D I V E R S A E X P O S I C I O N E S • • • • • •
 



Armando López Carmona, conjunto arquitectónico y espacial intervenido, 1982-1999, Escuela Nacional de Artes Plásticas, México. Foto: cortesía Leonardo López Monroy.

 

 

 

Armando López Carmona.
Artista experimentador e innovador

La exposición Muralística entorno-relativa. Homenaje a Armando López Carmona se llevó a cabo del 1 de diciembre de 2005 al 16 de abril de 2006 en la Sala de Arte Público Siqueiros,
en la ciudad de México.

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EDUARDO ESPINOSA CAMPOS HISTORIADOR
Investigador del Cenidiap
espinosacam@yahoo.com.mx


Dibujante, pintor, escultor, pero sobre todo creador de una obra pública digna de considerarse, Armando López Carmona (1924-2002) fue, además, un buen conversador y polemista, que defendió apasionadamente el muralismo. Como maestro fue un promotor de contenidos y propuestas para el arte público, a través de los múltiples cursos y conferencias que impartió. Entre sus alumnos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP)  puso en práctica un programa de visitas guiadas para explicar las complejidades técnicas y logros del muralismo; así como visitas a zonas arqueológicas para explicar, entre otros aspectos, la relación de la arquitectura con el paisaje.

Docente del mejor linaje, transmitió a sus alumnos, durante sus cuarenta y cinco años de docencia, los conocimientos y procedimientos de las técnicas de la pintura para la obra de caballete y la mural. Por ello, el maestro José de Santiago no dudó en afirmar que con su muerte “se acabó la gran tradición de la docencia de la pintura mural en la escuela de San Carlos”.(1)

A López Carmona le tocó formarse en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda. Sus maestros fueron algunos de los más importantes pintores que han configurado la mejor fisonomía de nuestro arte: Frida Kahlo, Alfredo Zalce, Federico Cantú, Carlos Orozco Romero y Diego Rivera, entre otros.

Fue ayudante de los muralistas que han ganado mayor prestigio dentro y fuera de nuestro país: Rivera, Orozco y Siqueiros. Esa relación imprimió algunas influencias iniciales en el novel artista, para luego despojarse de ellas y conformar un estilo propio. Cosa nada fácil, cuando la realidad nos deja ver, dispersos por todas partes, emuladores sin recato de los verdaderos artistas. De allí la presencia de “picassitos”, “kleesitos”, o, más cercanos a nosotros, “riveritas”, “siqueiritos”, “tamayitos”, “toleditos”…, la lista puede ser interminable.

Desde sus inicios fue un convencido del arte público. Cuando aún era estudiante realizó una obra de caballete en la que representó a un niño, acompañado de un adulto, observando una pintura que cubre los muros de un edificio, de una escuela o una casa particular. Puede ser que se trate de la reproducción de un mural real o bien una obra fruto de su imaginación en su afán por destacar la importancia del muralismo destinado a públicos amplios. En su información curricular menciona que realizó obras murales en casas particulares, pero no indica dónde. Investigaciones posteriores conducirán a localizar esos trabajos hasta ahora desconocidos.

Un buen número de sus obras de caballete de mediados de los años cuarenta e inicios de los cincuenta dan cuenta del énfasis por los temas obreros, principalmente de los trabajadores de la construcción, siempre anónimos pero, finalmente, los ejecutores reales de los grandes edificios de una ciudad que en esos años comenzaba una etapa de industrialización. No sólo retrató momentos del trabajo obrero –donde sí aplica que son los que verdaderamente “sudan la gota gorda”– sino también los vio como un sector que lucha por sus derechos. Otra pintura da testimonio de una marcha obrera sometida por la policía. Y en otra, el accidente mortal de un trabajador que yace en el suelo, mientras es rodeado por sus compañeros en actitud de impotencia.

Estas obras ganaron el reconocimiento por la habilidad técnica y como dibujante de Carmona, que supo advertir tempranamente el crítico de arte Jorge Juan Crespo de la Serna; lo mismo su maestro en técnicas Andrés Sánchez Flores, quien lo recomendó con Rivera y después con Orozco, para actuar como ayudante en algunas de sus obras murales. El prestigio, que no era fácil entonces, llegó a conocimiento de Siqueiros, quien lo invitó años después como uno de sus colaboradores más eficientes. Prueba de ello es su participación en cuatro de sus murales en un periodo de cinco años, durante la primera mitad de la década de 1950. Su trabajo no se limitó a la ayudantía, fue también un compañero que participó en las sesiones fotográficas propiciadas por Siqueiros, como parte de sus investigaciones para conocer y analizar el cuerpo en movimiento, en acción plena. De modo que López Carmona sirvió de modelo para algunos de los personajes en la obra del muralista. El más significativo fue el retrato para crear el personaje del doctor en el mural del hoy Centro Médico Nacional La Raza. Con los muralistas aprendió lo necesario. Fue su oportunidad de conocer en la práctica, trepado en andamios, bajo la luz del sol, la resolución de problemas técnicos, más allá de lo que la escuela le brindaba.

Lo que cabe destacar es que el maestro López Carmona no sólo trascendió por su estupendo trabajo de ayudantía, sino que, y en esto radica buena parte de su legado, fue autor de una singular obra pública, orientada a la integración de las artes con la arquitectura, que trabajó en coordinación con el destacado arquitecto Fernando López Carmona, su hermano.

Se puede definir la personalidad del maestro Armando López Carmona como un artista experimentador e innovador. Pues si bien fue un conocedor y practicante de las técnicas pictóricas tradicionales, buscó, asimismo, otras posibilidades para la expresión. Alguna vez declaró: “Para una nueva forma de muralismo hay que buscar nuevos materiales”.(2)

Desde su etapa de ayudante de los muralistas, sus pasos se dirigieron hacia otros caminos; había nacido para experimentar, para ir más allá de lo que comúnmente se practicaba. Desde fecha temprana se vinculó con dos talleres de experimentación con materiales pictóricos: el Taller de Ensaye de Materiales de Pintura y Plásticos (1945) al lado de José Gutiérrez, y en 1950 con el Taller de Integración Plástica, que dirigía José Chávez Morado. Ese fue el camino que siguió y que lo llevaría a la experimentación con su propia obra, cuya producción no es extensa. Pero aquí cabe aplicar que su trabajo no vale por la cantidad sino por la calidad de sus propuestas. Al final de su vida se encontraba realizando una investigación de materiales y técnicas intemperantes para la pintura mural en el exterior.

Sus familiares y amigos lo recuerdan dibujando en cualquier lugar: en el restaurante, en la cafetería, en las juntas académicas. El espíritu inquieto seguía vivo. Sus manos eran el vehículo; con ellas dibujaba y pintaba, con una habilidad que muchos desearían. Sus manos parecían regocijarse con el manejo de los materiales y lo mismo modelaba con barro un cristo expresionista –que los agustinos recoletos no supieron entender– que figuras inusuales de peces y caballos con cemento sobre un armazón de metal. Tallaba directamente el cemento a manera de piedra, aplicaba el cemento con la técnica de pastillaje para formar un relieve o modelaba, con plomo, figuras desde los cincuenta centímetros hasta varios metros de longitud. Su obra escultórica fue escasa, pero lo poco que realizó basta para ubicarlo entre los artistas más innovadores en técnica y propositivos en su género.

En el vitral desarrolló una técnica innovadora para que las piezas realizadas pudieran ser apreciadas desde el interior, a la vez que desde el exterior. Para ello aplicó esmalte sobre el vidrio, de tal forma que permitiera la transparencia de la luz y simultáneamente su reflexión hacia el exterior.

En el arte público al exterior recurrió al relieve escultórico, por medio de placas de concreto, suficientemente separadas del muro, para lograr proyecciones de sombras, por el efecto de la luz del sol, que pudieran apreciarse desde puntos distantes.

Importa mencionar lo anterior, en tanto que estas experiencias nos conducen directamente a su última  propuesta plástica y visual, desarrollada en las instalaciones de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, motivo principal de la exposición que ahora nos ocupa. Con ella abrió, conceptualmente, un nuevo camino al arte público en espacios arquitectónicos urbanos.   

Es necesario decir que en esta búsqueda, el maestro López Carmona no estuvo solo. Sus experiencias con Orozco, en el mural exterior de la Escuela Nacional de Maestros, y con Siqueiros, en el muro principal para el edificio de Rectoría, en Ciudad Universitaria, fueron referentes definitivos y contemporáneos de las propuestas de otros artistas que en los años setenta del siglo pasado pugnaron por una pintura aplicada a la arquitectura de la urbe. La diferencia es que López Carmona aportó una propuesta innovadora –desarrollada durante diecisiete años para aplicarse no en un solo muro, pasillo o escalera, sino en los muros de varios edificios a la vez, distantes unos de otros y con diferentes orientaciones en sus puntos cardinales. El reto fue mayúsculo, pero sus experiencias personales previas lo llevaron a considerar diversos aspectos: la importancia de las variaciones de los colores en el exterior, según las horas del día y la relación espacial de los muros lejanos y cercanos, incluso vinculados con el paisaje, circundado por las montañas y ubicadas a kilómetros de distancia. Pero el asunto no paró ahí: el espacio mismo propició que pusiera en acción al espectador y transeúnte inmerso en un espacio arquitectónico intervenido por la pintura. Su idea fue “hacer pintura urbana que no esté sujeta ni a la arquitectura ni al rectángulo de un cuadro [...] y consiste en mezclar términos reales e imaginarios para que el espectador tenga otra manera de apreciar visualmente la pintura”.(3)

Cuando se visita una exposición, generalmente no se piensa en todo el trabajo oculto tras las mamparas, los muros pintados y en el montaje de la obra. Esta  exhibición es fruto del esfuerzo de todo un equipo de personas, encabezado en la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS) por su directora Itala Schemelz, además de la participación de pintores ayudantes del maestro López Carmona en la ENAP. El Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes participó con la realización de un recorrido virtual y el joven artista Tomás Canchola se encargó de la producción de dos videos. La ENAP es la responsable de la edición del libro catálogo y el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas de la coordinación del ciclo de conferencias. Destaca, de manera principal, la participación compartida para definir el eje rector del homenaje de América Juárez y Valentina de Santiago, investigadoras de la SAPS, en coordinación con Leonardo López Monroy, hijo del artista y promotor de este proyecto.

Por último quiero enfatizar que, a pesar de que se trata de una exposición de pequeñas dimensiones, el maestro López Carmona nos puso a trabajar en grande. El reto fue cómo trasladar una propuesta de esa naturaleza al espacio cerrado y estrecho de una sala, cuando la obra de la ENAP era precisamente lo contrario: se abría y actuaba, tanto pictórica como visualmente, en espacios abiertos. Para ello se echó mano de algunos recursos museográficos que pudieran dar cuenta de un trabajo tan complejo. Si logramos transmitir la esencia de esta propuesta pictórica y visual, en el visitante de esta exposición, entonces habremos cumplido nuestro objetivo.

 

Notas

1.  América Juárez, Eduardo Espinosa Campos y Valentina de Santiago, entrevista a José de Santiago, ciudad de México, 30 de agosto de 2005.

2. “El muralismo como solución a problemas arquitectónicos”, artículo hemerográfico incompleto en el archivo del artista.

3.  Alberto Arankowsky, “Armando López Carmona: ahora la pintura mural es de corredores y pasillos”, en Ovaciones, México, D.F., 13 de agosto de 1989.

 



Armando López Carmona, conjunto arquitectónico y espacial intervenido, 1982-1999, Escuela Nacional de Artes Plásticas, México. Aquí se aprecia la unión visual de dos edificios a través de colores y de líneas horizontales y diagonales que se corresponden. Nótese el recurso de un elemento metálico (indicador) sobre el edificio, en el primer plano, y cómo la línea se proyectaba sobre las líneas de otro edificio, en segundo plano, según el desplazamiento del transeúnte. Entre ambos edificios media una distancia aproximada de treinta metros. Foto: cortesía Leonardo López Monroy.

 



Armando López Carmona, conjunto arquitectónico y espacial intervenido, 1982-1999, Escuela Nacional de Artes Plásticas, México. Una vista desde lo alto de una azotea permitía apreciar los juegos geométricos alcanzados. Si elimináramos la figura de la mujer y el follaje del árbol costaría trabajo ubicar cuál era la superficie intervenida. Foto: cortesía Leonardo López Monroy.

 



Armando López Carmona, conjunto arquitectónico y espacial intervenido, 1982-1999, Escuela Nacional de Artes Plásticas, México. La integración visual por medio de la pintura de tres muros distintos, ubicados en diferentes planos, daba la impresión de que se trataba de un solo muro. Foto: cortesía Leonardo López Monroy.

 



Armando López Carmona, conjunto arquitectónico y espacial intervenido, 1982-1999, Escuela Nacional de Artes Plásticas, México. El uso de indicadores en el edificio que en la imagen se ve del lado izquierdo refuerza las líneas dibujadas en el otro, ubicado a unos veinte metros adelante; es decir, se eliminó visualmente la distancia real entre ambos edificios. Foto: cortesía Leonardo López Monroy.