D I V E R S A L I B R A R I A • • • • • •
 



Ignacio Henares Cuellar,
Rafael López Guzmán,
María Teresa Suárez Molina,
Ma. Guadalupe Tolosa Sánchez
Exilio y creación. Los artistas y
los críticos españoles en México
(1939-1960)

España, Editorial Universidad de Granada, 2005, 320 pp.

 

 

 

En torno al arte del exilio español
en México(*)

 

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LUIS RIUS CASO HISTORIADOR
Investigador del Cenidiap
luisrius@yahoo.com

 

 

El tema de las artes plásticas del exilio español en México se ha distinguido por su complejidad, en contraste con otros temas del primer exilio donde son más visibles las aportaciones de diversos protagonistas.  Mientras que en los campos humanístico y científico, entre otros, estas aportaciones se han podido determinar con toda claridad en la investigación, la cátedra, las publicaciones y actividades académicas varias, en el de las artes plásticas no es nada fácil precisar la dimensión de su impacto en el horizonte mexicano. Las causas son varias.

La primera tiene que ver con la existencia de una joven tradición artística local, emanada del proceso revolucionario, que durante más de cuatro décadas mantuvo la expectativa de afirmarse como la vanguardia señera del arte internacional, disputando tal estatuto a las escuelas parisina y neoyorkina, durante la primera y segunda mitad del siglo, respectivamente. Obligada a cerrar filas en torno a este objetivo de índole utópico, dicha tradición local, identificada como Escuela Mexicana de Pintura, fue refractaria al arte del exilio español que no adoptara sus postulados conceptuales y formales, a la manera en que lo pedía Siqueiros con su “No hay más ruta que la nuestra”.

La segunda causa atañe más a las interpretaciones que al fenómeno mismo, en el sentido de que la construcción historiográfica del arte del exilio español, como objeto de estudio, ha insistido en mantenerse en los márgenes de una dialéctica cerrada, perpetuando así la polarizada conflictiva de época. Ello ha impedido adoptar un esquema dialógico más propio de nuestro tiempo, que reconozca la coexistencia de posturas contradictorias e irreconciliables, sin necesidad de acudir a forzadas síntesis ni a reducciones en uno y otro extremo que eliminen la riqueza del conjunto. Así, lejos de lamentar este antagonismo de raíz entre artistas mexicanos y españoles, cree más conveniente estudiarlo en su fascinante complejidad, llena de contradicciones, de cabos sueltos, de pundonorosas visiones éticas e ideológicas encontradas, de rigurosos planteamientos teóricos y estéticos pero también de emociones y pasiones desbordadas que no pocas veces daban al traste con estrategias de acercamiento largamente preparadas. A fin de cuentas, el arte es fundamentalmente asunto de artistas —al menos, todavía en esa época—, quienes gozan de ciertas licencias sociales, entre las que se encuentran el permanente derecho a aferrarse al código propio, sin necesidad de entrar en “negaciones”, y a reflejar sin componendas las contradicciones de un determinado fenómeno cultural y de una sociedad.

Uno de los méritos del libro que nos ocupa es, precisamente, el de desplegar el tema respetando su complejidad.  La notable selección de textos críticos da cuenta de la riqueza de tópicos, problemáticas y preocupaciones de toda índole que atravesaban el campo de la crítica desarrollada por los españoles (Ceferino Palencia, Margarita Nelken, José Bergamín, Ramón Gaya, Juan de la Encina, entre muchos más), quienes nutrían sus artículos con elementos jugosísimos que en nuestra época funcionan para historiar tanto a las obras como a sus construcciones, directas y contextuales, y para asomarnos quizá por primera vez a los grandes debates en los que se confrontaban con mexicanos y algunos europeos y americanos, a propósito de problemas e imperativos que atañían a la vanguardia artística internacional.  Así, gracias a las marcadas diferencias entre españoles y mexicanos (o quizá sea mejor decir: entre la Escuela Mexicana y el código de la vanguardia española) podemos asistir a una fascinante versión local de las polémicas centrales de la modernidad artística en ese momento de su desarrollo, con exponentes del más alto valor en uno y otro lado.

No dudo que la antología de textos críticos contenidos en el libro dé mejor cuenta de la importancia real del tema.  Ahora entiendo a Michael Baxandall cuando afirma que le interesa más lo que se ha escrito sobre las pinturas que las pinturas mismas.  O en todo caso, para no exagerar, pienso en Michel Tournier cuando valora en la misma dimensión a las imágenes y a las palabras en los trabajos de rescate de memoria histórica (como lo hace en su ensayo El Tabor y el Sinaí). Ésta incorporación de la palabra a las imágenes del arte del exilio español, es otra de las aportaciones del libro y nos da pie a referir una tercera causa de las dificultades de medir el impacto del tema en la experiencia mexicana. Ésta ha sido de orden documental y, por lo que vemos ahora, la poquedad de textos de época había impedido advertir que uno de los valores más claros del arte del exilio, además de los que le son intrínsecos, se observa en el juego polémico que abrió con los artistas y sobre todo con los críticos afines al muralismo mexicano, de la primera y la segunda generación.

El soporte documental de la obra se extiende a todos los capítulos, dedicados a semblanzas de artistas en el exilio, revistas que fundaron, semblanzas de los críticos transterrados, además de la amplia antología de textos ya aludida, que incluye los de críticos españoles dedicados a artistas mexicanos. Dichos escritos, por cierto, demuestran que las polémicas se desarrollaban en torno a posturas sobre el presente y futuro del arte, independientemente de la nacionalidad de los artistas.

Congruente con su valor documental, Exilio y creación incorpora a su abundante acervo hemerográfico y de fuentes primarias a autores de capital importancia que han incursionado en el estudio del tema, como Arturo Souto Alabarce, Miguel Cabañas, Juan Tejano, Justino Fernández, Teresa del Conde, entre otros.  Asimismo, la amplia bibliografía consultada sobre el exilio español, en asuntos y en visiones de conjunto, dota a la obra de un rigor académico digno de sus autores y de las instituciones que representan.

Las paradojas vividas por gran parte de los españoles transterrados, muy bien ejemplificadas en el libro con los casos de Enrique Climent y Antonio Rodríguez Luna, dejan ver una conflictiva que llama la atención por su distancia histórica pero también por el peso de la nostalgia y de la resignación. Qué duro debió resultarles a personas tan sensibles perder su patria para no recuperarla nunca, a no ser el imaginario de sus obras, eterno consuelo contra la realidad, aun cuando la abordaran con sus lápices y pinceles. Drama y consuelo de ese entonces y de siempre para los artistas, en casi cualquier escenario. Incluso para los muralistas, plasmando en sus murales la síntesis mestiza de un país que nunca se verificó en realidad.

La investigación registra también momentos de integración y compromiso de los españoles con proyectos artísticos y culturales mexicanos, así como sus aportaciones decisivas, a mediano y largo plazos, a través de espacios como los de las galerías Prisse y Proteo.  En este sentido, también se encuentra muy bien analizado su impacto en la enseñanza, que brindó elementos para el cambio en las artes plásticas del país, bajo el cual se asentaron las llamadas neovanguardias.

Centrado, entonces, en los artistas, los críticos, los espacios de difusión (como revistas y galerías), este libro de Ignacio Henares, Rafael López Guzmán, María Teresa Suárez Molina y Guadalupe Tolosa Sánchez, entiende a la producción artística dentro de un campo en que se interrelacionan la producción, la circulación y la recepción de la obra de arte. No pudo ser más afortunado el abordaje en este tema de tantos efectos en la construcción histórica de las memorias históricas de México y España.

Libro de perfecta arquitectónica, capacidad analítica y amable escritura, invita a su lectura y a continuar en el tema a partir de muy diversos motivos de interés, planteados o sugeridos en sus páginas. Su rigor como trabajo de investigación contribuye a restituir el valor de la historia documental, a contrapelo de criterios historiográficos que la han devaluado, al privilegiar de forma indiscriminada el concepto de construcción  —indiferente a la investigación en archivo, a los acopios de fuentes documentales. Como interesado en el tema, celebro esta seriedad de los conocimientos que aporta, aunados al placer que brinda su lectura.


Nota


* El presente texto fue leído el 18 de julio de 2006 en el Centro Cultural de España (México), durante la presentación de Exilio y creación. Los artistas y los críticos españoles en México (1939-1960).