D I V E R S A E X P O S I C I O N E S • • • • • •
 



Frida Kahlo pintando su obra
El árbol genealógico en el Hospital Inglés, ciudad de México, 1950.
Foto: Juan Guzmán.

 

 

Contextos vitales.
Fotografías de archivo en el museo


El Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) presenta esta selección de fotografías personales de destacados artistas plásticos. Para la exposición
Contextos vitales —llevada a cabo de octubre de 2006 a enero de 2007 en el Museo de Arte Moderno, en la ciudad de México— las imágenes fueron impresas a partir de negativos y positivos originales conservados en el acervo fotográfíco y documental del Cenidiap. La muestra da fe de la riqueza de estos fondos, al tiempo que devela una amplia colección de originales de cámara que debemos considerar en su justa dimensión.

• • •

MARÍA TERESA SUÁREZ MOLINA HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
teresuar@hotmail.com

 




Desde su cama del Hospital Inglés, en la ciudad de México, Frida pinta su Árbol genealógico. Su mesa lateral, que tendría que estar cubierta de frascos de medicinas, está ocupada por pinceles y colores. Además, su cuarto “estaba decorado con calaveras de azúcar, palomas de cera, palmatorias de barro de Matamoros y la bandera soviética”.(1) Sus amigos le habían ayudado a decorar sus yesos con firmas, plumas, espejos, la estrella roja y la hoz con el martillo, en una estancia que se prolongó por un año aproximadamente y en la que fue sometida al menos a siete operaciones de la columna. “Acostada sobre su espalda, usó un caballete especial para pintar Mi familia, una segunda versión de su árbol familiar (que había empezado años antes pero que nunca terminó).”(2) ¿Qué tiene esta imagen que nos sigue hechizando? Miramos el rostro de Frida Kahlo en todas partes pero seguimos sintiendo una atracción inocente al mirar una fotografía poco conocida de ella.

Diego Rivera nos mira orgulloso rodeado de su colección de piezas prehispánicas, entre todas ellas, parece elegir a un jugador de pelota del occidente de México. El artista consideraba el arte prehispánico como “una expresión profunda y directa de un arte puro relacionado con la vida que lo produjo” y afirmaba: “no está oscurecido por cultos mezquinos ni corrompidas teorías. Se produce total y absolutamente de las fuentes naturales del arte, de la experiencia y del sufrimiento humano combinados con un amplio sentido de la belleza”.(3)

Todos sabemos que a Orozco le faltaba la mano izquierda pero qué fuerza adquiere esa carencia al mirarlo pintar, en su taller o estudiando el boceto de su mural para la Escuela Nacional de Maestros en la capital del país.

Son quizá los ojos y las manos lo más sugerente de estas fotografías de quienes han sido llamados “hijos de Saturno”.(4) La recreación en el personaje, evidente en estas imágenes, era lo que el curador de la exposición, César Palomino, perseguía al reunirlas: las fotografías muestran fragmentos de la vida de artistas célebres pero, a la vez,  revelan un aspecto nuevo, una mirada diferente, una pose desconocida. Recrean, con suma agudeza y originalidad, incluso con humor, un ambiente, un momento, el contexto clave para entender, de manera más vital, el desarrollo del arte mexicano del siglo XX.

Planteada dentro de los festejos por los veinte años del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, celebrados en octubre de 2005, la exposición fue acogida por el Museo de Arte Moderno, en su sala Manuel Álvarez Bravo, e inaugurada el 12 de octubre de 2006. Para su curador era importante hacer evidente el valor histórico y documental de la colección pero también rescatar valores fotográficos inherentes a las imágenes:

Más allá de la identificación de personajes, está selección de retratos fotográficos nos muestra, mediante poses, miradas y gestos, atisbos de la realidad interior de los individuos captados por la cámara. Se trata de un sutil juego de la mirada que trasciende la superficialidad del soporte e indaga fugazmente en la abstracta sensación del ser, esencia conceptual del retrato fotográfico.

En estos retratos, documentos históricos directos, encontramos a los artistas inmersos en sus espacios cotidianos de creación: sus estudios, sus casas o trabajando in situ en alguna obra; a la vez observamos sus vestimentas, objetos y los muebles que les rodean, permitiéndonos así percibir sus íntimos contextos vitales.

A la par de la trascendencia documental, se descubre imágenes con depuradas composiciones y calidades visuales que representan hallazgos estéticos legados por los diferentes autores fotográficos que componen la muestra.(5)

Imágenes que terminan dialogando entre sí: el sufrimiento de Frida en el hospital no está lejano del que pasó Lilia Carrillo algunos años después: desde 1970 le afectó un aneurisma en la columna vertebral que la fue dejando inválida y pasaría dos años (1971 y 1972) internada en el Hospital de Neurología y en el Instituto Mexicano de Rehabilitación; murió en 1974. “Lilia, en el momento más perfecto de su evolución como pintora, cae en la parálisis progresiva, por tanto, en la imposibilidad de pintar y muy pronto en la muerte.”(6) Pero en la foto que vemos, tomada alrededor de 1966, lleva casada seis años con Manuel Felguérez y vive un momento de particular creatividad que marcaría a toda la generación de la Ruptura.

Así como Rivera se muestra orgulloso de su colección de piezas prehispánicas, también Rufino Tamayo nos observa junto a una figura de la suya. Ambos necesitaron un museo completo para conservar sus colecciones: el Anahuacalli, en el caso de Rivera, y el museo que lleva el nombre del segundo en Oaxaca.

En muchas de estas fotografías el artista se ubica en su estudio, el espacio de su “afecto, influencia e identidad que lo relacionan con el mundo [...]. Es el umbral que delimita el mundo creativo del artista. La barrera puede ser sólida o fluida, y el estudio puede ser un claustro bien iluminado, una casa, un mercado o el espacio abierto de un país entero”.(7)

Éste es el caso del Dr. Atl, cubierto con un sarape y sentado en el suelo, mientras pinta el Popocatépetl desde Tlamacas, como un moderno Pisarro, descubriendo la luz de la naturaleza. Decía Atl: “Yo no nací pintor. En efecto, no nací pintor, pero nací caminante y el camino me ha conducido al amor por la naturaleza y al deseo de representarla.” Y más adelante: “Yo nunca salgo ‘a buscar un paisaje’, siempre dejo que el paisaje me busque a mí, que se eche violentamente sobre mi sensibilidad.”(8) Un vivo contraste con Jesús Guerrero Galván, sentado en un cómodo sillón de cuero, en un parque, con un perfecto caballete.

Mientras tanto, Siqueiros trabaja en los muros. Pintando el mural Patricios y patricidas, en la ex aduana de Santo Domingo, en 1945, parece mimetizarse entre los rostros allí representados. En el mural Nueva democracia, en el Palacio de Bellas Artes y para “evitar los efectos del acomodo del pesado edificio por el hundimiento constante [...], Siqueiros opta por paneles exentos, en su caso, celotex forrado en tela, sobre el cual aplicó piroxilinas, cemento y celulosa para las texturas, por medio de pistola de aire”.(9) Así aparece en la fotografía, cobijado por los grandes senos del “vigoroso torso femenino tocado por un gorro frigio [que] irrumpe volcánicamente de la superficie terrestre, y rompe las cadenas de la esclavitud”.(10)

Rufino Tamayo está también frente al muro, pintando El tigre y la serpiente para el Museo Nacional de Antropología, en una de las pocas fotografías a color de la exposición. Él ha dicho que el origen de sus colores son las frutas de su infancia: “Mi familia tenía un puesto en el mercado de la Merced. Mis colores son los colores de la tierra. Los verdaderos colores mexicanos son los baratos, los de la gente pobre, las tierras y el azul de los rebozos; por un lado lo prehispánico en los colores de la tierra y el fuego, luego los colores vivos de la fruta.”(11)

Las fotos de Siqueiros, así como las de Rivera y Kahlo, son de Juan Guzmán, y su valor radica también en esa autoría. Guzmán trabajó para el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Cenidiap es depositario de algunos de sus negativos originales. La otra firma presente es la de Kati Horna, la artista del exilio cuyo fondo se conserva también en este Centro. Ella es autora de las fotos tan personales de las artistas Cordelia Urueta, Fanny Rabel, Leonora Carrington y Helen Escobedo.

Esta intromisión al fuero íntimo de los artistas nos revela más de su personalidad que sus biografías. Al acceder a ese espacio solitario y silencioso comprendemos mejor sus creaciones, sus inquietudes, y sus obras parecen ser una consecuencia lógica del ámbito de su gestación.

 

Notas
1. Hayden Herrera, Frida Kahlo. The Paintings, Nueva York, Harper Collins Publishers, 1991, p. 197.

2. Idem.

3. Citado por Beatriz de la Fuente, “El arte prehispánico y la pintura mural de Diego Rivera”, en Diego Rivera hoy, Simposio sobre el artista en el centenario de su natalicio. México, INBA/SEP, 1986, p. 89.

4. Rudolf y Margot Wittkower, Nacidos bajo el signo de Saturno. Genio y temperamento de los artistas desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 2000, p. 12. “Saturno es el planeta de los melancólicos, y los filósofos renacentistas descubrieron que los artistas emancipados de su tiempo mostraban las características del temperamento saturnino: eran contemplativos, meditabundos, recelosos, solitarios, creativos.”

5. César Palomino, texto leído durante la inauguración de la muestra Contextos vitales, Museo de Arte Moderno, ciudad de México, 12 de octubre de 2006.

6. Margo Glantz, “La abstracción en la ruptura”, en el catálogo de la exposición Lilia Carrillo. La abstracción en la ruptura, México, Museo José Luis Cuevas, mayo-junio 2003, p. 3.

7. Hank Hine, “Prólogo”, en Marie Pierre Colle Corcuera, Artistas Latinoamericanos en su estudio, México, Limusa/Noriega Editores, 1994, p. 11. “La palabra estudio deriva del latín studium, que significa celo. El lugar de su celo es el estudio.”

8. Citado por Arturo Casado Navarro, Gerardo Murillo, El Dr. Atl, México, IIE/UNAM, 1984, p. 195.

9. Esther Cimet S., “¿Nueva Democracia?”, en Releer a Siqueiros. Ensayos en su centenario, colección Punto de fuga, México, Conaculta, 2000, p. 242.

10. Ibid., p. 244.

11. M. P. Colle Corcuera, op. cit., p. 187.

 

 


Diego Rivera con parte de su colección de piezas prehispánicas, s/f. Foto: Juan Guzmán.


José Clemente Orozco en las gradas del Teatro de la Escuela Nacional de Maestros, México, 1948.


Lilia Carrillo con el pintor
Manuel Felguérez, ca. 1966.


Rufino Tamayo con una pieza prehispánica de su colección, s/f.


Jesús Guerrero Galván
pintando su obra
El sueño, s/f.


David Alfaro Siqueiros trabajando en el mural Nueva democracia en el Palacio de Bellas Artes, México, 1945.
Foto: Juan Guzmán.


Leonora Carrington, 1960.
Foto: Kati Horna.