D I V E R S A C R E A D O R E S • • • • • •
 



Pedro Coronel
• Cabeza de mujer •
1955, mármol blanco, 59 x 27 x 35 cm. Colección Amparo Dávila Robledo y Juana Lorenzana Coronel Dávila. Foto: cortesía Museo de Arte Moderno/Conaculta/INBA.


 

 

La obra de Pedro Coronel

Este texto se inscribe en el marco de la muestra retrospectiva de Pedro Coronel (1921-1985)(1) que, con motivo del vigésimo aniversario de su muerte, organizó el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México en abril de 2005. Esta misma exposición se montó en la ciudad de Zacatecas en el Museo Pedro Coronel, de julio a septiembre de ese año.

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LAURA GONZÁLEZ MATUTE HISTORIADORA DEL ARTE
Subdirectora del Museo de Arte Moderno, México
gomatla@yahoo.com.mx


La muestra Pedro Coronel. Retrospectiva, en el Museo de Arte Moderno, tuvo la singularidad de haber reunido un gran número de obras provenientes de colecciones particulares que rara vez se exhiben, por lo que su impacto fue muy favorable en los visitantes. Curada por Martín Coronel, hijo del artista, la exposición fue concebida bajo núcleos temáticos cronológicos que daban la oportunidad de percibir la evolución del pintor marcada, sobre todo, por su viaje a París y por el contacto con los artistas vanguardistas europeos que enriquecieron de manera definitiva su obra. Un aspecto que enalteció la muestra fue la inclusión de varias obras escultóricas a través de las cuales se advirtió cómo desarrolló un trabajo escultórico que partió de la influencia prehispánica para, paulatinamente, crear una obra abstracta que denota el contacto de Coronel con los artistas europeos, especialmente con la escuela de Brancusi.

Por su parte, la muestra expuesta en el Museo Pedro Coronel de Zacatecas estuvo inmersa en el llamado “universo de Pedro Coronel” y ofrecía al espectador la experiencia de poder apreciar cómo la colección del artista, conformada con piezas de un gran número de culturas provenientes de todo el orbe, nutrió de diversas maneras el quehacer que desplegó a lo largo de su carrera creativa; así la obra de Coronel incita a infiltrarse en un mundo estético en el que confluye gran parte de las manifestaciones estéticas del mundo.

Referirse al trabajo de Coronel implica necesariamente revisar una amplia gama de elogiosos comentarios, análisis y juicios, como los escritos por Juan Rulfo, Paul Westheim, Justino Fernández, Octavio Paz, Jorge Alberto Manrique y Juan García Ponce, entre otros.

En todos ellos se percibe cómo al estudiar y compenetrarse de la obra de Coronel, la conciben, ante todo, como una manifestación formal, cromática y textural, que alude a los conceptos filosóficos y estéticos primitivos, prehispanistas y universales, plasmados, de manera integral, en una propuesta plástica mexicana, inscrita en el arte de la segunda mitad del siglo XX.

Ubicado artísticamente como uno de los grandes creadores de los años cincuenta, aunque alejado de la “llamada generación de la Ruptura”,(2) el creador se manifestó con una producción que brindó al arte de aquel momento una fecunda expresión: al tiempo que recuperaba las raíces más profundas del México precolombino, retomaba las enigmáticas expresiones de las últimas tendencias de la vanguardia universal, como lo eran el cubismo, el expresionismo, el orfismo, el abstraccionismo y el geometrismo, conjugadas con las formas sintéticas primitivistas de las culturas africanas y asiáticas.

Hay que apuntar que el inicio de la formación artística de Coronel estuvo permeada por la influencia de la pintura mexicana moderna, no obstante el inquieto artista buscó en las corrientes y manifestaciones artísticas mencionadas, sin dejar de lado las propuestas mexicanistas, la producción de un arte alejado del figurativismo anecdótico y social, que regía en aquel momento a algunos de los creadores pertenecientes a la corriente nacionalista.

          

Su formación

Su ascendencia artística familiar determinó, de alguna manera, el desarrollo de la sensibilidad artística de Coronel, quien rememora estos hechos en sus notas autobiográficas: “Soy hijo de músicos, de pintores, de revolucionarios [...] Mi madre tocaba la mandolina, mi padre el clarinete y el violín. Los domingos, después de la misa y de la comida, tocaban, música popular, de provincia...”(3)

Por otra parte, como una de sus estimulaciones creativas, el artista menciona la cercanía que tuvo de niño con el titiritero del pueblo, quien seguramente despertó en él, además de un sinfín de imágenes que poblarían años más tarde su trabajo, su vocación de escultor: “En el Callejón de las Casas Coloradas vivía un titiritero. Yo iba a verlo a diario. Quizá él me hizo escultor.”(4) 

Hacia 1939 arribó a la ciudad de México y se inscribió en la Escuela de Escultura y Talla Directa, dependiente de la Secretaría de Educación Pública, que había sido dirigida desde 1927 por el escultor Guillermo Ruiz, ubicada en el ex Convento de la Merced, y que, para 1939, se trasladó a la calle Cacahuatal y, posteriormente, al Antiguo Convento de San Ildefonso, ya no sólo como escuela de escultura, sino también de pintura y grabado.

Esta institución, en 1942, se convirtió en la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado La Esmeralda, bajo la dirección del pintor Antonio Ruiz El Corcito, y quedó instalada definitivamente en el número 14 de la calle de San Fernando, conocida también como La Esmeralda.(5) 

Sus maestros, en esta fase inicial, fueron los reconocidos escultores Juan Cruz y Francisco Zúñiga, quienes para Coronel significaron su inicio profesional con la práctica escultórica, su primera experiencia en talla con diversos materiales y bajo una óptica amplia y propositiva.

Este hecho, que redituó en la modificación de los métodos de aprendizaje y, por lo mismo, en el ingreso de un cuerpo docente de alto nivel, integrado con personalidades como Diego Rivera, Frida Kahlo, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos Orozco Romero, Santos Balmori y Agustín Lazo, entre otros, le otorgaron a la institución un carácter de profesionalismo, concebido bajo otra dinámica didáctica a aquella de la cual había partido, al instaurarse en 1927. 

El acercamiento a estos pintores fue determinante para Coronel, sobre todo su amistad con Diego Rivera, quien alabó desde un principio su obra escultórica.  El artista recuerda que Rivera en un momento, no obstante elogiar su trabajo, lo desanimó para que viajara a Europa, ya que le argumentaba que el alejarse de México le haría perder la esencia y las raíces de este país.

Me sorprendió su reacción pues él había vivido una época muy bella en París, al lado de Modigliani y de otros artistas […] Entonces yo no comprendía cómo aquel hombre que en el fondo me enseñaba a encontrar la forma más directa en mi escultura, las bases de nuestra escultura, que es la escultura prehispánica, se negaba de pronto a que yo partiera.(6)

Sin embargo, la experiencia en Europa resultó todo lo contrario, ya que le amplió de manera contundente su visión plástica. El aparente desánimo expresado por Rivera no fue tal, ya que él mismo lo apoyó para conseguir un subsidio económico, derivado de las cátedras que para aquel momento Pedro Coronel impartía en “ La Esmeralda”. 


Europa: la otra visión

A su llegada a París, donde permaneció alrededor de dos años,(7) Coronel participó del trascendente momento de la posguerra, que trajo consigo, como sucede en general en momentos de crisis, un gran impulso a las artes de la época. Este hecho benefició su proyección artística, ya que su concepción creativa se amplió y solidificó. Europa le brindó la oportunidad de entrar en contacto no sólo con las últimas manifestaciones artísticas de avanzada, sino también con eminentes artistas que enriquecieron su futura creación.
Entre éstos se encontraban los rumanos Constantin Brancusi y Víctor Brauner, así como los soviético franceses Serge Poliakoff y Ossip Zadkine.

Coronel asistió al taller del escultor Brancusi y obtuvo una experiencia singular, al estar en contacto con un artista cuya inquietud buscaba, entre otros aspectos, la esencia de la forma y, al mismo tiempo, tenía una gran predilección por la escultura africana y precolombina. Brancusi fue el primer escultor del siglo XX en rechazar enérgicamente la sumisión al modelo, ya que sus volúmenes apuntaban hacia lo absoluto. En su obra, el creador iba en busca de la pureza y de la esencia, aspectos presentes sobre todo en el pensamiento oriental, especialmente a través de la lectura del libro de Milarepa.(8)

En la obra de Brancusi, como también aparece en algunas piezas de Pedro Coronel, está presente la forma oval y el huevo, en donde el brillo del bronce, el basalto y el mármol resaltan la sencillez de las piezas. Su creación está concebida con base en una economía formal que, de igual manera, advertimos en algunas creaciones de Coronel. Aparece una incesante búsqueda por los temas de la humanidad milenaria. Por lo mismo, en Brancusi siempre estará presente la exploración de lo condensado, de lo fundamental, que son éstos, entre otros elementos, los que nuestro artista retomará para producir su obra escultórica. 

Por su parte, Víctor Brauner, debido sobre todo a su cercana relación con André Breton, Benjamín Péret, Yves Tanguy y Remedios Varo (con quien viviría algún tiempo), estaba dedicado a compenetrarse de la magia, la alquimia y los fenómenos psíquicos, que dieron como resultado una serie de obras que en un momento fungieron como fuente de inspiración para la activa joven.(9) Tuvo, de la misma manera que Brancusi, una gran influencia en Coronel, ya que Brauner abrevaba como fuentes temáticas para la creación de sus obras de las mitologías antiguas de Oriente, Egipto, precolombinas y del arte popular.

También presentó una faceta cargada de un simbolismo erótico emparentado con elementos surrealistas, que en un momento aparecen en la obra de Coronel. Como ejemplo de este planteamiento se pueden mencionar los cuadros  Mujeres habitadas (1960), La amante dormida (1961), Rincones del sueño (1961) y El amante dormido (1963), en donde la texturización, presente sobre todo en El amante dormido, y el manejo del color rojo, confiere a la pieza gran sensualidad.

Serge Poliakoff, cercano a los pintores Sonia y Robert Delaunay, pertenecientes a la corriente del orfismo colorístico,(10) realizó un trabajo basado en las cualidades específicas del color. Su creación se inscribe principalmente en el abstraccionismo. Su producción creativa se apoya en el color, delimitando grandes superficies de tonalidades vivas, contrastadas unas con otras. Poliakoff es considerado uno de los grandes coloristas de la posguerra y, por lo mismo, su contacto con Pedro Coronel se advierte en la gran importancia que el artista mexicano confirió a la gama cromática de su producción. En cierta forma, Estación violada (1961), Los fantoches luminosos (1962) y El papalote de junio (1960) remiten a este interés por conferir al color un sentido plástico y formal como preeminencia de la obra.

Por su parte, Ossip Zadkine, inscrito en las inquietudes de la estatuaria cubista y muy cercano al escultor Jacques Lipchitz, llevó a cabo una obra en la que el juego de sus relieves y huecos se yuxtaponen a la búsqueda de ritmos; las diferencias de planos, las correspondencias existentes entre los vacíos y los relieves, dan a su creación una indiscutible grandeza plástica.

Aunado a lo anterior, Coronel asistió a varias muestras de arte que influirían en su producción: como la gran exposición de Paul Klee donde pudo admirar La niña de los besos (1959) y Pavana para una mujer embarazada (1959). Se nutrió también de Joan Miró y Amadeo Modigliani, de quienes retomó las formas embrionarias del primero y el sintetismo del segundo. De la misma manera, la amistad que estableció con Sonia y Robert Delaunay sensibilizaron su proyección creativa, sobre todo en la importancia que el artista confirió al cromatismo de su creación.

Otro elemento significativo de este momento en la plástica mexicana que dejó una huella en el quehacer pictórico de Coronel, fue el contacto con la obra del pintor Rufino Tamayo, quien, al margen de la pintura nacionalista, representada por el movimiento muralista mexicano, estableció un giro en el arte de aquel momento. Éste se vio reflejado al proyectar una creación en la que el manejo colorístico y formal, sustentado en las vanguardias europeas y norteamericanas y conjugadas con planteamientos plásticos primitivistas y prehispanistas, abrieron un cauce ilimitado de posibilidades estéticas a algunos jóvenes artistas que buscaban nuevas alternativas a su proyección. Para Pedro Coronel Rufino Tamayo era:  

[…] el soñador de todo lo poético de este país, que a través del pasado nos lleva a un mundo alucinante compartido con el sentido de la muerte a lo mexicano. El nos transporta a mundos oníricos llenos del esplendor de un pasado, que aunque muy lejano, él nos lo hace realidad y presente. En Tamayo encontramos los jóvenes pintores de México una nueva puerta de escape y toda una ruta infinita.(11)

Así, la plataforma creadora que sustentó el amplio mosaico de obras pictóricas y escultóricas de Pedro Coronel encontró, en estos componentes, un suelo fértil de donde abrevar. Su obra nos invita a transitar por un mundo de color, textura, primitivismo y conceptos filosóficos ancestrales, que nos renuevan el desasosiego por descubrir las incógnitas del origen del ser, de las pasiones eróticas, de los furores bélicos y de nuestro ineludible camino hacia la muerte.

 

Notas

1. La fecha de nacimiento de Pedro Coronel la sitúan varios especialistas tanto en 1921 como en 1922 y 1923. En “Cronología”, Pedro Coronel, Grupo Financiero Bital, 1993, p. 181, se da la fecha de nacimiento en 1921. Así también en la página 180 del mismo texto, aparece una fotografía de la tumba de Pedro Coronel en su museo y la inscripción reza: “Pedro Coronel, 1922–1985”. En el texto “Autobiografía discontinua”, publicado en El universo de Pedro Coronel, México, INBA/SEP, 1981, dado a conocer con motivo de su exposición en el Palacio de Bellas Artes, el artista subraya en la página 9 del escrito: “Nací en el 23”. Su hijo Martín Coronel, aclaró en una rueda de prensa reciente, que posee la Fe de Bautizo de su padre y ésta está fechada en 1921, por lo que es éste el año de su nacimiento.

2. Concepto controvertido que ha llevado a últimas fechas a diversos especialistas a aclarar que éste no debió denominarse de tal manera pues más que “Ruptura” fue una continuidad. Sin embargo, lo que se entendió durante varias décadas fue el hecho de que un grupo de artistas jóvenes se enfrentaron, a finales de la década del cincuenta, a los postulados nacionalistas que regían el movimiento muralista mexicano, iniciado a partir de 1920. El grupo de artistas clamó por una expresión libre y espontánea, sobre todo de carácter abstracto y lírico, en contra del tono social y político que presentaba el Muralismo Mexicano. Ver, Teresa del Conde, “La aparición de la Ruptura”, Un siglo de arte mexicano. 1900-2000, México, Américo Arte Editores, Conaculta/INBA, 1999, pp. 187-212.  

3. Pedro Coronel, “Autobiografía discontinua”, ibidem., p. 9

4. Ibid., p. 20.

5. Laura González Matute,  “La Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, su fundación”, en  varios autores, Seis décadas de la Esmeralda, 1943-2003, México, Conaculta, INBA/Cenart, ENPEG, pp. 13-25.

6. Entrevista con Lelia Driben, “Sábado en la Cultura”, en Uno más Uno, México, D.F., 14 de julio de 1981. Ver Pedro Coronel, Grupo Financiero Bital, op. cit., p. 26.

7. Después de esta experiencia, Coronel decidió vivir la mitad del año en la Ciudad Luz y la otra mitad en México.

8. Monje tibetano del siglo XI. Ver Michel Conil Lacoste,“Escultura del siglo XX”, en José Pijoan,  Historia del Arte, México, Salvat, 1975, tomo 10, p. 224.

9. Janet Kaplan, Viajes inesperados. El arte y la vida de Remedios Varo, México, Era, 1989, p.65.

10. Término inventado por Guillaume Apollinaire en 1912 para designar una corriente pictórica representada por Robert Delaunay, que aunque derivada del cubismo, se oponía a la paleta sobria y neutra de Picasso y Braque y preconizaba la utilización del color puro. Delaunay abordó la construcción por medio del color y, al considerar que el color tenía suficiente poder lírico y dinámico, abandonó la figuración por la abstracción.

11. Fergus, “La doctrina de Pedro Coronel” (entrevista). en Excélsior, México, D.F., 20 de septiembre de 1959. Ver Pedro Coronel, Grupo Financiero Bital, op. cit. p. 31.

 

 



Pedro Coronel
• La mujer caracol •
1970, óleo sobre tela, 200 x 250 cm. Museo Pedro Coronel. Propiedad del Gobierno del Estado de Zacatecas. Foto: cortesía Museo de Arte Moderno/Conaculta/INBA.

 



Pedro Coronel
• Epitalamio •
1956, óleo sobre tela, 150.5 x 200 cm. Colección particular.
Foto: cortesía Museo de Arte Moderno/Conaculta/INBA.

 



Pedro Coronel
• El advenimiento de ella •
1958, óleo sobre tela, 182 x 302 cm. Colección del Museo de Arte Moderno/Conaculta/INBA.
Foto: cortesía Museo de Arte Moderno.

 



Pedro Coronel
• Pavana para una
mujer embarazada •

1959, óleo sobre tela, 184 x 202 cm. Colección particular.
Foto: cortesía Museo de Arte Moderno/Conaculta/INBA.

 



Pedro Coronel
• Mujer •
1975, ónix, 44 x 105 x 65 cm. Museo Pedro Coronel. Propiedad del Gobierno del Estado de Zacatecas.
Foto: cortesía Museo de Arte Moderno/Conaculta/INBA.