D I V E R S A E X P O S I C I O N E S • • • • • •
 



Luis García Guerrero,
Naturaleza muerta
1957, óleo sobre masonite.
Colección particular.
Foto: Museo de Arte Moderno, INBA/Conaculta.


 

 

Luis García Guerrero (1921-1996). Retrospectiva en el Museo de Arte Moderno


Durante los meses de agosto a octubre de 2006, el Museo de Arte Moderno de México presentó en la sala Antonieta Rivas Mercado una retrospectiva sobre la obra del artista nacido en la ciudad de Guanajuato, México. El objetivo fue revalorar la producción plástica de este creador poco frecuentado en museos y galerías.

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LAURA GONZÁLEZ MATUTE HISTORIADORA
Investigadora del Cenidiap
gomatla@yahoo.com.mx

 




En la historia del arte mexicano, la obra de Luis García Guerrero ha sido, para los críticos y estudiosos de su trabajo, un tema controvertido, ya que en general los análisis que se realizan sobre los creadores mexicanos parten por ubicarlos en etapas, movimientos, influencias y corrientes estilísticas, algo que se antoja complicado en el caso del artista guanajuatense. Sobre este aspecto baste citar algunos ejemplos, para identificar las propuestas formales y temáticas, de los artistas adscritos al Movimiento Muralista Mexicano o, en el caso de la obra de caballete, a aquellos que se ubican, a partir de la década de 1920, como representantes de la llamada Escuela Mexicana de Pintura.

En los años treinta del siglo pasado, los estudiosos comentaban y analizaban las tendencias socializantes que se dieron en el arte, sobre todo dentro de la gráfica, donde la problemática política ocupó un lugar preponderante. Más adelante, los críticos hicieron alusión a otros movimientos como el surrealismo, las tendencias metafísicas o el realismo mágico y ya para los años cincuenta se menciona a la llamada generación de la Ruptura. Esta última abrió paso a la abstracción, para desbancar, de algún modo, al figurativismo mexicanista. Como culminación, se señala el desarrollo de un sinfín de propuestas plásticas encauzadas por los postulados y proposiciones internacionalistas.

Bajo estos parámetros, los críticos, historiadores y escritores que han tomado la iniciativa de analizar la obra de Luis García Guerrero, como Carlos Monsiváis, Sergio Pitol, Luis Cardoza y Aragón, Martha Traba y José Chávez Morado, entre otros, concuerdan con la tesis de que este artista, antes que ubicarlo dentro de movimientos, tendencias, modas o estilos, fue un creador que tuvo la disciplina del color, el manejo del pincel, el dibujo equilibrado y la propuesta de una adecuada composición, que lo tornaron un pintor virtuoso que disfrutó con pasión su oficio y, por ende, es complejo encasillarlo dentro de alguna corriente estilística.

García Guerrero, además, se alejó de los tonos triunfalistas para situarse fundamentalmente en la autenticidad, la originalidad, la unicidad. Quizá su formación, prácticamente autodidacta, lo emancipó de esas presiones y le permitió, en la soledad, en el aislamiento y en plena libertad, encontrar el sendero de la pintura.

El artista atravesó por la creación de los diversos géneros, como el retrato, el paisaje, la naturaleza muerta, así como por las tendencias figurativas y abstractas con las que logró recorrer una vía certera que, con los años, le permitió depurar su creatividad y profesionalismo, para descubrir, en la aislamiento de sus pinceles, de sus óleos, de sus lienzos y de los objetos cotidianos, el disfrute de su creación. Así, rompió con los tabúes y con los prejuicios, se apartó de la crítica y legó una copiosa obra en la que se trasmina —a través de su biografía— sus grandes pasiones: los minerales, los dulces, los pinceles del abuelo, las imágenes del arte europeo, los cerros, las frutas, los panes, los insectos.

Luis García Guerrero se internó en su mundo, lo hizo propio y lo donó en múltiples y coloridas piezas. Sus retratos, un tanto a la manera metafísica, nos muestran su gusto por la figura humana. Sus paisajes transitan dentro las formas geometrizantes engalanados con una paleta multicolor; sus grafías —con trazos orientalizantes— lo ubican en los rumbos de  la abstracción. Sin embargo, serán sus naturalezas muertas, sus bodegones, sus alacenas, los que toman el lugar preponderante.

En sus cuadros aparecen la pera, la granada, el elote, la lima, el aguacate, el salsifí, como tema, como personaje, como elemento prioritario. Son, no sólo el contenido, el objeto artístico, el argumento que cobra vida. En sus lienzos estos elementos ocupan un lugar más allá del que, generalmente, se les ha otorgado.

Frente al paisaje, su ser se torna unicidad. Es, como diría el escritor Salvador Elizondo, “Naturaleza transfigurada en algo más real que ella misma”, o como lo denominó José Chávez Morado en relación con sus pequeños cuadros, “son asteroides que giran en el espacio sideral”.

En la retrospectiva en el Museo de Arte Moderno se incluyeron cuadros de pequeño formato, que como lo han dicho sus críticos, eluden la magnificencia, la grandiosidad, la ampulosidad o grandilocuencia, para brindar “una pequeña gran obra”, en la que la meticulosidad, el dominio del oficio y la originalidad lo tornan un excelso “paisajista de nuestras frutas”. En palabras de la historiadora del arte Teresa del Conde, en relación con esta muestra:

A don Luis se le recuerda sobre todo por sus naturalezas muertas, alacenas, insectos, representaciones de un solo elemento, como mazorcas, cacahuates, limones, peras, tunas, granadas, convertidos en protagonistas principalísimos, cual si fueran personajes, pero hay que recordar que tiene una fase abstracta, que no por ser de pequeño formato, desdice su valía.(1)

Así, resulta trascendente que se revalore a creadores mexicanos como Luis García Guerrero, se den a conocer en los espacios museísticos del país y tengamos, de esa manera, un conocimiento más amplio de ellos.

 

Notas
1. Teresa del Conde, “Luis García Guerrero en el MAM”, La Jornada, México, 15 de agosto de 2006.

 

 


Luis García Guerrero,
Alacena con escarabajo
1966, óleo sobre masonite.
Colección particular.
Foto: Museo de Arte Moderno, INBA/Conaculta.


Luis García Guerrero,
Pitayas
1966, óleo sobre tela.
Colección particular.
Foto: Museo de Arte Moderno, INBA/Conaculta.


Luis García Guerrero,
Paisaje con pera y abeja
1976, óleo sobre triplay.
Colección particular.
Foto: Museo de Arte Moderno, INBA/Conaculta.