los pinceles o si tienen muchas tareas no se integran cien por ciento porque a veces hay muchos enfermos, pero sí se integran tomando un rato el pincel o con ideas o discutiendo, por ejemplo, qué tan beneficioso era pintar adentro de la Clínica.

Afuera está una virgen que le pusimos un paliacate y creo, no estoy seguro, pero parece que fue la primera virgen con paliacate y nos contaban que mucha gente llegaba a La Guadalupana y ponía velas y se hacían ahí algunos ritos, como en la iglesia de San Pedro Polhó también.

Lo mismo sucede con las escuelas en donde a los estudiantes se les da dentro de sus horarios libres la comisión de ir a pintar, ya sea en la misma escuela o adonde yo esté, de por sí es en el sistema educativo en donde tengo más encargos y donde hay la idea que las labores de la cultura sean algo fundamental en el perfil del estudiante. Ellos pretenden que las actividades artísticas sean muy importantes con el objetivo de impactar la sensibilidad para la creatividad de los muchachos, porque se trata de que esta revolución sea creativa, más que rígidamente política, y se puedan innovar muchas cosas, entonces hay una intención muy fuerte que en el Sistema Escolar Zapatista Rebelde las actividades culturales, las actividades artísticas, sean algo fundamental, no letra muerta como en nuestra constitución, sino que ahí sean algo fuerte.

En las escuelas, aparte de los murales y cuando voy con alguno de los otros compañeros, tenemos la posibilidad que esta labor sea más amplia y hay trabajos de manualidades, de máscaras y de dibujo en las escuelitas.  Hay un caso, por ejemplo, cuando fuimos a Acteal con los compañeros desplazados y bases de apoyo, ahí trabajamos con ellos haciendo los murales, dando talleres a los muchachos de pintura y dibujo, y haciendo máscaras. En esa ocasión también convocamos a dos compañeros, uno de España y una de Dinamarca, y fuimos de aquí tres más, entonces se pudo hacer esa labor más amplia de trabajo cultural. Es bien bonito ver cómo en las comunidades indígenas o en las comunidades alejadas de los medios de comunicación la gente es muy participativa y muy creativa de por sí. Se hicieron muchas máscaras con vendas con yeso, se hizo todo el proceso de crear una máscara con los muchachos, una máscara para cada niño, después las pintaban ellos mismos, entonces a todo mundo le gustó mucho esta actividad e involucró no solamente a los niños de las escuelas sino a los promotores de la educación y a gente de la comunidad. Cuando ya estaban las máscaras decoradas y todo el trabajo hecho, en esos días ellos tenían una fiesta en el poblado de donde eran exiliados, de donde habían sido desplazados, y acudieron a esta fiesta de su pueblo, con las condiciones tensas, y se llevaron sus máscaras e hicieron bailes, se las pusieron y con velas y todo las integraron a su baile, es un ejemplo de cómo se integran ellos y cómo nos integramos también a través del trabajo con ellos.

El de la Clínica La Guadalupana fue el primer mural realizado por Gustavo Chávez en Chiapas. Los recursos provienen de esfuerzos diversos, desde la recolección de materiales y fondos a través de campañas o de quienes quieran aportarlos, del mismo Gustavo que financia sus estancias allá, hasta los proporcionados por las mismas comunidades y autoridades autónomas.

La amplia trayectoria de Gustavo en estos andares ha posibilitado el establecimiento de relaciones fraternas con muchas personas y organizaciones. Este es el caso de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata, para la que llevó a cabo murales y mantas bajo el impulso de su dirigente histórico Efrén Capiz (fallecido en mayo de 2005). Del mismo modo, por ello ha sido invitado por organizaciones y colectivos a visitar varios países, para contribuir con su labor al fortalecimiento de las redes de solidaridad entre los pueblos en lucha.

Mención especial merece la experiencia en Palestina, a donde partió, prácticamente desde Chiapas, para decorar el muro construido por Israel para encerrar al pueblo en resistencia, junto con Alberto Votán, pintor oaxaqueño con quien realizó los murales, y Erasto Muñoz, chiapaneco.

Entonces cuando pinto los muros de Palestina también hago pintas políticas que hacen alusión a la lucha zapatista, al EZLN, y es una manera de reforzar esta idea de enlazar estas luchas: la del pueblo mexicano, de los pueblos indígenas, y la de los palestinos por recuperar su territorio, por su libertad. De una manera contundente, creo yo, al poner esta cuestión del zapatismo y con esta misma idea que el zapatismo no es una lucha local ni nada más de los indígenas, sino que es la lucha de muchos pueblos en el mundo por esta dignidad, por esta libertad, en contra del neoliberalismo, etcétera. Entonces en Palestina los compañeros querían que se hiciera algo sobre el muro porque había muchos graffitis y pintas, pero son como los que hay aquí en Juchitán, pintas relámpago, porque los israelitas no se tientan el corazón ni preguntan, sino que ésos balacean por cualquier cosa y a los internacionalistas también.

Y pintaron siete murales que superaron las intervenciones visuales que ya existían en el muro, respondiendo a la invitación concreta y enfrentados a difíciles condiciones no sólo técnicas, dada la extensión y dimensión del soporte para el que tuvieron que utilizar rodillos con extensiones, sino por las constantes “visitas” de los soldados israelitas que los obligaban a trabajar a un ritmo apresurado, incluso enfrentando agresiones directas y vuelos rasantes de helicóptero. Develaron también las coincidencias, como el uso de la jata y del pasamontañas como símbolo de las resistencias de los pueblos palestino y mexicano, refrendadas con la inclusión de una enorme frase en inglés: resistir es existir.

Esas experiencias las teníamos aquí con la policía, con los soldados en Chiapas. En los pueblos indígenas o en las comunidades campesinas, donde la gente reivindica sus derechos ciudadanos, hay mucha experiencia de enfrentar a la policía, de resistir ante la represión, y como esa es nuestra escuela, pues por eso los enfrenté así también […]. Hay una cosa que les decíamos mucho a los compañeros palestinos: que precisamente para burlar esa lógica asesina de los israelitas habría que innovar, habría que ser creativos en la resistencia, romper esquemas.

Gustavo Chávez Pavón escribe:

Para ellos, los que están en el poder, son intolerables los símbolos coloridos de rebeldía. Sin duda, luchar por transformar la realidad injusta es una posición optimista ante la vida, por eso en nuestro país hasta la alegría es subversiva pues nos da rostro y corazón. Por eso cuando el Estado reprime o entra a una comunidad a “reestablecer el estado de derecho”, golpean, encarcelan y asesinan a las personas y destruyen inmediatamente todos los símbolos que dan identidad y cohesión, de ahí se explica la destrucción de los murales, la quema de libros, la destrucción de imprentas y medios de comunicación propios o, como fue, el cortar las manos a algún cantante popular… (5)

           
A manera de epílogo: “Que los seres humanos no estamos conformes ni con el silencio, ni con la inmovilidad, ni con la muerte y la destrucción del mundo […] La pintura mural, el arte popular, es y será siempre una forma de existir y de resistir.” (6).

Notas

1. Entrevista realizada el 11 de enero de 2006 en el marco de la investigación para el largometraje documental Autonomía Zapatista, proyecto de Arte, Música y Video (www.autonomiazapatista.com).

2. Gustavo Chávez P., “En la pintura mural mexicana, una experiencia en do mayor”, Crónicas, núm. 12,  México,  Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007.

3. Idem.

4. Gustavo Chávez P., “De un diario sin motocicleta por Palestina”, Boletín Pentagrama 27, México, Pentagrama, marzo-julio 2005, p. 26.

5. Gustavo Chávez P., “En la pintura mural…”, op. cit.

6. Gustavo Chávez P., “De un diario sin motocicleta…”, op. cit.