Ex Oratorio de San Felipe Neri el Viejo,
ciudad de México.
Foto: Diana Chávez.
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Política cultural sobre inmuebles de la nación: peripecias de un viejo edificio
Gracias a la “filtración”
que, de manera anónima, hizo llegar información documental
a un periódico de circulación nacional, en junio de
2005 se difundió que la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público entregó un antiguo edificio del centro histórico
de la ciudad de México a prominentes miembros de la curia
católica. La noticia cobró relevancia porque se trata
de un inmueble inscrito en la lista de bienes nacionales y su cesión
se realizó de manera subrepticia; a la fecha, la burocracia
cultural no ha proporcionado las explicaciones indispensables acerca
de las razones de tal proceder.
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ANA GARDUÑO • HISTORIADORA DEL ARTE
Investigadora del Cenidiap
xihuitl@mx.inter.net
La polémica generada por la adjudicación en comodato
del otrora Oratorio de San Felipe Neri el Viejo (ubicado en la calle
de República de El Salvador, número 47, México
D.F.) excede las exaltadas diatribas de jacobinos trasnochados y
de nostálgicos de aquel discurso nacionalista que caracterizara
al régimen autodenominado posrevolucionario.(1)
El problema no es jurídico, ya que el traspaso en comodato
de inmuebles de propiedad estatal a fundaciones privadas está
considerado en la ley; en este caso, los involucrados registraron
una Asociación del Patrimonio Artístico Mexicano AC
para justificar que el añejo edificio se entregara al presbítero
Armando Ruiz Castellanos, cercano colaborador del arzobispo de México.(2)
Como es bien sabido, en México existen innumerables antecedentes de fundaciones privadas que dirigen con éxito instituciones culturales asentadas en inmuebles históricos de propiedad federal y que les fueron concesionadas después de un proceso conjunto de restauración y remodelación, así que tampoco se trata de un hecho inédito en nuestra vida cultural.(3) Un ejemplo reciente es la transferencia del edificio de Revillagigedo 11, por parte del Gobierno de la ciudad a la fundación Populart para la creación del Museo de Arte Popular, cuya inauguración se llevó a cabo el 28 de febrero de 2006.
En cuanto al Oratorio de San Felipe Neri el Viejo,
parte del problema radica en la forma en que fue adjudicado el comodato.
Y es que a pesar de los años transcurridos del presente sexenio
las autoridades no han encontrado la manera de ejercer el poder
con la transparencia que tanto “cacarearon” al inicio
de su gestión. ¿Por qué tuvimos que enterarnos
del acuerdo entre funcionarios y curia católica a través
de una filtración a la prensa? Jugar a “las escondidillas”
en espera de que los procedimientos jurídicos estuvieran
concluidos, y presentarnos el hecho consumado, les ha traído
más conflictos que beneficios. Enlodaron un asunto que podrían
haber legitimado con la misma dignidad –y claridad–
con la que otras asociaciones se han conducido. Si en verdad se
trata de una fundación de carácter pluricultural en
la que interactúan prominentes jerarcas católicos
con especialistas en historia y arte sacro, empresarios y funcionarios,
y su móvil no incluye la promoción directa de la doctrina
católica, ¿por qué no convocar a conferencia
de prensa y dar a conocer sus objetivos, reglamentos, propuestas
y actividades a desempeñar?
Nada en contra de que una nueva institución, no importa si es de carácter privado o público, se dedique al estudio del arte sacro que ha producido este país a lo largo de su historia; es bien sabido que las investigaciones de arte religioso necesitan nuevos impulsos y siempre será bienvenida la creación de otras vías para la divulgación de los conocimientos obtenidos hasta ahora, pero necesitamos aclarar desde qué concepto de arte sacro estamos partiendo. ¿Arte sacro como manifestación cultural híbrida y no sólo el proveniente de un culto hegemónico?, ¿arte sacro desde el periodo prehispánico hasta nuestros días? Más aún, ¿se dictarán conferencias sobre iconografía tradicional del arte religioso judío?, ¿se montarán exposiciones sobre el carácter dual de los dioses mexicas o su interrelación con las deidades mayas? La carencia de estudios sobre los valores estéticos del arte mesoamericano, tema del que cualquier arqueólogo o historiador cree que puede discurrir, es de tal magnitud que si la Asociación del Patrimonio Artístico Mexicano AC se decide a financiar investigaciones serias en este rubro, ocupará de manera automática e indiscutible una destacada posición en el panorama cultural.
Al menos esperamos que se trate de un proyecto ecuménico en el que estén representados miembros de las diversas religiones que a lo largo de nuestra historia han producido objetos artísticos para una función de culto específica y que ahora disfrutamos más por sus cualidades estéticas. De momento no importaría que la fundación sea dirigida por un católico si dentro de sus estatutos esté considerada la rotación del poder y, en algún momento, un ateo con iniciativa, conocimientos y distancia crítica tuviera la oportunidad de dirigirla.
A la fecha, restan muchas interrogantes, por ejemplo, ¿por qué mantener en un ominoso silencio los nombres de los miembros de la citada fundación? Los académicos respetables no tienen por qué mantenerse ajenos a un proyecto que les permitirá contar con un foro más para la difusión de sus conocimientos; los empresarios con preocupaciones sociales e interesados en colaborar en un proyecto cultural tampoco tienen motivos para esconderse. Mucho recelo ha generado la negativa a exponer con claridad en qué consiste una institución que pretende legitimarse con sólo retomar el nombre de uno de los fundadores de la disciplina de la historia del arte en México: Manuel Toussaint.
Desafortunadamente, todo indica que no estamos
frente a un proyecto ecuménico con objetivos académicos
sino que presenciamos un alevoso ejercicio de poder de unos funcionarios
que, olvidando su condición de servidores públicos
de un Estado laico y atendiendo sólo a su militancia católica,
han hecho entrega de un inmueble propiedad de la nación a
un poderoso sector de la curia de su Iglesia. Todo esto, insisto,
sin proporcionar las indispensables explicaciones a la opinión
pública a que les obliga su posición dentro de la
burocracia nacional.
Lo más grave es que la entrega en comodato del antiguo Oratorio forma parte de una estrategia ampliamente aplicada durante el presente gobierno y que puede resumirse en la renuncia al cumplimiento de sus obligaciones en materia cultural. Ceder el dominio y administración de bienes inmuebles propiedad de la nación a una fundación sin trayectoria conocida y sin un proyecto que la legitime es sólo una consecuencia más de una política cultural que durante los últimos años se ha caracterizado por el desinterés, descuido e ignorancia hacia todo aquello relacionado con la historia, el arte y la cultura.
Notas
1. Judith Amador Tello, “Lo que tanto ha costado construir”,
I y II, en Proceso, núms. 1496 y 1497, 27 de junio
y 4 de julio de 2005; Judith Amador Tello, “Más del
Oratorio de San Felipe Neri”, en Proceso,
núm. 1508, 19 de septiembre de 2005; Blanca González
Rosas, “Sari Bermúdez: reprobada (I)”, columna
arte, en Proceso, núm. 1508, 19 de septiembre de
2005.
2. En la prensa se tradujo como una entrega enmascarada
del edificio, por parte de las autoridades federales, al Arzobispado
de México a través de una asociación civil
que cuenta en su consejo directivo al cardenal Norberto Rivera y
que está encabezada por el presidente de la Comisión
de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México y coordinador
de pastoral de la prelatura del Opus Dei, presbítero Armando
Ruiz Castellanos. Véase González Rosas, “Sari
Bermúdez: reprobada (I)”, columna arte, en Proceso,
núm. 1508, 19 de septiembre de 2005.
3. Por ejemplo, en 1981 la entonces Secretaría
de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP) cedió
el edificio en el que hoy se encuentra el museo Franz Mayer a un
fideicomiso privado, administrado por el Banco de México;
la concesión se realizó por noventa y nueve años
renovables.
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