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Lo privado y lo público:
la Sociedad de Arte Moderno y la fundación del Museo Nacional de Artes Plásticas
En un periodo comprendido
entre las décadas de 1930 y 1940, la responsabilidad de
difundir la plástica mexicana en museos y galerías
recayó en agentes culturales que actuaron, en diversos
momentos, tanto en instituciones estatales como en el ámbito
privado.
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ANA GARDUÑO • HISTORIADORA DEL ARTE
Universidad Iberoamericana, México
xihuitl@yahoo.com.mx
Para Juana Gutiérrez, in memoriam
En septiembre de 1947, hace casi sesenta años, durante el sexenio del presidente Miguel Alemán Valdés, se inauguró el Museo Nacional de Artes Plásticas (MNAP). Sin duda, dotar de un recinto de exhibiciones permanente al movimiento artístico supuestamente emanado de la posrevolución fue una decisión política tomada con décadas de retraso, si reparamos en que el periodo álgido de dicha corriente ocurrió entre la segunda y tercera décadas del siglo XX.(1)
Si bien es posible considerar la fundación
del Museo del Palacio de Bellas Artes de 1934 como un antecedente
al MNAP, la diferencia fundamental entre ambos proyectos estriba
en que en el museo inaugurado oficialmente por el presidente Abelardo
L. Rodríguez no estaba puesto el énfasis expositivo
en el arte del momento sino en el del pasado, rematando las salas
dedicadas al arte nacional con piezas consideradas representativas
de José Ma. Velasco, Eugenio Landesio y algunos de sus
contemporáneos.
El proceso de creación del MNAP obedeció, entre diversos indicadores, a una interesante confrontación entre los poderes públicos y privados. Parto del convencimiento de que su nacimiento en 1947, en parte, fue la respuesta oficial que el Estado mexicano dio a uno de los proyectos más ambiciosos de la iniciativa privada de mediados de siglo XX en materia cultural: la Sociedad de Arte Moderno (SAM).(2)
Tal confrontación incluso tiene un antecedente
paralelo: en 1934, al iniciar el sexenio del presidente Lázaro
Cárdenas, se acentúo el habitual recambio de funcionarios
ya que —como sabemos— la política cultural
del cardenismo se orientó radicalmente hacia la educación,
con lo que la reiterada exigencia de la comunidad artística
de convertir al Palacio de Bellas Artes en el museo más
importante del país no se cumplió.(3) Como
consecuencia de tal viraje político, en 1935 surgió la
empresa privada en materia artística más importante
de buena parte del siglo XX: la Galería de Arte Mexicano
(GAM), institución dedicada a la exhibición, difusión
y venta del arte del momento, que nació del grupo de promotores
culturales que se habían ocupado de la organización
de exposiciones en el Palacio de Bellas Artes y que fueron despedidos
ante la llegada de un nuevo director. Si la cerrazón estatal
al arte “culto” dejaba sin espacio de exhibición
permanente a la pintura en pequeño formato de los creadores
identificados con lo que se conoce como Escuela Mexicana de Pintura,
la iniciativa privada, encarnada por poco tiempo por Carolina Amor
y, de manera sistemática, por su hermana Inés, ofrecía
una digna alternativa de promoción cultural. Así,
ante el desinterés estatal fue una galería particular
la que tomó la estafeta.(4)
Casi una década después, en 1944,
se fundó la SAM, también como una respuesta de particulares
al descuido de los poderes estatales en materia de exposiciones
artísticas. Dicha asociación, creada a imagen y
semejanza de fundaciones privadas estadunidenses, contó con
el apoyo de prominentes funcionarios y promotores de museos de
Norteamérica, quienes incluso integraron el grupo de fundadores.
Las exposiciones temporales de la SAM, organizadas en parte con
patrocinio, préstamos de colecciones norteamericanas (privadas
y públicas)
—como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo de Arte
de Filadelfia, la Fundación Salomón Guggenheim, entre
otras— y con el respaldo de prominentes agentes culturales
mexicanos,(5) como
la galerista Inés Amor,(6) fueron
realizadas con un elevado nivel de calidad, no sólo en cuanto
a la selección de piezas sino también en relación
con la museografía.
Fueron cinco las exhibiciones temporales que
colocaron en posición hegemónica a la SAM: Pablo
Picasso, 1944; Máscaras mexicanas, 1945; Manuel Álvarez
Bravo. Fotógrafo, 1945; Obras maestras de la pintura
europea en México, 1945, y México visto
por sus pintores. Paisajes y escenas de campo y ciudad (siglos
XVIII, XIX
y XX), 1946.(7) Todas
ellas gozaron de amplio consenso en el círculo cultural
de la época, fueron objeto de reseñas favorables
por parte de la crítica especializada y alcanzaron altos índices
de visitantes.(8)
Que en el ámbito nacional el liderazgo expositivo en materia de arte recayera en una institución de carácter privado ponía en serio entredicho a las políticas culturales emanadas por el gobierno federal desde, al menos, 1921, que habían pregonado el dominio cuasimonopólico que el Estado debía detentar en materia cultural y, en particular, en todo lo relacionado con el sistema de museos.(9)
Cabe destacar que los responsables directos de
tales exposiciones eran precisamente los mismos funcionarios que
se encargaban de los montajes en el Palacio de Bellas Artes desde
el inicio del gobierno de Manuel Ávila Camacho: Carlos Pellicer,
Carlos Mérida, José Chávez Morado, Víctor
M. Reyes, Fernando Gamboa, entre otros, todos ellos, adscritos
a la otrora Dirección General de Educación Extraescolar
y Estética, que simplificó su nombre a Dirección
General de Educación Estética y cuyo director en
1944 era el poeta Carlos Pellicer.(10) Este
dato indica que no era por deficiencias del personal por lo que
el primer Museo del Palacio de Bellas Artes no podía competir
con la oferta expositiva de la SAM. Además, obraba en su
contra el raquítico presupuesto destinado a ese recinto,
que desde los años del cardenismo no veía mejorar
su partida financiera.
La diferencia estriba en los convenios y negociaciones
que la asociación privada estableció con poderosas
instituciones y agentes culturales estadunidenses. La importancia
de enlazarse con los prestigiados recintos museográficos
del vecino país del norte era algo que las autoridades
mexicanas no desconocían, pues un primer magno proyecto
conjunto había resultado exitoso: me refiero a la exposición
montada en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York
en 1940 bajo el título de Veinte siglos de arte mexicano.(11) Por
realizarse dicho evento a finales del sexenio cardenista no hubo
continuidad en los contactos oficiales, ya que las autoridades
culturales fueron desplazadas por los funcionarios del gobierno
de Manuel Ávila Camacho.(12)
Por otra parte, un personaje fungió, de manera destacada, como beneficiario directo de la labor desempeñada por la SAM y su incuestionable liderazgo sobre el museo público: Fernando Gamboa. Como miembro fundador participó desde un inicio en el diseño colectivo de las exposiciones y poco a poco se ganó su lugar como el responsable de los montajes de la SAM, lo que le proporcionó la visibilidad pública suficiente para prestigiar su trabajo museográfico, dotarlo de personalidad propia y convertirse en el alma del proyecto privado. Al mismo tiempo, como parte de su labor de empleado de la Sección de Artes Plásticas, aprovechó un viaje a Estados Unidos de 1944, destinado a montar la primera exposición de grabados de José Guadalupe Posada, para establecer contactos oficiales con diferentes museos de ese país, para recabar información actualizada sobre curaduría, museografía y administración de museos, así como para conocer de cerca los novedosos adelantos técnicos en cuanto a salas de exhibición.
Es un hecho que si obtuvo el puesto de director
fundador del MNAP en 1947 fue gracias a su desempeño previo
en el organismo privado, así como por su acertada campaña
de autopromoción que desde 1944 tuvo en los medios de difusión
mexicanos, en especial los suplementos y páginas culturales
de la prensa nacional. Es probable que si sólo se hubiera
dedicado a colaborar en los montajes del Palacio de Bellas Artes
no habrá obtenido el reconocimiento ni la visibilidad pública
que le proporcionó su trabajo voluntario en la SAM.
Por su parte, la crítica de la época no sólo colaboró en la difusión de las actividades culturales de la SAM sino que también enfatizó que el origen del esfuerzo era de índole privado y atizó el fuego de la confrontación con el Estado, a quien reclamó al unísono su deficiente respaldo al proyecto museístico nacional. Fue tal el éxito de las exposiciones temporales de la SAM que los periodistas culturales solicitaron que en algún museo estatal se diera cabida, de manera permanente, a algunos de sus montajes. Eso ocurrió, por ejemplo, con la exhibición de arte de diferentes periodos, realizada bajo el título de Máscaras mexicanas. No obstante, pasarían varias décadas antes de que una asociación privada se decidiera a inaugurar un recinto museístico sin ceder su administración al Estado.
El conflicto se resolvió con la llegada
del gobierno de Miguel Alemán Valdés, bajo cuyo régimen
se tomó la decisión de fundar el Instituto Nacional
de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y crear el MNAP a partir de
la remodelación
total del Palacio de Bellas Artes. La importancia concedida al
nuevo museo le generó mayor partida presupuestal, con lo
que mejoró la calidad de las exposiciones, así como
su difusión e impacto social.(13) Como
parte de la estrategia inicial, se montaron sendas retrospectivas
de pintores como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros,
Rufino Tamayo, el Dr. Atl, Francisco Goitia y Diego Rivera, “quienes
increíblemente jamás habían sido presentados
en forma global”, a decir de Carlos Chávez.(14)
En el éxito de los primeros años de funcionamiento del MNAP fungió como un elemento primordial el que los funcionarios en turno estrecharan lazos con instituciones de Estados Unidos, continuaran realizando viajes de estudio a los recintos expositivos de ese país y se mantuvieran al tanto de los avances técnicos para el mejoramiento de los montajes museográficos.(15) Cabe reiterar que esta política de alianzas fue impulsada firmemente por Fernando Gamboa en los años álgidos de su poder en el INBA, cuando ejerció su doble papel de subdirector general y de jefe del Departamento de Artes Plásticas, aunque era una estrategia que había recomendado desde 1942:
Éste es el mejor tiempo para conseguir
colaboración de museos extranjeros, o bien de obras de
sus nacionales o de sus coleccionistas de todas las épocas,
especialmente de los Estados Unidos, por ejemplo del Museo de
Arte Moderno que no escatimaría esfuerzo desde su deuda
aún no pagada de la exposición de XX Siglos
de Arte Mexicano, así como por la política de colaboración
panamericana, sobre todo tomando en cuenta que Nelson Rockefeller
es el principal patrono de dicho museo.(16)
Con la consolidación del Palacio de Bellas Artes como el recinto de mayor importancia y poder en el ámbito de las exposiciones del arte del siglo XX, ocurrida entre 1947 y 1952, bajo la ya mencionada dirección de Fernando Gamboa, los miembros de la SAM tomaron la equivocada decisión de terminar con su asociación, al aducir que las funciones que inicialmente desempeñara ya no eran necesarias.(17)
De esta manera, la iniciativa privada se replegó y cedió su lugar, de manera voluntaria, al Estado; agentes culturales privados y públicos estaban convencidos de que el liderazgo cultural debía recaer en las instituciones estatales. Como sabemos, en las últimas décadas del siglo XX e inicios del XXI, tal convencimiento se modificó de manera radical, por una parte debido a la renuncia estatal a cumplir sus obligaciones culturales y, por otra, gracias a la decidida intervención de particulares que, a título personal o mediante asociaciones culturales, optaron por fundar empresas culturales rentables que han contribuido al enriquecimiento del sistema de museos en México.
Notas
1. Sobre esta disparidad entre la creación de un museo
de arte moderno y las fases creativas de la llamada Escuela Mexicana
de Pintura, véase mi texto: “Un palacio para el movimiento
pictórico mexicano. Coordenadas históricas de su
exhibición”, en Alejnadrina Escudero (coord.), 70
años
de artes plásticas
en el Palacio de Bellas Artes, México, Conaculta, INBA,
2004, pp. 49-75.
2. Entre los objetivos de la SAM, según
su acta de fundación, se encuentran: la “educación
artística del publico mexicano” a fin de elevar “su
nivel cultural general”; el “fomento y estímulo
a la creación del arte nacional” a través
de un ambicioso programa de exposiciones temporales. Además,
se declaró institución sin fines lucrativos. Véase
Archivo Fernando Gamboa (AFG), Promotora Cultural Fernando Gamboa,
FG-SocAM-7 Folleto-SAM.
3. Véase Francisco Reyes Palma, “Aproximaciones:
50 años de artes plásticas y política en
México (1934-1984)", en Plural. Revista cultural
de Excélsior, México, núm. 200, mayo
de 1988, pp. 34-44.
4. Cuando Carlos Chávez dirigía
el Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación
Pública, ubicado en la calle República de Argentina,
se abrió una pequeña sala de arte. Allí trabajó Carolina
Amor y pintores como Francisco Díaz de León, Gabriel
Fernández Ledesma, Carlos Mérida (jefe de la
sala de arte), Carlos Orozco Romero y Julio Castellanos. Además
de ese espacio, eran escasos los sitios donde se exhibía
arte de la Escuela Mexicana, como por ejemplo, el estudio de
Frances Toor. Ante la obligada renuncia por el cambio de gobierno,
se llevó a cabo una reunión de pintores con Carolina
Amor para planear la instalación de la galería.
De esta forma, la GAM nació como oposición a la
política cultural del nuevo sexenio que se manifiesta
en contra de la pintura de caballete. Jorge A. Manrique y Teresa
del Conde, Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés
Amor, México, IIE–UNAM, 1987, Colección
Cuadernos de Historia del Arte, núm. 37, pp. 19-20.
5. Para los miembros se diseñaron tres
modalidades: suscriptor, patrocinador y benefactor. A pesar de
que los artistas estuvieron poco representados, en general participaron
empresarios, funcionarios culturales y coleccionistas particulares:
María Asúnsolo, Luis Barragán, Adolfo Best
M., Alfonso Caso, Miguel Covarrubias, Justino Fernández,
Marte R. Gómez, Pablo Martínez del Río,
John MacAndrew, Alfonso Reyes, Miles Beach Riley, Daniel Rubín
de la Borbolla, Juan Soriano, Frances Toor, Salvador Toscano,
Manuel Toussaint, Rafael Heliodoro Valle, Xavier Villaurrutia,
Alvar Carrillo Gil, entre otros. El presidente fue Jorge Enciso
y la secretaría Susana Gamboa. Folleto editado por la
SAM. AFG, FG-SocAM-7.
6. En la primera muestra, dedicada a la obra
de Pablo Picasso, la señora Amor incluso fungió como
directora de la exposición. Véase la entrevista
a Fernando Gamboa de Delmari Romero Keith en Historia y testimonios. Galería
de Arte Mexicano, México, GAM,
1985, p. 56.
7. Para una revisión de la importante labor realizada por la SAM, véase a Juan Almagre, columna “Con brocha de aire”, El Nacional, 1 de abril de 1948. AFG, FG-SocAM-15-16.
8. Por ejemplo, la muestra Manuel A. Bravo, inaugurada en julio de 1945, tuvo tal éxito que se prorrogó el tiempo de exhibición y fue visitada por cerca de doce mil personas, cifra inusitada para la época.
9. Fernando Gamboa destacó la contradicción entre la difícil situación de los museos mexicanos y el discurso oficial que pregonaba la fundamental importancia del arte nacional para el régimen. Enrique F. Gual, “Revista de arte”, columna en el periódico Ultimas Noticias, 11 de noviembre de 1947, sin página. AFG, Fólder 1–FG–Museo/Nacional de Artes Plásticas–44.
10. Dentro de la Secretaría de Educación Pública, la adscripción oficial era la siguiente: la Dirección General de Educación Estética incluía el Departamento de Bellas Artes y éste a su vez a la Sección de Artes Plásticas. En 1947 la citada dirección se convirtió en el Instituto Nacional de Bellas Artes y, entre otros, se fundó el Departamento de Artes Plásticas.
11. Véase Veinte siglos de arte mexicano, Nueva York, MoMa, 1940, p. 198.
12. Incluso bajo el gobierno de Ávila
Camacho las acciones a favor del establecimiento de convenios
de intercambio artístico con Estados Unidos se caracterizaron
por mantener un perfil bajo; el éxito de la exposición
por intercambio de los grabados de José Guadalupe Posada
con The Art Institute of Chicago
hizo pensar a agentes encargados de fortalecer esos lazos,
como Fernando Gamboa, que era el momento oportuno para firmar
convenios de largo alcance con diversas instituciones culturales,
lo que finalmente ocurrió. Véase AFG, FG-Museog-17.
13. Dado que las autoridades del INBA veían como una fundación temporal el MNAP en el Palacio de Bellas Artes, en agosto de 1947 comisionaron, con gastos pagados, a Fernando Gamboa, Miguel Covarrubias y al arquitecto Enrique Yáñez a realizar un viaje de investigación a los museos de Estados Unidos con el fin de elaborar un anteproyecto de museo definitivo, a construirse en terrenos de propiedad estatal en el Bosque de Chapultepec. Oficio de Carlos Chávez, director general del INBA, dirigido a Fernando Gamboa, 25 de agosto de 1947. AFG, FG-Museo/Nacional de Artes Plásticas-1-2.
14. Capitulo dedicado al MNAP del informe publicado bajo el título de Dos años y medio del INBA.
15. Por ejemplo, en 1948 Fernando Gamboa escribió a Frederick Stalling, adscrito a The Colorado Springs Fine Arts Center, para expresar su interés en una estrecha colaboración e intercambio entre instituciones y pedir información “sobre las láminas que han colocado en su nueva instalación y sobre la colección de letras, mandándome si es posible, catálogos y diseños, así como el mecanismo de las paredes móviles”. AFG, FG-USA-EUR-277.
16. Carta de Fernando Gamboa a Víctor M. Reyes, 2 de junio de 1942, “Algunas sugestiones s/exposiciones”, AFG, FG-Museog-1.
17. Carta del 15 noviembre de 1948, del Presidente de SAM, Jorge Enciso, a Joaquín Cortina. AFG, FG-SocAM-17-18.
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