Vasili Kandinsky
• sin título (Primera acuarela abstracta)•
1910, lápiz, acuarela
y tinta sobre papel. París, Musée National d´Art
Moderne, Centre George Pompidou.
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Kandinsky: el arte sintético
Las propiedades emocionales de cada color, de cada tono;
la búsqueda interior del artista para la realización
de su obra; la pintura en contacto con el alma humana; una obra
que se hermane con otras para producir un arte total, sintético:
son algunas de las ideas que se revisan a continuación, a
partir de las creaciones y el pensamiento de este artista, nacido
en Moscú en 1866 y muerto en París en 1944.
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MARTA
OLIVARES CORREA • DOCTORA
EN ARQUITECTURA
Investigadora del Cenidiap
Bello es lo que brota de la necesidad anímica interior.
Bello es lo que es interiormente bello.
Vasili Kandinsky
Uno de los aspectos más importantes del pensamiento de Vasili
Kandinsky y clave de su obra se encuentra en su libro De lo
espiritual en el arte, aparecido en 1911. En él expresa
que el arte es hijo de su tiempo y que es capaz de evolucionar al
partir de lo espiritual, y que los seres y los objetos, debido al
grado de desarrollo de la sensibilidad, adquieren un valor interior
y finalmente un sonido interior. La voluntad de expresión
de lo objetivo es la necesidad interior, que puede en un
momento tener una forma general y mañana otra; su efecto,
en consecuencia, es la evolución del arte, siendo éste
una expresión progresiva de lo eterno-objetivo en lo temporal-subjetivo,
ya que es importante la búsqueda interior del artista para
la realización de la obra y que la elección del objeto
nazca del principio de la necesidad interior, que en pintura
no es más que la base de la armonía de los colores
en contacto con el alma humana.(1)
En su ensayo “Sobre la cuestión de
la forma”, incluido en el libro El jinete azul de
1912, Kandinsky escribió que la forma debe adaptarse al contenido,
que éste es interno y es su expresión.(2)
También apuntó que el artista no debe conformarse
con representar el objeto material, sino que éste debe ser
abstracto y alcanzar la composición, que es la colocación
y relación armónica de cada uno de los elementos entre
sí. Al alejarse el artista de la forma orgánica está
más próximo a la abstracta, es decir, al cuadrado,
círculo, triángulo, rombo, trapecio, etcétera.
En cuanto a su concepción de que la obra de arte debía
ser abstracta, comentaba que un día tuvo una revelación
al regresar a su estudio de Munich a la hora del crepúsculo,
con su caja de pinturas en el brazo y un estudio que acababa de
terminar:
[…] cuando de
pronto vi un cuadro de una belleza indescriptible, impregnado
de un vigoroso ardor interior. Al principio me quedé paralizado,
pero enseguida me dirigí rápidamente hacia ese cuadro
misterioso (en el cual sólo veía formas y colores
y cuyo tema era incomprensible). Pronto encontré la clave
del enigma. Era uno de mis cuadros puesto a un lado y apoyado
sobre la pared. Al día siguiente traté de revivir
a la luz matinal la impresión que experimentara la víspera
frente al cuadro. Pero sólo lo logré a medias, aun
de costado yo reconocía constantemente los objetos, era
que faltaba la fina luz del crepúsculo. Ahora ya estaba
seguro: el objeto perjudicaba a mis cuadros.(3)
En El jinete azul, Kandinsky escribió
dos textos más (“Sobre la composición escénica”
y “La sonoridad amarilla”) que son muy importantes para
darnos una idea de qué pensaba y cómo materializa
el arte total o monumental. Ambos son inseparables; en el primero
hace una defensa de la escena que procede del “interior”
y plantea que no existe unidad intrínseca entre drama, música
y danza ya que, por ejemplo, en la ópera los elementos se
yuxtaponen, y proponía una nueva escena dirigida a las vibraciones
íntimas del alma humana; a esta nueva forma propuesta por
Kandinsky más tarde se le llamó “arte sintético”.
En la composición escénica La sonoridad amarilla,
que no vería montada en vida, hace una búsqueda
de la composición interior, en la que todos los elementos
tienen una unidad interna orgánica y afronta la ambición
de lograr la famosa obra de arte total (Gesamtkunstwerk),
planteada antes por Wagner y Runge, por medio del gesto, la palabra,
el ritmo y el color y haciendo uso de los medios expresivos. La
pieza consta de seis escenas y sus personajes son gigantes, seres
indefinibles, un niño, un tenor, un coro y varios hombres.
La escenografía es abstracta y en ella se conjugan juegos
de luces de colores y sonidos musicales o declamados para crear
ambientes, que provocan sentimientos y diversas vibraciones. Igualmente,
para Kandinsky, en cualquier composición el color resultaba
primordial al grado que afirmaba: “El color es la tecla. El
ojo el macillo. El alma es el piano con muchas cuerdas. El artista
es la mano que por esta o aquella tecla, hace vibrar adecuadamente
el alma humana”.(4)
Desgraciadamente, no fue sino hasta agosto de 1975 que se presentó
la obra en la tercera celebración musical en Saint Baume,
en la Provenza; el realizador fue Jacques Polieri y la música
del compositor ruso Alfred Schnittke. Pero su gran estreno mundial
fue en 1976 en el Téâtre des Champú, donde el
realizador nuevamente fue Polieri, quien también se hizo
cargo del montaje, el ballet lo dirigió Maximiliem Decroux
y la música Antón von Webern. Otras composiciones
escénicas escritas por Kandinsky son Negro y blanco,
Sonoridad verde y Violeta.
Pero donde Kandinsky pudo ver plasmado su sueño
fue en Cuadros de una exposición de Modest Músorgski
(1839-1881). Por invitación del intendente Georg von Hartmann
del Teatro Friedrich de Dessau, se estrenó el 4 de abril
de 1928, en ella se yuxtapone la música a un medio visual.
La pieza consta de dieciséis cuadros y la escenificación
es fundamentalmente con formas abstractas, con el fin de crear los
elementos escénicos para una representación no narrativa,
es decir, un “arte sintético”. Este trabajo buscó
seguir la dinámica de los tiempos musicales con formas y
juegos luminosos móviles. La música y el lenguaje
pictórico debían iluminarse y potenciarse mutuamente
en una combinación de acordes y disonancias, escenificando
cada una de las partes según su propio criterio y evitando
las imágenes estáticas para crear movimiento. El ritmo
de la música se sincronizaba con las acciones ópticas.
“De esta manera, sobre la escena logró la síntesis
de las artes, en que se combinan convenientemente música,
color y forma en movimiento”.(5)
Si bien Kandinsky buscó la abstracción,
Ulrike Becks-Malorny nos dice que no fue en todos los cuadros, pues
introdujo formas figurativas como la Gran Puerta de Kiev
o en el Mercado en Limoges.(6)
Kandinsky era consciente de ello y así nos lo hace saber
en su ensayo “Modeste Mussorgsky: Cuadros de una exposición”
publicado en el fascículo de agosto de 1930 de la revista
Kunstblatt.(7)
También se sabe que Arnold Schönberg pretendió
que Kandinsky colaborara con su obra Die Clückliche Hand
(1909-1913) para la que hubiera tenido que diseñar la decoración,
trajes e iluminación, pero el proyecto no se llegó
a realizar; la obra se presentó en Viena hasta 1924, pero
sin ninguna intervención del pintor. Por otra parte, en los
últimos meses de su vida, también planeó diseñar
un ballet para hacer la “síntesis escénica”
a gran escala, pero ya no tuvo tiempo.
Algunas de sus incursiones en el campo de la realización
del entorno son de 1914, cuando en la casa neoyorquina de Ewin R.
Campbell hizo cuatro murales; éste lo admiraba desde que
había visto sus cuadros en el Armory Show de Nueva York.
Otra obra de Kandinsky, con el mismo fin fue Exposición
sin jurado (Berlín, 1922), para un proyecto de museo
de arte moderno. El diseño comprendía cuatro murales
monumentales destinados al vestíbulo octogonal de lo que
sería el edificio; la obra contó con la colaboración
de Herber Bayer y sus alumnos de la Bauhaus, y aunque los óleos
ya no existen se conservan los bocetos: guaches sobre papel marrón
y negro. En 1977 se reconstruyó el octágono en el
Museo de Arte Moderno de París, donde a la fecha se encuentra,
pero los bocetos originales Nina Kandinsky los donó al Centre
Beaubourg de París, colocados en la sala de recepción.(8)
Para Xavier Triadó, en esta obra Kandinsky no logra la integración
y composición adecuada ya que entre un muro y otro existe
un desequilibrio, pues no se tomó en cuenta el hueco de la
puerta y como ambos muros tienen figuras y composición distintas,
la visión de conjunto se ve interrumpida como si fuesen dos
obras diferentes, por lo que concluye: “Este hecho reafirma
lo dicho acerca de la no dependencia de la arquitectura en la plástica
mural”.(9)
Recordemos que Kandinsky en la Bauhaus era maestro
de pintura mural y consideraba que éste debía incluirse
en la arquitectura. En estos cursos el artista logró desarrollar
un programa que incluía, entre otros aspectos, la importancia
de los colores en el análisis de las propiedades químicas
y físico-psicológicas. Herber Bayer recuerda que:
las clases se basaban en ejercicios de pintura
mural para espacios interiores y exteriores que servían
para desarrollar una sensibilidad respecto a los colores integrados
a la arquitectura. El trabajo práctico se completaba con
las discusiones sobre la naturaleza de los colores y su relación
con las formas. Ambas cosas se complementan: práctica y
teoría.(10)
Kandinsky, por último, proyectó tres
murales de cerámica para una sala de música presentada
en 1931 en la Exposición de Arquitectura (Bau-Ausstellung)
de Berlín, que formaron parte de la sección de “La
vivienda de nuestro tiempo” y que estaba bajo la responsabilidad
de Mies van der Rohe. En esta ocasión recurrió a las
formas geométricas y a las estructuras abstractas de los
últimos cuadros de Dessau. En el catálogo se comenta
que este espacio debía tener una fuerza especial: “La
pintura que sirve como una especie de diapasón, puede afectar
emocionalmente a las personas y entornarlas para la vivencia musical”.(11)
Más tarde, en 1975, se reconstruyó, en colaboración
con la fábrica de cerámica Villeroy und Boch, en el
Art Curial en París, donde todavía se puede visitar.
Pero si bien todas estas composiciones nos han
hecho saber acerca de los esfuerzos de Kandinsky por una obra que
se hermane con otras, se dice que su creación más
característica de su concepción espacial fue su casa
en Dessau, en donde forma y color se corresponden mutuamente; especialmente
en el salón multicolor rosa claro, marfil, negro y gris,
con el nicho recubierto de pan de oro. Nina Kandinsky recuerda que:
A Gropius no le gustaba pintar su arquitectura
de colores. Por el contrario a Kandinsky le encantaba vivir con
y en colores. Por ello pintamos todas las habitaciones y el comedor
blanco y negro. La gente de la Bauhaus decía que eran unas
tonalidades que entristecían, pero era todo lo contrario,
puesto que los contrastes en blanco y negro alegran el ambiente.
La sala de estar estaba pintada de color rosa
pálido con una hornacina dorada. El dormitorio era de color
verde almendra, el lugar donde trabajaba Kandinsky tenía
un color amarillo claro y el estudio y el dormitorio de los huéspedes
era de color gris claro. Las paredes de mi habitación privada
tenían un rosa pálido brillante. Kandinsky había
encontrado intuitivamente y con acierto las distintas tonalidades.
Nuestra casa en Dessau daba la impresión de ser agradable
fresca y amplia por la precisa elección de los colores,
cada habitación tenía su personalidad arquitectónica.(12)
Es así que la obra sintética de
Kandinsky, aunque discreta en proporción a su pintura, no por
ello es menos importante; sobre todo al buscar resaltar, de manera
abstracta, lo espiritual en el arte.
Notas
1. Vasili Kandinsky, De lo espiritual en el arte,
Barcelona, Paidós, 1996, pp. 52 y sig.
2. Vasili Kandinsky y Franz Marc, El jinete azul,
Barcelona, Paidós, 1989, pp. 131 y sig.
3. Vassily Kandinsky, Mirada retrospectiva,
Argentina, EMECE, 2002, p. 110.
4. Vasili Kandinsky, De lo espiritual en el arte,
op. cit., p. 54.
5. Xavier Triadó Subirana, Kandinsky,
Barcelona, Susaeta, 2001, p. 56.
6. Ulrike Becks-Malorny, Vasili Kandinsky,
Italia, Taschen, 1994, p. 162.
7. Vasili Kandinsky, Escritos sobre arte y artistas,
España, Síntesis, 2002, p. 109.
8. Nina Kandinsky, Kandinsky y yo, Barcelona,
Parcifal, 1990, p. 104.
9. Xavier Triadó Subirana, op. cit.,
p .62.
10. Nina Kandinsky, op. cit., p. 104.
11. Ulrik Becks-Malorny, op. cit., p. 166.
12. Nina Kandinsky, op. cit., p. 113.
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