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La documentación y las nuevas tecnologías
de la información en el arte

Con la expansión de los sistemas informáticos, del lenguaje binario, de la no linealidad y del uso intensivo de Internet, el historiador del arte actual se enfrenta a un cambio de lógica en la forma de organizar el conocimiento.

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ADRIANA ZAPETT HISTORIADORA
Investigadora del Cenidiap
azapett@hotmail.com

 


Para estudiar el desarrollo del arte actual, independientemente de la tecnología digital y de los soportes que emplee, así como de su impacto en los diversos campos del conocimiento, el eje lo constituye la delimitación de problemáticas epistémicas. Una vez que el historiador del arte ha establecido en qué red de saberes e hipótesis coloca su objeto de estudio, podrá, por un lado, relacionar conocimientos especializados e interdisciplinarios a través de Internet y, por otro, diseñar un planteamiento heurístico como principio de investigación.

En términos metodológicos, el estudio y definición de fuentes históricas (escritas, visuales o sonoras) actualmente representa tanto la inmersión en los archivos y en los lenguajes documentales más tradicionales como el acceso a bases de datos y a toda una serie de servicios y consultarías digitales que implican conocimientos técnicos específicos. En el arte actual los acervos no sólo cuentan con fuentes escritas sino también con soportes tecnológicos que permiten dar registro de lo efímero.

En las artes electrónicas, el proceso de producción de este tipo de obras también ha venido generando fuentes tecnológicas que amplían el campo de registros y relaciones para el historiador. Como lo expresa Raymundo Mier: “el arte deja el territorio de lo inevitable para pasar a lo transitorio”.(1) En este sentido presenciamos una “hibridación” en los procedimientos y en las estrategias para investigar y documentar con las nuevas tecnologías de la información.

Las directrices para documentar en arte son diversas, podemos documentar el proceso histórico o artístico de una tendencia, las problemáticas conceptuales específicas, la gramática visual de la imagen en movimiento, por citar algunos ejemplos, dependiendo de los niveles de complejidad que se planteen. Pero la accesibilidad e inaccesibilidad que paradójicamente provoca el aumento de los códigos informáticos se traduce en una saturación que imposibilita la unidad de los relatos totalizadores, como los que se generaron en el siglo XIX, aunque a la vez torna muy dinámico el proceso de conocimiento en relación con las formas de hacer historia.

¿Qué significación y sentido tiene para nosotros un acontecimiento o una situación? ¿Qué implicaciones epistemológicas tiene el uso de estos nuevos lenguajes en el quehacer histórico? Reflexiones y redefiniciones ante el conocimiento como una cuestión de cómo actuamos en el mundo, de cómo interpretamos el pasado desde nuestro horizonte de expectativas, de nuestra conciencia de historicidad del ser, de los cambios de lógica en el devenir artístico o de qué significa el lenguaje binario en un universo digital de cifración y descifración como el que ahora impera, son parte de la discusión filosófica contemporánea.

En la construcción social del conocimiento, la relación del proceso documental con la tecnología digital, la cual es estructuralmente sintáctica, nos conduce a dos aspectos muy importantes del procesamiento de la información: los sistemas automatizados y el thesarus.


Sistemas de automatización

El desarrollo de los procesos automáticos se halla vinculado claramente con las funciones de comunicación, organización y decisión. El uso de computadoras a gran escala ha devenido en una serie de canales de retroalimentación y en un conjunto de memorias que, bajo un esquema conceptual, se transforman en herramientas muy poderosas y que, incluso, constituyen toda una relación integral con las formas de pensar y vivir del ser humano contemporáneo.

Por lo tanto, el procesamiento de la información, como el que se lleva a cabo a través de los sistemas de automatización, consiste en una adecuada planeación de sus estructuras en cuanto al software o hardware empleados. Pero no sólo es cuestión de maquinaria electrónica, se requiere de ideas más complejas, como la teoría de la información, la de la autoverificación interna, la complejidad de los sistemas autoconductivos, entre otros aspectos que se han generado con el avance en la ingeniería de comunicaciones.

La simulación de los procesos mediante computadoras y la definición de sus dispositivos conducen a la transmisión mediante símbolos y a ciertas maneras de tratar los mismos. El lenguaje matemático empleado en estos aparatos electrónicos permite la traducción a otros lenguajes, cuya calidad significativa traza el camino de la señal al signo.

Así, hay que tener en cuenta diversos sentidos que adquieren los sistemas computarizados. En instituciones de carácter cultural relacionadas con la actividad artística, tanto en la producción como en la investigación, esta clase de tecnología ayuda en la recombinación de los dispositivos de memoria e información que cada usuario necesita.

Para entender este aspecto es importante la forma de procesamiento que realiza un ordenador. Cada registro en el mismo es sujeto de un direccionamiento, de manera que puede significar, en número, un símbolo o una palabra. Con ello queremos decir que las opciones de múltiples registros programados son muy amplias, lo cual se refleja en las variadas funciones que estos instrumentos nos brinden, así como su gran eficacia.

Bajo un concepto de integración, las redes computarizadas han hecho posible un vasto almacenamiento de diversas fuentes de información y se han convertido en instrumentos de análisis de gran alcance.


Thesaurus

En todo sistema de almacenamiento o concentración de información se requiere de un sistema de clasificación o thesaurus, que constituye el conjunto de descriptores utilizado para analizar un corpus. En el caso de la historia del arte como un campo teórico, exige cada vez más de múltiples refinamientos técnicos que permitan al artista, al usufructuario de la obra de arte, al crítico, al historiador, etcétera, tener acceso inmediato a las diversas fuentes de investigación para llevar a cabo su labor reflexiva.

El thesaurus diseñado para un sistema de automatización que comprenda la producción artística debe concebirse como un proceso total de producción, recepción y consumo de este tipo de bienes. Las clasificaciones convencionales hasta ahora empleadas en el terreno del arte parten de la producción material o teórica que los productores en esa área y sus investigadores en diferentes disciplinas han realizado; de ahí que la historia, la crítica o la filosofía estén consideradas, así como los géneros o tendencias, estilos y demás características formales. Sin embargo, hay muchos otros aspectos, como la recepción de públicos, las organizaciones que difunden el quehacer artístico, la legislación de este tipo de patrimonio, el mercado del arte, los medios de comunicación, etcétera, que arbitrariamente no son tomados en cuenta, por lo que sería conveniente que se desarrollaran subdivisiones temáticas más abarcadoras en cuanto a recepción y consumo del arte se refiere.

Los sistemas de clasificación concebidos como una forma de relación cognoscitiva entre los usuarios y los diseñadores de thesaurus transforman el acceso a la información en dispositivos de poder. No sólo el especialista puede acceder a las fuentes sino a la ramificación de las redes que constituyen al thesaurus. También sirven como sistema de conducción para cualquier usuario.

Los modelos del proceso de conocimiento que sean considerados en la definición temporal e histórica de los acontecimientos artísticos también serán un punto importante en la selección de los descriptores, ya que será a partir de la forma en que se entienda el devenir de lo histórico como los productos resultantes del mismo sean clasificados.

Asimismo, es interesante tomar en cuenta formas de análisis teórico como la diacronía o sincronía en los procesos históricos o artísticos, ya que en el devenir de los acontecimientos éstos se producen en una total vinculación de hechos que han ocurrido, ya sea en un plazo largo o en lo coyuntural. Esta unión de lo inmanente y lo trascendente nos permite profundizar en esas redes de la historicidad y de su discontinuidad.

Por último, pensar la historia como una vía de conocimiento que nos permite contextualizar los acontecimientos, requiere de procedimientos, de metodología. De esta manera, la tecnología digital vinculada con las fuentes históricas y con la documentación constituyen ahora una parte esencial en la labor interpretativa del historiador.


Nota

1. Encuentro de Investigación y Documentación de Artes Visuales “¿Qué, veinte años no es nada?” (XX aniversario del Cenidiap), mesa Estéticas contemporáneas. Salón de usos múltiples de la Escuela Superior de Música, México, 6 de octubre de 2005.