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Galerías de arte en San Francisco

Recorrido por algunas de las galerías ubicadas en la emblemática ciudad californiana; una mirada al entorno cultural que la ha convertido en icono de la costa oeste de Estados Unidos.

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SOL ÁLVAREZ HISTORIADORA
Investigadora del Cenidiap
solarisalvarez@yahoo.com

 

San Francisco es una ciudad de la costa oeste de Estados Unidos en cuyas calles se aprecian diversos elementos plásticos. Sus paredes pintadas, en las que se plasman desde retratos gigantescos de Janis Joplin y de John Lennon, en la polifacética zona de Pacific Heights, hasta murales con contenido político, como el que reivindica, mediante una detallada retórica visual, el surgimiento y desarrollo del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas, y que se sitúa en un pequeño pero concurrido callejón que conecta al Barrio Chino con el de North Beach, curiosamente pintado sobre el muro que soporta la parte trasera de la editorial y librería City Lights, sustento principal en la divulgación de la literatura beat de la década de 1950; muro que además posee el privilegio de encontrarse frente al bar Vesubio, recinto que albergó supremas tardes y noches de diálogos y discusiones entre Jack Kerouac, William Borroughs, Allen Ginsberg y John Cassidi.

Las calles de esta gran urbe son las rutas cotidianas de tránsito para gente muy distinta entre sí y que, sin embargo, convive a diario, cuestión que enriquece el aspecto cultural de cualquier ciudad; en otras palabras, se trata de una estructura social cosmopolita, que implica formas raciales, tipos de religión, valores y costumbres, que se expresa en un espectacular colorido visual, pleno en colores y texturas: jóvenes ultratatuados, zapatos y vestuario vintage que evoca la vogue de décadas pasadas, actitudes que se distinguen por su extrema postura hacia uno y otro lado del péndulo.

La gran cantidad de galerías que funcionan en San Francisco remarca la diferencia entre unas y otras. La más tajante radica en el tipo de obra que cada una promueve, incluso algunas ostentan el trabajo de renombrados creadores que pertenecieron a las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX. Impresiona la circulación de este tipo de arte, ya que, por lo general, se encuentra en posesión de museos nacionales o de coleccionistas privados que codician y esconden sus bienes pasivos hasta el momento propicio para elucubrar e influir en el mercado y fomentar los cambios de dirección en las políticas culturales que, desde la penumbra de las pudientes relaciones multimillonarias, marcan el futuro de los escalones jerárquicos, no sólo en casas de subasta, sino en Estados y naciones enteras.

Otras galerías, en cambio, apoyan únicamente a artistas de la costa oeste y algunas de ellas, las más selectivas, restringen su labor al aceptar tan sólo a creadores, de la segunda mitad del siglo XX a la fecha, de la misma ciudad de San Francisco.

Ciertas galerías no se dedican únicamente a la exhibición y venta de obra plástica, sino también a su renta, por lapsos de uno, dos, tres o seis meses, tanto a personas físicas como a personas morales, en términos de administración fiscal. La galería con mayor nombre en este rubro es la Hang Art, la cual posee una sucursal única en la acera de enfrente, la Hang Art Annex, y se dedica a representar Fine Art by Bay Area Artists, artistas locales que trabajan una variedad de media. Esta casa define su preferencia enfocada a autores que encuentran puntos de expresión centrados en técnicas de ultravanguardia y, por supuesto, los menos afamados se ven obligados a pasar por un riguroso examen enfocado a su persona tanto como a su obra. Un dato que no puede pasar desapercibido ante los ojos de cualquier estudioso de la política cultural de las empresas privadas que se dedican a la difusión (que no divulgación) de arte en esa parte de Estados Unidos, es que ciertos artistas con nacionalidad estadounidense y que además radican en la costa oeste, en particular en San Francisco, carentes de los rasgos físicos apropiados para la Hang Art, en pocas palabras, los que definen al tipo caucásico, el cual bien puede ser traducido como wasp, y con propuestas plásticas relevantes, han sido rechazados en tiempos recientes. Así, toda la diplomacia que una empleada de la Hang Art puede utilizar para decir no es la especialización que caracteriza al entrenamiento y capacitación que sustenta la política cultural de ciertas empresas privadas de derecha, mismas que presumen mostrar un tipo de arte selecto dirigido a una clase social y política selecta.

Son, en realidad, pocas las galerías en la ciudad de San Francisco que poseen recursos, cual empresas privadas, y que a su vez participan de una postura abierta que otorga apoyo a creadores plásticos carentes aún de renombre, así como a aquellos que provienen de sitios recónditos ante los ojos wasp; dicho de otro modo, las instancias que aceptan a la alteridad, concepto que existe, por supuesto, en las entrañas culturales de un mundo con apariencia cosmopolita, pero con espíritu protestante. Uno de estos casos es la 159 Gallery, situada en la calle Sutter, cerca del corazón financiero de San Francisco y, casualmente, frente a la galería Hang Art, lo cual las coloca en un sarcasmo geográfico que no conduce sino a contrariedad tête-à-tête en lo que se refiere a un discurso político y cultural antagónico.

Distinto es el caso de De la Raza Gallery. Se trata de un excelente local en el centro del barrio Mission, el cual se distingue por su población latina, en especial por aquella que proviene de nuestro país y que bien expresa su nostalgia y atiende su necesidad en los innumerables puestos de mercados al estilo mexicano, carnitas y barbacoa, mariachis y sombreros por doquier. Sin embargo, el trato al público espectador, artista o no, resulta más cercano al que otorga la Hang Art (recordando a las balas contra los migrantes mexicanos de goma en este 2004) que a las garantías que propone una sociedad cosmopolita.