Siqueiros junto a uno de sus autorretratos en La Tallera de Cuernavaca,
noviembre de 1967. Foto atribuida a Enrique Bordes Mangel. Acervo SAPS/Conaculta/INBA.
|
|
Patrimonio plástico de Siqueiros, treinta años después
En enero de 2004 se cumplió el treinta aniversario luctuoso de David Alfaro Siqueiros. A tres décadas de su fallecimiento, es imperioso preguntarnos por el paradero de la vasta obra realizada por el eminente muralista.
• • •
AMÉRICA JUÁREZ REYES •
Investigadora de la Sala de Arte Público Siqueiros
amerijr@hotmail.com
En el campo de las artes, la pintura ha
ocupado un lugar primordial en nuestro país; muchos son los artistas
que en este rubro hicieron escuela y se consolidaron como tales. Sin embargo,
sólo la obra de unos cuantos ha sido considerada Patrimonio Artístico
de la Nación. Entre los privilegiados tenemos a José María
Velasco, Gerardo Murillo, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Frida
Kahlo, Saturnino Herrán y David Alfaro Siqueiros, cuya producción
plástica obtuvo está categoría a partir del 18 de
julio de 1980.
En la década de 1940 en México, los coleccionistas,
además de ser cautelosos en la selección de las obras que
adquirían, solicitaban trabajos ex profeso a sus pintores
predilectos. En la lista de estos amantes del arte destacan el distinguido
médico yucateco Alvar Carrillo Gil, quien desde mediados de los
años cuarenta comenzó a comprar cuadros de Siqueiros y tuvo
el privilegio de verlos antes que cualquier otro interesado; el ingeniero
Marte R. Gómez; Licio Lagos Terán, abogado y empresario
veracruzano; Pascual Gutiérrez Roldán, quien siguiera los
pasos y consejos de su maestro “don Marte” por venerar la
pintura mexicana, y Paul Antebí, entre otros.
La importancia de la labor de los coleccionistas radicaba en que cada
pieza tenía una razón y una justificación emotiva
para ser parte importante de un acervo particular, además de dar
fe de una época dentro de la pintura mexicana. En agosto de 1967,
el Museo Universitario de Ciencias y Artes de la Universidad Nacional
Autónoma de México realizó una retrospectiva del
último de los tres grandes muralistas, en la que se confrontaron
197 cuadros provenientes de sesenta diferentes propietarios. Treinta y
cinco años antes, en el Casino Español se habían
presentado sesenta piezas de Siqueiros de reciente producción y
en agosto de 1947 el Instituto Nacional de Bellas (INBA) inauguró
una muestra con setenta de sus últimas obras. En 1972 los Museos
Central de Tokio y de Arte de Hyogo fungieron como anfitriones de ochenta
obras pertenecientes a 18 coleccionistas, las cuales iban de los años
treinta hasta creaciones que fueran consecuencia de La marcha de la
humanidad en América Latina, magno mural que el maestro realizó
en un periodo de aproximadamente seis años.
Al cumplirse el centenario del natalicio de Siqueiros
–a últimas fechas dado a conocer por Raquel Tibol como José
de Jesús Alfaro Siqueiros, quien además resultó ser
oriundo del Distrito Federal y no de Chihuahua–, el Museo Nacional
de Arte/INBA tuvo el acierto de localizar, a través de una investigación
de primer nivel, 205 obras de caballete producidas por el artista durante
los años 1930-1940, bajo el título “Retrato de una
década” y calificada por algunos críticos como “Década
de retratos”. La muestra tuvo a bien ahondar en el estudio de las
pinturas y consiguió 85 para su exhibición. Por su parte,
con motivo de la misma conmemoración, en un intento por reunir
los 19 autorretratos que el pintor ejecutara de 1916 a 1969, el Museo
Dolores Olmedo Patiño logró mostrar catorce, complementándolos
con temáticas semejantes de otras piezas del autor.
A últimos años, la figura del revolucionario
pintor se ha visto dañada por cientos de falsas obras que circulan
en el mercado del arte, por las que incluso llegan a pagarse sumas más
altas que por otras que sí son originales. A treinta años
de la muerte del artista, cabe preguntarse por la ubicación de
los cuadros auténticos, que pasan de mano en mano sin que se conozca
a dónde van a parar. ¿Qué ha sido de los ricos y
prestigiados contingentes de obras privadas que atesoraban entre sus artistas
pinturas del maestro? La mayoría de los dueños iniciales
de colecciones, que hasta los años setenta tenían la fortuna
de incluir un Siqueiros, ha fallecido, por lo que cada una de las piezas
ha tenido destinos diferentes y poco acertados: intestados que a la fecha
litigan sus descendientes, ventas de cuadro por cuadro hasta conservar
sólo alguno significativo, repartición entre herederos que
a la vez quedan en terceras personas o familiares políticos. La
colección de 332 cuadros –sin contemplar obra gráfica
y dibujos– que incluye piezas de Siqueiros y que a lo largo de más
de 55 años reuniera el desaparecido ingeniero Pascual Gutiérrez
Roldán, se conserva intacta y disponible para difusión de
las artes plásticas gracias al invaluable respeto y aprecio de
sus herederos por el arte mexicano y por el gusto de su padre. En menor
grado, existen poseedores, quizá solo de dos o una piezas ejecutadas
por Siqueiros, que también mantienen estos bienes desde su primera
venta. El INBA tiene la fortuna de resguardar obras del muralista que
van desde adquisiciones de época hasta donaciones, como Yo
por yo (1956), que el museógrafo Fernando Gamboa regalara
al Museo de Arte Moderno, o El rapto (1936), que María
Asúnsolo dejara en 1988 al Museo Nacional de Arte. Caso semejante
es el legado –más de doscientas obras, un acervo documental
y su casa (actualmente Sala de Arte Público Siqueiros)–,
que en calidad de fideicomiso dejara el muralista 25 días antes
de su muerte y que en 1988 se integrara a los acervos de dicha institución.
Parte de la producción plástica siqueiriana es albergada
también con particulares, en acervos de museos y galerías
de México y el extranjero.
Siqueiros se preocupó por registrar fotográficamente casi toda su producción plástica, trabajo encomendado básicamente a Guillermo Zamora, en menor medida a José Verde Orive y, en alguna ocasión, a Lola y Manuel Álvarez Bravo. Cada vez que pintaba un cuadro, antes de que éste saliera de su taller o de que Angélica, su esposa, cerrara un negocio de venta, la pareja tuvo el cuidado de anotar al reverso de la fotografía (el acervo se ubica en la Sala de Arte Público Siqueiros) el nombre del nuevo dueño con sus respectivos datos. A treinta años esa información resulta caduca, los números telefónicos han cambiado, como muchos lo han hecho de domicilio, de vida y de propietario; así, se desconoce el paradero de numerosas obras y sólo queda como referencia, en algunos casos, la imagen.
Son treinta años del fallecimiento del último de los tres grandes, su auténtico patrimonio plástico está disperso sin tener conocimiento de su paradero. Coleccionistas de antaño llegaron a vender sus piezas sin dejar rastro de en manos de quién quedaban. Es una pena que en la medida que trascurre el tiempo contemos con menos información de dónde localizar el cuadro que un buen día vimos en catálogo o en la nota periodística de antaño.
En torno al trigésimo aniversario luctuoso
de este ciclón del arte y la política, en el transcurso
del año se llevaron a cabo, en diversos centros culturales, algunas
actividades y exposiciones. Homenajes pueden realizarse de varias maneras,
siendo no necesariamente muestras plásticas, mucho menos en el
caso de un artista del que todavía quedan por revisar varias facetas,
ahondar en temas o abordar de manera diferente su legado. Hacemos votos
por que en un futuro no muy lejano las curadurías exhiban diversidad
de genuinos trabajos plásticos de Siqueiros y por que las obras
no vistas en treinta o más años, o quizá nunca antes
mostradas, ocupen los muros de museos y galerías.
|
|