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Excélsior,
29 de septiembre de 1934. Foto: Roberto Gómez-Soto, Hemeroteca Nacional, UNAM.

 

 

 

Alberto J. Pani y el Palacio de Bellas Artes

La conmemoración de las siete décadas de existencia del Palacio de Bellas Artes resulta una excelente oportunidad para tocar temas más allá de las peripecias de su construcción –que se prolongó treinta años– del inabarcable espectro de actividades artísticas en sus espacios y de su aura como emblema nacional de la cultura. Una cuestión relegada ha sido el papel paradigmático de Alberto J. Pani, personaje medular no sólo en la terminación del edificio sino como promotor de una institución de carácter artístico.

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ALEJANDRINA ESCUDERO HISTORIADORA
hisescudero@yahoo.com.mx

 

De Teatro Nacional a Palacio de Bellas Artes

Si bien el antiguo Teatro Nacional(1) fue destruido en 1901 para edificar uno nuevo con la arquitectura, los materiales y la tecnología de las grandes casas de ópera europeas,(2) su demolición, al parecer, no afectó la vida escénica de la ciudad, ya que ésta contaba con una serie de teatros de segundo orden en los que se representaban óperas, zarzuelas y teatro de revista o por tandas, en boga en las dos primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, en la ciudad había un vacío respecto a los espacios para la exhibición plástica, particularmente aquéllos que dieran a conocer las obras que los artistas de la llamada Escuela Mexicana de Pintura estaban produciendo.(3)

En dos publicaciones de finales de los años veinte se expresaron algunas inquietudes que manifestaban la necesidad de museos para exhibir la plástica del siglo XX.(4) La historiadora del arte Laura González Matute ha encontrado dos iniciativas que propusieron la fundación de espacios para ese tipo de exposiciones; la primera de 1927, aparecida en la revista Forma, y la otra publicada al año siguiente en ¡30-30! Órgano de los pintores de México.(5)

El espacio museístico esperado se instalaría en el que iba a ser el Teatro Nacional porfiriano todavía inconcluso, cuyo programa original cambió entre 1930 y 1932, cuando el director de las obras distinguió dos espacios diferenciados: el teatro propiamente dicho y un “ museo nacional de arte”. En 1932, Alberto J. Pani, entonces ministro de Hacienda, decidió intervenir en el proyecto con la propuesta de un Teatro y un Museo de Artes Plásticas.

En 1934, dentro de un programa de embellecimiento de la ciudad, comparado con el que se llevó a cabo en la primera década del siglo para los preparativos del centenario del inicio de la Independencia,(6) se inauguró el Palacio de Bellas Artes. Con pompa y platillo, la ciudad estrenó la magna obra, rescatada por el ingeniero Pani, cuyo interés iba más allá de la recuperación del inmueble, para lo cual tenía plena libertad, avalada por un acuerdo presidencial de Pascual Ortiz Rubio, firmado en julio de 1932:

Se autoriza al C. Secretario de Hacienda y Crédito Público para que se encargue de la terminación del edificio del Teatro Nacional, haciendo las modificaciones que considere necesarias en los planos originales para modernizarlo, reducir su costo y obtener su mejor utilización. La Secretaría de Hacienda, al efecto, creará en su propio presupuesto la partida correspondiente, con una asignación que resulte de economías realizadas en los servicios que tiene encomendados y sin mengua de los mismos.(7)

De esta forma tomaba las riendas del proyecto un personaje que en esos momentos tenía una larga trayectoria en la política del país(8) y destacaba por su inclinación a la cultura. Salvador Novo señala al respecto:

Ha sido Pani un hombre culto, brillante, de grand monde, pinacófilo y diletante, el ministro que más se ha preocupado de las bellas artes en México, ya coleccionando en su galería particular lo que más tarde habría de vender al gobierno, ya buscando la manera de que este mismo gobierno construya o componga museos, dignos de una capital de importancia.(9)

Este perfil, escrito en 1938, explica el interés del ministro en revitalizar una obra monumental, semiabandonada en pleno centro de la capital, para convertirla en un espacio artístico de primer orden, un edificio que aún sin terminar ya había dado muestras de su potencial como espacio para eventos de todo tipo.(10) Con el respaldo de un acuerdo presidencial y siendo quien administrara el presupuesto de la obra, Pani pudo poner en práctica su idea de lo que debía ser un edificio dedicado a las artes, su visión de la historia del arte mexicano, a través de las exposiciones presentadas en la inauguración, y su concepción de una institución de carácter artístico. Una revisión del libro Palacio de Bellas Artes. Informe que presentan al señor Ing. Marte R. Gómez, Secretario de Hacienda y Crédito Público los directores de la obra, señores Ing. Alberto J. Pani y Arq. Federico E. Mariscal ofrece claras evidencias del pensamiento del ingeniero relativo a esos temas.

 

El proyecto de un ministro culto

Antes de su conclusión, se suscitó una disputa por la propiedad del edificio. Originalmente se encargó de él la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas; una vez concluido el Palacio de Bellas Artes fue entregado al Departamento de Bienes Nacionales de la Secretaría de Hacienda y éste a su vez lo hizo a la Secretaría de Educación Pública (SEP), no sin antes haber medido fuerzas los dos ministros de personalidades más opuestas del gabinete: Narciso Bassols y Alberto J. Pani.

Ya existía un precedente de ese antagonismo. Cuando Pani quiso rehabilitar el Museo Nacional, dependencia de la Secretaría de Educación, Bassols discrepó y la intervención fue suspendida. Por lo que respecta al Palacio, el propósito de Pani era encargarse de él desde la Secretaría de Hacienda. (11) Hubo una fuerte polémica que se publicó en los periódicos de la época, de la que nuevamente resultó ganador el ministro de Educación y el edificio pasó a depender del Departamento de Bellas Artes de la SEP.(12)

Al parecer, esta disputa también le costó a Pani su cargo como ministro, pero no se quedó fuera de la jugada; aunque fue retirado de Hacienda en septiembre de 1933, antes de la conclusión de la obra, en una reunión que el nuevo ministro de Hacienda, Marte R. Gómez, tuvo con Plutarco Elías Calles, se acordó que Pani continuara con la obra hasta su término. Mediada la disputa por el “jefe máximo”, el ingeniero recuperó cierta libertad para continuar con su programa cultural para la ciudad.

Una vez que acordó la distribución y uso de los espacios, cambió el nombre del inmueble al de Palacio de Bellas Artes, título que coronó el luneto de la fachada principal. El edificio estaba terminado en su exterior en noventa por ciento; en el interior, sufrió transformaciones estructurales de poca monta; en cambio, los decorados, acabados e instalaciones se ejecutaron casi en su totalidad.(13) El arquitecto Federico E. Mariscal se responsabilizó de estas últimas y el ministro se hizo cargo de la parte decorativa, ejecutada por la Casa Edgar Brandt, obra que fue negociada directamente en París por su hermano Arturo Pani y Mario, el hijo de éste.

Las dependencias del Palacio incluían, en el exterior, la Plaza y la pérgola; en el interior, el Teatro Nacional y sus instalaciones, el Museo de Artes Plásticas y la Sala de Conferencias (hoy Manuel M. Ponce), una sala de exposiciones temporales, el Museo del Libro y Biblioteca, el Museo de Artes Populares y un restaurante. Estas dependencias se encuentran justificadas, en detalle, en el informe citado.

Alberto J. Pani preparó también el esquema de organización del museo principal, el de Artes Plásticas, a partir de una selección de obras del Museo Nacional de Arqueología e Historia y de las Galerías de Pintura y Escultura de la Academia de San Carlos.(14) De las pinturas de las Galerías, con Juan M. Pacheco, su director, hizo una clasificación por épocas y escuelas y propuso exhibir las obras de acuerdo con su versión de la historia de la pintura mexicana y su relación con las escuelas europeas.(15) En el siguiente fragmento se advierte uno de los aspectos de la museografía del Museo de Artes Plásticas, que reunía:

[...] las mejores obras de la escuela mexicana de pintura para exhibirlas (en un ambiente mobiliario, cerámica, tapicerías, etc. contemporáneo de cada una de sus grandes etapas) con sus antecedentes históricos, tanto aborígenes como españoles, así como con algunas obras representativas de las escuelas europeas que han influido sobre su desarrollo.(16)

En la visión eurocentrista de Pani, las llamadas “artes menores” se utilizarían, como la ambientación, y predominarían la pintura, el dibujo y el grabado.

En el Informe al que nos hemos referido, se enumeran las obras que compró, el por qué de su adquisición, cómo se relaciona el arte mexicano con las escuelas europeas, especialmente la española, y su periodización de la llamada por él “Escuela Mexicana de Pintura”.(17)

 

Necesidad de una institución cultural

No sólo se trataba de concluir el edificio sino fundar una institución que impulsara el arte. En el Informe se argumentaba que las manifestaciones artísticas se encontraban, en esos momentos, en franca decadencia:

Nos hallamos, pues, frente a una desvalorización general del arte que puede tener consecuencias fatales para la cultura nacional, como en el caso, por desgracia frecuente, en que artistas privilegiados, pintores o músicos, víctimas de un proceso creciente de “desocupación”, necesitan emplear sus energías en menesteres inferiores por falta de una remuneración adecuada de su trabajo profesional.(18)

Se señala, ahí, que la desocupación de los artistas y otros problemas que tenían que ver con la práctica artística surgieron porque el arte no estaba inserto en un contexto económico amplio. Ya fuese parte de un discurso político o un señalamiento real, lo interesante de este planteamiento es que considera que el trabajo artístico se había desligado de la economía y que era preciso incorporarlo a través de: “…la creación de fuentes de trabajo para nuestros artistas, la organización de mercados para sus obras, etc. Que al asegurar momentáneamente la existencia material de arte mexicano, lo pongan en camino de recobrar su vitalidad perdida.”(19)

La decadencia del arte, su desvalorización frente a la economía y un público inculto, además del escaso presupuesto que el Estado otorgaba en los rubros de educación artística, colecciones, apoyo a los creadores y creación de museos –se argumenta en el informe– hicieron que Pani concibiera un organismo autónomo apoyado por el Estado mientras éste no consiguiera subsistir con recursos privados. Esta institución de cultura artística superior, llamada Instituto Nacional de Bellas Artes, se ubicaría en el Palacio, y sólo de esa forma tendría sentido el presupuesto invertido en su terminación.

Con “datos, observaciones y sugestiones” del educador y filósofo Ezequiel A. Chávez y del escritor José Gorostiza,(20) Pani preparó el texto titulado “Proyecto de Ley Orgánica para la creación de un Instituto Nacional de Bellas Artes”, documento que lo definía como una institución autónoma, cuyos objetivos principales serían: estimular la producción artística de México;(21) fomentar el desarrollo de arte teatral en sus diversos géneros; coleccionar obras de arte de todas las épocas y países, especialmente las que hayan contribuido al desarrollo del arte mexicano; coleccionar ejemplares valiosos de las artes populares e industriales de México; organizar exposiciones temporales de pintura, escultura, dibujo, grabado, fotografía, mobiliario, etc., antiguos y modernos; fundar una biblioteca de arte y museo del libro, y publicar obras de teatro, partituras musicales, monografías de arte, catálogos y guías de los museos del Instituto. Su sostenimiento sería por medio de la explotación de sus dependencias, concesiones, funciones, además de un subsidio del gobierno federal. Su manejo estaría a cargo de un consejo de administración,(22) un director general, un secretario general, un tesorero y los directores de las dependencias del Instituto.(23) El Estado, que había patrocinado el arte, era visto en ese documento como un actor necesario, pero no decisivo en su desarrollo.

  

“Nadie sabe para quién trabaja”(24)

Antonio Castro Leal, jefe del Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública, recibió el Palacio en junio de 1934. En los preparativos para su inauguración, ocurrida el 29 de septiembre y que resultó todo un acontecimiento político, social, artístico y cultural, él fue el nuevo protagonista. Salvador Novo reseña ese cambio:

Castro Leal aprovechó inteligentemente la gran propaganda que tenía el Palacio, y en la que no era la menor parte el ir y venir de los Pegasos, y combinando programas elegantes, ya con el Cuarteto de Londres que nadie oyó, ya con el Ballet de Montecarlo, que no entendió nadie […] o con docenas de conferencias sobre temas de arte, consiguió meter al público en el blanco túmulo, darse ambiente y hacer sonar su nombre [...](25)

En su conjunto, el proyecto de Alberto J. Pani no se concretó: se terminó el edificio con las dependencias proyectadas; al parecer se montaron, para la apertura, las obras que sugirió y se editaron los libros que su equipo preparó, sin embargo, la propuesta para la creación de un Instituto Nacional de Bellas Artes quedó en el olvido. En la campaña de Miguel Alemán, con el Plan de Bellas Artes, se proyectó un organismo con el mismo nombre, creado por decreto del 31 de diciembre de 1946, con el lema: “El arte no es un hijastro del Estado, sino un buen hijo legítimo” y con la concepción de un “espíritu nacional”, como se constata en las siguientes líneas:

…las manifestaciones artísticas de todos los órdenes constituyen la expresión más sincera y vigorosa del espíritu nacional; que en nuestro país, desde la época precortesiana, el talento artístico ha sido particularmente importante, y el índice más claro y espontáneo de su fuerza espiritual; que el Estado debe atender, por su trascendencia evidente, la acción que el arte, en todas sus formas, es capaz de ejercer en la consolidación de la mexicanidad.(26)

 

Notas
1. El Teatro Nacional, también llamado Teatro Imperial y Teatro Santa-Anna, fue construido por el arquitecto español Lorenzo de la Hidalga e inaugurado en 1844.

2. La construcción del nuevo Teatro Nacional se inició en 1904, siendo el autor del proyecto el arquitecto italiano Adamo Boari. Los trabajos, que un principio se estimó que tomarían cuatro años, fueron suspendidos entre 1916-1930, año en que el arquitecto mexicano Federico E. Mariscal retomó el proyecto. Entre 1932 y 1934, bajo la dirección de Alberto J. Pani, secretario de Hacienda, se concluyó el inmueble.

3. Los espacios museísticos de importancia eran, desde finales del siglo XIX, el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía y las Galerías de la Escuela Nacional de Bellas Artes (Academia de San Carlos).

4. A finales de los años veinte y principios de los treinta, algunos de los lugares para la exhibición de obra plástica, incluyendo fotografía, eran las salas de exposición de la Antigua Academia de San Carlos, la Galería de Arte Mexicano y la Galería Excélsior.

5. Véase Laura González Matute, 70 Años de Artes Plásticas en el Palacio de Bellas Artes, México, INBA, 2004.

6. En el ámbito edilicio y urbanístico, Pani no sólo se interesó en la terminación de las dos obras paradigmáticas del porfiriato: el Teatro Nacional, después Palacio de Bellas Artes (1904-1934), y la estructura cupular del Palacio del Poder Legislativo para convertirla en el Monumento a la Revolución (1933-1938), sino que además, en mancuerna con Aarón Sáenz, jefe del Departamento del Distrito Federal (1933 y 1934), se le deben importantes trabajos en los rubros de habitación, escuelas, mercados y traza.

7. Palacio de Bellas Artes. Informe que presentan al señor Ing. Marte R. Gómez, Secretario de Hacienda y Crédito Público los directores de la obra, señores Ing. Alberto J. Pani y Arq. Federico E. Mariscal, México, Editorial Cultura, 1934, p. 36.

8. Al triunfo de Madero fue nombrado subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes y más tarde director de Obras Públicas del Distrito Federal; con Carranza fue secretario de Industria y Comercio; de Relaciones Exteriores con Obregón, y con Calles y los presidentes del llamado maximato ocupó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (1924-1933), cargo en el que logró notables reformas fiscales y bancarias para el país y creó organismos como el Banco de México.

9. Salvador Novo, “Bellas Artes: una crónica de primera mano”, Confabulario, suplemento de cultura de El Universal, 2 de octubre 2004, p. 9.

10. Desde la primera etapa constructiva, el inmueble había sido usado en diversas actividades culturales, comerciales y políticas de la capital.

11. Sobre los intereses de Alberto J. Pani en el Palacio, Novo argumentaba: “La intención del ministro de Hacienda era administrar desde su puesto el palacio donde, entre otras cosas más o menos artísticas, habría restaurant –El Elefante Blanco de Manolo del Valle–, cabaret, cantina, etcétera. Bassols pretendió que quien debía administrar aquel Monte Parnaso, residencia de las musas debía ser únicamente la secretaría a su cargo…”, ibidem.

12. Por acuerdo presidencial del 11 de abril de 1934, el Palacio de Bellas Artes pasó a ser una dependencia de la Secretaría de Educación Pública.

13. A excepción de las principales obras artísticas del teatro, realizadas por el húngaro Géza Maróti, y las instalaciones escénicas fabricadas por casas alemanas.

14. En el citado Informe queda señalado que desde 1930 Pani tenía el plan de alojar en un solo museo los acervos de las dos instituciones; una de las opciones era el Hotel Iturbide.

15. En el texto “Raíces de la nación”, Coral García reseña cómo fueron organizadas las obras expuestas. Véase 70 Años de Artes Plásticas en el Palacio de Bellas Artes, op. cit.

16. Palacio de Bellas Artes. Informe, op. cit., p. 51. En el informe multicitado, Pani argumenta que desde 1930 trató de localizar un espacio para la exhibición del arte mexicano y desde esas fechas se dio a la tarea de comprar obras europeas; en estos momentos, tras su renuncia y como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en Francia, adquirió algunas obras más.

17. El concepto “Escuela Mexicana de Pintura” de Pani no es el mismo que el usado en la historiografia reciente; incluso en su propuesta de periodización no lo desarrolla, es decir, no explica o reseña cuáles son esas obras de esa escuela.

18. Idem, p. 70.

19. Idem, p. 71.

20. Gorostiza también fue comisionado para redactar el Informe Pani-Mariscal, el cual inició en mayo de 1934.

21. Es notable el interés de Pani porque las obras entraran en un mercado de arte, como se nota en el primer objetivo de la institución: “Estimular la producción artística de México para que organizada sobre bases económicas, adquiera valor en los mercados del arte, tanto nacionales como internacionales, haciendo fructificar así la obra de enseñanza y difusión artística que realiza el gobierno federal”. Informeop. cit., p. 75.

22. Formado por representantes de la Secretaría de Educación Pública, Secretaría de Hacienda, Secretaría de Economía Nacional, Departamento del Distrito Federal, Universidad Nacional, Confederación de Cámaras Industriales, Confederación de Cámaras de Comercio y representantes de autores, actores, músicos escenógrafos, artistas plásticos y productores de artes populares.

23. El análisis de la propuesta de 1934 de Pani y de la emitida por decreto del 31 de diciembre de 1946 por Miguel Alemán para la creación de ese instituto permitiría conocer dos concepciones sobre un mismo organismo dedicado al arte.

24. Salvador Novo, op. cit., p. 9.

25. Ibidem.

26. Inauguración del Museo Nacional de Artes Plásticas. Discurso pronunciado por el Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes, maestro Carlos Chávez, en la inauguración del Museo Nacional de Artes Plásticas, celebrada en el Palacio de Bellas Artes el 18 de septiembre de 1947, México, INBA, 1949, p. 23.


 

Aspecto de la Exposición del Plan Sexenal en el Palacio de Bellas Artes, 1937.
Foto: Dirección de Servicios Técnicos,
Secretaría de Obras Públicas.

 

Alfredo Audiffred
¡Oh! Aquí tienen su pastel
El Universal, 7 de octubre de 1934. Foto: Roberto Gómez-Soto, Hemeroteca Nacional, UNAM.