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“We won't play nature to your culture”: las mitologías de Roland Barthes y Barbara Kruger
Para Barthes, el lenguaje de “dentro del poder” es un discurso que impregna la cultura de masas y que no deja lugar para “el otro”. Por su parte, Kruger nos dice que las mujeres no jugarán a la naturaleza femenina a partir de los estereotipos de una cultura falogocéntrica, que convierte a lo femenino en imagen y, así, lo condena al silencio.
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FABIÁN GIMÉNEZ • DOCTOR EN FILOSOFÍA
Investigador del Cenidiap
fgimenezgatto@yahoo.com.mx
Hace ya unos cuantos años, en su libro Mitologías,
Roland Barthes (1915-1980) caracterizó al mito como un habla;
este corpus discursivo, este imaginario, es el objeto de deseo de
la semiología de Barthes y el objeto de diseño del
arte feminista de Barbara Kruger.(1)
En este espacio mitológico ya no nos enfrentamos al mito
como metanarrativa sino a lo mítico como micrología
mediática, un conjunto discontinuo de frases y de imágenes,
en resumidas cuentas, de estereotipos. Esta fraseología mítica
(el discurso mediático, el discurso publicitario, el discurso
del consumo) intentará convertir a la historia en naturaleza;
frente a estos niveles de reificación, de cosificación,
de densidad fraseológica, Barthes propondrá una ciencia
de los efectos del lenguaje, entendiendo al lenguaje como un campo
de batalla.
Por su parte, Barbara Kruger entenderá al
cuerpo como un campo de batalla (“Your body is a battleground”
); el cuerpo en Kruger, el texto en Barthes, en fin, la imagen
también será un campo de batalla. Kruger se apropiará
de las imágenes y las convertirá en un espacio de
inscripción, la imagen será interceptada por frases
que harán tambalear sus "austeras certezas". Explotar
el segundo grado,(2)
el poder de dislocación del lenguaje, a través de
la ironía, la ficción, el carnaval, la heterología
como mezcla irreverente de saberes, convertirá a las imágenes
de Kruger en lo que Barthes llamó una “contra-palabra publicitaria”.
Siguiendo una estrategia muy cercana a la empleada por Barthes, Kruger tomará distancia frente a la doxa,(3) descentrará el sentido, echará mano del segundo grado. Enfrentándose a la doxa como repetición, impulso de muerte, Kruger nos propondrá una imagen atravesada por una frase que subvierte su sentido. Las frases de Kruger son como un tatuaje en la piel desnuda de la imagen, el procedimiento empleado por la artista no es de-codificar la imagen sino sobre-codificarla, acercándose a la lectura como producción, en el sentido barthesiano. Nuevas mitologías, cuando pasamos del sociolecto al génerolecto el cuerpo tiene la última palabra.
Decíamos que, según la semiología
barthesiana, lo mítico nos remite a un procedimiento bastante
perverso, la conversión de lo que es histórico en
natural, la invención histórica convertida en naturaleza
humana, en palabras de Kruger, la tradición convertida en
naturaleza. En este sentido, Barthes nos dirá que los sistemas
semiológicos, incluida la fraseología mítica
(o lo que es lo mismo, las micrologías mediáticas),
son sistemas de valores, de esta manera el consumidor del mito toma
la significación por un sistema de hechos: el sentido se
naturaliza, las palabras, las imágenes, parecen inocentes.
A partir de la oposición estructural historia-naturaleza,
la semiología se enfrentará al esencialismo, entendiéndolo
como una suerte de coagulación del sentido, propia de la
reificación, de la cosificación, de lo estereotípico.
Haciendo eco de estas preocupaciones, Kruger nos dirá lo
siguiente: “we won't play nature with your culture” (nosotras
no jugaremos a la naturaleza con tu cultura), es decir, nosotras,
las mujeres, no jugaremos a la naturaleza femenina a partir de los
estereotipos de una cultura falogocéntrica, donde, al decir
de John Berger, “... los hombres actúan y las mujeres
aparecen. Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan
a sí mismas mientras son miradas”.(4)
“Who speaks? Who is silent?”, pareciera
que el silencio de la imagen es, también, el silencio de
lo femenino convertido en objeto de la mirada masculina, convertir
a las mujeres en imágenes es también, según
Kruger, condenarlas al silencio. En este sentido, la imagen y, en
particular, la imagen femenina al interior del discurso mediático,
se convierte, para Kruger, en un campo de batalla, el apropiacionismo
adquiere un sentido político, la apropiación se nos
presenta como una especie de empowerment (5)
feminista en términos de significancia. Simulaciones donde
la repetición implica diferencia, trastocamiento de las relaciones
de poder en la trama de significantes en torno a lo femenino. Las
frases de Kruger interceptan estos significantes, inscribiendo un
nuevo sentido sobre la superficie de la imagen. Primacía
del significante, que ilustra el pasaje de un paradigma de la profundidad
a un paradigma de las superficies, quizás, a partir de la
semiología barthesiana y del apropiacionismo krugeriano,
se prefigura una nueva hermenéutica, una hermenéutica
de las superficies. Una hermenéutica de las superficies,
una erótica de la banalidad, inscribirá sobre la superficie
de las imágenes sentidos nuevos, frases dibujadas sobre la
epidermis de la imagen como si se tratara de un tatuaje.
Las frases de Kruger se oponen a cierta inocencia de la imagen, intentan revelar su duplicidad, su complicidad con un sistema semiológico segundo que nos lanza al espacio violento del estereotipo. Barthes nos dirá, jugando con las palabras, que la verdadera violencia es la de lo que se da por sentado: violencia-evidencia, casi sinónimos: “La doxa es la opinión corriente, el sentido repetido, como si nada. Es Medusa, la que petrifica a los que la miran. Ello quiere decir que es evidente. Pero, ¿la vemos? Ni siquiera: es una masa gelatinosa pegada en el fondo de la retina.”(6)
También Deleuze nos alertaba sobre el peligro
de convertir el sentido común en buen sentido. Kruger, a
su vez, retomará estas sospechas frente a la doxa, entendida
como la opinión pública, el espíritu mayoritario,
el consenso pequeño-burgués, la voz de lo natural,
la violencia del prejuicio y expresará, de manera bastante
contundente, este rechazo a la violencia de la doxa, a la violencia
mitológica que convierte a lo histórico en naturaleza.
Lo natural, afirma Barthes, es el último de los ultrajes
y haciendo eco de todo esto Barbara Kruger dirá: “All
violence is the illustration of a pathetic stereotype.”
Frente a la doxa, hay que tomar distancia, descentrar
el sentido, echar mano del segundo grado, la parodia como repetición
con diferencia, la paradoja como estrategia. Las frases de Kruger
capturan, en su literalidad, la violencia del estereotipo y, como
sabemos, siempre hay algo de comicidad en la literalidad: “Think
like us”, “Look like us”, “Pray like us”,
“Hate like us”, “Fight like us”, “Fear like
us”. La violencia del estereotipo es la violencia de lo Mismo
y, en este sentido, la doxa no desea más que la repetición,
es un impulso de muerte. Desde la semiología, el estereotipo
es aquello que se repite solidificándose, la liquidez que
se coagula, el sentido en estado sólido (stereos=sólido).
La doxa es una repetición muerta, no proviene
del cuerpo de nadie, en realidad anula al cuerpo, al deseo. “El
estereotipo es ese lugar del discurso donde falta el cuerpo,
donde uno está seguro que no está.”(7)
Uno podría decir, entonces, que, enfrentándose a la
espectralidad de las imágenes, las frases de Kruger surgen
de su propio cuerpo, se deslizan sobre las imágenes con la
fuerza del deseo. Desde la semiología y contra la doxa, Barthes
se pone a favor del sentido. Desde el feminismo, Kruger se pone
a favor del cuerpo, un cuerpo cargado de sentido. Quizás
no se trate más que de una diferencia de énfasis,
tal vez lo más importante tenga que ver con la relación
que establecen estos discursos con el poder.
Es decir, podríamos entender a la cultura,
desde la semiología, como un campo de dispersión de
los lenguajes, un campo de batalla donde vivimos una suerte de guerra
de los lenguajes. En este sentido, la cultura aparece unívoca
en cuanto al código de escucha (de consumo) pero fracturada
en cuanto a los códigos de producción y de deseo.
Esta fragmentación afecta no tanto al lenguaje en su carácter
informacional sino al discurso, al aspecto interlocutorio del lenguaje.(8)
La noción de sociolecto responde a esta
fractura y da cuenta de la división y oposición de
las clases. Para Barthes, no hay lenguaje fuera de un campo sociolectal,
por tanto, toda reflexión sobre el lenguaje implica una valoración,
“no es posible una descripción científica de los lenguajes
sociales (de los sociolectos) sin una evaluación política
fundadora”.(9)
Los lenguajes se dividirán, entonces, según su relación
con el poder.
El lenguaje encrático, “de dentro del poder”,
es el discurso conforme a la doxa, a la ideología, es un
discurso difuso, expandido, que impregna el imaginario, la cultura
de masas. Barthes lo caracteriza como un “discurso repleto: no hay
en él lugar para el otro”;(10)
establece, así, un adentro y un afuera, un nosotros y los
otros y todo sociolecto pretende impedir que el otro hable, a partir
de ciertas intimidaciones del lenguaje. Este discurso del poder
reviste la forma de la ideología en Barthes y del patriarcado
en Kruger. En ambos, lo encrático está repleto, no
deja espacio a ninguna exterioridad: “No sirve de mucho decir ´ideología
dominante´ pues es un pleonasmo: la ideología no es
otra cosa que la idea en tanto que domina.”(11)
[…] en realidad, no hay nada ´dentro´ del patriarcado
porque no es seguro que haya algo ´fuera´ del patriarcado”.(12)
Del sociolecto barthesiano al generolecto krugeriano,
este último sugiere una división de los lenguajes
donde el género ocupa, ahora, el lugar de la clase. El poder
se identifica con la ideología burguesa en Barthes, con el
patriarcado en Kruger. Ahora bien, tanto el gesto barthesiano como
el emprendido por Kruger intentan ubicarse “fuera del poder”, convertirse
en un discurso enfrentado a la doxa, paradójico. Barthes
llamará a estos lenguajes “de fuera del poder”, lenguajes
acráticos. Son lenguajes sistemáticos, están
construidos sobre un pensamiento y no sobre una ideología.
Barthes nos da algunos ejemplos: el discurso marxista, el discurso
psicoanalítico y el discurso semiológico. Yo agregaría
el discurso feminista o, por lo menos, el arte feminista de Barbara
Kruger.
Estos sistemas, estos lenguajes acráticos,
que se enfrentan a la doxa, poseen tres tipos de armas discursivas:
en primer lugar, recurren a la representación, o mejor–en
el sentido teatral– al show. Son un gesto, una pose, “una
puesta en escena de argumentos, agresiones, de réplicas,
de fórmulas”(13)
( “Don´t be a jerk” ); en segundo lugar, recurren
a ciertas figuras de sistema, una forma de incluir al otro en el
discurso, convertirlo en objeto, utilizar al lenguaje como trampa.
En el caso de Kruger We es siempre femenino, You es
siempre masculino; las figuras del sistema de Kruger son figuras
que afectan la interlocución, trazando dos espacios: un nosotras
y un ustedes masculino, la figura del enemigo
(“We are your elaborates holes”, “We have received
orders not to move”, “We are obligued to steal language”,
“We don't need another hero”, “Your gaze hits the
side of my face”, “You are giving us the evil eye”,
“Your fictions become history”, “Your creation is
divine our reproduction is human”). Por último, Roland
Barthes señala la fuerza de la frase, “ser fuerte es, en
primer lugar, acabar las frases”;(14)
la frase, por su estructura acabada, por su propia estructura asertiva,
conminatoria, es un arma. En este sentido, frente al balbuceo mediático,
Barbara Kruger opone la fuerza de sus frases, breves, contundentes,
inesperadas. Su procedimiento: interceptar al estereotipo, atravesar
la imagen por una frase que subvierte su sentido
“¿No deberíamos retomar (que no es
lo mismo que repetir) las antiguas imágenes para llenarlas
de contenidos nuevos?”(15)
Creo que Barbara Kruger responde afirmativamente y de manera bastante
inteligente a esta pregunta. Frente al discurso del poder, el gesto
apropiacionista de Kruger nos remite a una suerte de discurso erótico,
ligado al goce; una estética que surge del cuerpo, de su
propio cuerpo como espacio político y de deseo.
Los procedimientos, las estrategias, los gestos
de Kruger parecen repetir, en clave apropiacionista, los de la semiología,
una “contra-palabra publicitaria” que hace uso de la ironía,
la ficción, la heterología, para desmontar los estereotipos,
muchas veces a partir de un juego paródico que mezcla cultura
letrada y consumo post-letrado ( “I shop therefore I am” ,
“To buy or not to buy” ). Las ficciones de Kruger no son
una instancia de verdad sino un pensamiento de los efectos, explotan
el segundo grado, el poder de dislocación del lenguaje, a
través de un discurso indirecto y transitivo. Barbara Kruger
realiza, de cierto modo, el consejo de Barthes a la hora de enfrentarse
a la fraseología mediática: poner al discurso publicitario
entre comillas y vivir a la publicidad como una cita y no como una
fatalidad.(16)
Todo esto, sobra decirlo, sin demasiada solemnidad y con bastante
humor. Está en nosotros imaginar una especie de intelectual
secular que, al decir de Kruger, “pueda combatir el miedo a las
ideas con claridad, generosidad, humor y elocuencia”.(17)
“[…] la riqueza y la complejidad de la teoría debería
salir de los sótanos de la academia e irrumpir en el discurso
público mediante un lenguaje que depare intenso placer, un
lenguaje de cuadros, palabras, sonidos y estructuras”.(18)
El apropiacionismo de Kruger no nos remite únicamente
a la cultura de masas sino también a la teoría contemporánea,
operando ciertos juegos de reversibilidad entre su práctica
artística y los saberes semiológicos. De las teorías
de la imagen a las imágenes de la teoría, quizá,
a partir de estos deslizamientos, las cosas ya no vuelvan a ser
exactamente las mismas ni para el arte ni para la teoría.
Ligas en Internet sobre la obra de Barbara
Kruger
http://www.barbarakruger.com http://www.artcyclopedia.com/artists/kruger_barbara.html
http://www.arts.monash.edu.au/visarts/globe/issue4/bkrutit.html
http://www.eng.fju.edu.tw/Literary_Criticism/feminism/kruger/kruger.htm
Notas
1. Barbara Kruger nació en 1945 en Newark, Nueva
Jersey. Vive y trabaja en Nueva York y Los Ángeles.
2. Este procedimiento se despliega a través del pasaje, en
términos de significación, de un sistema primero (lingüístico)
a un sistema segundo (mítico).
3. Es decir, frente a la opinión (común, repetida).
4. John Berger, Modos de ver, Barcelona, Gustavo Gili,
2000, p. 55.
5. Una suerte de “empoderamiento” vinculado a la deconstrucción
del discurso falocrático.
6. Roland Barthes, Roland Barthes por Roland
Barthes, Barcelona, Kairós, 1978, p. 133.
7. Ibid., p. 98.
8. Véase, Roland Barthes, El susurro del lenguaje,
Barcelona, Paidós, 1987, pp. 113 y sigs.
9. Ibid., p. 128.
10. Ibid., p. 129.
11. Roland Barthes, Roland Barthes por Roland Barthes,
op. cit., p. 52
12. Bárbara Kruger, Mando a distancia, Madrid, Tecnos,
1998, p. 223.
13. Roland Barthes, El susurro del lenguaje , op.cit.,
p. 138.
14. Ibid., p. 138.
15. Ibid. , p. 133.
16. Véase, Roland Barthes, La Torre Eiffel, Barcelona,
Paidós, 2001, pp. 107 y sigs.
17. Barbara Kruger, Mando a distancia, op. cit.,
p. 227.
18. Ibid., p. 227.
Bibliografía
Roland Barthes, Roland Barthes por Roland Barthes
, Barcelona, Kairós, 1978.
—, El susurro del lenguaje , Barcelona, Paidós, 1987.
—, La aventura semiológica , Barcelona, Paidós, 1993.
—, Mitologías , México, Siglo XXI, 1994.
—, El placer del texto y Lección Inaugural , México, Siglo XXI, 1995.
—, La Torre Eiffel , Barcelona, Paidós, 2001.
Berger, John, Modos de ver , Barcelona, Gustavo Gili, 2000.
Foster, Hal, Recodings , New York, New Press, 1999.
Owens, Craig, Beyond Recognition , California, University of California Press, 1992.
Kruger, Barbara, Love for Sale , Japan, Abrams, 1990.
—, Mando a distancia , Madrid, Tecnos, 1998.
—, Thinking of You , California, MOCA, 1999.
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