Á G O R A • • • • • •
 

Kati Horna, Margarita Nelken, 1965. Foto: Archivo fotográfico y documental Kati Horna, Cenidiap/INBA.

 

 

 

Margarita Nelken y sus inicios en la crítica de arte mexicano*

Por más de dieciocho años, entre fines de 1949 y principios de 1968, la columna de Exposiciones de Margarita Nelken, en el periódico Excélsior, fue referencia obligada para el lector informado. Reparar en estas fechas nos recuerda que la crítica española, exiliada republicana en México, no publicó sus opiniones sobre las artes locales sino tras diez años de residencia en el país. Este texto examina algunos aspectos de su trayectoria pública, así como el entorno político y cultural que, a fines de la década de 1940, permitió su inserción en la prensa, misma que la llevaría a convertirse en una de las opiniones más leídas.

• • •

DIANA BRIUOLO DESTÉFANO HISTORIADORA DEL ARTE
Profesora de Historia de arte contemporáneo,
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
dianabri@servidor.unam.mx

 

Margarita Nelken nació en Madrid en 1894. Estudió en París el bachillerato, música y ciencias sociales. De regreso a España, entre 1907 y 1909, sumará a sus conocimientos el de la práctica de la pintura de caballete al asistir al taller del reconocido artista académico Eduardo Chicharro. Entre 1914 y 1917 expuso en salones internacionales y, desde 1911, realizó sus primeras críticas periodísticas en revistas especializadas de Inglaterra, Francia, Suecia, Italia, Alemania y España. En estos primeros trabajos, Margarita ya evidenciaba su adhesión a las teorías estéticas de Hippolyte Taine, al igual que una erudición poco frecuente. La gran cantidad de textos en catalán, francés, alemán e inglés que tradujo al español seguramente contribuyó a su formación; entre otros, los cuatro tomos de la Historia del arte de su amigo y colega Elie Faure. Coincidió con él al momento de analizar una obra en función del milieu o “contexto histórico”, de una realidad entendida como regulada por leyes “naturales”. Se trata de lo que se conoce como “sociología del arte”, teoría derivada del positivismo, por la que el milieu influiría de manera directa, literal, el entorno del artista y, a manera de marco, lo inscribiría dentro de un mundo y tiempo particulares. Según Taine, el arte refleja y revela ese contexto; la tarea del crítico será la de reflexionar alrededor de las causas que condujeron a la producción de esa determinada obra. Estos lineamientos estéticos conformarán la base que guiará los primeros escritos de principios de siglo de Margarita hasta los últimos, redactados en 1968.

Es difícil resumir aquí la vida pública de Nelken tras estos tempranos trabajos que, si bien nunca lograron modificar las premisas iniciales, sí adicionaron alguna otra. Por lo menos, a partir de 1919 Margarita desarrolló una muy destacada –y pionera– actividad política en favor de la reivindicación de los derechos de la mujer relacionados con el trabajo y la maternidad. Militó en el Partido Socialista Español (PSOE), en cuya representación es electa dos veces diputada, en 1931 y 1933; más adelante, en 1936, lo será nuevamente, pero ahora como candidata “independiente” y pronto se convertirá en comunista. Este cambio de filiación política obedece a su participación en la denominada Revolución de Asturias de 1934. Brutalmente sofocada por el general Franco, acabará con la persecución implacable de sus líderes; esto obligará a la escritora a exiliarse, primero en París y luego en la entonces Unión Soviética.

Poco conocemos sobre la estancia de casi un año de Margarita en la URSS, pero es evidente que allí presenció las discusiones que, por entonces, determinaron la constitución de un Frente Popular Internacional Antifascista. En este aspecto, la española recogerá las consignas que asociaron el arte abstracto con la ideología burguesa imperialista. Por otra parte, desconfiará de cualquier discurso nacionalista, cuya manipulación había observado en el ascenso de los fascismos italiano y alemán.

Al estallar la Guerra Civil, Margarita ya se encuentra en su país. Su participación en la contienda sería relevante: publicó reportajes sobre frentes de guerra que visitó personalmente, participó en la Agrupación de Mujeres Antifascistas dirigida por Dolores Ibáurruri y organizó la defensa de Madrid a fines de 1936, entre otros episodios. Además, le fueron encomendadas “misiones oficiales a favor de la República”, que sabemos la llevaron a Dinamarca, Holanda, Bélgica, Suiza y, por vez primera, a México.(1)

En 1938 participó en el Congreso Internacional contra el Fascismo y la Guerra celebrado en el Palacio de Bellas Artes por la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Como delegada de las Cortes Españolas habló en la inauguración, a la que asistió el presidente Cárdenas; fue ovacionada cuando se la anunció como “inseparable de La Pasionaria”,(2) y llamó la atención de la prensa por la “singular energía”(3) con que dirigió la polémica mesa de clausura. Días más tarde, habló durante el mitin antifascista organizado por el Partido Comunista Mexicano en la Arena México. Para entonces el país alcanzaba, con el cardenismo, un momento culminante de su historia. Al finalizar la Guerra Civil la escritora, ya reconocida comunista, se exilió en México tras una breve estadía en Francia, que incluyó, de paso, un segundo viaje por la URSS.

Margarita aceptó el refugio ofrecido por el general Cárdenas en 1939, presidente al que admiró desde su radical encuentro político un año antes. Sin embargo, la escritora arribó al país cuando éste entregaba el poder al general Manuel Ávila Camacho, un presidente que desde su campaña electoral había dado signos inequívocos de moderación en relación con su antecesor. Ávila Camacho realizó más de una rectificación al legado cardenista, cuya política de marcada orientación social había ocasionado, en el último par de años, opiniones adversas en los diversos sectores de poder, empresariales, políticos, religiosos, periodísticos y educativos, entre otros. El sexenio avilacamachista promovió, desde sus inicios, una política de reconciliación nacional, interesada en integrar a las estructuras gubernamentales las distintas facciones obreras y campesinas.(4) En este marco es que Nelken inició su labor profesional en el país, aunque todavía no lo hiciera como hoy la recordamos. Margarita escribirá artículos de opinión sobre temas culturales “foráneos”, generalmente literarios, para el órgano del Partido de la Revolución Mexicana, El Nacional.

Por algún motivo que desconocemos, abandonó estas publicaciones en abril de 1947. En agosto, en lo que parecía una despedida definitiva, pidió una audiencia con el presidente Miguel Alemán; antes de marchar a Francia, decía, deseaba agradecer la hospitalidad brindada, además de manifestar:

verbalmente mi inquebrantable propósito de aprovechar toda coyuntura, toda circunstancia, para dar a conocer, en Europa, las insuperables bellezas de México, y la obra de engrandecimiento y Cultura que, bajo la dignísima dirección de su Primer Mandatario, está llevando a cabo México en estos momentos.(5)

Efectivamente, desde los inicios de su administración, Alemán se había declarado simpatizante de la cultura. Fue el primer mandatario posrevolucionario que no pertenecía al Ejército y que presentó un proyecto claro y concreto de país, con miras a un definitivo crecimiento económico, basado en el desarrollo industrial. Estas medidas tomaron en cuenta, en aras de su viabilidad, los inicios de la guerra fría, presente en el temor del vecino del norte ante el avance del comunismo, preocupación que Alemán no se demorará en atender. La eliminación de la izquierda en el terreno sindical y una reorientación ideológica ajustada a un acérrimo y ambiguo nacionalismo anticomunista caracterizarán su régimen.(6)

El mismo impulso dado al desarrollo industrial se vio acompañado por la búsqueda de lo “propiamente mexicano”. La devastación originada en Europa tras la segunda Guerra Mundial parecía evidenciar su decadencia, particularmente la de Francia, hasta entonces líder occidental en materia artística. La situación abría la posibilidad de ocupar aquel lugar hegemónico de la cultura, ahora vacante, al que México podía aspirar con pleno derecho.(7) Desde los años veinte, la llamada “Escuela Mexicana de Pintura”, con sus obras murales figurativas, había obtenido el prestigio suficiente como para ser considerada opción en el ámbito internacional.

Con esas miras, durante el sexenio alemanista se produjeron importantes avances en materia de políticas culturales, mismas que se tradujeron en la protección y promoción de las artes locales; prueba de ello fue la creación del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Museo Nacional de Artes Plásticas, así como las subsiguientes exposiciones organizadas por esa entidad en México y el exterior.

En cuanto a la solicitud de Margarita para una audiencia presidencial –en la que indicaba partir en “unas dos semanas”–, le fue concedida mes y medio después. Tras el encuentro, la escritora no sólo permanecerá en México sino que participará, ahora sí activamente, en el terreno de la crítica de arte mexicano.

Seguramente la agenda de la escritora ya contemplaba una visita a Holanda, donde se celebraría un primer Congreso Internacional de Críticos de Arte con miras a consolidar una definitiva Asociación Internacional en la materia, a reunirse en París a mediados de 1949.(8) Como se mencionó, en la capital francesa después de la guerra no existía ya aquel consenso artístico que le había dado fama de centro cultural mundial. París presentaba un panorama plástico muy distante del de un frente estético unido que diera muestras de confianza, a lo que se sumaba la ausencia de especialistas con el suficiente arsenal teórico como para abordarla.(9) Distintas corrientes competían entre sí –figurativas y abstractas– por representar a la Francia de posguerra, en una discusión estética que prevalecería hasta mediados de la década de los cincuenta. Éste era un buen momento para que el movimiento artístico mexicano fuera promovido como una alternativa válida y el prestigio de Nelken podía contribuir a consolidarlo.

Tras su audiencia en Los Pinos, se trasladó a Europa en donde impartió conferencias sobre arte mexicano moderno en Bruselas y Groninga, de las que dio cuenta a Alemán.(10) En Amsterdam consiguió el ingreso de México a la Asociación Internacional de Críticos de Arte. Gestionada la invitación, se constituye la Asociación Mexicana de Críticos e Investigadores de Artes Plásticas (más tarde, Asociación Mexicana de Críticos de Arte), a fines de 1948. Su Comité Ejecutivo Internacional estuvo entonces integrado por Jorge Enciso, Luis Lara Pardo, Fernando Gamboa y la propia Nelken.

La política de Miguel Alemán intentaba hacer coincidir los objetivos de una apertura económica enfocada a la iniciativa privada con los de una estrecha y activa participación del Estado; su legitimidad debía entenderse en función del consenso de todos los sectores representativos de la sociedad. Entre otros tópicos, su gobierno se había preocupado por el de la identidad nacional, la cual se sustentaría en la cultura de lo “propiamente mexicano” debatida por los intelectuales. A la par, la retórica plástica de los muralistas fue perdiendo con el tiempo –y en la medida en que se aliaron con el poder estatal– su carga inicial subversiva, hasta acabar por fundirse con los discursos políticos federales.

En este ambiguo contexto, y aunque no por las mismas razones, las apreciaciones de Margarita coincidieron con la propuesta del Estado. Sus críticas favorecieron a aquellos artistas figurativos que, a su criterio, conformarían la que denominó “Nueva Escuela Mexicana de Pintura”. Para ello defendió –siguiendo las ideas de Taine– una expresión nacional o regional de proyección universal, determinada por sus nexos con el entorno natural. Esta premisa no necesariamente suponía una asociación entre arte nacional y la representación de tópicos atribuidos a una supuesta identidad:

[es fácil] decimos, mantener ante ciertos sectores escasamente o nada preparados en materia de arte, la falacia de una pintura nacional representativa y limitada a la reproducción en ocasiones casi fotográfica, en otras a estilo como litografía, de esas escenas y esos tipos que en todas las escuelas del orbe se comprenden bajo el marchamo de ‘pintura de género’ sin concedérseles categoría de obra de arte destacada.(11)

En buena medida, la autoridad de Margarita Nelken descansó en su fama de militante comprometida y en el dominio –y conocimiento de primera mano–, de fuentes analíticas difícilmente refutables por el lector. Este prestigio le fue útil al Estado a la hora de diseñar su política en materia de cultura. A la par, ella consolidó la inserción definitiva de Margarita en la crítica de arte de México.

 

Notas
*Para la realización de este artículo se recibió el apoyo económico del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales en el año 2004.

1. Margarita de Paúl Nelken de Salas, Datos biográficos de Margarita Nelken enviados, por ella misma, a una alumna de la Facultad de Leyes de Salamanca en 1964, inédito, p. 3.

2. “Al inaugurarse el congreso pacifista, hubo ataques al fascismo y al liberalismo”, en Excélsior, 11 de septiembre de 1938, pp. 1, 13.

3. “Clausuró ayer sus labores el Congreso Internacional Contra Guerras y Fachismo”, en Excélsior, 13 de septiembre de 1938, pp. 1, 3.

4. Luis Medina, Del cardenismo al avilacamachismo, México, El Colegio de México, 1978, pp. 13-47; Arnoldo Martínez Verdugo, Historia del comunismo en México, México, Grijalbo, 1985, pp. 208-212.

5. Expediente 111-2811, Archivo General de la Nación, Rama Presidentes, Fondo Miguel Alemán Valdés.

6. Blanca Torres, Hacia la utopía industrial, México, El Colegio de México, 1984, pp. 155-176.

7. Francisco Reyes Palma, “Polos culturales y escuelas nacionales: el experimento mexicano, 1940-1953”, en Arte, historia e identidad en América: visiones comparativas, XVII Coloquio Internacional de Historia del Arte, tomo III, UNAM-IIE, 1994, pp. 821-827.

8. Memoire de la XIV Assemblee Generale de l’Association internationale des Critiques d’Art, México, septiembre de 1962. Fondo Jorge Juan Crespo de la Serna, Fondos Especiales, INBA-Cenidiap.

9. Serge Guilbaut, “Poder de la decrepitud y ruptura de compromisos en el París de la Segunda Posguerra mundial”, en Sobre la desaparición de ciertas obras de arte, pp. 87-145, Curare/Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1995, p. 134.

10. Expediente 111/2811, Archivo General de la Nación, Rama Presidentes, Fondo Miguel Alemán Valdés.

11. Margarita Nelken, “El tema en la pintura”, en Diorama de la cultura, suplemento dominical de Excélsior, 31 de agosto de 1958, p. 2.


 

Kati Horna, Margarita Nelken, 1965. Foto: Archivo fotográfico y documental Kati Horna, Cenidiap/INBA.