Una aproximación metodológica
interdisciplinaria
en la educación artística
El texto que se presenta a continuación fue leído el 4 de septiembre de 2006 en el Museo de la Ciudad de México, en la mesa redonda intitulada Metodología para la enseñanza de las artes, durante el Congreso Nacional de Educación Artística organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal del 4 al 8 de septiembre de ese año.
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HUMBERTO CHÁVEZ MAYOL
• ARTISTA VISUAL
Investigador del Cenidiap
chavezmayol@aol.com
Si bien mi trabajo en el Centro Nacional de Investigación,
Documentación e Información de Artes Plásticas
(Cenidiap) y en el Centro Nacional de las Artes (Cenart) se ha dirigido,
en la mayoría de los casos, al diseño y aplicación
de marcos teórico metodológicos en la integración
de diferentes espacios disciplinarios en el campo de las artes visuales,
en la presente intervención no intento analizar las problemáticas
teóricas y prácticas específicas dentro de
un ámbito concreto, como puede ser un seminario de investigación
o una escuela (sólo se presentan algunos ejemplos ilustrativos),
lo cual implicaría múltiples desarrollos posteriores.
En cambio, plantearé una maquinaria teórico-metodológica,
producto de un proceso de reflexión y experimentación,
que aplicada a la fundamentación de diseños curriculares
podrá transformar la frontera disyuntiva de las artes entre
sí y con otros saberes.
A partir del tema que aquí nos reúne, podríamos
ubicar la metodología como un proceso modelístico
teórico que se ocupa de los métodos adecuados para
la transmisión del conocimiento. El problema reside en identificar
qué se ha entendido por método en los diferentes momentos
de la historia. Por ejemplo, en el pensamiento de Descartes, al
que los siglos no invalidan su utilización, el encuentro
del método preciso era la primera condición del pensamiento
y su paradigma de verdad estaba sustentado sobre las ideas claras
y distintas. Siglos después, Edgar Morin, el teórico
del pensamiento complejo, criticaría esta propuesta considerándola
una simplificación disyuntiva demandando una nueva y más
compleja aproximación (hago referencias a estos pensadores
entre muchos otros que han hablado del método porque su contraste
muestra con claridad un problemática o conflicto epistémico).
Pensar que un método permite detectar
con distinción y claridad las ideas implica creer en un una
realidad estabilizada y un sujeto portador de la objetividad.
Es indudable que en el último siglo se han dado transformaciones
que marcan una verdadera ruptura paradigmática. Nuestra cultura
contemporánea enfrenta la expansión de los sistemas
informáticos, la multiplicación exacerbada de códigos
específicos, el debilitamiento de los ejes valorativos universales,
la industrialización y socialización de las redes
comunicativas que conforman nuevos panoramas subjetivos e inter-subjetivos,
la especialización de lógicas analíticas disciplinarias,
al tiempo de la pérdida de fronteras de las propias disciplinas. ¿Podríamos
identificar esta compleja transformación bajo los ejes
de la claridad y la distinción? Desde mi punto de vista esto
ya es imposible, sino que hemos iniciado un proceso de relativización
del los saberes con múltiples proyecciones de realidad y
de verdad.
Es indudable que estamos integrados a un constante
desplazamiento paradigmático y que se hace necesario encontrar
nuevas alternativas teórico metodológicas que nos
permitan enfrentar y volver nuestro dicho desplazamiento. Creo
que no es necesario enfatizar que la enseñanza de las artes
está afectada por todos estos problemas.
Divido esta plática en tres líneas reflexivas que,
si bien las enuncio de una manera independiente, forman parte de
un mismo proceso. La primera quisiera plantearla como una insinuación,
como una reflexión introductoria refiriéndome a las transformaciones
conceptuales que implica la relatividad como elemento fundamental
de la vida y del arte contemporáneos. La segunda es más
un recuento conceptual en el que trato de mostrar, a manera de propuesta,
el camino que ya hemos recorrido en el diseño de marcos teórico
metodológicos tanto en el Cenart como en otros espacios educativos.
La tercera, por último, se refiere a los procesos de transformación
comunitaria y es ahí donde abro la pregunta sobre las estrategias
de transición necesarias y comento los resultados que hemos
obtenido.
Intentaré explicar brevemente las tres. En la segunda parte de mi intervención repetiré propuestas que ya he sustentado en varios lugares, sin embargo, creo que el trabajo de transformación se constituye al retomar los mismos principios y discutir su aplicación en diferentes comunidades
I
Mi primer interés es volver extraño ese tan naturalizado concepto de “paradigma” que pareciera que cada día nos dice menos y se utiliza más. Me gustaría hacerlo “vibrar” bajo los actuales conflictos de la interpretación artística, sacarlo de la idea común de una forma de comprender el mundo, para llevarlo al extremo de proponer una manera de inventar la realidad, que a su vez nos inventa.
La realización artística contemporánea
se ha caracterizado por la expansión, manipulación
y ruptura (pero no desaparición) de códigos a través
de la producción creativa de sucesos, de acciones
discursivas (textuales o no), de sentidos. La propuesta es
crear algo que transforme la aparente legalidad cultural desde alguna
vivencia sensorial, afectiva, lógica, tecno-lógica.
Esta transformación debe tener el suficiente sustento para
que su propia manera de ser o actuar estabilice un proyecto de significación
independiente (esto no siempre es aparente) que, por muy lejano
que se encuentre de las formas comunes, pueda ser integrado a un
plano de reconocimiento social. Por ejemplo, si el objetivo es presentar
el desvanecimiento de la concepción estética, la obra
debe desactivar un código, a través de uno o múltiples
códigos (no siempre visibles) que sustentan el sentido de
otredad que puede impactar estratégicamente a un público.
Lo importante en este proceso es la proliferación de sistemas sígnicos, en ocasiones indescifrables, que actúan en la producción y percepción de la obra; situación que en múltiples ocasiones provoca un estado de incompetencia interpretativa.
Muchos de ustedes estarán de acuerdo en
que no estoy diciendo nada raro y que, sin embargo, lo que comento
es una propuesta difícil de ubicar en el modelo educativo,
y aún más difícil de evaluar, si es que queremos
averiguar si se han logrado los resultados esperados con dicho modelo.
Creo que el mayor problema que enfrenta la educación artística
contemporánea es estar atravesada por una multiplicidad de
discursos que crean y justifican algo parecido a una interminable
ficción.
Lo más fácil sería pensar que el arte siempre ha estado envuelto en una nebulosa aunque satisfactoria ficción, pero eso es efectivamente muy fácil. Algo más complicado sería insinuar que toda la cultura funciona como una completa ficción y que (tomando las ideas de Clarence Irving Lewis) nosotros hemos inventado el orden de la realidad desde nuestro pensamiento; así, en esta invención, el arte es tan sólo el trazo sináptico de un ejercicio vital, que se resiste a morir en la repetición de dicho orden.
A dónde quiero llegar. Al ubicar al arte
como una maquinaria ficcionante relativa y ambigua que teje y desteje
la esperanza de cambio, de renovación, de individualidad,
en una cultura que inventa la rigidez de sus modelos, esta maquinaria
es puesta en marcha por el incierto desplazamiento de un ingenio,
de un talento, de una gracia, de una conciencia o de una fe. Pero
a esto se une la plataforma social que estabiliza eso que llamamos
verdad. El arte es memoriosamente guardado como una victoria del
sentido, del valor estético y a veces conceptual. Sin embargo,
poco esfuerzo hay que hacer para que estética y concepto
se diversifiquen en mil interpretaciones, todas distintas, hasta
llevarnos a perder la confianza en el encuentro clarificador de
un sentido.
No se vaya a pensar que este es un manifiesto descalificador
de la función del arte. Todo lo contrario. Lo que quiero
mostrar es que una maquinaria formada por grandes niveles de relatividad
debe ser abordada desde sistemas conceptuales no sólo relativizados
sino relativos en sí mismos. Sistemas conceptuales que puedan
dudar de la presencia de la realidad y la verdad, sin necesariamente
negarlas.
Ahora bien, que esta maquinaria sea múltiple y relativa en todas sus transformaciones no quiere decir que no tenga una gramática que la distinga como algo identificable, sino sólo que está formada por procesos sígnicos transformantes y transformables que justifican el valor y la función de un discurso. Entender este proceso implica poder imaginar una organización del saber y la enseñanza. Desde mi punto de vista, el nuevo paradigma del arte es la conciencia de ambigüedad que bajo códigos múltiples se expande aleatoriamente en cualquier sentido.
Aquella primera Mona Lisa es un objeto histórico
guardado en algún museo, luego vienen las Mona Lisas que
repiten al infinito una memoria sofisticada y al mismo tiempo vanalizada
y, por último, aparece con una claridad asombrosa e invisible
la no Mona Lisa que es todo el mundo que no es ella, pero afectado
por la huella de posibilidad que dejó su memoria. En la actualidad
tenemos dificultad para distinguir esas etapas. Enseñamos
la adoración del objeto, la repetición de la forma,
pero pocas veces impulsamos el hiato personal plagado de posibles
memorias que sólo demanda el reconocimiento de una gramática
para transformar el sentido
Debemos buscar una educación que deconstruya,
que desnaturalice la verdad y que estas des-integraciones constituyan
la originalidad del memorioso mundo que, aun pareciendo el
mismo, nos ofrezca el recurso de la otredad. El fenómeno
artístico no sólo se constituye por la creación
de hechos u objetos que presumen su diferencia, sino por todo el
universo social que implica su reconocimiento. Pero cómo
reconocer, por ejemplo, el valor referencial de la historia sin
empobrecer con su ruinosa verdad las expectativas transformadoras.
La educación necesita una propuesta económica y potente
que pueda enfrentar la relatividad de sentidos, sin olvidar los
registros de una memoria social.
Si el arte es entendido como una maquinaria de experimentación
con procesos de intervención interpretativa múltiple
donde la historia y, en general, las ciencias son tomadas como
programas de transformación o como referencias especulares
de una creación personal, si podemos relativizar los saberes
únicos nacidos de las antiguas jerarquías del conocimiento
y al mismo tiempo podemos multiplicar las fuentes de información
a la manera de un viaje sin fin, entonces festejaremos nuestra participación en
la construcción de un nuevo paradigma.
II
Hace 38 años, en diferentes espacios educativos del mundo, emergía una protesta que respondía a una larga crisis educativa. Las demandas y las propuestas no siempre eran claras, sin embargo, podríamos distinguir ciertas intenciones fundamentales. Se buscaba destrabar la rigidez de los modelos disciplinarios para que los conocimientos tuvieran aplicación dentro de las urgencias y necesidades de una sociedad en constante transformación. A partir de ese principio, se veía la necesidad de modificar las construcciones unidireccionales del conocimiento tradicional.
De aquella época al presente, se ha experimentado
mucho en función de nuevos diseños educativos. Las
propuestas multi, inter y transdisciplinarias han ofrecido nuevas
expectativas en la construcción de modelos y, sin embargo,
la vertiginosa transformación tecno-socio-cultural nos
demanda reconstruir no sólo nuestras organizaciones disciplinarias,
sino también los marcos epistémicos que conforman
nuestras conciencias culturales.
Es indudable que el campo artístico ha gozado de una mayor flexibilidad en la determinación de conocimientos específicos, puesto que la vivencia expresiva del sujeto constituye un factor de transformación constante. Sin embargo, las tradiciones estéticas, ideológicas y de técnicas de producción y ejecución conforman cinturones de legalización que rigidizan el campo disciplinario. Por otra parte, las nuevas propuestas artísticas impregnadas de discursos conceptuales y tecnológicos han modificado los ámbitos de producción, promoción y consumo.
Este panorama nos muestra la urgencia de crear un proyecto interdisciplinario fundamentado epistemológicamente, dirigido al ámbito de la educación artística, y que responda a la patente necesidad de nuestras escuelas y centros de investigación de crear propuestas metodológicas que consideren las transformaciones culturales emergentes.
El discurso artístico, en la actualidad,
es integrador. Puede unir los saberes de las diferentes expresiones
artísticas pero también absorber conocimientos de
cualquier campo de la cultura. Este proceso no sólo debe fundamentarse
en la suma de saberes, informaciones y prácticas, sino que
implica la creación de una propuesta teórico-metodológica
que permita a los profesores, investigadores y alumnos comprender
y participar en el nuevo panorama de competencia artística.
En las discusiones de trabajo, como en los diseños de programas y seminarios, hemos descubierto que hablar de una transformación teórico-metodológica implica enfrentar el problema no sólo a través de las conexiones teóricas o prácticas de los saberes estabilizados, sino que es necesario ubicar la problemática en tres diferentes niveles de relativización.
El primero, se inicia en el análisis crítico de las máquinas generadoras y productoras del poder cultural que defienden su coto de verdad. Esto nos muestra la necesidad de complejizar los saberes generando metasistemas que desarticulen la disyunción cultural. El segundo se refiere al sistema instrumental sígnico que, bajo la relativización de la significación, permite el encuentro de múltiples modelos. El tercero rescata la función creativa del sujeto en la construcción del mundo vivido y conceptualizado.
Así, el primer nivel busca el encuentro de saberes, el segundo la maquinaria instrumental lógica que lo permita y el tercero la conciencia transformadora del sujeto que lo construya. Los niveles se fundamentan en tres aproximaciones teóricas de gran flexibilidad, cada una implicada consustancialmente en la propuesta de las otras:
- El pensamiento complejo como fundamento epistémico que nos permite ubicar y desplazar las estructuras tradicionales en la construcción del conocimiento.
- Las nuevas aproximaciones semióticas como sistema organizacional que puede constituir un modelo transdisciplinario.
- La propuesta constructiva de enseñanza aprendizaje como modelo educativo de relativización de valores culturales que puede integrar la vivencia del sujeto (tanto alumno como maestro) como espacio de creación.
El encuentro de los niveles con las aproximaciones teóricas constituyen tres marcos sistémicos y cada aproximación constituye una estrategia reflexiva:
El conjunto de marcos crea un modelo metasistémico,
proceso interdisciplinario en el que no sólo hablamos de
acontecimientos o proyectos específicos con resultados concretos,
sino de un proceso en el cual el sujeto y las instituciones deben,
en primer lugar, asimilar la idea de que el conocimiento disciplinario
es relativo y entender cómo éste forma facetas indicativas
de nuestra manera de explicar los fenómenos experienciales
del mundo que nos rodea; en segundo lugar, comprender que este conocimiento,
por ser relativo, no pierde su vigencia aplicada, sino que su aplicabilidad
se ubica en función de una voluntad interpretativa justificada
en los resultados de una praxis; por último, es necesario
tomar conciencia que, si bien el conocimiento es el producto conceptual
estabilizado de una o múltiples tradiciones reflexivas humanas,
cada individuo tiene la capacidad de jugar con el uso de los ámbitos
representacionales de innumerables realidades, en función
de propuestas personales constituidas por memorias afectivas y lógicas
diferenciadas.
1. Primera estrategia: pensamiento complejo
Esta propuesta teórica está desarrollada
en la obra de Edgar Morin, iniciador de la concepción transdisciplinaria,
quien en una vasta producción reflexiva propone un análisis
crítico de los modelos disciplinarios tradicionales construidos
bajo el paradigma simplificador enraizado en el pensamiento científico.
El autor considera que es necesario cambiar los proceso de disyunción
y reducción sustentados por este paradigma por los de conjunción
y distinción de un paradigma de complejidad.
El conocimiento comporta información y estructuras
teóricas que le dan sentido. Si hay demasiada información
encerrada en estructuras mentales simplificadoras, como en el caso
del momento presente, se favorece el desconocimiento de los
individuos. En la actualidad hay conocimientos altamente fragmentados
y divididos y, sin embargo, muy poco conocimiento reflexivo-complejo.
Esto provoca el aumento de la incertidumbre y un progreso de la
ignorancia.
El autor plantea la integración de múltiples disciplinas (como la física, la biología, la antropología, la historia, la estética, entre otras), todas ellas enfrentando un “bucle” sistémico donde los órdenes estabilizados se alimentan del desorden proveniente de otros saberes formando nuevas organizaciones. Lo importante no es que el orden esté legalizado y el desorden sea inaprehensible, sino la dialógica en el intercambio continuo.
Un punto nodal en esta propuesta es la diferencia entre programa y estrategia. El primero indica los pasos a seguir en función de un fin específico, la segunda es un modelo aleatorio de aproximaciones múltiples que permite actuar ante los momentos inciertos. Entre los dos modelos se construye una dinámica compleja.
La mayor parte de los planes de trabajo de las materias artísticas está constituida por modelos programáticos y la estrategia sólo se entiende como un apoyo en la transmisión de un conocimiento estabilizado.
La estrategia en el modelo complejo es la fuente de transformación de los conocimientos estabilizados en su relación con otros saberes. Es necesaria una figura estratégico-metodológica que contemple el desplazamiento creativo por anexión, conexión, transformación, innovación, etcétera, dentro del diseño curricular de las carreras de arte.
2. Segunda estrategia: función semiótica
Hablar de significación en la actualidad no es ninguna novedad; cualquier ciencia utiliza el concepto del signo en referencia a múltiples informaciones integradas al mundo de la representación. Sin embargo, muchos profesionales en los campos del arte y la educación (sin duda sucede en la mayoría de las disciplinas) no se interesan en abordar con alguna profundidad el estudio de la semiótica. Desde mi punto de vista, este débil interés se encierra en una tradición cultural que no percibe la esencia del fenómeno representativo en la cultura.
En principio, dos son las dificultades fundamentales
para ubicar la importancia del mundo semiótico. La primera
consiste en que el hombre naturaliza y se naturaliza en los signos,
al grado de integrarlos y vivirlos como función transparente
en la percepción del universo. La segunda responde a la tendencia
metodológica moderna de suponer que las ideas se representan
a sí mismas; en este sentido, los signos no son entendidos
como una forma de representación del mundo (contada la relatividad
que esto supone), sino como actitudes verdaderas en la construcción
de la realidad.
Todavía se puede distinguir otra razón (nacida del ámbito de las investigaciones especializadas) para no introducirse en el estudio de la semiótica: se considera que es elaborada, compleja, con diferentes posturas analíticas, en muchas ocasiones sin concordancia, que genera más un estado de conflicto que de claridad.
Y aún con todos estos impedimentos, estamos intentando resolver el trabajo de clarificación y explicación de modelos. Es necesario decir que el signo es el elemento fundamental en la comprensión de la relatividad del conocimiento y que la integración de los saberes disciplinarios no se realiza en el enfrentamiento de verdades diversas, sino en el encuentro traductivo y transformador de modos de significación naturalizados en diferentes cuerpos de saber.
Es desde este punto de vista que entendemos la
semiótica: una nueva función reflexiva que, desde
un enfoque metadisciplinario, no niega la validez ética,
significativa y funcional de los diferentes sistemas disciplinarios, sino
que analiza la manera en que éstos constituyen y organizan
el conocimiento para encontrar conjunciones paradigmáticas
aplicables. Cito dos ejemplos:
a) Uno de los modelos semióticos utilizados en esta propuesta metodológica (a partir de los planteamientos de Charles Morris) propone las dimensiones sintácticas, semánticas y pragmáticas para distinguir los ámbitos de análisis en la construcción significativa disciplinar. Esto facilita de manera considerable la integración parcial de saberes y detecta los posibles matices de apropiación entre diferentes disciplinas.
b) En el campo de la investigación y la enseñanza tradicional se han tomado como instrumentos justificadores los argumentos deductivos e inductivos. Sin embargo, el proceso semiótico fundamentado por Charles Sanders Peirce considera la argumentación abductiva que distingue con mayor claridad el campo creativo y puede abrir nuevos caminos en el estudio de la producción y la educación artísticas.
3. Tercera estrategia: constructivismo
Esta aproximación teórica se fundamenta
a partir de la categoría de la acción y, por tanto,
también es considerada como una función en la que
el individuo actúa para crear el proceso de conocimiento.
Considero importante remarcar dos planteamientos fundamentales de
la propuesta constructiva:
1. Los seres humanos son producto de su capacidad
para adquirir conocimiento y reflexionar sobre sí mismos.
2. El conocimiento se construye por el sujeto cognoscente, no se
recibe pasivamente del ambiente.
Estos principios merecen una importante reflexión dentro de las tendencias educativas artísticas integradoras, ya que permiten a cada persona crear alternativas conceptuales propias bajo su capacidad de entrelazar saberes múltiples.
El artista, comúnmente, goza de una libertad
interpretativa que le permite transformar el entorno en función
de su propuesta. Esto no supone hacer cualquier cosa, sino configurar
lógicas de conocimiento, observación y transformación
del mundo, donde el creador-receptor ligue la vivencia expresiva;
es necesario, por tanto, establecer los saberes metodológicos
que coadyuven a este proceso.
El sujeto creativo tiene un papel protagónico en el proceso interdisciplinario puesto que para detectar y resolver problemáticas desde la conjunción de disciplinas diversas es necesario, en principio, una mente que conciba la novedad multidisciplinaria del proceso, que tenga la responsabilidad de conjugar leyes y prácticas de diferentes espacios, sin debilitarse bajo la censura de los rigores académicos parciales.
La corriente constructivista se ha nutrido de diferentes ámbitos disciplinarios (siendo ya una muestra de cruces del conocimiento): epistemología, filosofía, psicología y educación. Para algunos autores es posible integrar bajo este planteamiento diversos enfoques que desplazan sus conceptos en distintos campos del conocimiento: Piaget en el psicogenético, Vygotsky en el socio-cultural, Ausbel en el cognitivo o, recientemente, Foerster y Maturana en el radical.
Nuestra aproximación al constructivismo intenta reunir elementos de todos ellos, mediante la utilización de las propuestas específicas que conjuguen la fundamentación relativizante de todo el modelo.
III
El proceso de transición. En las diferentes
reuniones académicas de la mayoría de los seminarios
realizados en escuelas y centros donde he participado, uno de los
puntos anotados con mayor frecuencia ha sido la necesidad de transformar
el modelo educativo. No obstante, proponer un cambio en un modelo
implica no sólo crear una transformación curricular
instrumental y administrativa, sino generar, también, una
de tipo reflexivo-metodológica en las comunidades académicas,
las cuales son el elemento fundamental activo de dicha transformación.
Uno de los mayores problemas que enfrentamos en el diseño de nuevos modelos metodológicos es que las comunidades de docentes, productores y, en ocasiones, los propios encargados de la transformación de los diseños académicos no están acostumbrados a utilizar otras lógicas organizativas del conocimiento, ni sienten interés por las nuevas terminologías; así, los modelos propuestos son vistos comúnmente como paquetes herméticos que más que parecer ofertas para la transformación y mejora, se perciben como teorías complicadas, borrosas e inaplicables.
Este es uno de los retos de imaginar una transformación
dentro de nuevos paradigmas: encontrar la manera de dar confianza
a una comunidad para ejecutar una modificación, necesaria
pero en partes incomprensible. ¿Cómo simplificar los
nuevos modelos sin desvirtuar los marcos conceptuales? ¿Hasta
qué punto pueden ser utilizadas las antiguas estructuras
organizativas sin que se pierda la distinción de los nuevos
conceptos?
La comprensión de un nuevo paradigma implica la voluntad de las comunidades para ver desde otro lugar, sin perder la seguridad profesional, y también implica desactivar los espacios de única verdad, entendiendo la relatividad como una nueva dimensión en el conocimiento
La estrategia que hemos trabajado con mayor frecuencia
es el “seminario”: lugar de sensibilización y
reflexión que permite introducirse en los fundamentos epistémicos
que generan una nueva visión. En nuestros espacios académicos
es común pensar en seminarios esporádicos en los que
se discute sobre un tema específico referido a la actualización
o a la especialización. Sin embargo, hemos detectado la urgencia
de mantener seminarios de reflexión metodológica de
manera permanente, puesto que la modificación de un marco
teórico implica la transformación paulatina relacionada
con, y experimentada en, las prácticas educativas de
los participantes.
La reflexión es fundamental puesto que las comunidades además
de aplicar un modelo son parte creativa del mismo. No sólo
se transforma el campo curricular, sino las lógicas conceptuales
de los integrantes del proceso. Sin esta flexibilización
teórica, el más generoso de los proyectos puede abortar.
Porlan dice: “no es posible entender una teoría de
la enseñanza de los conocimientos sin haber respondido ciertas
preguntas claves sobre la naturaleza del conocimiento (contenido
central del aprendizaje mismo)”. (1)
Algunos resultados:
El modelo que aquí he esbozado es producto del trabajo realizado a partir de la creación del Cenart y en él se reúnen la experiencia y la transformación continua de 48 seminarios-cursos impartidos de 1994 a 2006, en diferentes departamentos académicos, escuelas y centros de investigación, tanto en el ámbito del Cenart como en otras instituciones educativas.
Si bien las propuestas generadas en el proyecto nacieron y se sustentaron
desde el campo teórico metodológico, esto no ha implicado
olvidar las aplicaciones prácticas que permiten una evaluación
cualitativa del modelo: el ideario académico del Cenart presentado
por los participantes del seminario Pedagogía de las artes;
la reflexión metodológica de los cursos de Cultura
integral y Concentración complementaria en el seminario de
Acercamiento a las problemáticas de la interdisciplina del
Cenart; el análisis del Plan de estudios de la Escuela Nacional
de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda en el seminario de
Tácticas y estrategias metodológicas; el diseño
curricular de la Escuela de Artes Visuales de la Universidad Autónoma
del Estado de México en el seminario Aproximaciones metodológicas
en la educación artística; la fundamentación
epistemológica del Programa de Flexibilización Curricular
de las Escuelas y Facultades de la Universidad Autónoma del
Estado de México en el seminario Aproximaciones metodológicas,
complejidad y conocimiento (proyecto presentado en el Foro Internacional
ANUIES 2002); el diseño del Modelo Educativo Integral y Flexible
de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana
en Jalapa, en el seminario de Aproximaciones metodológicas
en la educación de las artes; los nuevos procesos de desarrollo
operativo académico del Seminario de modelos académicos
(Cenart), y por último, el diseño del plan de estudios
de la Escuela de Artes Visuales de Mérida. En cuanto a esta
última escuela, quisiera comentar algunos efectos de su planteamiento
metodológico a manera de ejemplo:
Las discusiones académicas realizadas
por el grupo encargado del diseño del modelo metodológico
ubicaron la importancia de crear un modelo Complejo que permitiera
la comprensión de problemáticas desde diferentes disciplinas;
así, se creó un sistema de materias teóricas
y talleres modulares que, semestralmente y de manera independiente
pero conjunta, reflexionan y producen partiendo de una
misma temática. Por ejemplo:
La sensación 3º Semestre
El espacio 4º Semestre
El tiempo 5º Semestre
La experiencia y la acción 6º Semestre
Representación y cultura 7º Semestre
El conocimiento 8º Semestre
Los talleres de Mirada y creación e Integración modular están dirigidos a la experimentación constructiva de alumnos y maestros.
Al cuerpo teórico de la carrera integrado
por módulos, se anexó a las materias como Teoría
del arte e Historia (que son comunes en las escuelas) la de Teoría
de la significación, en la cual el alumno se aproxima a la
relatividad del conocimiento a través de la comprensión
de diversos modelos semióticos que pueden ser aplicados a la
comprensión del modelo educativo, al análisis y crítica
de obra y a la producción individual.
Nota
1. Rafael Porlan, Constructivismo y escuela, Sevilla, Díada,
1995.
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