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Li Zhensheng, en su oficina del Diario Heilongjiang, ataviado con un brazalete de la Guardia Roja que tomó prestado del taller de impresión del periódico. 6 de julio de 1966. (Fotografía hecha con disparador automático.) Foto: cortesía de Contact Press Images y del Museo Universitario de Ciencias y Artes, UNAM.

 

 

 

¿Qué hacer si se sospecha de alguna persona como reaccionaria?
Fotografías de Li Zhensheng


Leyendo las respuestas que daba un pequeño libro rojo a ésta y otras preguntas como “¿qué hacer si difiero de algún camarada?” “¿Qué hacer si hay dudas o cuestionamientos en la mente?” “¿Qué hacer si alguna persona señala errores del comunismo?”, el pueblo chino llevó a cabo, entre 1966 y 1976, su Gran Revolución Cultural Proletaria. La consigna era “evitar el reformismo. Había que hacer una campaña de esa magnitud para ‘prevenir que nuestro partido cambiara de color y que nuestro Estado cambiara de sustancia’”, nos dice Li Zhensheng, autor de las 122 fotografías en blanco y negro que, bajo el título de
Soldado rojo de noticias, se presentaron entre los meses de septiembre y octubre en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (Ciudad Universitaria, México, D. F.) como parte de
Fotoseptiembre 2005.

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DULCE MARÍA LÓPEZ VEGA CRÍTICA DE ARTE
dulcelopez27@hotmail.com


Curada por Robert Pledge de Contact Press Images (Nueva York-París) y coordinada en México por Trisha Ziff, Soldado rojo de noticias fue una selección de los cerca de treinta mil negativos que el fotógrafo Li Zhensheng guardó cuidadosamente un par de décadas debajo de los tablones del piso de su casa, hasta que se trasladó con ellos a la oficina de Pledge en Nueva York. Los sucesos de la plaza de Tien Anmen suspendieron, sin embargo, casi diez años más el proyecto de hacer una exposición con ellos. El material, hasta ahora no exhibido en China, ha itinerado por París, Italia, Bélgica, Inglaterra, Berlín y España; en México fue la primera vez que pisó suelo americano.

Li Zhensheng (Dalian, China, 1940) trabajó en el campo al lado de su padre hasta los dieciséis años de edad. A pesar de haber iniciado su escolarización bastante tarde, por ser un alumno destacado logró ser admitido en la escuela de cine de Changchun, en la provincia de Jilin:

Cuando empezó la Revolución Cultural yo tenía dos años de haberme graduado de la universidad. Quería ser camarógrafo o director de cine, pero entonces no se trataba tanto de lo que uno quería hacer sino de lo que necesitaba el Estado. Fui transferido a la ciudad de Harbin, en la provincia de Heilongjiang, al norte del país, donde se me asignó el trabajo de fotoperiodista. En aquel entonces yo apoyaba fervientemente la Revolución Cultural. Era la primera campaña política que me tocaba y estaba emocionado. No se imaginan el placer que sentí por formar parte de ella, pues pensé que me ayudaría a crecer, madurar, hacerme por fin un hombre que puede servirle a su patria. Teníamos que prevenir el reformismo. El presidente Mao estaba seguro y con él todos los chinos también. Los setecientos millones de chinos, sin excepción, apoyábamos la Gran Revolución Cultural.(1)

Las fotografías instaladas de manera cronológica muestran cómo, luchando contra “la corrupción y las desviaciones ideológicas”, el Estado condenó y repudió “las ideas burguesas reaccionarias” en todos los ámbitos. Muy pronto lo soñado como “el nuevo reino de la virtud roja” se convirtió en una “gran calamidad”, como dijera Deng Xiaoping:(2) se multiplicaron las sesiones de denuncia en las que se humillaba públicamente, según una coreografía muy bien montada, a todo sospechoso de ser un “elemento revisionista contrarrevolucionario” que “se oponía a las masas”, cualquiera podía ser condenado a trabajos forzados y distintos bandos comenzaron a pelear de manera encarnizada por el poder y el prestigio, a fin de ser reconocidos como los verdaderos revolucionarios. Los que hoy hacían una denuncia podían aparecer al día siguiente en la tribuna como acusados. Vemos al propio Zhensheng en una de las tomas conduciendo una crítica contra un militante de un grupo rebelde rival, dos años antes de encontrarse en la misma sala en la situación contraria:

A medida que pasó el tiempo y se fue profundizando la Gran Revolución Cultural fueron sucediendo cosas que ningún ser humano del mundo puede aceptar. Creímos que íbamos a promover el desarrollo cultural, pero se dañaron monumentos y templos; se destruyeron reliquias históricas; se negó la historia china; y la gente fue humillada de maneras muy crueles.(3)

“Desarrollen la crítica revolucionaria”, rezaban mientras tanto las consignas en los centros de trabajo, como se puede apreciar en las imágenes, cuando por “crítica” se entendía, por su puesto, lo que dictaba el Partido.

Mao, “el Gran Timonel”, era adorado. Su imagen rozagante se reproducía en todo tipo de objetos, públicos y domésticos; hasta en telas para cortina y vajillas. ¿Cómo olvidar su cara sonriente, su piel tersa? Las fotografías se maquillaban, si era necesario e incluso contra toda lógica, para que pudieran aparecer siempre nítidas y gloriosas.

Sorprende mucho el afán estetizante en el que todo se desarrollaba. La formación de Zhensheng como cineasta contribuye a ello. Sus encuadres y su manejo de la luz imprimen dramatismo a las escenas. Su verismo es impactante: un autorretrato de Li Zhensheng, triunfante en el taller de impresión del periódico donde trabajaba, ataviado con un brazalete de la Guardia Roja; un grupo de enfermos en un hospital militar, de pie en su cuarto y a primera hora de la mañana, elevando el pequeño libro rojo hacia una foto de Mao en signo de lealtad; una secuencia en la que vemos cómo le cortan el cabello a Li Fanwu, gobernador de Heilongjiang, ante la multitud, acusado de arribista por traer un corte de pelo como el de Mao: los objetos presentados como prueba de que era un “lacayo del imperialismo” (tres relojes y un par de bolsas como los usados en Occidente en aquella época) y cómo es obligado a desfilar por las calles de la ciudad junto a otros acusados portando un cartel con su nombre y las acusaciones que se les hacen. Otra secuencia más nos lleva a acompañar a Ougang Xiang, quien había mandado una carta para refutar la acusación que se hacía contra su padre —alto funcionario del Partido Comunista— de deslealtad a Mao, cuando es llevado a ser expuesto ante la muchedumbre. En la última foto que se le toma, vemos su cara en primer plano, agarrada de los cabellos, mientras le introducen un guante en la boca por haber querido proclamar su inocencia.

Éstas, que al principio fueron tomadas como imágenes de propaganda, resultaron el testimonio más vívido y el recordatorio más fiel, perfectamente encuadrado y enfocado, de una situación que se volvió insostenible. Pero, aunque no se puede ser espectador inmune ante estas fotografías, durante mucho tiempo “nadie se atrevía a decir nada. De dientes para afuera seguíamos aplaudiendo a la Gran Revolución Cultural Proletaria”. Por lo que presenció, por el suicidio de gente cercana y porque él mismo junto con su esposa fue enviado a un campo de reeducación, Li Zhensheng llegó a odiarla: “En la exposición se pueden ver las etapas por las que pasé: apoyo ferviente, participación activa, las primeras dudas y cómo se fueron transformando en un leve odio hasta llegar al repudio de todo lo que la representaba.”

Su celo en el registro de los hechos de aquella época en su país, expresado mediante fotografías que hoy pueden verse en todo el mundo, lo lleva a afirmar:

Yo soy un patriota, mi manera de expresarlo es registrando la historia. Las fotos de la exposición son una fiel muestra de un periodo que no quiero que los chinos olviden jamás. Y como la desgracia de cualquier pueblo representa una desgracia para toda la humanidad, deseo presentar esta muestra en muchos países, que muchos pueblos la conozcan y que nunca más se repita algo como la Gran Revolución Cultural ni en China ni en ningún otro lado del mundo.(4)

“Siempre le estaremos agradecidos a Li por haber corrido tantos riesgos para preservar sus imágenes en un momento en que muchos de sus colegas aceptaron la destrucción de sus negativos ‘políticamente inconvenientes’”, dice Robert Pledge en su texto de presentación.

A manera de epílogo añadiremos que, como algunos, Li Zhensheng fue rehabilitado y que ya en 1972 dirigía el periódico en el que trabajaba. En 1982 se trasladó con su familia a Pekín, donde se dedicó a la docencia en el Departamento de Periodismo del Instituto Internacional de Ciencias Políticas de la Universidad hasta su jubilación en 1996. Actualmente vive entre Pekín y Nueva York.

En 1981, estando Deng Xiaoping en el poder, el XI Congreso del Partido declaró: “es en el camarada Mao en quien recae la principal responsabilidad del terrible error que fue la Revolución Cultural […] Hacia el final de su vida […] lejos de analizar correctamente los numerosos problemas, llegó a confundir el bien y el mal, el pueblo y el enemigo. Esta fue su tragedia.” Ay, los caudillos y sus masas.

 

Notas

1. Testimonio recopilado en una mesa redonda con Li Zhenseng, realizada el 1 de septiembre de 2005 en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (Ciudad Universitaria, México D.F.) en el marco de la exposición Soldado rojo de noticias.

2. Nació en 1904. Fue secretario del Partido Comunista Chino de 1954 a 1966, cuando fue destituido por la Revolución Cultural. En 1977 fue el responsable de la renovación en las orientaciones políticas de su país. Murió en 1997.

3. Testimonio recopilado en una mesa redonda con Li Zhenseng, realizada el 1 de septiembre de 2005 en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (Ciudad Universitaria, México D.F.) en el marco de la exposición Soldado rojo de noticias

4. Ibid.


 


Miembros de la Guardia Roja representan la canción y el baile titulados Es justo rebelarse. Harbin, provincia de Heilongjiang, 21 de agosto de 1966.
Foto: cortesía de Contact Press Images y Museo Universitario de Ciencias y Artes, UNAM.

 



Los bañistas se preparan para sumergirse en el río Songhua leyendo el pequeño libro rojo, para conmemorar así el segundo aniversario del baño de Mao en el río Yangtze (16 de julio).
Foto: cortesía de Contact Press Images y del Museo de Ciencias y Artes, UNAM.


Wang Yilun, Li Fanwu y Chen Lei son obligados a desfilar en camiones por la calles de Harbin, en el noreste de China; sus nombres y las acusaciones que recaen sobre ellos (contrarrevolucionarios, déspotas y elementos de la banda negra) se exhiben vistosamente en los carteles que les cuelgan del cuello. 12 de septiembre de 1966.
Foto: cortesía de Contact Press Images y del Museo Universitario de Ciencias y Artes, UNAM.