Centro Nacional de las Artes | Revista Digital del CENIDIAP | Número 2 | Diciembre 2001-febrero 2002

 

 EL VIDEOARTE Y LO INMATERIAL / Un amplio campo experimental

 Adriana Zapett / Investigadora del CENIDIAP

En el inmaterial video, los artistas crean con luz y color, espacio-tiempo y sonido, interpretan la experiencia cultural y las emociones humanas por medio de una realidad puramente representacional que se da en la materialización de la señal en la pantalla

 


Palabras clave: Videoarte, nuevas tecnologías, imagen, estética actual

 

"Para Baudrillard el objeto ya no es el a priori necesario de la actividad representacional. Ahora la representación sencillamente se mide a sí misma en términos de otras representaciones."1

En la lógica de lo ausente-presente, lo inmaterial como elemento inherente de una obra artística no objetual pareciera no requerir de reflexión alguna. No obstante, en la relación del arte con lo real, en la experimentación de las formas para intervenir la imagen y crear un idioma visual; nos encontramos con actitudes bastante críticas de otras formas de referenciar la realidad y de una apropiación subjetiva de un tiempo propio.

El video sólo es un medio para lo inmaterial. En este sentido, como lo expresa Raymundo Mier: "No hay puntos irreductibles de lo figurable, no hay nada irrepresentable."2 El artista propone y representa a través de una herramienta específica.

Desde mediados de los años sesenta se ha venido intensificando la desmaterialización de los procesos artísticos. En la estética actual son diversas las expresiones de este tipo. Por ejemplo, en el arte en la red, Gianni Romano hace referencia a un "sistema comunicativo inmaterial"3, en el cual una comunidad comparte el desarrollo de estas nuevas prácticas artísticas mediante ejes de análisis con códigos que le son comunes. En este caso, la pantalla interactiva irrumpe en la frontera de un mundo material, las interfaces y la navegación en los productos digitales conducen a sus espectadores por otras vías de conocimiento.

El videoarte, cuyos inicios se dan en el decenio de 1960, surge como una propuesta artística no objetual, la cual introduce un discurso reflexivo sobre la imagen televisiva y sobre el mercado del arte.

En esta misma década en que se produce el tránsito de la obra objetual a la procesual y conceptual, se inicia una videografía artística en la que desde la concepción de una narrativa visual hasta su realización, la obra genera distintos registros que la documentan. Este es un punto importante pues el videoarte sólo existe durante el tiempo de su emisión.

En el inmaterial video, los artistas crean con luz y color, espacio-tiempo y sonido, interpretan la experiencia cultural y las emociones humanas por medio de una realidad puramente representacional que se da en la materialización de la señal en la pantalla.

Asimismo, lo fugaz, lo efímero y lo incorpóreo crean una estructuración visual compleja sin delimitación. Esta expresión artística no puede sustraerse de elementos posmodernos, de una estética de la disolución y de un cierto nihilismo artístico, es parte de la percepción de realidades fragmentadas en las sociedades postindustriales actuales.

A mediados de los ochenta los realizadores de video cuestionan este lenguaje para irse adentrando en una reconcepción del medio, el cual toma elementos de las artes plásticas y del cine. En este sentido, la tecnología del video abre un amplio campo experimental pues es la que mejor se adapta a las nuevas tecnologías y a la convergencia de lenguajes en su gramática de construcción.

Con los sistemas computacionales los videoastas combinan desde el registro de imágenes reales hasta la animación, efectos e imágenes de síntesis. Paul Virilio, menciona que entramos en un régimen de visibilidad en el que se desdoblan tres elementos: la transparencia, la óptica y la luz.

En las tendencias tecnológicas de nuestro tiempo hay una mayor investigación de los medios. Para desmaterializar la imagen y extender el espacio imaginario, el soporte físico-técnico y material cada vez más complejo, conduce a un trabajo especializado e interdisciplinario. Además, el video actual con los recursos digitales plantea cambios en el trabajo del videoasta, quien está tendiendo a ser multimediático.

En nuestros días la calidad polisensorial de la imagen video puede suscitar en un público configurado una distinta actividad perceptiva visual, pues ésta se halla vinculada a las actividades sensorio-motrices.

Esto nos conduce a pensar: ¿desde dónde se estructura nuestra percepción de la realidad? Así como la abstracción matemática nos permite concebir y percibir espacios con los objetos ideales de la geometría, todo ser humano es intérprete de su mundo y lo percibe a través de referentes culturales e históricos.

La estructura sintáctica del videoarte genera un tipo de percepción de lo inmaterial. Entre la representación mental y la presencia perceptiva, la contemplación de este tipo de imágenes inmateriales está ligada a la articulación de un espacio-tiempo delimitado por planos y a la duración como una forma de presentación. Así, las cosas pueden no estar físicamente presentes pero sí perceptivamente. Más que ver el espacio lo pensamos o lo representamos.

El proceso perceptivo no es simple ni pasivo, en la creación artística, como lo refiere Vittorio Fagone, "el artista visual excita una nueva visión"4. El video pone en juego nuestros sentidos. En la instalación La puerta, de Ximena Cuevas, presentada durante el año 200 en la Galería Central del Centro Nacional de las Artes como parte de la muestra "Momenta. Arte electrónico", la artista busca borrar las fronteras del propio cuerpo con la cámara de video, y el espectador llega a sentir un —estar ahí— en ese espacio representado por puertas que aluden a un lugar en nuestra mente más que a un espacio o sitio real.

"El imperativo realista tiene por función identificar la imagen con la realidad (dicho sea en términos lingüísticos, el signo con el referente). Sin embargo, esa coincidencia es siempre ilusoria, por la simple razón de que la imagen nunca es lo real"5. La percepción tiene su propia estructura, no todos van a percibir igual.

Otro aspecto esencial en esta tecnología de la imagen son el tiempo y el espacio, el video permite su distorsión y su simultaneidad. Dos tiempos reales diferidos como el de la grabación y el de la transmisión se conjugan en un todo único.

En la videoinstalación, por ejemplo, el espectador puede ser el soporte de un escenario ficticio. Él integra los campos de visión que componen la representación al filtrarse por más de un monitor. En este sentido, es importante mencionar que el espacio visual al igual que el físico son tridimensionales.

Tiempos, espacios, lugares, objetos y sujetos articulados mediante un lenguaje no lineal, proporcionan al público receptor los elementos para que sean ellos quienes realicen el montaje final.

Ante la instantaneidad de la imagen video, la ordenación y el reconocimiento de un flujo narrativo que marca ritmos a partir de sus contrastes: desde un primer plano hasta un gran angular extremo, desde la nitidez hasta el desvanecimiento de las imágenes, o desde el sonido armónico hasta el ruido, nos remiten a los territorios no acotables del acto creativo.

En el videoarte expresa tanto lo explícito y connotado como lo que se omite. Además, no sólo se trata de reemplazar la realidad registrándola sino de interpretarla y generar con ella una memoria de lo que se denomina efímero.

En la lógica del ver y ser mirado empieza la constitución del sujeto a través de asociaciones y construcciones. En la obra "observador/observado", de Takahiko Limura, exhibida en el laboratorio/arte Alameda, en este 2001, podemos preguntarnos: ¿hay un desplazamiento hacia aquello que nos observa? En esta forma de arte ya no es sólo la mirada del otro la que nos coloca en la posición de sujeto.

Es en esa realidad inmaterial en la que Frank Popper señala: "El acento no se pone ya sobre el objeto sino sobre la confrontación dramática con el sujeto de la condición perceptiva en que el espectador se encuentra a sí mismo".6

Tanto en lo material como en lo inmaterial se cuestionan la estabilidad y la desintegración. La solidez puede ser apariencia, si pensamos que ante un sobredesarrollo tecnológico igual se incrementa un subdesarrollo social, la mirada del hombre actual ante el vacío busca lo inconmensurable y lo insondable en la representación. Hay una desconexión entre lo que se vive y lo que se percibe como el mundo de las imágenes inmateriales. Asimismo, como paradoja la desmaterialización puede implicar una expansión en lo estético y a su vez la pérdida de una porción en términos antológicos.7

Por último, el videoarte creó una escritura visual basada en elementos formales específicos de este género artístico. Entre la imagen en movimiento y la imagen reflejada hay un territorio impreciso producto de la luz.

azapett@hotmail.com

 


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