A P O R T E S • • • • • •
 

Fondo documental
María y Pablo O´Higgins.
Foto: Verónica Arenas Molina.

 

 

Panorama general de las unidades de información y documentación en México

En México, los fondos documentales personales e institucionales, de carácter público, privado o mixto, son una fuente primaria e importante para la investigación de las artes plásticas, porque documentan hechos, personajes, planteamientos y opiniones de gran valor para la reconstrucción de procesos históricos.

• • •

MARICELA PÉREZ GARCÍA BIBLIOTECÓLOGA
Coordinadora de Documentación del Cenidiap
maricela_mary_p@yahoo.com.mx

 

La difícil situación que atraviesan las instituciones encargadas del resguardo y difusión de la documentación en México es sabida y común y cada vez que se escribe acerca de esta problemática puede considerarse repetitivo. Pero creo necesario traerla a este medio con el objeto de reflexionar sobre el compromiso y el papel que tenemos los generadores, trabajadores y consumidores del patrimonio documental nacional y el deber de su salvaguarda para la posteridad y construcción del futuro.

El registro y la conservación de los hechos a través del tiempo conforman la memoria histórica de un país, personaje, tema o institución, para usarla, interpretarla y volverla a guardar para que otros la utilicen. Esta memoria es depositada en locales a los que se les ha dado diferente denominación según sea su misión, la clase de documentación que guardan, el lugar y época donde se ubiquen y las fuerzas ambientales que los afecten: bibliotecas, hemerotecas, archivos, fondos documentales, centros de documentación e información, entre otros.

En su origen, estos recintos tenían como fin apoyar las gestiones administrativas y guardar la documentación como constancia de sucesos y derechos sociales; a partir del siglo XIX, se convierten en auxiliares de la historia y empiezan a elaborarse instrumentos que permitirán al historiador encontrar fácilmente la información.

Paralelamente a las instituciones públicas se desarrollaron los archivos, bibliotecas y fondos documentales particulares o privados. Aunque hoy en día estos grupos documentales siguen teniendo el valor y la importancia de antes, se han visto afectados por nuevos conocimientos sobre la conservación, organización, sistematización y especialización, así como por elementos (jurídicos, institucionales y culturales) que determinan el conocimiento y disfrute de los objetos que resguardan; por ello, muchos son utilizados sólo por quienes los han generado o por un pequeño grupo de investigadores que saben de su existencia.

 

Acceso documental, ¿una quimera?

Los fondos documentales conforman parte de la “totalidad” de la información, pero no siempre pueden satisfacer las necesidades de los usuarios y con frecuencia los documentos que los integran y los recursos humanos, materiales, financieros y de tiempo invertidos no son aprovechados en todo su potencial, siendo una pérdida insustituible.

Las causas que limitan las consultas a los fondos documentales empiezan desde la propia institución o persona que los conserva, afectados por las fuerzas ambientales directas e indirectas (internas o externas) y la falta de planeación, determinante para la organización, la creación de herramientas manuales o electrónicas, así como el intercambio y difusión de la información que permita darlos a conocer.

La historiadora alemana Helga Prignitz describe de manera clara y precisa su experiencia en la etapa de acopio documental en México, al realizar su trabajo de investigación publicado en el libro El Taller de Gráfica Popular 1937-1977 y consultar los archivos, bibliotecas y fondos documentales privados de artistas y críticos, realidad que también padecen las instituciones del Estado:

[...] mi concepción alemana acerca de un archivo que, ordenado y catalogado, esté a la disposición del científico, resultó ser una quimera [...] enfrenté algo que hasta entonces no había podido imaginar, bibliotecas sin catálogos, archivos sin clasificar, los cuales fueron mi campo de trabajo durante un tiempo prolongado [...]. En México en lugar de catálogos se encuentra ayuda personal, práctica, disposición ilimitada para la conversación y para dar información [...].(1)

Instituciones estatales como el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Biblioteca de las Artes, la Biblioteca y Hemeroteca Nacional, el Archivo General de la Nación y la Universidad Nacional Autónoma de México tienen misiones diferentes, pero dentro de sus áreas correspondientes a la documentación persiguen un objetivo común: organizar, conservar y difundir la documentación que albergan.

Estas instancias del Estado son las encargadas, en parte, del patrimonio documental nacional, de adquirir la documentación que se genera en el país y en el extranjero de acuerdo con su especialidad, y de ser depositarias de archivos, bibliotecas y fondos documentales privados muy valiosos, por compra, donación o comodato.

En ocasiones no logran satisfacer necesidades y pueden generar lagunas documentales, como menciona Fausto Ramírez en Crónica de las artes plásticas en los años de López Velarde 1914-1917 (l990):

Debo advertir que el problema de las colecciones incompletas y mutiladas es uno de los que mayor gravedad revisten para el investigador. Por ejemplo en ninguno de los cuatro repositorios a que acudí para recopilar la información pertinente (a saber: la Hemeroteca Nacional del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM; la Biblioteca Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda; la Hemeroteca del Archivo General de la Nación y la del INAH en el Museo de Antropología) pude encontrar la serie entera de fascículos de revistas correspondientes al primer semestre de 1917; finalmente logré consultarlo en el archivo de dicha revista [...] faltantes en nuestras dos hemerotecas más importantes (la de la UNAM y la de Lerdo de Tejada) [...]. (2)

A lo anterior se debe, en parte y no lo justifica, que no cubran periodos históricos en la documentación, porque no se habían creado estas entidades, había conflictos políticos y económicos internos y externos que impedían adquirir material, además de saqueos, mutilaciones, censuras o ciertos grupos documentales que no se han abierto al público.

Estas instituciones tienen políticas de adquisición determinadas por los presupuestos asignados y definidas por la especialización, por lo que sus acervos responden a objetivos particulares y de ahí que no adquieran todo el material documental que se produce en México y en el extranjero acerca de nuestro país, excepto la Biblioteca y la Hemeroteca Nacional por el Decreto sobre el Depósito Legal publicado en el Diario Oficial de la Federación el 23 de julio de 1991. Esto hace resaltar la importancia y función de complemento que tienen los fondos documentales privados, creados por intereses muy particulares, formados por documentos que difícilmente se pueden encontrar en unidades de información públicas.

La carencia de una política documental ha ocasionado la pérdida de fondos y archivos de gran valor histórico. Como ejemplo de lo anterior, el investigador Edgar Ceballos escribe: "todo el archivo de ópera, desde 1935 [...], hasta los años 80, se pudrió en el sótano del Teatro Regina por el descuido de las autoridades. Ese acervo permaneció ahí hasta que cerca de la década de los años 90 un olor a podrido comenzó a alertarlos y cuando abrieron el recinto todas las fotografías, programas de mano, pósters y demás documentos estaban podridos[...]".(3)

Tanto organismos estatales como privados han tratado de dar solución a la problemática mediante seminarios, congresos, coloquios y colectivos de trabajo, con la consiguiente elaboración de memorias, lineamientos, normas y guías para la organización; pero a falta de una legislación y educación sobre la importancia y tratamiento del patrimonio documental, se seguirán vendiendo grupos de documentos como papel viejo por kilo.

 

Instituciones mixtas, un camino a seguir

El INBA replanteó sus objetivos de 1991, atribuyéndolo “a la acelerada transformación de la sociedad mexicana en las últimas décadas y al crecimiento de las expectativas culturales de un público más amplio”;(4) en cuanto a la documentación, busca “vincular internamente los cuatro objetivos del INBA: preservación, promoción, educación e investigación artística”. Lo referente a las artes plásticas se trata de cumplir a través del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), que en su área de documentación tiene como objetivo “El rescate de los archivos personales de artista y críticos (fondos de autor) e institucionales considerados fundamentales para la historia del arte mexicano y para el impulso de la investigación”.(5)

Pero últimamente este trabajo documental de adquisición, selección y organización física, por circunstancias que no es momento aclarar, se ha dejado relegado y lo han adoptado los investigadores (con ciertos cambios) como parte de su trabajo en el proceso de la investigación, lo que consume gran parte de su tiempo. Como lo explica Helga Prignitz:

Fue necesario un extenso estudio de las fuentes para terminar la investigación. La mayoría de los autores que han analizado el arte mexicano del siglo XX, se quejan de la deficiente exploración de fuentes que, por otro lado, existen en abundancia. Estos documentos se encuentran en poder de los artistas o en legados privados, no se coleccionan ni investigan en archivos estatales, lo cual hace temer su pérdida en un futuro próximo.(6)

En México, la suerte de los fondos documentales puede cambiar, en cierta medida, si se solucionan las siguientes situaciones:

1. La cultura, hoy en día, está determinada por un nuevo modo de presencia e interacción entre los diferentes dominios y los diferentes agentes de la globalización, lo que repercute en la definición cultural y el modo de producción y difusión de los bienes culturales.

2. Los dueños de los fondos no cuentan con los recursos financieros, materiales y humanos para la organización y conservación de los documentos; tampoco reciben apoyo por parte del Estado ya que las autoridades argumentan no poder hacerse cargo de estas tareas por la situación económica, política y cultural del país. Así, los particulares se ven obligados a vender, en partes o completos, los fondos documentales a entidades nacionales y extranjeras.

3. Los fondos documentales dependientes de la administración pública suelen ser los más numerosos. Gran parte de estos legados personales son donados, incluyéndolos en entidades mayores como archivos, bibliotecas o museos. De esta manera pierden parte de su valor al no ser tratados de forma adecuada por falta de personal. A continuación enumero algunas causas de esta última afirmación:

a) El escaso personal se debe, en parte, a la falta de reconocimiento de la profesión y desconocimiento de las funciones del documentalista (bibliotecólogo, bibliotecónomo, archivista, etc.).

b) En muchas ocasiones los responsables en esta clase de instituciones no son profesionales del área y, por lo tanto, no toman interés en lo que se debe realizar con la documentación.

c) La gran cantidad de información que se genera sobre el arte y ciencias auxiliares sobrepasa a los especialistas y el poco personal que existe dedica la mayor parte de su tiempo a la conservación de la documentación o es asignado a realizar actividades que no le corresponden.

d) La falta de herramientas para la consulta y de personal se ha vuelto costumbre y se cree que así es como debe ser.

4. También se puede dar el caso de que los fondos documentales donados sean repartidos en diferentes lugares (desvanecimiento). Si van a instituciones del Estado, pueden ser abiertos a consulta, cerrados hasta nuevo aviso o asignados a investigadores o personal documental que lo trabajen hasta concluir su investigación, sin permitir dar a conocer su contenido o, en el peor de los casos, ser saqueados. Aquí cabe señalar que no es necesario que todos los fondos documentales particulares deban donarse a los grandes depósitos públicos nacionales, por no poder garantizar su divulgación debido a decisiones de tipo ideológico o político por parte de las autoridades.

5. El frágil estado de conservación de los documentos no permite el libre acceso a su consulta.

6. Carencia de política y conciencia orientada a fortalecer el lugar social e institucional de las entidades que conservan acervos documentales.

El uso de los fondos documentales particulares o privados no es sencillo, su manejo, almacenamiento, conservación, sistematización de la información que contiene y el acceso a ella, por básico que sea, no deja de ser costoso.

Una solución que se impone cada día más son las instituciones mixtas, mediante acuerdos entre los propietarios del fondo y el Estado, en los que se definen obligaciones y deberes mutuos y actividades a realizar por cada parte (organización, mantenimiento, conservación, utilización, personal, acceso, etc.). Un ejemplo es el Fondo Documental María y Pablo O'Higgins, en el que participan el INBA, por medio del Cenidiap, y la Fundación María y Pablo O'Higgins, A.C.

En la medida en que se encuentren accesibles los fondos privados y de la administración pública, es decir, organizados y que se interrelacionen bajo una política de uniformidad y control, serán una fuente muy valiosa para futuras investigaciones, lo que permitirá ahorrar tiempo y recursos en la búsqueda de información documental.

No queremos que nuestra memoria documental quede perdida y olvidada, como escribe Jorge Luis Borges en su cuento El libro de arena: "Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es un bosque".(7) Claro está que la intención en el relato es extraviar un libro ominoso en la Biblioteca Nacional de Argentina, pero el nuestro es dar a conocer y permitir el disfrute de los documentos que resguardan las unidades de información en nuestro país.

 

Notas
1. Helga Prignitz, El Taller de Gráfica Popular 1937-1977, México, INBA/Cenidiap, 1992, pp. 9-10.

2. Fausto Ramírez, Crónica de las artes plásticas en los años de López Velarde 1914-1917, México, UNAM, IIE, 1990, p. 14.

3. Miguel Ángel Ceballos, “Archivos en el olvido”, El Universal, sección Cultura, 5 de mayo 2003.

4. Memoria 1988-1994, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México,  1994, pp. 75-76.

5. Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, Comisión Académica de Documentación, “Propuesta para la organización y funcionamiento del Centro de Documentación de las Artes (anteproyecto)”, México, Cenidiap, 1996, p. 7.

6. Helga Prignitz, loc. cit.

7. Jorge Luis Borges, El libro de arena, Madrid, Alianza, 2000, p.136

 

 

 

Fondo documental
María y Pablo O´Higgins.
Foto: Verónica Arenas Molina.

 

Fondos documentales del Cenidiap.
Foto: Verónica Arenas Molina.

 

Fondo documental
María y Pablo O´Higgins.
Foto: Verónica Arenas Molina.