D I V E R S A L I B R A R I A • • • • • •
 
   
 



Catálogo de la exposición Ángela Gurría. Naturaleza exaltada, México, Conaculta/INBA/Museo de Arte Moderno, 2003, 119 págs.

 

Ángela Gurría. Naturaleza exaltada

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GUADALUPE TOLOSA HISTORIADORA
Investigadora del Cenidiap
guatolo@yahoo.com

 

A casi treinta años de su primera exposición en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México –en 1974– Ángela Gurría (1929) regresa por tercera ocasión a este recinto. El 22 de octubre de 2003 se inauguró en la Sala José Juan Tablada la exposición plástica Ángela Gurría. Naturaleza exaltada, que se exhibió hasta el 25 de enero de 2004. En uno de los textos de las presentaciones del catálogo respectivo, el director del museo, Luis-Martín Lozano, puntualiza que la muestra se organizó de acuerdo con el programa de exposiciones temporales “encaminado a apuntalar las virtudes de la colección permanente del museo”. La intención de su política cultural es reivindicar las figuras artísticas que han contribuido a enriquecer la historia del arte mexicano, siendo Ángela Gurría una de ellas. En el marco de la exposición se realizó, paralelamente, un taller infantil, la restauración y reubicación en la entrada principal del museo de su obra Río Papaloapan y la presentación del libro Ángela Gurría. Escultora monumental, de Milena Koprivitza.

La muestra, compuesta por aproximadamente ochenta piezas –desde esculturas de pequeño formato hasta grandes tallas de cantera, metal y mármol– estuvo dividida en diversos núcleos temáticos: cielo, agua, aire; figura humana; animales; vida, muerte; paisaje y flor, con lo que se advierte cómo la naturaleza se ha convertido en fuente inagotable para los proyectos de esta artista. Discípula de Germán Cueto, Gurría aprendió de su maestro el uso de las líneas y las formas sin llegar a la abstracción. En su afán por utilizar la naturaleza como punto de referencia, ha dedicado infinidad de obras al tema del hábitat. En este sentido, el uso de diversos materiales, desde la piedra hasta los metales, le ha permitido explorar con distintas técnicas para lograr una armonía en su producción artística, en especial entre la escultura y la arquitectura. Es ahí donde retoma la monumentalidad de las figuras prehispánicas y las artesanías populares de los creadores mexicanos. Además de la piedra y los metales, ha trabajado con vidrio, cristal, ónix y mármol negro, tanto en obras de grandes dimensiones como en otras de pequeño formato, de apenas treinta centímetros.

El catálogo de la exposición, prolíficamente ilustrado, consiste en un breve estudio monográfico sobre la artista, además de una recopilación de escritos sobre la obra. Contiene un texto de Miriam Kaiser, asesora curatorial de la muestra, titulado “Ángela Gurría: la naturaleza exaltada”, en el que reflexiona sobre la constante búsqueda y experimentación de técnicas y materiales de Gurría dentro del llamado arte urbano y su relación con la naturaleza. El catálogo aporta también datos biógráficos relevantes, así como de la obra, consecuencia de la investigación documental realizada por Claudia Morales Flores, coordinadora general de la exposición, quien en su ensayo “Ángela Gurría: una breve semblanza” (que ocupa el cuerpo de texto principal del catálogo) intenta dar un panorama de la producción plástica de la escultora como integrante de una generación de artistas mexicanos innovadores, perteneciente a la segunda mitad del siglo XX. Se trata de una monografía decorosamente presentada con una buena selección de obra hemerográfica y bibliográfica.

Las reproducciones fotográficas son clave en una publicación de esta índole; sin embrago, resulta lamentable el descuido en la impresión de las láminas del catálogo. En una serie de piezas en apariencia vistosas, existen ilustraciones con problemas en cuanto a su digitalización, que desmerecen la propia obra escultórica, y que si se miran aun con cuentahílos casi provocan un “efecto de arte en mosaico”. En este sentido, la edición carece de calidad: quizá por un error en la forma de utilizar el escáner para la reproducción de las imágenes, su baja resolución o una deficiente toma fotográfica digital. No obstante, es un acierto realizar este tipo de publicaciones que están encaminadas a difundir la producción plástica de artistas mexicanos. Seguramente estos problemas derivan del trabajo efectuado en tiempos forzados que impide, a veces, el resultado óptimo; empero, habría que reflexionar al respecto, pues la edición se publicó hasta diciembre de 2003. Aun así, creo que el catálogo cumple su función y se convierte en una obra de consulta básica para conocer parte de la producción escultórica de Ángela Gurría.

Para terminar, y a manera de sugerencia, pienso que sería conveniente recrear de alguna manera –quizá en una especie de adenda al catálogo– vistas de la exposición, con el fin de rescatar el aporte del trabajo museográfico. En los catálogos se aspira, habitualmente, a mostrar la obra, pero no dentro del contexto de la exhibición misma, por lo que se desaprovecha una parte primordial del esfuerzo efectuado “detrás” de la publicación propiamente dicha, como es el caso del diseño de las salas para la exposición.