C O N F R O N T A C I Ó N • • • • • •
 
   

 

La gráfica y espectacular dimensión de la apariencia

A propósito de la XII Bienal Rufino Tamayo dedicada al dibujo y el grabado. El concurso, con más de veinte años de tradición, es convocado por Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, Gobierno del Estado de Oaxaca y Fundación Olga y Rufino Tamayo. Las piezas seleccionadas en esta ocasión se exhibieron del 26 de agosto al 10 de octubre de 2004 en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo.

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ALFREDO FLORES RICHAUD ARTISTA VISUAL
Profesor de la Escuela Nacional de Pintura,
Escultura y Grabado La Esmeralda
alflori@prodigy.net.mx

 

De repente se crea la necesidad, mediante una convocatoria para una bienal de arte, del espectáculo monumental del dibujo y del grabado, que si bien son técnicas consideradas tradicionales, algunos creen que no por esto deben dejar de ser espectaculares. En algunas de las obras exhibidas en el Museo Tamayo, esta espectacular técnica “vanguardista” (procedimiento de impresión sobre grandes formatos de vinil a partir de imágenes digitales que se aplica, por lo general, en los anuncios espectaculares) es la que adquiere cartas de presentación artística al estar en plena y democrática convivencia con la tradición gráfica.


El tamaño sí importa

Entonces, por una necesidad creada y no por una necesidad personal y creativa –como suele suceder en este tipo de eventos– se producen dibujotes, grabadotes o espectaculares que no son necesariamente anuncios. Y en este vano intento por darle una actualización a la tradición por el formato (pues parece que el tamaño sí importa) y un aval a la vanguardia, corroboramos, una vez más, que el arte y lo artístico no se crean por encargo para cubrir un requisito de técnica o de dimensión. Al igual que los movimientos artísticos, las necesidades estéticas y las capacidades creativas tampoco se producen según la demanda. Es decir, si sólo se generan por el artificio de una convocatoria no serán por esto necesariamente creativos e ingeniosos los resultados, aunque se nos quiera hacer creer lo contrario con el argumento de lo puramente espectacular.


Harto arte

Así vemos el espectáculo de la muestra, donde el esfuerzo, el oficio, el virtuoso o el chistoso, conviven con el logro, la dedicación, la experiencia, la ocurrencia, la técnica, la artesanía, la presunción o la manualidad. Lo mismo encontramos obras que se realizaron para simplemente concursar con aquellas otras, escasas, que se concibieron para darle continuidad experimental y creativa al desarrollo personal y propositivo del autor, en las que las dimensiones del formato resultan de las necesidades o propuestas del propio trabajo y no como una manera de reflejar el tamaño de su ambición.

En esta manera artificial de convocar, crear, seleccionar, exponer y premiar, según lo que dictamina el requisito, el gusto, el criterio y la necesidad ajena y no la necesidad de expresión del propio artista, mejor sería que se convocara para que los creadores presenten lo que han logrado, en la silenciosa y continua experimentación creativa sin predisposiciones técnicas, de formato o de criterio que se vuelven limitaciones de la creatividad y de la imaginación, pero en cambio le da alas al artificio y a la presunción.


No es por gusto…

Se comprueba, además, que impera el gusto de y por una generación que ha sido y sigue siendo fomentada por dos criterios perpetuos y, en este caso específico, un artista solidario con el gusto de sus amigos.(1) Elección que logra que perdure, no necesariamente que trascienda, una estética de la manuhabilidad (sic) y de la factura del neo y posmoexpresionismo, expresión que es propia de algunas promesas de la plástica finisecular que siempre fueron fomentadas por los dos permanentes criterios, que al igual que sus elegidos se han convertido en arduas realidades del presente imperfecto o, si se prefiere, en malos recuerdos del porvenir.


…es por necesidad

Resulta evidente, en la selección, el predominio de la figuración, del expresionismo, de la narración y de una generación, en detrimento de otras propuestas más experimentales, personales, creativas, sobrias o abstractas, que no por diferentes tienen que ser necesariamente espectaculares. Pues cuando eligen una propuesta diferente caen en el otro espectáculo de la tecnología, de la moda o de lo ocurrente.

El resultado es la uniformidad, que va más allá de lo obvio de la técnica o del formato, que logra, por lo mismo, una lucidora exposición colectiva pero desangelada por los excesos del tamaño, la factura, la moda y la homogeneidad. Excesos que, en el colmo de la ironía, hacen más evidentes las carencias que las virtudes expuestas. Es entonces cuando uno cree mejor en las ausencias.


Del bien de la Bienal

Luego se quiere hacer creer que las limitaciones de la convocatoria, del criterio y del concurso reflejan el estado actual o dan un panorama de la plástica mexicana contemporánea cuando, más bien, muestran las limitaciones de los convocantes y de los convocados.

Habría que cuestionar la finalidad, la necesidad y el beneficio de concursos como éste, y de lo que aportan o generan a la comunidad artística en general. Si realmente son indispensables o son otro artificio más para generar una expectativa, cubrir un presupuesto monetario u ocurrente, convocar a una comunidad movida a la ambición –perdón, a la participación–, encumbrar algunas vanidades, fomentar miles de esperanzas (las de todos los que participaron) y satisfacer pocos deseos (los de los seleccionados por las diosas del Olimpo, que no necesariamente son los mismos que los elegidos por las musas del Parnaso).

Y al final de cuentas, cuestionarse si todo ese gran esfuerzo y espectacular tamaño sirve para crear, promover, reconocer y difundir un arte de calidad o si sólo satisface la vanidad de la mayoría por lo grandote, lo espectacular o lo aparente.


Recuerdos del porvenir

Si uno de los objetivos de la Bienal era darle valor y reconocimiento a una disciplina artísticamente menospreciada por los excesos del vanguardismo (lo conceptual, el performance, la instalación, la tecnología, el arte objeto, lo digital) e incluso por la misma pintura, la crítica, el mercado, los propios creadores y los promotores, si este objetivo era completamente válido y justificado por responder a una demanda natural, pues dejó de serlo al generar una necesidad artificial, imponer criterios y formatos y presuponer darle una vigencia innecesaria por incluir otras técnicas supuestamente gráficas sustentadas en el espectacular, así como por forzar una trascendencia, absurda, sustentada en lo espectacular.

La única vigencia y trascendencia del dibujo es la que pocos artistas talentosos conciban y propongan al crear obras por la única razón valida: la misma necesidad personal de hacerlas por expresión de su ser interior en comunión con su talento y capacidad gráfica.

Vuelvo a lo mismo: el dibujo, como cualquier otra expresión artística, no necesita de una convocatoria y de ninguna restricción o condición ajena a la generada por pura necesidad y capacidad expresiva, personal, para ser y trascender. La actualidad, importancia y posteridad la dará la propia calidad intrínseca de la obra y no sus añadidos, restricciones o parafernalia que la circunde.

Por todo lo anterior descreo de los concursos o bienales pues generan falsas expectativas, crean necesidades artificiales y sólo reconocen lo que ha sido previamente asimilado y no lo que está por descubrirse, puesto que los concursos y el mercado se alimentan del pasado y del lugar común por no estar en condiciones de percibir lo nuevo o el futuro. Cuando ven hacia el porvenir lo hacen por dos motivos: 1. Porque supone una justificación razonada de lo pasado para darle argumentos a algo amorfo, polimorfo, incomprensible o puramente técnico o emocional que promete lo que no es. 2. Porque es la expresión obvia de una tendencia o tecnología presente que finca esperanzas artísticas y postreras pero que de momento son sólo eso: sueños guajiros.

Nota
1. El jurado estuvo integrado por el artista Gustavo Monroy, las críticas de arte Teresa del Conde y Raquel Tibol, y la curadora Itala Schmeltz.