A P O R T E S • • • • • •
 

Autor desconocido,
Frida Kahlo con sus alumnos:
Arturo Estrada, Arturo García Bustos y Fanny Rabel.
Foto: cortesía Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo.

 

 

 

Frida Kahlo, maestra

Reflexiones a partir de la muestra Frida maestra.Un reencuentro con Los Fridos, organizada por el equipo del Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, bajo la coordinación de la directora, Magdalena Zavala Bonachea, y presentada en dicha sede entre septiembre y noviembre de 2004 para luego montarse en el Centro de las Artes de Saltillo, Coahuila (de marzo a mayo de 2005) y posteriormente ser la exposición inaugural del Museo de Arte Moderno de Gómez Palacio, Durango.

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CARLOS-BLAS GALINDO CRÍTICO DE ARTE
Director del Cenidiap
carlosbgm@correo.cnart.mx

 

Una de las opciones laborales para los artistas plásticos y visuales es y ha sido la docencia, pero, como se sabe, muy pocos de entre estos creadores se forman o se capacitan en pedagogía o didáctica y la mayoría ni siquiera se interesa por hacerlo una vez que ha sido invitada a impartir clases. En el caso de Frida Kahlo, aun cuando fue nombrada profesora de iniciación pictórica en la Escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación Pública y pese a no contar con preparación o experiencia docente, consiguió que un cúmulo de estudiantes pronto deviniera en un grupo de allegados/discípulos de tal manera afín, compacto y cohesionado que ha sido conocido como el de Los Fridos.(1)

Debido a la amplia fama que hoy cuenta la figura de Kahlo, es difícil imaginar de primera intención cómo fue considerada esta pintora mientras vivió. Sin embargo, merced a testimonios diversos –entre éstos, los de Los Fridos–, se sabe que si bien era tenida por un personaje fundamental para la vida cultural, social y hasta política de su momento, sobre la valía expresamente pictórica de su producción y la importancia artística de su obra no había un consenso mayoritario favorable.

Habitante de un mundo machista, la relación de Frida Kahlo con Diego Rivera tuvo un peso determinante en la mirada de los demás hacia ella, unas veces a favor de su trayectoria artística y otras no. Independientemente de esa consideración, no cabe duda que Kahlo tenía un fuerte atractivo que, primordialmente, era de índole sexual y que ella cultivaba con su trato y con su manera de ataviarse y de atender su arreglo corporal. En los testimonios de quienes la conocieron y la trataron –incluidos sus alumnos predilectos– destacan las loas a su belleza física (belleza algo inusual por discrepar de la occidental y de la mediática de su momento), así como también sobresalen las menciones a una mezcla de atracción, curiosidad, conmoción, inquietud, impacto, impresión, sorpresa, excitación, agrado y asombro que generaba su mera presencia, aunada a su comportamiento, reacciones que no estuvieron exentas de algún caso de rechazo.

Esa causa precisa –aunque a veces inconfesada, cuando no negada por prejuicio– y desde luego mayoritariamente estético/sensible/sensorial/sentimental, fue la que hizo que, aun sin conocerla ni saber si contaba o no con experiencia docente, un grupo de alumnos de la Escuela de Pintura y Escultura optara por ella como maestra. Y esa misma fue una de las múltiples causas de que se formaran y consolidaran Los Fridos como tales, si bien es cierto que, para que conservaran esa denominación –incluso en épocas en las que fue utilizada de manera no apologética–, fueron necesarias, además, razones de tipo práctico y racional, porque la relación que tuvieron con Kahlo como sus allegados/dicípulos fue determinante para su formación artística y para incursionar en nuestro medio cultural. Pero si no sabía enseñar –como ella misma lo confesó a sus estudiantes–, ¿qué les proporcionó Frida Kahlo a Los Fridos?

Algunos artistas profesionales que han devenido en profesores saben que, como apoyo didáctico, resulta de utilidad propiciar que los estudiantes estén presentes mientras sus maestros trabajan. Empero, es preciso aclarar que no todos los artistas se sienten cómodos si son mirados cuando laboran. Es más: muchos prefieren lo contrario, pues se sienten juzgados o agredidos. No existen datos que permitan aseverar cuál fue el caso de Kahlo, lo cierto es que sus allegados/discípulos no fueron testigos presenciales de su labor pictórica, y si alguna vez tuvieron la primicia de alguna de sus pinturas, fue porque se las mostró luego de que la hubo finalizado.

Kahlo posó para sus alumnos durante las primeras clases que tuvo con ellos. No obstante, si la recuerdan con gratitud y admiración como mentora es por tres motivos fundamentales, entre los que su disposición para fungir como modelo no es tan fundamental: porque permitía cierto grado de convivencia con ellos, porque afinaba tanto su educación visual como su bagaje de experiencias y porque los apoyaba en lo tocante a su inserción al medio cultural.

Si Kahlo no tuvo necesidad de cerciorarse de la militancia nacionalista de sus estudiantes ni tuvo que guiarlos hacia esa opción estilística que por entonces no sólo era la predominante, sino la única, fue porque en aquel momento de la historia del arte mexicano era impensable una filiación de estilo colectivo que no fuese la nacionalista. Sin embargo, para los años cuarenta del siglo pasado resultaba claro que no sólo no había un nacionalismo oficial monolítico, sino más bien varias opciones nacionalistas –algunas oficiales, otras correspondientes a una disidencia interna–, así como eran diversas las etapas de los desarrollos con los que tales nacionalismos contaban. Lo anterior facilita explicar el énfasis de Kahlo en lo popular urbano (con su dosis de semirural, como lo coyoacanense de entonces) no sólo como fuente informativa para la producción cultural, sino como destino del quehacer artístico mismo.

Resulta peculiar contar con testimonios de una especie de permisividad de Kahlo ante los ejercicios o las obras primeras de Los Fridos, que en realidad no era tal y mucho menos podría ser confundida con ese dejar hacer y dejar pasar que tan caro les resultó a los posmodernistas. Si de inicio no “corregía” los dibujos de sus estudiantes y ulteriormente las revisiones periódicas que hacía de los trabajos de ellos no incluían atisbos canónicos ni preceptivos, es porque, lejos de vislumbrar la educación artística como una actividad orientada hacia lo normativo –lo cual era visto como exclusivo de la academia–, era tenida tanto por ella como por no pocos de sus contemporáneos como una práctica propiciatoria del desarrollo de las capacidades con las que, según ellos, todo aspirante a artista ya contaba, dado que la manifestación “objetiva” de tales habilidades era la voluntad del aspirante por devenir artista. Si este sensibilismo se hallaba sumamente extendido, era tenido por inobjetable en los casos en los que los aspirantes eran proletarios o perseguidos políticos, por ejemplo.

En cualquier caso, es posible sostener que, así como Los Fridos se beneficiaron de su relación con su maestra, en cuanto a su institucionalización y su prestigio, por su parte Frida Kahlo obtuvo de sus allegados/discípulos esa complicidad que muchos buscamos entre nuestros allegados y colegas y que, para ella, en el contexto en el que desarrolló y en las circunstancias en las que vivió, le resultó indispensable.

 

Nota
1. En la exposición se presentaron trabajos de cuatro de los alumnos más cercanos a Frida Kahlo: Arturo Estrada, Arturo García Bustos, Guillermo Monroy y Fanny Rabel.


 

Autor desconocido,
de izq. a der.: personaje no identificado, Fany Rabinovich, Frida Kahlo, Solón Sabre, Guillermo Monroy, Arturo García Bustos, y atrás Miguel Álvarez Acosta,
1947.
Foto: cortesía Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Hahlo.

 

Autor desconocido,
exterior de La Esmeralda, ca. 1949.
Foto: cortesía Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo.